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Tungurahua analfabetismo y elecciones 2017

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

En torno al nivel de instrucción, las cifras no mienten sobre el nivel vergonzante que tiene Tungurahua en cuanto a analfabetismo. De esto no hablan nuestras autoridades públicas ni las educativas. Solo nos cantaletean que somos un pueblo culto, cuna de tres Juanes, de Mera y de Montalvo, con cátedras incluidas, cuando en realidad hace falta dar oportunidades para que los niños vayan a la escuela. Este es un discurso en boca de las élites locales y de la propaganda nostálgica de un reducto ilustrado. Desde luego que esto se refleja en procesos electorales. La provincia con menor número de analfabetos en Ecuador es Galápagos. Allá solo uno de cada tres habitantes no fue a la escuela (1.3% de analfabetismo). El salto damos a Pichincha que tiene un 3.5% de analfabetismo. Guayas ya tiene un 5% de analfabetos. Y de entre las 24 provincias de este país, Tungurahua está en el puesto número 16 con el 7.5% de analfabetos. Esto quiere decir que 15 provincias nos ganan en nivel de instrucción de su gente. Otro dato que sobre esto conviene resaltar es que en Tungurahua hay niños que no terminan la escolaridad básica, las estadísticas del INEC revelan que un 9.38% de los estudiantes de estos niveles se retiran. Otra vez nos ubicamos en el puesto número 14 entre las regiones provinciales que mantienen deserción. Esto obviamente tiene que ver con la gente que concurre a establecimientos públicos, puesto que la educación privada es otro mundo, y corresponde saber que en esta provincia, un 30% de establecimientos de este nivel ofertan la educación cobrada, en tanto que el 70% van a los centros de educación pública.

El caso se agrava por tener vecinas provincias que nos remiten gente que busca supervivencia en nuestra provincia que es un mercado formalmente informal. Bolívar es la provincia más vergonzante de la Patria, con 13,9% de analfabetismo. ¿Acaso no saben que los nuevos habitantes de Santa Rosa, parroquia aledaña a Ambato, en su mayoría son de Simiatug-Bolívar, y que son los que llevan “divisas” a sus escondidos laberintos geográficos? Pregúntense por qué en esa zona hay muchas fábricas. ¿A qué gente “dan empleo” los generosos y comprensivos empresarios? Por el Norte, Cotopaxi ocupa el penúltimo lugar en analfabetismo, con mínima diferencia de Bolívar, pues tiene el 13,6% de analfabetismo. Por el Sur, Chimborazo nos encuadra con el 13.5% de gente que no fue a la escuela. Curiosamente, la provincia de Pastaza, termina de cercarnos con el 6.9% de analfabetos, es decir que está mejor que nosotros, aunque siendo su población orientada a una vida de bosque, poco incide en el proceso migratorio. Pero el caso es que también nos exportan sus migrantes la provincia de Cañar, la que está entre estas cuatro últimas consideradas con mayor número de analfabetos, pues su nivel está en 12,2%. Hay que salvar el caso de gente inteligente y desinteresada de esa provincia que es la que nos gobierna en el ámbito cantonal.

El flujo migratorio incide en el cambio de domicilio y por ende en la votación. ¿Qué funciona en Tungurahua para captar votos? Me aventuro a alguna respuesta: La provincia toda es un mercado. Todos los días hay feria por algún lado, en algún cantón y hasta en algunas parroquias. La gente opera con una conducta de oferta y demanda. Aquí hay que ‘ofertar’ para que la gente reaccione. Quien sabe las abstenciones den la pauta a la indiferencia política. Un ausentismo de 67.608 electores es alto, si miramos que equivale a casi la mitad territorial provincial de sufragantes que tienen los cantones como: Cevallos, Mocha, Tisaleo, Patate, Baños, todos juntos. El votante tungurahuense, ¿en qué medida tiene convicción política? Si lo tuvieran los propios candidatos habría sindéresis, o sea una lógica, pero candidatos y electores obedecen aquí, en su mayoría, a la aventura y al oportunismo individual desenmascarado. Aquí hay una ley del mercado donde funcionan revendones, arranchadoras, burropies, coimeros, enganchadores y mucha suerte de inescrupulosos amenazadores de la plaza pública (como los amedrentadores de las redes sociales y los que se apostaban en el parque Cevallos).

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