Por: Dr. Pedro Arturo Reino Garcés
Cronista Oficial y Vitalicio de Ambato
En quichua, según los primeros lexicógrafos como el sacerdote Diego González Holguín que hizo el primer diccionario de esta lengua, se indica que la palabra “pampay runa”, equivaldría a prostituta, mujer pública. Runa alude a ‘ser humano’, hombre o mujer. Llevado al caso, una mujer de la pampa o de la plaza, según un diccionario anónimo de 1516 (Juan José Vega, Prostitución en el Perú, 2015), dato que antecede a Diego González, revela una práctica social que se evidenció con la llegada de los españoles. Vega indica que después de las masacres a los varones indígenas, las mujeres fueron víctimas de la tragedia del abandono y terminaron en la “pampa”,prostituidas para poder sobrevivir.
“Por su lado, el Padre Diego Torres Rubio, que publicó… su Diccionario Quechua, en 1619, dijo que la “hayhayñic huarmi” es la “mujer de todo, vil y fácil” y señala ya a la pampayruna como“ramera”… (y que) usado antes sólo oralmente, había llegado ya a España, a través de cartas, en su nueva significación. Ya circulaban por entonces en el trato diario entre españoles y mestizos, negros y seguramente indios y se refería a las prostitutas propias de la Colonia.”
Contrastemos ahora con datos sobre la prostitución traída por los propios conquistadores.“Entre las huestes de Francisco Pizarro ya eran famosas dos “soldadescas”, como primeras mujeres prostitutas. Una era Isabel Rodríguez, La Conquistadora, apodo ganado por desempeñarse con igual bravura en las batallas contra los indios como en los lances nocturnos con sus camaradas de armas. Otra mujer que ejercía la profesión en los campamentos de Pizarro era Beatriz, La Morisca, de ascendencia árabe, y que embarcó como criada, pero una vez en Perú, descubrió que era más lucrativo ofrecer sus encantos a sus compatriotas. Famosa fue Juana Hernández y sus correligionarias negras o moriscas, pues nunca faltaban en las grandes fiestas que organizaron los españoles durante los primeros meses en el Perú, siendo la más recordada la que se celebró la noche después de repartir y fundir parte del gran botín de Atahualpa”, cita que tomo del libro Protagonistas desconocidos de la Conquista de América, de José María González Ochoa, nowtibus, 2015.
Volviendo al dato de Juan José Vega: “En el Cuzco hubo desde un inicio varias españolas de vida fácil. “La Hernández” fue la primera, ya en 1532. Se tienen datos sobre las orgías de Hernando Pizarro, desde una fecha tan lejana como 1538, “con putas cristianas, indias y moriscas”. Y es conocida la anécdota según la cual Diego de Almagro el Mozo fue capturado en esa misma ciudad por las huestes del Rey al entretenerse su lugarteniente, Diego Méndez, más tiempo del debido, con una de esas compañeras de paso; entretenimiento que les costó la vida. El meretricio florecería doquiera. María de Toledo ejercía en La Plata (actual Sucre) en 1544 y María Enciso dio mucho quehacer cuando “la entrada” a las pampas rioplatenses, por esa época. Inés Sánchez, mujer de aventura, fue por lo menos la compañera, concubina pública, de Pedro Valdivia desde los inicios de la década de 1540, luego se la llevó a Chile. Menos santas aparecen la amasia del rico Antonio Picado, Ana Suárez y la Mari López, que sabía dar puñaladas.”
Según estos datos, hay mucho para escribir sobre la injerencia de las mujeres públicas en los asuntos de la vida política de nuestros pueblos. Del verbo latino putare viene un derivado que es peligroso usar en público. Significa “pensar”. La historia de esta palabra tiene que ver con las mujeres griegas que eran pensantes frente a la conquista de ignorantones romanos, y también vincula a lo versadas que estaban, por el trato con los políticos, en cosas del gobierno de sus conquistadores.