Universidad orientada hacia la ciencia y a la producción del conocimiento

En el momento actual, que se considera como la etapa inicial del surgimiento de una nueva época, la época del conocimiento, la educación superior tiene importancia vital, pues ella brinda la oportunidad de democratizar la sociedad, dinamizar la economía, competir en el ámbito mundial y, sobre todo, lograr mayores niveles de equidad social, justicia y solidaridad.

La universidad ecuatoriana viene de un pasado histórico sumamente importante, en el que la educación y la cultura estaban imbricadas y dieron cuenta de una naciente y creciente nacionalidad, cuya mayor fortaleza ha sido y es su diversidad. Pero también viene de un pasado en el que, en determinados momentos, y como manifestación de conflictividad política, económica y social que ha caracterizado al Ecuador, en el ámbito de la educación superior se han expresado el desorden, la inobservancia de la ley, un verdadero caos jurídico, la inexistencia de un sistema que coordine acciones y optimice recursos, la proliferación de centros de educación superior, la falta de poder efectivo del órgano regulador y coordinador. Hoy se está enfrentando con decisión y sin compromisos, un conjunto de problemas represados por décadas.

Pero junto con una clara comprensión de la problemática someramente señalada, es preciso contar, como guía orientadora, con una definición sobre a dónde queremos que vaya la educación superior en el país, a partir de nuestra visión de futuro, que, aunque suene utópico, consiste en alcanzar un sistema de educación superior académicamente competitivo, que se caracterice por su ética, autonomía, pertinencia y calidad, que se fundamente en el conocimiento y el pluralismo, y que se comprometa con el desarrollo, los valores ancestrales y el respeto a la naturaleza.

Por esto, su tarea diaria consiste en generar y difundir el conocimiento para alcanzar el desarrollo humano y construir una sociedad ecuatoriana justa, equitativa y solidaria, en colaboración con la comunidad internacional, los organismos del Estado, la sociedad y los sectores productivos, mediante la investigación científica básica, la investigación aplicada a la innovación tecnológica, la formación integral ciudadana, profesional y académica del estudiante, docentes e investigadores, así como la participación en los proyectos de desarrollo y la generación de propuestas de solución a los problemas reales  del país.

Es un deber y un derecho de la universidad ecuatoriana estar presente en toda acción destinada al beneficio de la sociedad en su conjunto y especialmente de la juventud que se prepara profesionalmente para servir al país.

Sí en nuestro país los costos de producción han alcanzado valores internacionales, solo podremos ser competitivos a través de la calidad y del valor agregado tecnológico de nuestros productos.

La innovación y la competitividad, en países de escasos recursos como el nuestro, deben ser verdaderas recetas con éxito que abarcan a todas las organizaciones y que son aprehendidas para desarrollar nuevos productos o servicios. Se debe transformar la visión tradicional, generalmente rígida, centralista y autista, por una en la que consideremos que “la innovación y la competitividad tienen el potencial para suministrar energía para el crecimiento futuro de la rentabilidad. Es una inversión a largo plazo y no un costo que debe dar resultados a corto plazo”, pero eso sí, sin perder de vista  la solidaridad,  que  reclama De Souza.

El desafío de la competitividad es inexcusable en un mundo internacionalizado. Sin competitividad estamos condenados al atraso y al subdesarrollo. Competitividad implica conocimiento, tecnología, manejo de información, destrezas; significa elevar la calidad de nuestros sistemas educativos, ponerlos al nivel de sus similares internacionales, flexibilizar los sistemas de reconocimiento, homologación de estudios y circulación de profesionales.

Sin dejar de considerar la permanente búsqueda por la equidad y la justicia social, podemos con certeza afirmar que no seremos competitivos sin una universidad de calidad mundial. Conformarse es de mediocres. Se torna entonces imprescindible que la educación superior adopte como uno de sus postulados el concepto de aprender a emprender.

La innovación y la competitividad, vinculadas a la solidaridad, la justicia y la equidad, son parte esencial del aprender a aprender y del apren¬der a emprender, nuevos paradigmas de la educación superior.

Hay que aprender a competir, pero también a compartir. Sin abandonar la solidaridad debemos ser competentes, aún competitivos. Más interesados en compartir que en competir, pero preparados para competir. Es enorme la responsabilidad de la Universidad.

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