Los jóvenes, anecdotario permanente

Por: Luis Curay Correa, Msc.
Vicerrector UETS Cuenca (Ecuador)

La posibilidad de un ejercicio educativo-pastoral con los jóvenes, se presenta desde variados escenarios: el oratorio, el patio, la escuela, un paseo, etc. Deseo compartir una anécdota vivida con chicos, que a pesar de tener sus años, la recuerdo con inmenso cariño.

Listo, listo –era la forma que tenía para afirmar que lo que se le encomendaba andaba por buen camino-. Las carpas están vistas, cada una acoge un grupo, aunque hay algunos, que por ser numerosos, acamparán hasta en tres. Ya sabe Lucho, el mío es el más tuco, tenemos de todo, hasta la botellita milagrosa, mentira, no creerá, solo lo que nos permite llevar, ya sabe: ropa abrigada, botas siete vidas, alimentos enlatados, panela, caramelos, un cuchillo para limpiar las truchas que pesquemos, fósforos para iniciar las fogatas, linternas para el paseo nocturno alrededor de la laguna, papel higiénico, set de aseo bucal, más ropa abrigada por si acaso alguien se cae y se moja o ensucia, en fin, estamos al pelo.

Era fácil mirar la felicidad en los rostros de esos muchachos. Cuarenta entusiastas con rumbo a la aventura asegurada que brindaría dos noches y tres días en la laguna de Llaviuco, en el Cajas.

Los padres de familia vinieron a despedirlos. Nos vemos el domingo noche, portaraste bien, cuidado con el agua, no te meterás en la laguna; fueron algunas de sus recomendaciones.

Inicia la aventura con una oración realizada en el bus. Inmediatamente los cantos, la alegría, las fotos, y más ocurrencias lo coparon todo. Llegamos luego de cuarenta minutos de viaje. El ambiente era frío y nublado, soplaba un viento helado que obligó a buscar el calor de ropajes adecuados de manera urgente. Desde allí, al lugar de campamento, había nada más que quince minutos de caminata. La primera risa: Juan, el más pequeño, resbaló en la hojarasca y dio bruscamente contra el pasto húmedo, mojando graciosamente sus posaderas. Las carcajadas sonoras anticiparon nuestra llegada. El aire puro y la vista maravillosa fueron la bienvenida al lugar elegido.

Ya, locos, apuren vean, aquí se reúnen conmigo y con el Lucho los jefes de grupo para indicarles todo, muévanse que parece que va a llover. Vos Daniel con otros tres aprovechen para recoger leña. Apuren, en serio, verán que comemos y nos vamos. Así de fuerte era la ayuda de Jorge. Sin embargo, la noche aquella, en medio de la nada, se quebrantaría hasta congelarme el alma.

La cena fue todo un evento. Parrillas que servían de improvisadas cocinas para calentar los alimentos; los más hábiles se convertían en insignes chefs, y, otros como Jorge, en quienes ponían la nota de felicidad. Vengan muchachos les cuento un chiste, está muy divertido, usted no escuche Lucho que es para hombres; la pausa hilarante, y yo haciéndome el ofendido; para hombres jóvenes digo, no se enoje. Y así entre risas la noche se hizo más espesa.

Bueno, vamos chicos, dejen todo ordenado, sólo se quedan Vinicio y Marcelo para cuidar el campamento, los otros alístense para la caminata. Y aparentemente todo iba normal hasta que Jorge lanza una propuesta: a ver si somos machos, demos la vuelta a la laguna, pero sin linternas. El único que protestó fui yo, así que ni modo, únete a los jóvenes. Unos cuantos se adelantaron y, sin hacer ruido alguno, se escondieron entre el follaje, cuando pasamos un buen grupo frente a ellos, salieron de su escondite y gritaron tan fuertemente que el alma casi se nos sale del cuerpo. Las risas que provocaron la travesura fueron feliz compañía durante toda la travesía.

En el campamento los dos que se quedaron ya habían colocado la leña para la fogata y la habían encendido. Todos nos reunimos en torno a la tenue luz que emanaba de los maderos consumidos por el fuego. Contemos cuentos de terror. Lucho usted mándese una de sus chendoaventuras. Mi oportunidad de empatar la travesura. Les conté la más terrorífica historia que mezclaba almas errantes de los indios que sucumbieron en la construcción de la primera cervecería que se apostó en las inmediaciones de la laguna hace más de noventa años, con avistamientos de seres irreconocibles. De pronto, devolvía la pausa, y el grito con un movimiento de cuerpo veloz, arrancaba sustos visibles de aquellos muchachos. El reloj caminaba rápido. La noche se hizo más oscura.

La hora de dormir se propuso para la media noche, y ya eran las dos de la madrugada. Grupo a grupo se iba despidiendo para ir a descansar. Todos, menos Jorge. Oiga, Lucho quiero conversar con Ud., así como verdaderos amigos. Intuí algo profundo. Nos alejamos de la fogata un tanto, como para que no escuchen el diálogo. No sé cómo empezar, es que no quiero bajarle al ánimo, el paseo está bonito. Tranquilo Jorge, a ver, dime. No hizo falta más insistencia, y empezó. Mis papás solo pasan peleando, y mis hermanos, somos tres en total, dos más, y yo; ya no sabemos qué hacer, los queremos a los dos …la primera lágrima rodaba esquiva por su mejilla. Se van a divorciar y según yo, mis hermanos se van a quedar con mi mamá, y a mí me lleva mi padre…ahora su llanto se vuelve lastimero, enorme, incontenible. Me contó que él como mayor debía mostrarse fuerte frente a lo que sus padres decidieran. ¿Cómo los obligo a quererse? a ver, diga Lucho. Ya nada, hay que darle cabeza más bien a lo que se venga, me da pena de los dos más chicos, son todavía muy niñitos para que entiendan algo. ¡Qué va, si ni yo a mis quince años lo entiendo! Las palabras sonaban huecas, sin sentido. Recordaba entre sollozos cómo se la pasaron en la navidad de hace dos años, su papá ni siquiera llegó a casa, todos lo esperábamos y nada que llegaba, no había regalos, solo llanto. ¿Qué hago? A ver, diga, ¿qué hago? Y yo no supe qué decirle, la decisión de sus progenitores era irreversible, así que el ánimo se dio a través de un abrazo y las palabras únicas que acerté a decir: tranquilo, estoy contigo.

Lo que sucedió después se lo puede anticipar: un regreso, un recuerdo, enseñanzas mil.

Luego del relato se puede decir que lo de Jorge y su problemática se puede generalizar, y a la vez, particularizar. Lo primero, cuando estamos conscientes que todos los jóvenes tienen problemas y que necesitan ser acompañados. Y lo segundo, cuando sentimos que cada joven es un mundo que requiere un acompañante específico, alguien en el que se desarrolle una familiaridad especial. Y eso es lo que pretendemos hacer, tal como lo quiso Don Bosco: “Haced todo el bien que esté a vuestro alcance, pero sin ostentación; la violeta, aunque esté escondida, se descubre por su fragancia”.

El perfume de la juventud es realmente penetrante, deja, sin el menor esfuerzo, una estela que marca los caminos recorridos. Tantos años, tantos alumnos, tantos amigos, esa es la experiencia más bella de una profesión que busca no solo la educación, sino, sobre todo, el compartido aprendizaje que desvelan las almas, las conciencias, las inquietudes.