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Stalin y Trotsky (parte 2)

Por: Rodolfo Bueno

Luego de la muerte de Lenin se desató la lucha política entre los partidarios de Stalin y los de Trotsky por la captura del poder político de la URSS. Según Stalin, el socialismo se podría construir en Rusia por tratarse de un país gigantesco y con muchos recursos, en cambio Trotsky postuló la tesis de la revolución permanente, según la cual la revolución en un país atrasado como Rusia no podía sobrevivir a menos que la revolución triunfara en los países avanzados del mundo occidental.

Trotsky creía que la historia le había jugado una broma pesada a la humanidad al crear condiciones revolucionarias en un lugar donde las bases materiales para dar cuerpo a las ideas socialistas no se habían alcanzado y que lo pasado en Rusia era el preámbulo de lo que debería suceder en Alemania o los Estados Unidos, le pareció imposible pretender la edificación del comunismo en la Unión Soviética por carecer ésta de una clase obrera desarrollada. También sostuvo que Stalin había sustituido la frase «El Estado soy yo», del rey Sol, por «La sociedad soy yo», y lo acusó de abandonar la revolución mundial por algo imposible, por la construcción del socialismo en un solo país, para lo cual, según Stalin, era necesaria la dictadura del proletariado. No pensaba así el marxista Plejanov, quien escribió que la dictadura de un partido terminaría en la dictadura de una persona; por eso, para Trotsky, la de Stalin debía degenerar hasta constituirse en la negación misma del comunismo.

Trotsky era un impaciente que se dejaba arrastrar por su inmodestia y no lograba ocultar sus ambiciones personales, lo que le granjeaba el rechazo de algunos de sus camaradas. Proclamaba que el capitalismo jamás permitiría edificar una nueva sociedad y que sus ataques derrumbarían lo poco que se lograra erigir; asimismo, manifestaba que los rusos eran tan atrasados que, en el mejor de los casos, lo único que podrían establecer sería una caricatura del comunismo.

Pero, a pesar de que era un conocedor erudito de la cultura europea y de su enorme preparación intelectual, fue derrotado fácilmente por Stalin no sólo porque éste supo extraer pingüe provecho del ancestral antisemitismo del pueblo ruso, y Trotsky era judío, sino porque mientras sus camaradas dirigían el Ejército Rojo, la seguridad política y los sindicatos, creyendo así estar más próximos al poder, Stalin tomó un puesto que todos despreciaron, la Secretaria General del Partido Comunista de la Unión Soviética y, a través de sus organismos, controló todos los resortes del Estado Soviético.

La verdad es que tras las bizantinas discusiones sobre la revolución permanente y la fiel interpretación del legado de Lenin estaban ocultos los intereses de las distintas fracciones revolucionarias que luchaban por la toma del poder. Finalmente triunfó Stalin, y Trotsky, luego de ser expulsado del Partido Comunista, se exilió y organizó la «Oposición de Izquierda Internacional» a través de una facción de la III Internacional.

Stalin no era eslavo sino de Georgia y, según un decir ruso, por donde pasa un georgeano un judío no tiene nada que hacer. También era un típico Capricornio: diamantino de voluntad y mandatos inamovibles; le sobraba astucia y tenía la paciencia de una araña que en un rincón espera a su víctima; una honradez tan sin tacha que sus hijos no heredaron un centavo y no se conocía ni lo que pensaba ni lo que deseaba.

Dominaba el don de la ubicación, siempre maniobraba para estar en mayoría y en los lugares y momentos precisos. Supo sacar pingüe ventaja de las debilidades y ambiciones de sus adversarios: se unió con Zinoviev, Kamenev y Bujarin para vencer a Trotsky; con Bujarin para derrotar a Zinoviev y Kameniev. Después no le costó trabajo eliminar a Bujarin, que se quedó totalmente aislado.

Luego de la toma del poder por Hitler se intensificó en Alemania la persecución a los comunistas y a todo opositor, Trotsky formó la IV Internacional y se exilió en México, donde fue asesinado por Ramón Mercader, un personaje oscuro que se presume era agente de los servicios secretos soviéticos.

El estalinismo fue la época en que en la URSS se vivió la más dura represión, pero toda Europa cojeaba de la misma pata y casi todos los gobiernos europeos eran regímenes opresores.

En Stalin se concentró toda la gloria y la tragedia de los pueblos de la Unión Soviética, pues en ese país nacían, crecían y morían bajo su férula protectora; sólo a él se le oía opinar sobre política, literatura y arte, veían las películas que le gustaban, cantaban sus canciones predilectas, escuchaban los chistes que lo hacían reír y, en general, vivían un estilo de vida que él aprobaba con meticuloso detalle.

Kruschev criticó a Stalin en un informe llamado: «Culto a la personalidad del camarada Stalin». Pero ¡cómo Kruschev podría desestalinizar la URSS si él mismo un era fanático estalinista, y de los peores! Fue parte de las troikas, grupos formados por tres dirigentes del Partido Comunista, que condenaban a muerte a cualquier inocente sin apelación alguna. Sólo se detuvo cuando Stalin le gritó: «¡Para ya! Imbécil».

Rodolfo Bueno

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