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Sabias enseñanzas que encontramos en el Decálogo Masónico

“Si engendras un hijo, conténtate por ello y piensa en la responsabilidad que adquieres”.

“ Haz que tus hijos te obedezcan en la niñez, te amen en la juventud y te respeten hasta la muerte”.

“ Sé siempre el maestro y el amigo de tus hijos”.

“ Enseña a tus hijos buenos principios antes que bellas maneras; que te deban una doctrina esclarecida más que una frívola elegancia; que sean mejor hombres honrados que hombres hábiles”.

“Recuerda siempre a tus hijos que no hay deshonra o degradación en ningún oficio o profesión, sino en el modo de ejercerlo”.

La familia ha de ser sólida, permanente, indisoluble. Un techo y un mantel son sus símbolos incorporados al cálido accionar de sus miembros. El padre procurando el sustento amasado con el sudor de su frente. La madre administrando el amor con su avidez recogida en largas noches y fugaces auroras. Los hijos siempre caminando hasta virar la esquina de sus sonrisas y aprender las letras con las que se escriben dolor, persistencia, soledad, optimismo.

Dentro de este marco de íntima trasparencia, se transmiten los valores éticos, sociales, cívicos, humanos, eternos. El hogar es una escuela que diploma a sus miembros con el título de seres humanos. El resto viene por añadidura. Ser humano es la parte esencial de la vida; pues sin su consistencia, cualquier otro elemento dignificante, se derrumba y desaparece.

¿Para qué la sabiduría si ésta no es utilizada con el corazón que late igualdades y generosidades?

¿Para qué el amor si el amor no se apoya en el báculo de la humildad que sirve para afirmarnos en la tierra y poder mirar el azul del cielo?

¿Para qué la fuerza, la belleza, el poder, si somos incapaces de tejer el velo blanco del respeto, de construir el muro de la honradez, de tallar el cofre donde coleccionemos las lágrimas y las complacencias de nuestros personales sentimientos?

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