Por: LOLO ECHEVERRÍA
La segunda vuelta electoral se disputaron la izquierda de Yaku Pérez, la derecha de Guillermo Lasso y el populismo de Andrés Arauz. No ganó la izquierda ni ganó la derecha, perdió el populismo. El objetivo de la segunda vuelta era derrotar al populismo por autoritario y corrupto. Decían que Yaku garantizaba más la victoria, pero la derecha fue la que llegó al poder.
Guillermo Lasso se ha quedado solo. Si ya no es derecha, nunca fue izquierda y no sabe ser populista, ¿de qué brocha se ha quedado colgado su gobierno? El futuro de esta administración es nebuloso, ya nadie le puede leer las manos, tiene borrada la línea de la vida, como decía César Dávila.
El gobierno del presidente Lasso sufre el síndrome de la derecha: se avergüenza de ser derecha. Desde que se desvanecieron las ideologías solo quedan el orgullo y la vergüenza. La izquierda, orgullosa de ser izquierda, es muy tolerante con sus líderes. No importa si son ladrones, tontos o borrachos, hasta los intelectuales y los académicos, haciendo de tripas corazón, defienden a sus líderes.
Las élites de derecha no perdonan nada a sus líderes. Si no satisfacen las expectativas, especialmente económicas, son repudiados. Este síndrome existencial debe haberse originado en la disolución de sus principales valores: la familia, la religión. La izquierda le ha robado las banderas: la cultura, la inteligencia, la libertad y se ha adueñado de las nuevas causas: la ecología, la diversidad, el amor a los animales. Progresismo ha devenido en sinónimode izquierda. La derecha y sus líderes se desdeñan.
FUENTE: EL COMERCIO