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PhD y universidades de calidad

Por: Ricardo Hidalgo Ottolenghi 

El mayor problema que deben afrontar las universidades ecuatorianas es su bajo nivel de investigación. Si bien es verdad que ocasionalmente se encuentra algún investigador, o un  equipo de investigadores (que los hay y buenos), la enorme mayoría de los profesores universitarios solo se dedican a la “difusión” de conocimientos.

Al no ser productores del saber, sus enseñanzas rara vez están al día y en ocasiones son erradas. Se equivocan principalmente en inculcar la creencia de que la ciencia y las humanidades están compendiadas en “poligrafiados” de su autoría y en clases magistrales; no en cerebros curiosos, críticos y dispuestos a la búsqueda de la verdad. No es que falte talento creador en nuestro país, se lo desperdicia, deforma o se lo deja escapar a países más desarrollados.

Como consecuencia de la escasez de investigación original en nuestras universidades, los jóvenes que desean cursar estudios de postgrado lo hacen en condiciones precarias o se ven obligados a ir al extranjero.

Sin embargo de lo dicho, en determinados ámbitos universitarios continúan mirándose el ombligo e invocando el  término “calidad” para asumirlo como propio o para aplicarlo a quien nos interesa resaltar por encima de los demás, sin más datos que la simple evocación de la palabra, pretendiendo que por ello se alcanza la supuesta calidad o excelencia. Al contrario, lo que se está  escondiendo con frecuencia es la mediocridad propia (o ajena). Y es que desde la mediocridad se cree que la realidad es como se ve desde allí. Las carencias propias son situadas bajo el paraguas de una falta de comprensión por parte de las autoridades del Estado. Son esas autoridades las que no entienden, las que no aprecian, las que quieren acabar con la universidad… y es que ofertar carreras al granel con publicidad engañosa, programas de postgrado en los que el único requisito para ingresar es tener una tarjeta de crédito o, maestrías de un sábado por mes en las provincias más escondidas, son pecadillos veniales.

Cuando aparecen vientos de cambio  como  para ponernos  optimistas tras la aprobación de una ley que intenta poner orden al mantra del problema universitario: universidades públicas politizadas y universidades privadas convertidas en negocios o en fábricas de títulos; se abren los cielos y cae un temporal de rayos y truenos provocado por los responsables de la mediocridad universitaria. Pasa el temporal, y cuando parece que el bosque universitario ha vuelto a la tranquilidad, de repente, y coincidiendo con la expedición de un nuevo reglamento para ordenar un escalafón docente/investigador en base a la meritocracia (haciendo frente a costumbres clientelares firmemente arraigadas), entonces la furia de la naturaleza no se deja esperar y asoman nuevamente los agoreros del fracaso, esta vez vestidos de  Maestros Jedi.

¿Qué hacer para salir del bosque?  Soy de los que creen que sólo saldremos de sus profundidades, si nos atenemos a lo fundamental y encaramos los problemas de la Universidad ecuatoriana con decisión; y, si parte de los problemas estriba en un profesorado carente de formación y seleccionado con descuido durante varias generaciones, sin duda alguna la oferta de más de 5000 becas para realizar programas de doctorado (o PhD) fuera del país va en la dirección correcta.

Es hora de tomar al toro por los cuernos y huir de la tolerancia mal entendida que nos impide detectar al mediocre y desenmascararlo, porque si no procedemos de esa forma resultará que los mediocres acabarán por ser considerados como los excelentes; y los que de verdad lo son, y las personas comunes que simplemente trabajamos y nos esforzamos por ser mejores cada día, seremos excluidos. Y esto no sólo ocurre en la universidad, sino también en otros ámbitos cuando la cortedad de miras se impone como pauta de comportamiento; o entre determinados “líderes de opinión” cuando asumen que su impresión personal adquiere fuerza de categoría universal y dicen barbaridades tales como que en nuestro país “debe haber cabida para universidades de menor nivel de exigencia académica” o que ´”para enseñar en el pregrado, el Ph.D. es un lujo, no una necesidad” y que “en el pregrado es mejor tener buenos docentes que buenos investigadores”.

Y como nadie dice nada, siguen pontificando… (Pontificar: “Exponer opiniones con tono dogmático y suficiente”. Diccionario RAE).

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