Plantear otros modelos educativos para la formación de abogados

Por: Hólger Paúl Córdova V.

Llegó el momento que las escuelas y facultades de derecho en el país deben innovar los planes de la carrera. El modelo y los contenidos de formación para abogados (as) están agotados. Este análisis pretende sugerir algunos elementos para reformular la educación legal en el país. Es oportuno que todos los centros de educación superior presenten un rediseño de las carreras en derecho, no solamente por una necesidad social siempre postergada, sino por una obligación prevista en el Reglamento de Régimen Académico.

Una discusión indispensable para la sociedad y la comunidad jurídica radica en pensar las alternativas para mejorar el tipo de profesionales que preparamos para la sociedad y qué esperaría esta de ellos en la actualidad.

Bajo esa perspectiva hace falta pensar en nuevos modelos que en su elaboración piensen en los cambios que interfieren en los cauces epistemológicos del conocimiento, así como las necesidades de los actores y sectores que intervienen en las áreas jurídicas. Se requiere superar esas tradiciones de formación que enfatizaban en ciertas especialidades, descuidando otras, o que apuntaban hacia la preparación de un solo tipo de profesionales, ignorando campos de estudio y de formación. Los nuevos esquemas de carreras para abogados (as) deben reconocer las tensiones y problemas existentes entre campos de estudio y de actuación, fomentando e incluyendo los diálogos y las redes que deben existir entre esos niveles de educación superior. El campo de estudio debe estar asistido por visiones gnoseológicas, humanísticas, progresistas y sociales, juntamente con construcciones en red de relaciones; por poner un ejemplo: cada asignatura debe proponer relaciones internas y con otras asignaturas, con la finalidad de plantear otras lógicas para el campo de actuación: mercado laboral, investigación, tipo de ejercicio profesional, entre otros. Para ello, es indispensable que en la discusión sobre la matriz de los campos de actuación de la profesión se sustenten discusiones horizontales entre todos los estamentos que integran la facultad (profesores, estudiantes, investigadores, graduados y autoridades). Las trayectorias e itinerarios educativos por ser definidos deben considerar también las experiencias existentes de los profesionales, porque eso ayudará realmente a mejorar los perfiles de los sujetos académicos, y cuando me refiero a estos hablo no solamente del personal académico, sino también de las y los estudiantes.

Hace falta pensar en una diversificación de los modelos curriculares y de los aprendizajes, precisamente para profundizar la formación hacia una diversidad de ámbitos, áreas y espacios ocupacionales. Un tema relevante es debatir la construcción de un modelo por objetivos, donde también se ubiquen los objetivos de la profesión para definir las orientaciones mínimas hacia una buena calidad en la producción jurídica y sus tipos de desempeño, para ello es importante señalar qué tipo de competencias y ejercicios buscamos en los abogados para que esto se incluya en la orientación del currículo con miras a que las facultades y, después, las instituciones universitarias puedan evaluar al finalizar los ciclos académicos si se logró o no desarrollar diferentes iniciativas y proyectos para la integración de los saberes, así como establecer qué tipo de dificultades existieron. Cabe resaltar que se ha mantenido una confusión conceptual y metodológica entre el perfil del profesional y el campo de la profesión o profesional, que son aspectos diferenciados, por ello es sustancial que el rediseño de las carreras de derecho de los centros universitarios sea capaz de definir qué procedimientos y casos legales es capaz de procesar/resolver el estudiante que se prepara ahí, y bajo esa premisa, tener claridad de los lineamientos que ubicamos al perfil del profesional; de eso dependerá que los contenidos por desarrollarse contengan niveles articulados de explicación y estructuración de conocimiento constitucional y jurídico a partir de métodos, protocolos de diagnóstico, interpretación e intervención de realidades profesionales y/o científicas. El dominio de las diferentes asignaturas del derecho debería estar condicionado por las condiciones de implicación y sistematización del conocimiento, pero acompañado de la investigación en la praxis de nuestra sociedad y sus fenómenos sociales.

Ojalá las y los actuales abogados también podamos desaprender lo que hemos venido haciendo en el ejercicio profesional y, en consecuencia, desaprender lo aprendido con el fin de actualizar nuestra formación bajo las exigencias de lo que deberían ser los nuevos rediseños de las carreras de derecho.

Tomado de El Telégrafo
2/24/2014

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