“Los hijos” de Alfonso Cuesta y Cuesta

Por: Dr. César Hermida B. | cesarh@plusnet.ec 

Alfonso Cuesta y Cuesta, cuencano que emigró joven a Venezuela afincándose en la pequeña y bonita ciudad universitaria de Mérida, vivió allí las nostalgias de su ciudad natal y escribió sobre la misma. Cuenta una anécdota que en algún discurso se refirió a la cantarina voz del Yanuncay que escuchaba cada mañana, y ante las preguntas que averiguaban a qué se refería, contestó que a la acequia de riego que pasaba por su propiedad la había bautizado con el nombre del río cuencano.

Mucho amó y rememoró a su tierra, hasta el punto de escribir la novela “Los hijos”, a la que Jorge Dávila calificó en 1983 como “la más bella novela que sobre Cuenca se haya escrito”. Efectivamente, con una magistral capacidad descriptiva, cuenta con gracia y de manera poética las vicisitudes de las familias pobres de la ciudad durante las crisis económicas y el abandono del Estado en los tiempos de los sombreros de paja toquilla y el descubrimiento de los lavaderos de oro en el oriente. Los sufrimientos de los niños campesinos al servicio de los señores urbanos y la influencia de la religión sobre las familias indígenas y mestizas de la pequeña ciudad que hasta hoy tiene un alma de campo en su propia cultura citadina.

La novela se publicó a inicios de la década de 1980 en cuatro ediciones, una en Cuba (luego de ser mencionada en el Concurso de la Casa de las Américas), y otras en Moscú, Mérida y Caracas. A los cuatro años de ser escrita la publicó en Cuenca la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, Núcleo del Azuay, con el patrocinio de la Subsecretaría de Cultura del Ministerio de Educación y el CIDAP.

Es una obra maravillosa, no muy reconocida, pero que vale recomendarla a todos quienes cultivan el amor por los libros y la literatura y que se engolosinas con aquellas buenas obras de nuestra propia cultura. Como el autor se refiere a lo que escuchó y conoció en su infancia sobre las décadas de los años 20 a 40 del siglo pasado, y escribió 40 años más tarde, justo es reconocerla, cuando están por cumplirse 30 años de su publicación local. Aprendamos sobre los paisajes urbanos y rurales, naturales y humanos de nuestras pobres gentes de hace 60 a 80 años, y de la maestría con la que pinta el paisano mostrando su gran habilidad literaria y el ilimitado amor a su tierra. Ojalá para el efecto se publiquen nuevas ediciones y se estimule su lectura en las escuelas y colegios.

Con autorización del autor: Tomado de El Tiempo 09-03-2012

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