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¡Mafe Walker, presidenta!

Por: Manuel Felipe Álvarez-Galeano, PhD
Colombia

La lengua disimula y encubre los designios.
Diego de Saavedra Fajardo

A ver, sí, es claro que en América Latina todo es folclórico, incluso lo que nos duele; sí, en Alemania los perros no corren detrás de los autobuses, y uno supone que es porque allá son más cultos o porque, a lo mejor, no hay perros ni autobuses. En este lado del Atlántico, no tenemos a Bach, pero tenemos a Bugs Bunny, por mencionar algún caso. La tapa de la olla ha sido el caso de Mafe Walker, una compatriota que habla, según ella, en lengua extraterrestre. Es una especie de médium que parece la hija reencarnada de Melquiades, el ladino alquimista de Cien años de soledad.

La primera vez que la vi, además de incitarme al famoso ¡Plop! de Condorito, me sacó una pletórica sonrisa que era más que necesaria en esos días aciagos. Un influenciador o yutúber le pidió que expresara una frase en lengua alienígena y que la repitiera. De esta manera, presuntamente, la dejó expuesta. Fue bastante sagaz del muchacho, pues obedece a un principio que inquebrantable de la lengua, la relación entre el significado y el significante, en términos de Saussure, y la relación entre lengua y mente de Vygotsky y los cognitivistas.

En un programa de novedades mexicano, los presentadores simulaban su gesto de meditación, mientras nuestra emperatriz interpretaba las ondas energéticas de otras órbitas y nos promulgaba un mensaje de ternura y autoconocimiento que me hacía recordar al señor Burns de los Simpson que traía una misiva de amor y paz que, en realidad, era producto de la radiación nuclear. Los presentadores le siguieron la corriente, porque es claro que, más allá de que eran conscientes de la supuesta fanfarronería, necesitaban un buen enganche del raiting, y sí que nos encanta botarle caspa a este tipo de cosas, para luego reírnos, criticar y dárnosla de superiores morales, mientras consumimos este y peores contenidos, porque en lo morbosos nadie nos gana, y en los índices de lectura… ya saben la respuesta. Somos artesanos del tiempo perdido.

Semanas después, ella estaba en una tremenda farra en que estaba poseída por las ondas electroespaciales y dejó una nueva perlita. En fin, sus mensajes fluyen en las redes cada vez más y es cierto que, por mucha sorna que nos cause, este tipo de cosas se alimentan de nuestros clicks. Imagínense que ella se lance a las elecciones… lo más berraco es que tiene altas opciones, ¡cuánta gente chistosa no nos ha gobernado! ¡cuántos cuerdos no nos han robado! ¡Lanzate, Mafe: hacelo por tus amigos de otros mundos y dejá un planeta mejor para cuando quieran conquistarnos, querida emperatriz!

Listo, bien, nos hemos reído y el “me amo, te amo” ya hace parte del argot de la contemporaneidad. Lo que me resulta hermoso de todo esto es que la lengua siempre permite tanta libertad. Si fue posible crear la quimera de una lengua artificial como el esperanto, ¿por qué no creer en el amalalaika balalaika de Mafe? ¿No se supone que el universo es infinito y sus posibilidades también lo son? ¿No será una especie de balbuceo que nos terminará enseñando algún lenguaje que desconocemos, una especie de lenguaje por inversión o paralelo? Riámonos, por ahora, un rato… es mucho mejor que estarnos matando. ¡Yo también te amo, yo también me amo, Mafe Walker!

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