Sinfonía de la ciudad amada

En julio de 2010 el Consejo Nacional de Educación Superior –CONESUP-, rindió un homenaje artístico a Cuenca, publicando en muy correcta y atractiva edición, este poema del laureado poeta y escritor Jorge Dávila Vázquez: “Sinfonía de la ciudad amada”, ilustrado con bellas fotografías del Grupo Fotográfico FELUDI y de Juan Carlos Dávila Moreno.

En el prólogo de este bello libro, el doctor Gustavo Vega Delgado expresa:

“ Cuenca, la ciudad de los cuatro ríos, la cuna de ilustres escritores y artistas; la villa incluida por la UNESCO en el inventario del Patrimonio Cultural de la Humanidad, es también un lugar mágico, vital, lleno de impresionantes panoramas y gloriosos edificios, así como de discretos rincones, que guardan, de consuno, parte de la existencia secreta de sus gentes, su historia, sus creencias y costumbres.

El escritor cuencano Jorge Dávila Vázquez, con una larga trayectoria de más de treinta años en las letras del país, evoca muchos de estos aspectos de la Cuenca inmortal en su composición poética, así como también la pasión de la luz por su sitio natal, y lo transforma todo en melodía. El lector percibe ese enamoramiento de la naturaleza por la urbe, y, al mismo tiempo, el intenso amor del poeta y narrador por los distintos aspectos de ese lugar de privilegio, rodeado de montañas, inmerso en la tradición, proyectado hacia el futuro y lleno de bellas construcciones, que expresan tanto el espíritu religioso, cuanto la proverbial inclinación por lo estético de las gentes de esta parte de la patria.

En tiempos de crisis y griteríos, es bueno encontrar un texto atractivo y lleno de evocaciones de la belleza de una ciudad, que parece un oasis en medio del tumulto.

Allí están pintadas, con su lenguaje simple y terso, pero lleno del cuidado que pone el autor en la palabra lírica, las viejas edificaciones; los monumentos o los retazos del pasado, que han escapado al arrollador e incontenible paso del progreso; las calles, las piedras, los templos, las fuentes, los tejados, y las texturas de los materiales humildes o soberbios, con los que se ha levantado el patrimonio arquitectónico de un armonioso paraje que, como decía el padre Juan de Velasco, bien pudo haber albergado el paraíso terrenal.

Y allí están también las gentes, las de antaño y las de hoy, desde los poetas románticos y fantasmales y los pobladores de los viejos sitios artesanales, hasta los fieles que concurren con su plegaria a grandes templos dueños de torres y de cúpulas; allí el recogimiento de la oración, el esplendor del agua o del maíz; la vida vigorosa, dinámica de los habitantes más jóvenes; los detalles de la escondida belleza; allí en suma, la ciudad-mujer, que espera como novia o como madre la llegada de su amado o de su hijo, para acunarlo en su seno y entregarle su amor apasionado.

Cada página de este libro contiene unas palabras buenas y bellas para Cuenca o una imagen inolvidable de alguno de sus multifacéticos aspectos; creo que al hojearlo, el lector sentirá la inmutable energía telúrica y existencial de una ciudad, construida por fuertes manos indias y mestizas, para ayer, para hoy, para la eternidad.”

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