Por: Wilson Zapata Bustamante

Ciertamente, al economista Rafael Correa Delgado no le toca en los actuales momentos y en las actuales circunstancias, timonear una nave en aguas mansas.

Esta semana y en las subsiguientes será capitán de un bajel que deberá mantenerse a flote, en un mar de aguas procelosas.

De proa a popa, de estribor a babor, partiendo la línea de “crujía”, en la arboladura o en los cordales de la nave, nada estará quieto, nada vivirá en completa armonía, y el bamboleo será general.

Un mundo de trampas internas y externas espera el paso del Presidente Constitucional de la República para maniatarlo, condicionarlo y someterlo.

Tendrá que ser algunas veces cauto y prudente como una bella doncella, y otras todo coraje y bravura como un toro de lidia.

Si el Presidente asume una posición mesiánica y se cree tocado por la magina para resolver por sí solo los tremendos problemas que afectan al país, nos ganaremos un esplendoroso rosario de fracasos.

Si su Gobierno, por el contrario, es de consenso y atiende la voz del pueblo para enfocar en unidad la solución de todo conflicto y problema, el Ecuador puede alcanzar un futuro mejor, en paz y manteniendo el sistema constitucional y democrático.

No es fácil para el economista Rafael Correa enfrentar semejante tarea.

En algunos momentos tendrá que tomar decisiones que pueden afectar el giro de la historia.

O se bendecirán sus acciones, o se vaciará encima un depósito de crítica con ácido sulfúrico.

Nosotros tenemos fe en que el economista Rafael Correa Delgado, estudiando las lecciones del pasado administrativo del país, pueda encontrar un estilo de mando adecuado a la idiosincrasia de los ecuatorianos y a las imperativas obligaciones del Estado en política interna y externa, en concordancia con la crítica situación mundial.

Y que con la ayuda de la mayoría de los ecuatorianos pueda rematar su período presidencial dejándonos como herencia un país en orden, coherente y fuera de crisis.

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