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Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Cronista Oficial de Ambato
“La noticia es mala, general; pero tengo que dársela: el general San Martín me ha ordenado retornar a Trujillo con la División Peruana. Hay riesgo de que Lima sea atacada…” es lo que comunicó en Cuenca el general Santa Cruz a Sucre, que no le creyó.
Esta parte de los negocios de la guerra de la Independencia, merece mayor difusión. San Martín habría negociado los aportes en soldados peruanos bajo la consigna secreta de la anexión de Guayaquil al Perú. Esto quedó mayormente evidenciado con la guerra de Tarqui librada en 1829. Se habría producido el primer chantaje justamente un 2 de abril de 1822 en Cuenca, sabiendo que Sucre avanzaba hacia Quito respaldado por el ejército unificado de colombianos y los apoyos del sur, que se podrían decir ejércitos peruanos, aunque en esencia no lo eran, en esta guerra civil que fue la independencia de América.
Me ha motivado realizar este comentario respaldado en la lectura del libro 1822: La Novela de la Independencia (2022 Ed. Planeta, Colombia), escrita por Íñigo Salvador, diplomático y profesor universitario, hijo de Jorge Salvador Lara. Su enfoque crítico resulta más fuerte y esclarecedor, al margen de lo literario, que queda como complementario.
Cuando uno oye guerras de la independencia, que tanta celebración le damos, es que nos han hecho pensar que pelearon los patriotas contra los españoles, sin reparar en que nuestros ejércitos de los dos bandos estaban integrados por gente del pueblo, víctimas de los reclutamientos forzados, como quien dice: un soldado que peleaba en el ejército realista, a favor de los españoles, era hermano o pariente de otro soldado reclutado a pelear por la independencia, no por su sentimiento de búsqueda de su libertad, sino porque si se retiraba o evadía, podía terminar fusilado.
Salvador dice: “Es cierto que en una guerra civil como la que se está peleando en el continente, puede ocurrir que los soldados de un bando deserten de sus repartos y sean recibidos en los del enemigo, para, más tarde, sobre todo después de haber sido derrotados, enrolarse de nuevo en su ejército de origen.”(p. 164). Pero esto no solo que pasó en la tropa sin conciencia de clase. En muchos de mis libros consta cómo las cúpulas militares de nuestros próceres, antecedentemente, primero fueron realistas, pasaron a independentistas; y cuando ya tuvieron el poder a costa de la masacre a los indefensos reclutados para que les den peleando en los dos bandos, se quedaron con la troncha de ser los beneficiarios de las repúblicas creadas para su beneficio.
Volviendo al comentario inicial, digamos que los batallones de peruanos, a órdenes de Santa Cruz, subalterno de San Martín, chantajearon a Sucre porque se les obligó a regresar de Cuenca, sin intervenir en Pichincha. Uno de los episodios es narrado poniendo en boca de Lavalle, tan venerado en Riobamba. Nunca hubiese sido tan recordado si hubiera hecho lo que pensó en Cuenca: Pasar a cuchillo a los jefes de los ejércitos de libertadores colombianos, porque se habían opuesto a su retirada hacia el sur. Si no hubiese actuado Sucre con entereza tomando prisioneros a los jefes de las divisiones peruanas para hacerlos retroceder de sus impulsos, y mantenerlos en el viaje a Quito, estaríamos ante otra historia.
Esta conducta de reclutamientos de soldados bajo consignas de cúpulas armadas, que en épocas del siglo XIX se dan buscando mestizos, negros e indígenas y su adelantado mestizaje que ha vivido al margen de conciencia de clase; ya se dio en el primer intento de liberación de España, por parte de los propios conquistadores. Hay que replantear la consigna de Gonzalo Pizarro con las razones de haber matado al primer virrey del Perú Blasco Núñez de Vela, para quedarse con el poder sin tener que rendir cuentas a la Corona. Metieron a los indígenas en dos bandos y los hicieron pelear en Iñaquito para beneficiar a sus señores. ¿Qué ha significado para ellos haber luchado en los dos bandos en las guerras de independencia? Frente a la investigación y a la reflexión, creo que estas rememoraciones nos van sobrando.