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La terminación de un año y el advenimiento de uno nuevo constituyen ocasión propicia para que cada uno de nosotros evoque momentos gratos o adversos de índole personal, familiar o institucional que, de una u otra manera, han incidido en nuestras vidas y en el papel que nos corresponde en la sociedad. Pero, al mismo tiempo, nos dan la oportunidad para inyectar en nuestros espíritus los más altos sentimientos de amistad y para exaltar, como en todos los confines de la Tierra, un afán perseverante de disponernos a seguir trabajando por el bienestar de nuestros semejantes, la prosperidad de nuestra patria y la vigencia de la paz universal.
Hoy hace justo dos años, el 31 de diciembre de 2019, China informó del brote de Wuhan. El 13 de enero de 2020 se dio el primer caso fuera de China, el 25 el primero en Europa y el 30 la OMS alertó de un alto riesgo mundial para la salud. El 21 de febrero se dio el gran brote del norte de Italia, el 11 de marzo la OMS declaró la pandemia mundial, el 14 llegó el confinamiento… Todo, hasta hoy, actual brote de ómicron incluido, nos ha sumido en dos años negros en los que el covid ha provocado cinco millones y medio de muertes en el mundo y una gigantesca crisis social y económica. La única buena noticia fue la vacuna. Y hasta esta buena noticia la empañaron los malos y corruptos políticos administradores de la cosa pública.
Entre la pandemia y la coyuntura económica, la llegada de un nuevo año no acarrea grandes dosis de optimismo. El Covid ha colocado la existencia entre paréntesis y todo parece haberse detenido a la espera de que la vida vuelva a las calles sin mascarilla, ni miedo. No se atisban nuevas oportunidades en el horizonte; las ilusiones andan tímidas y silenciosas; la política, ese espacio común en el que intercambiar ideas para mejorarnos, se ha convertido en un lodazal donde el desparpajo macarra se ha impuesto a lo razonable, y ahora se trata de imponerse al otro más que de tolerarle.
De ahí que sea urgente insuflar optimismo a una sociedad cubierta por la niebla oscura del maldito C19. Y no se nos ocurre mejor modo que recordando que otra vida sí es posible, que al igual que los científicos han descubierto el antídoto contra el coronavirus, podemos encontrar la solución a las mediocridades que nos agobian y nos gobiernan simplemente intentando cambiar a mejor nuestros comportamientos individuales y colectivos y empujando a que el espíritu del tiempo fluya hacia un futuro mejor.
Quememos el 2021 y trabajemos unidos para construir un Ecuador Mejor y para que la prosperidad y toda clase de venturas nos acompañen en el 2022 .
!FELIZ AÑO NUEVO!
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