Pago a los traductores que ayudaron a Pizarro. 1533

Por: Dr. Pedro Arturo Reino Garcés
Lingüista e Historiador/Cronista Oficial de Ambato

Tenemos dos traductores fundamentales relacionados con la toma de Cajamarca y la caída del Tahuantinsuyo: son los indios bautizados como Felipillo y Martinillo de Poechos. Se usan formas diminutivas para Felipe y Martín, que más bien son un tanto despectivas, según forma de trato que hasta ahora son usuales entre hablantes peninsulares. Recordemos que “varios muchachos tallanes sirvieron a Pizarro como intérpretes”, pero sobresalen Felipillo y Martinillo, este último de clara inteligencia e incondicional de Pizarro, quien hasta le concedió caballo para su movilidad. Digamos que la historia califica a Felipillo, como “traicionero”, pero en el sentido de inconsecuente con los aborígenes, aunque tan conquistadores fueron los incas como los hispanos. Estos jóvenes, entre tantos que se vincularon a la hueste de Pizarro, fueron un “obsequio” como muestra de amistad y simpatía, por parte del cacique Maizabilca, gobernador de Poechos.

Según las cifras de las fundiciones de los objetos de oro que iban tomando los saqueadores constituidos en empresarios de la conquista del Perú, hay detalles, como en el presente caso que se remiten a 1533. Dicho proceso se dio entre mayo, junio, julio y agosto. Se comprenderá que la empresa que estuvo legalmente constituida, trajo a un experto fundidor de los metales y frente a semejante acto, lo hicieron con constancia de escribano que levantaba un acta, la cual ha servido de documento para explicar la historia.

Según el documento, el 31 de Julio, “Francisco Pizarro fundió piezas que dijo le había dado Atahualpa, por separado a lo del monto principal del rescate, que llegaron al valor de 460.945 pesos de oro.- Felipe y Martín, lenguas, recibieron 70.010 pesos de oro. Juan de Porras, en nombre de Juan de Guzmán, se los dio su cacique, recibió 102.010 pesos de oro.- Gonzalo de Pineda, criado del Gobernador. Oro que le dio Atahualpa, por un valor de 219.780 pesos. Melchor Palomino, cierto oro que dijo se lo dio el gobernador, por un valor de 11.135 pesos de oro.- El contador Antonio Navarro también recibió su parte, dijo se lo dio su cacique, y que se hizo constar por un valor de 8.800 pesos de oro”. Advertimos al lector que estas fundiciones y estas cuentas se hicieron de modo separado a lo realizado por el rescate principal que dio el inca, quien había llenado el cuarto hasta la altura de su brazo levantado, en objetos que debieron ser vasos ceremoniales, láminas de templos, adornos de atuendos, etc. y que sumaron después de la fundición la astronómica cifra de 113’779.136 pesos de oro. (Mira Caballos, Pizarro, Ed. Planeta, 2018).

En el léxico colonial, se llaman “lenguas” a los traductores. Entre los datos que quedan anotados están juntos estos dos jóvenes que fueron beneficiados con 70.010 pesos de oro. Este dato nos lleva a una reflexión, diré, de alguna manera, ‘extraña’, por cuanto, dar un pago en lingotes a quienes culturalmente habrán preferido disponer de un vaso de oro, o de cualquier objeto ritual, es un contrasentido. De otro lado, Pizarro bien pudo no darles nada puesto que estaba en el proceso de dominio a todos quienes fueran nativos; pero algo más pasaba en el imaginario de estrategias con que se dio el hecho atropellador de la conquista.

Las hipótesis y razonamientos quedan para nuevas reflexiones. En otra de mis entregas había señalado que “Martinillo, llegó a casarse con una española y posteriormente viajó a España. Allí asimiló más la cultura de occidente y comprendió todo el gran “adelanto” del viejo mundo, logrando en la corte española buenas relaciones. En un segundo viaje, trató que se le armara caballero, pues aseguraba allí que había sido príncipe en su tierra, lo que no pudo probar. Martinillo poseía solar en Lima y tenía derecho a portar armas, es decir tenía la condición de vecino principal en la Ciudad de los Reyes.” (Juan José Vega, conferencia dada en Piura en junio de 1982 historia de Martinillo).