Torturadores enfermos. 2022

Pedro Reino - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Por: Dr. Pedro Reino Garcés

Historiador-Cronista Oficial de Ambato

Me parece haber dado con una lectura adecuada encontrada: “Después de estos 8 años de visitar  la zona andina de Ecuador, Perú y Bolivia tengo la impresión de que están más enfermos los torturadores criollos y mestizos occidentales, que los torturados indígenas. Son los dos, el que somete y el sometido a la tortura, los que sufren un proceso activo-pasivo de deshumanización que tiene un propósito: Romper la identidad propia de la víctima, de modo tal de que  se “auto-defina” o identifique eventualmente con el discurso o “idioma del torturador” y que se defina como “víctima” de este. Una víctima que se define automáticamente por el “daño” o “pérdida” que se le ha ocasionado”. Esto lo ha escrito Yves   Guillemot al hacer el prólogo al libro Qhapac ñan: La ruta inca de sabiduría, escrito por Javier Lajo, un indígena peruano “de la comunidad de Pocsi del pueblo puquina en las alturas de Arequipa, que  ha estudiado Economía y Sociología en la Universidad de Santiago de Chile. El libro está publicado en Lima, 2005) y lo traje en mi maleta de viajero.

Que un líder indígena ande armado “con piedra en mano” para atacar a un mandatario es un temor primario que debe sentir un torturador que lo ha engañado con promesas vanas. Que un gobernador de provincia se haya parapetado dentro del edificio de piedra y haya puesto a la caballería a las puertas de entrada para defenderse de las hordas primarias de los “naturales” frente a la protesta que reclama diálogos confiables, demuestra las alucinaciones que tiene el poder que vive dándonos recetas paranoicas pensando que los enfermos somos sus gobernados. Si analizamos los esquemas vistos por los medios de información, son espejismos de la vida colonial replicados y desvanecidos por la práctica, porque bien que se encontraron en las casas de gobierno, y hasta en el parque, en donde terminaron entre loas  y abrazos de entendimientos a la manera de atahualpas y pizarros, negociantes de riquezas que no les pertenecían ni a las supuestas víctimas, peor a sus torturadores.

La teoría del prologuista nos puede servir de reflexión y vale la pena compartirla: “Hay características similares que diagnostican la tortura histórica, que puedo ver en la psique de los comuneros indígenas de los Andes. La gente que ha sido torturada, tiene un punto en común: desean ser cual ellos han sido antes de la tortura, dado que la tortura hará imposible que siga siendo aquella persona que era antes del terrible trauma. Mi trabajo personal y cotidiano con víctimas de torturas, me ha enseñado que la primera terapia, es hacer que el torturado acepte lo que es ahora, y que desde el “ahora” mire hacia adelante, y que deje de definirse “como víctima” que esté deseando la reparación y la venganza. Porque esta impotencia  le lleva al deseo implícito de “volver al pasado” y esto le solidifica como víctima.” (p.30).

Pero lo que estamos observando es una conducta dividida en unos que desean la reivindicación superando el pasado traumático; y en otros que se van acomodando a las trampas proponentes por el sistema opresor. “Mientras el luchador indígena se siga identificando como víctima del colonizador, queriendo declarar “lutos o duelos”, cual si fueran huérfanos o viudas solamente… o perros que ladran desde la oscuridad quejándose de no poder acercarse a la hoguera del festín colonialista… los mecanismos de colonización seguirán siendo superiores a los del colonizado… debemos hacer nuestro propio fuego y desde allí dar calor a nuestra RESISTENCIA…” Esto quiere decir que ellos hagan lo que están haciendo al recrearse, reconstruyéndose con los valores resistentes, que han sobrevivido los 500 años de opresión. Deben, por supuesto, tener mucho cuidado en que estos valores sean los suyos propios y no las ilusiones y las trampas puesta allí por el sistema opresor, que es experto en estas alienaciones…” (Lajo, Javier, Qhapac ñan, p. 33