Por: Rodolfo Bueno
Los historiadores de Occidente sitúan el 1 de noviembre de 1939, cuando Alemania invadió Polonia, como el inicio de la Segunda Guerra Mundial; no toman en cuenta que en el Lejano Oriente, entre el 30 de diciembre de 1937 y el día de la invasión a Polonia, Japón había asesinado a más de diez millones de chinos y que antes hubo: la agresión a Etiopía por parte de Italia; Francia aceptó que el Ejército Alemán cruzara sus tropas al otro lado del Rin, zona desmilitarizada de Alemania; la Guerra Civil de España, la más sangrienta conflagración que hubo antes de la Segunda Guerra Mundial; el “Anschluss”, o sea, la transformación de Austria en una provincia del Tercer Reich; el Pacto de Münich, que traspasó a Alemania la estratégica región de los Sudetes, perteneciente a Checoslovaquia, medio año después, las tropas alemanas entraron a Praga ante la impasible mirada de los garantes Inglaterra y Francia; la firma del Pacto de no Agresión Ribbentrop-Mólotov, que permitió a la Unión Soviética impedir que la arrastraran a un conflicto que no buscaba ni deseaba.
Luego de la entrega de Checoslovaquia a Alemania, Hitler exigió la devolución del Corredor Polaco, la entrega del puerto de Dánzig y que Polonia le cediera facultades extraterritoriales para construir autopistas y líneas férreas por territorio polaco. Después, anuló el pacto de no agresión firmado con Polonia y renunció al convenio naval anglo-alemán, posteriormente comenzó a reclamar las colonias que le fueron arrebatadas por Francia e Inglaterra luego de la Primera Guerra Mundial.
El 1 de septiembre de 1939, Alemania invadió Polonia. Dos días después Inglaterra y Francia le declararon la guerra a Alemania, estos hechos dieron inicio a la Segunda Guerra Mundial. La “Blitzkrieg” fue la estrategia de guerra que dio grandes éxitos a la Wehrmacht. Consistía en concentrar gran cantidad de fuerzas en zonas estrechas del frente, con lo que adquiría absoluta superioridad, tanto de soldados como de instrumentos de guerra. El Ejército Polaco fue derrotado en cinco semanas.
A partir del la derrota de Polonia se desarrolló lo que se conoce con el nombre de “Guerra Boba”. El ejército anglo-francés, que no había hecho nada durante el ataque alemán a Polonia, siguió sin hacer nada mientras Alemania concentraba grandes cantidades de tropas en la frontera occidental de Francia y continuó sin hacer nada cuando Alemania, entre el 9 de abril y el 10 de mayo de 1940, se apoderó de Noruega, Dinamarca, Holanda, Belgica y Luxemburgo.
El 14 de mayo de 1940, los tanques alemanes rompieron las líneas defensivas francesas, en la región de Sedan, y se precipitaron en dirección a occidente, el pánico se apoderó de las tropas francesas. El 18 de mayo el 9° ejército francés fue derrotado y su comandante capturado. El 20 de mayo, las divisiones motorizadas alemanas llegaron a las costas de la Mancha. El 27 de mayo comenzó la evacuación de las fuerzas inglesas desde Dunquerke, que fue exitosa gracias a que las divisiones motorizadas comandadas por el General Kleist detuvieron su marcha.
Este hecho tiene una explicación política, eliminada Francia, Hitler esperaba ponerse de acuerdo con Gran Bretaña para lograr la creación de un frente común contra su principal enemigo, la Unión Soviética. Se cree que para esta negociación, Rudolf Hess, segundo hombre fuerte de Alemania, voló a Gran Bretaña y se arrojó en paracaídas cerca de la residencia de Lord Halifax. Buscaba contactos con Inglaterra para lograr la división de las esferas de influencia en el mundo.
La mañana del 14 de junio, las tropas nazis entraron en París y desfilaron por los Campos Elíseos. El Mariscal Petain formó un nuevo gobierno. El 21 de junio de 1940, en el bosque de Compiègne, a unos 70 kilómetros de París, en el mismo vagón en el que 22 años atrás se habían rendido los alemanes a los franceses, bajo los acordes de “Deutschland Uber Alles” y el saludo nazi hecho por Hitler, Francia se rindió a Alemania.
La mitad de Francia iba a ser zona ocupada, allí vivía el 65% de la población, se producía el 94% del acero, el 79% del carbón, el 75% del trigo y el 65% de la ganadería; la otra mitad, desde la ciudad de Vichy, iba a ser gobernada por Petain, dictadura del sector de la burguesía francesa, aliada al régimen nazi de Alemania. Pero la gran mayoría del pueblo francés se alineó con las fuerzas de la “Francia Libre”, a cuya cabeza se encontraba el General Charles De Gaulle, o con el Partido Comunista Francés. Ambos movimientos combatieron codo a codo y jugaron un importante rol en la lucha contra el fascismo.
