Urgente solidaridad con el pueblo colombiano

 

Por: Luis Herrera Montero, PhD
Universidad de Cuenca, Ecuador

Las declaraciones de Lenín Moreno, acerca del actual contexto en Colombia, conllevan un alto grado de desconocimiento respecto de las legítimas manifestaciones de insurrección poblacional en todo el territorio de la hermana nación. Considerar que las protestas son parte de políticas que internacionaliza el gobierno de Venezuela, a través de Maduro, está fuera de contexto. Además de ser un peligroso alineamiento con el irrespeto a los derechos humanos, que justifica el uso excesivo de la represión y el asesinato a líderes sociales, que han quedado en una increíble impunidad. Entonces los pronunciamientos de Moreno son falsos, cuando responsabiliza a la internacionalización venezolana.

En el caso de Colombia las manifestaciones populares contienen trayectos de organicidad y defensa de derechos ante tanta persecución y asesinato. Constituyen una clara consecuencia de la persecución y muerte provocados por un régimen de terrorismo de Estado. La historia de esta nación es la historia de décadas de violencia, a causa de estructuras guerrilleras diversas. Sin con esto descuidar acontecimientos anteriores, matizados por la alta conflictividad entre conservadores y liberales. Todo este proceso ha provocado cansancio social, que el uribismo supo usar y beneficiarse del contexto para demonizar exclusivamente a las guerrillas y encubrir a la violencia promovida por élites de la sociedad colombiana e incluso por el narcotráfico, inserto significativamente en la gestión gubernamental. También es de conocimiento público las relaciones del Estado con el paramilitarismo, en una especie de oculta alianza para combatir y derrotar a las guerrillas, principalmente de las FARC y el ELN.

Las negociaciones por la Paz, en las que se insertaron el gobierno de Santos y las FARC, fue sin duda una gran iniciativa para superar esa larga historia de violencia, de la cual las víctimas siempre estuvieron en el pueblo colombiano. Sin embargo, el irrespeto al acuerdo, fue una constante de parte del Ejército y del paramilitarismo. Los asesinatos a líderes sociales se agudizaron crecientemente y tales actos de criminalidad fueron dejados en la más inaudita impunidad, factor que ha venido desgastando al uribismo de manera acelerada. La demonización a las guerrillas perdió peso, sin lugar a dudas, sin con esto tornarnos acríticos respecto a la promoción de guerras, provenga de la ideología que provenga: la paz siempre debe ser el estilo de lucha social legítima.

Las conciencias y voluntades democráticas, se han revelado significativamente en Colombia. Desde el año pasado ya se generaron protestas de alcance nacional y hoy estas se han reproducido notablemente. Claro, habría que añadir que la crisis también se produce por décadas de neoliberalismo y que en la última reforma tributaria se quiso acentuar de manera extrema y dictatorial. Los pueblos de Colombia explotaron, como era de esperarse, en una clara demostración ya no solo de agotamiento, sino de resistencia incontenible por causa de la represión estatal, que ha sido de magnitudes fascistas y totalitarias; hay voces de denuncia que responsabilizan de crímenes de lesa humanidad al uribismo ¿Será que estas denuncias logren la acogida necesaria?

El continente se ha solidarizado con el pueblo colombiano, con pronunciamientos y exigencias diversas a la comunidad internacional. Es hora de que la ONU asuma ya una actitud que defienda la integridad del pueblo. El uribismo ha tenido mucha complacencia, obviamente, por ser el principal aliado de la política internacional de Estados Unidos, pero esa complicidad de las Naciones Unidas es indolente e injusta. Lástima que este organismo, cuando se trata de ejercer  justicia global,  ha brillado por la total ineficiencia,  al responder en favor de  una larga cadena de privilegios e intereses oligárquicos.

En todo este grave escenario, emitir discursos de admiración al liderazgo de Uribe, como referente latinoamericano, no se conduele con el sufrimiento de un pueblo. Guillermo Lasso cometió no solamente un grave desatino ante la comunidad auténticamente democrática, sino que optó por quienes irrespetan la integridad de un pueblo ilegítimamente reprimido y asesinado. No obstante, los pueblos que buscamos la hermandad global, no coincidimos para nada con pronunciamientos fuera de lugar y cuestionamos severamente las palabras del presidente recién electo en nuestro Ecuador.