Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Cronista Vitalicio de Ambato
Álvaro Mutis me ha contado que así como cada uno de nosotros tiene un Don Quijote, muy personal, acomodado a su manera, también tiene su Simón Bolívar creciendo en el imaginario de su libertad. Con esto me sobra y me basta para reflexionar en que debemos tener una conducta edificante, re-creativa de la libertad. Los aniversarismos quedan para las mentes rutinarias cuando se acomodan a la monotonía discursiva con reiteraciones vacuas. Podemos salir adelante, más delante de las mentalidades estancantes, cuando seamos capaces de reinventar a diario a nuestros héroes, fortaleciendo nuestro imaginario acorde a las necesidades de los tiempos. Es así como re-creo a mi propio Cristo deificando su perfil humano y humanizando su perfil divino. Convirtiéndolo en héroe combatiente de la barbarie y hermanándole con Bolívar que sale solo al sacrificio para dejar resquebrajados los esclavismos de todos los tiempos. Re-invento mi propio Quijote que lo aprecio trajinando por una América desconcertante y mágica que tiene más iglesias que molinos de viento; y en donde el perdón de los pecados han sido prepagados en esta vida, puesto que somos tierra donde se ha redimensionado la conceptualización interétnica del cielo y del infierno.
Para ser héroe se necesita saber y poder actuar por el colectivo. El heroísmo jamás será elemento vinculante con el narcisismo. No puedo imaginar que haya héroes de su propia sombra. Nadie es héroe por sí y para sí. El héroe sabe que su individualidad es útil a un colectivo que puede ser ingenuo y hasta incomprensible. Y por ahí abre su camino entre la borrasca convencido en su mano y en sus ojos. Quiero decir, en su fortaleza y en sus sueños.
Los héroes y los ángeles son acrónicos. No viven marcados por el tiempo en sí, sino por las circunstancias en las que les toca actuar en el ovillo de la historia. Son los clamores de la tierra el motivo para su aparición y su cobijo. Así lo ha expresado en sus propios conceptos nuestro Libertador. El hombre y la tierra fabrican los altares para el holocausto con su inercia conducente al destino. Los héroes son las flores de la historia crecidos en la zarza de las resignaciones. Entonces pongo los hilos de mi dolor en el Cristo prístino, intacto, recién sacrificado y no inducido a la mercadería de las religiones, y encuentro que es el héroe que va entre el tumulto irredento, pero esperanzado, bisoño, conducido irremediablemente al sacrificio, porque no en otra parte siempre teje, como telaraña, toda estructura de poder. Y trato de unir estos argumentos para santificar los heroísmos que no pueden darse en las masas de hombres comunes, sino como escasas bendiciones aplicables al hombre entre los vendavales del tiempo.
El imaginario de la libertad rebasa el triste concepto de tener fronteras. Es como acorralar el vuelo de los cóndores en los cielos, y pensar en eso mismo, en que hasta los cielos son delimitables, inviolables porque tienen dueños o se han adueñado bajo el membrete de las soberanías. Demasiada conducta de parcela, de limitación cerebral envuelve este concepto en los tiempos actuales. La soberanía aparece como consecuencia de tratar de fomentar respeto en la debilidad, cuando es proclamada por los justos. Los soberbios no creen en la soberanía de los débiles. Vaya uno a ver las invasiones, los apropiamientos, las intervenciones tanto abiertas como camufladas. ¿Qué fue la conquista de América para Bolívar en relación con la soberanía indígena? ¿Qué opinar sobre soberanía en los tiempos de la trata de negros y de la caza de africanos para el deleite del racismo rentero? Las soberbias del poderoso, del armado, del dueño de la tecnología, de las transnacionales, ¿no son avalanchas que descuajan sus túmulos sobre las parcelas de las soberanías? Para los genios de la libertad la soberanía está imbricada en la justicia y en el respeto al género humano. Lo demás son estrategias hasta para los oportunismos, para la demagogia, para el proselitismo y otras maquinaciones de la perversidad.