Luego de apoderarse de Europa continental, el 18 de diciembre de 1940 Hitler firmó la orden para desarrollar el Plan Barbarrosa; el mismo contemplaba la destrucción de la URSS en tres o cuatro meses. El alto mando alemán estaba tan convencido del éxito del Plan Barbarossa que para después de su cumplimiento planeaba, a través del Cáucaso, la toma de Afganistán, Irán, Irak, Egipto y la India, donde las tropas alemanas planificaban encontrarse con las japonesas; esperaba también que se les unieran España, Portugal y Turquía. Dejaron para después la toma de Canadá y EEUU, con lo que Alemania lograría el dominio total del mundo.
La orden de poner en ejecución el Plan Barbarossa la dio Hitler cuando trabajaban para la Wehrmacht cerca de 6.500 centros industriales europeos y en las fábricas alemanas laboraban 3’100.000 obreros especialistas extranjeros. Alemania poseía en ese entonces dos veces y media más recursos que la URSS y era la más poderosa potencia imperialista del planeta; lo acompañaron en esta mortífera aventura muchos otros estados europeos y numerosos voluntarios del resto del mundo.
El 27 de septiembre de 1940 se firmó el Pacto Tripartito, según el cual el mundo se dividía en esferas de influencia: Alemania e Italia dominarían Europa y Japón, el Asia Oriental. El 25 de marzo de 1941, Yugoslavia se unió al Pacto Tripartito. El pueblo de ese país salió a las calles a manifestar su descontento, y un grupo de jóvenes oficiales dio un golpe de Estado, derrocó al gobierno aliado de los nazis y nombró uno nuevo, encabezado por el General Simovich, Jefe de la Fuerza Aérea. El 6 de abril de 1941, Hitler declaró la guerra contra Yugoslavia y Grecia. La campaña de los Balcanes duró 18 días, entre el 6 de abril y el 24 de abril de 1941. Hitler era, prácticamente, dueño de Europa. Ahora sí podía lanzarse contra la Unión Soviética
La guerra de Alemania contra la URSS era esperada, pero las fechas notificadas por los servicios secretos soviéticos sobre su inicio no coincidían, algunas eran reales y otras erróneas. La “Orquesta Roja” informó a Moscú que “la cuestión del ataque armado contra la Unión Soviética estaba decidida”; Harro Schulze-Boisen, sobrino del Almirante Tirpiz y funcionario del Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas de Alemania, comunicó que “la cuestión de la agresión de Alemania a la Unión Soviética definitivamente está decidida. Su comienzo debe esperarse próximamente”; Richard Sorge hizo saber, desde el Japón, que la guerra se iniciaría a fines de junio; Zoia Voskresenskaya relata en “Ahora puedo contar la verdad”, que el conde Von Schulenburg, Embajador de Alemania en la URSS, dio una recepción poco antes del comienzo de la Gran Guerra Patria, en ella, Schulenburg la invitó a bailar. Mientras bailaban el embajador disimuladamente la hizo pasar por distintas salas y Zoia cayó en cuenta de que la embajada iba a ser evacuada, pues las salas y los despachos estaban atiborrados de maletas, cajas… y los armarios estaban vacíos, lo que confirmaba la información que tenía la Inteligencia rusa. Horas después Zoia informó a sus jefes lo que había visto, los que, a su vez, informaron a Stalin. Todo esto se sabía, pero la Wehrmacht tenía el mayor poder destructivo conocido hasta entonces.
Pese a todos los esfuerzos por mantenerse al margen del conflicto, en 1941 la guerra llegó a la URSS. Desde el primer día de la agresión nazi, Stalin emitió órdenes para trasladar la población e instalaciones industriales lejos del frente; por su parte, el pueblo se aglutinó a su alrededor bajo la consigna: “¡Todo para el frente, todo para la victoria!” Se puede pensar lo que se guste de Stalin, pero es de ingratos olvidar la inmensa contribución de este dirigente comunista en la derrota del nazismo.
Stalin es, tal vez, la personalidad más deformada de la historia, aunque se debe ser ecuánime y objetivo respecto a este controvertido líder. Un método sería escuchar la opinión de quienes pudieron evaluarlo mal, y no lo hicieron. Isaac Deutscher, autor de una trilogía llena de elogios a Trotsky, el mayor adversario de Stalin, escribe: “Stalin ha alzado a Rusia hasta el grado de segunda potencia industrial del mundo… No se habría podido obtener un resultado similar sin una gran revolución cultural, que ha enviado al colegio a un país entero para impartirle una amplia enseñanza”. Winston Churchill, cuando inicia la Guerra Fría, afirma: “Siento gran admiración y respeto por el valiente pueblo ruso y por mi compañero en tiempos de guerra, el Mariscal Stalin”.