Por: Dr. César Hermida Bustos
Cuando se sufre un problema de enfermedad o trauma de uno mismo o de un ser querido, esperamos que los médicos lo resuelvan de la mejor manera. Por eso la medicina, con sus últimos adelantos científicos, se torna indispensable.
El origen científico de la medicina data del siglo XVI con el estudio del cuerpo en el Renacimiento, y logra su apogeo con la Revolución Industrial desde el siglo XIX por los descubrimientos e inventos. Nuestra América no recibió en el siglo XVI el Renacimiento sino la Edad Media, por lo que los hospitales, tipo convento, solo lentamente recibieron la ciencia. Para el siglo XVIII nuestro Espejo ya practicó la medicina institucional en el hospital de caridad y la privada en los domicilios.
La atención institucional perfiló varios modelos en el mundo. Garantizó la protección a los ‘trabajadores’ en Alemania instaurando el modelo Bismarck de seguridad social, con aportes patronales y de los trabajadores desde fines del siglo XIX. Gran Bretaña lo hizo con el modelo Beveridge para toda la población, universal y gratuito, a mediados del siglo XX, financiándolo con impuestos. Los dos modelos se impusieron, aunque los sistemas únicos (socialistas) no permitieron el ejercicio privado. En Estados Unidos el privado se tornó imperante.
Los servicios públicos del MSP, el IESS (y otros), y los privados, se hallan disponibles en Ecuador. La Constitución de 2008 exige un sistema nacional con una red pública integral de salud, pero aún se mantienen independientes los dos subsistemas, del MSP y del IESS.
Los dos no solo no se oponen a la práctica privada sino que el IESS la ha fortalecido contratando sus servicios. Pero es obvio que quienes trabajan en la actividad privada no verán con buenos ojos un sistema universal y gratuito, peor si no es posible trabajar en ambos (por la exigencia de ocho horas obligatorias en lo público).
Si el sistema y la red pública fortalecen con calidad, equidad y eficiencia el componente biomédico de la curación de las enfermedades, ya se habría logrado una meta, pero el problema es que dicho componente no es el único. El sistema debe incluir los componentes de prevención (primaria, como las vacunas; secundaria, como los diagnósticos poblacionales tempranos; y terciaria, como la rehabilitación) y los de promoción de la salud, como saber y actuar individual y colectivo para mantenerla, y aquellos principios ancestrales que ya se señalan en el Plan Nacional del Buen Vivir 2013 a 2019.