La educación es determinante en el desarrollo de los pueblos. Sin educación de calidad el país muere entre la ignorancia, inmoralidad. y un bárbaro quemeimportismo. El país está en plena crisis, sin remedio, porque la educación está en crisis. Si los pueblos fuesen educados, jamás permitirían que el país llegue a la crisis moral de estos tiempos, que la corrupción reine en todos los espacios de poder, que la ignorancia y prepotencia sean méritos en los más altos y en los más bajos círculos políticos.
Se vive en el Ecuador, un generalizado pesimismo acerca del futuro, tanto de las actuales como de las nuevas generaciones de nuestra nación.
Todos los hombres políticos, todos los moralistas, todos los idealistas que se propongan sinceramente llevar a cabo transformaciones sociales, deben tener muy en cuenta una operación esencial: la de concebir y promover nuevas formas de instrucción, de educación y de cultura.
Como es sabido, todo cambio radical presupone el desarrollo de nuevos sistemas de pensamiento, nuevos «intelectos», nuevos «valores», nuevos modelos culturales con que sustituir los esquemas tradicionales.
Hay que plantearse, por consiguiente, la instrucción, la educación y la cultura en términos enteramente nuevos, sin pasión y guiados por un espíritu racional: así es como conseguiremos expresar, con una claridad absoluta, lo que conviene poner en práctica para acelerar una transformación coherente del hombre y de un mundo en perpetua evolución.
Hay que situar a la educación en el lugar que le corresponde, utilizarla en sus infinitas posibilidades como el arma más poderosa del hombre para crear una ética, para forjar nuevos horizontes, para crear una conciencia, para crear un nuevo sentido del deber, de la organización, de la disciplina, de la responsabilidad, del perfeccionamiento constante del ser humano y como instrumento de transformación social.
El campo de acción del sector involucra a la educación inicial, básica, bachillerato y superior considerada de manera integral teniendo como pauta los parámetros de calidad, excelencia, pertinencia e igualdad de oportunidades.
La experiencia histórica nos reafirma que no es posible democratizar la enseñanza de un país sin democratizar su economía y sin democratizar, por ende, su superestructura y que el problema de la enseñanza no puede ser bien comprendido en nuestro tiempo si no es considerado un problema económico y social.
La educación tiene un camino fecundo por recorrer como fuente de bienestar del ser humano, pero necesita de un requisito imprescindible: El triunfo de la justicia social. Ella es un formidable instrumento del mejoramiento del ser humano y de la sociedad.
Así, se podrá cumplir con la certera definición del Libertador Simón Bolívar en 1825, cuando dijo: “Las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso con que camina la educación.”
Con una mejor educación, con equidad, eficiencia y justicia distributiva, el Ecuador sería diferente. Con educación y cultura construyamos jóvenes con espíritu libre que rechacen vivir como esclavos.
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