Hay que terminar con todos los falsos valores

La política, como ciencia y arte de gobernar, es práctica de la naturaleza sociable inherente al hombre. Del hombre al servicio del hombre. Del hombre forjador perenne de una comunidad. El bien común es el fin de toda sociedad y el bien común ha de motivar las leyes dictadas por el gobernador. En el cumplimiento de las normas justas, las personas desarrollan sus rasgos auténticamente humanos, porque la cooperación nace del “yo” y va hacia el “tu”. “Nosotros” es el sujeto social. Sujeto activo y pasivo. Todos nuestros actos afectan a la colectividad. El peso social cae sobre el individuo como el todo humano se encuentra en cada individuo. Así nace el amor, la generosidad, el desprendimiento, la voluntad de luchar y triunfar, el trabajo abnegado por una causa digna, el espíritu de solidaridad y fraternidad entre los hombres. La verdadera educación debe partir de la práctica de la cooperación.

La competencia en el aula, en cambio, da como resultado la rivalidad y la envidia. Es el origen de la educación que privilegia a determinado grupo parcial, anteponiendo los intereses de la humanidad.

Esta educación tiene por costumbre favorecer al Estado, a la religión, al sexo masculino y a los ricos. Por eso su carácter dogmático, su método impositivo y los medios de evolución sujeto a despertar la codicia, producto de la competencia. La educación libresca, memorística y domesticadora se hace presente. Los alumnos se ven obligados a asimilar un cúmulo de conocimientos innecesarios y superfluos que abarrotan la cabeza y les convierten en juguetes fabricados en el mismo molde.

El resultado de esta educación lo denuncia clara y cruelmente Bertrand Russell: “En tal caso –dice- se formará una sociedad en la cual obtendrán las posiciones claves aquellos cuya estupidez los capacita para agradar a las masas. Semejante sociedad contará con políticos corrompidos, maestros de la escuela ignorantes, policías incapaces de capturar los criminales y jueces que condenan a los inocentes. Semejante sociedad, aunque habite en un país repleto de riquezas naturales, llegaría finalmente a ser pobre debido a la incapacidad de elegir hombres preparados para los puestos más importantes. Dicha sociedad, aunque hable de la libertad y hasta levante estatuas en su honor, será una sociedad perseguidora, que castigará a los hombres auténticos, cuyas ideas podrían salvarle del desastre”

Para salvar semejante desastre hay que terminar con todos los falsos valores impuestos por la competencia, y orientar a la educación con la brújula de las leyes del desarrollo social, a fin de que sea un bien de y para todos, como instrumento necesario para el desarrollo del espíritu crítico, científico y creativo.

Máximo Gorki decía:“ Hay que hacer comprender al hombre que él es creador y dueño del mundo, que sobre él recae la responsabilidad de todo mal de la Tierra, pero a él incumbe también la gloria de todo el bien de la vida”.

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