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Mensaje por el Día Mundial de la Poesía

Por: Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO

Retomando el hilo de las palabras del novelista Franz Kafka, cuando escribió que “Un libro debe ser el hacha que hienda el mar congelado en nuestro interior”, John Felstiner, profesor de la Universidad de Stanford, se pregunta en el título de su libro: ¿puede la poesía salvar la Tierra? (Can Poetry Save the Earth?).“

¿Por qué apelar a los placeres de la poesía, cuando ha llegado el momento de responder con un órdago? La respuesta empieza por el individuo: es el individuo el que habla por los poemas y al que los poemas hablan. De nuestro interior, uno a uno, puede surgir la voluntad de actuar. Puesto que somos el receptor de la belleza y la fuerza de los poemas, tenemos la oportunidad de reconocer y aligerar la impronta que dejamos en un mundo donde solo la naturaleza tiene una importancia vital”.

La orquestación de las palabras, el colorido de las imágenes y la contundencia de una buena métrica otorgan a la poesía un poder sin parangón: el poder de reunirnos, de unirnos en torno a las mismas emociones, de evadirnos incluso en el confinamiento; el valor de la poesía nunca ha sido más evidente que durante el año pasado.

La poesía tiene el poder de recordarnos la belleza que nos rodea y la resiliencia del espíritu humano.

Este año, al celebrar el 50º aniversario del Programa sobre el Hombre y la Biosfera, la UNESCO rinde homenaje a los poetas del pasado y del presente que defienden la biodiversidad y la conservación de la naturaleza.

Aunque la protección de la biodiversidad es un tema que apenas ahora empieza a calar en la sociedad, los poetas llevan miles de años animándonos a apreciar la belleza del mundo natural. El amor, la muerte y la naturaleza son quizá los temas más frecuentados por la poesía. De Garcilaso de la Vega a William Wordsworth, de Alexander Pushkin a Sarojini Naidu, los poetas han reconocido y honrado desde siempre una profunda vinculación entre las emociones humanas y la riqueza del entorno.
Más recientemente, los poetas han empezado a utilizar su memoria cultural y sus preocupaciones ecológicas para dar testimonio del cambio climático. Con su obra, estos “ecopoetas” sitúan el patrimonio natural y cultural en el centro del debate político y hacen de él una cuestión de supervivencia. El poeta mapuche contemporáneo Elicura Chihuailaf expresa con poderosa elocuencia este vínculo entre el saber indígena y la protección de los ecosistemas:
Aprendo entonces los nombres de las flores y de las plantas.
Los insectos cumplen su función.
Nada está de más en este mundo.
El universo es una dualidad:
lo bueno no existe sin lo malo.
La Tierra no pertenece a la gente.
Mapuche significa “gente de la Tierra”.1
La poesía anida en lo más hondo de lo que somos, mujeres y hombres que conviven en el mundo de hoy, abrevándose en el legado de las generaciones pasadas y custodiando este mundo para nuestros hijos y nietos. Al celebrar hoy la poesía, celebramos nuestra capacidad de luchar unidos por la biodiversidad como “preocupación común de la humanidad” y parte integrante del proceso de desarrollointernacional.
1De “La casa azul en que nací”, Recado confidencial a los chilenos, Elicura Chihuailaf, 1999

 

 

 

 
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