Por: Dra. Cecibel Ochoa Yumbla
Bioquímica-Farmacéutica, Azogues (Ecuador)
Haciendo una retrospectiva al pasado, las vacunas para erradicar enfermedades infectocontagiosas tardaban años y hasta décadas en ser validadas para su uso en humanos; por ejemplo, la fiebre amarilla causó epidemias mortales a lo largo de la historia durante más de 500 años, desde 1918 los científicos que trabajaban para el Instituto Rockefeller desarrollaron las primeras vacunas contra la fiebre amarilla que no fueron seguras y más de una década después, en 1937 Theiler elaboró la primera vacuna efectiva que permitió erradicar esta enfermedad vírica. Ante la pandemia mortal por Covid-19, las industrias farmacéuticas en sus laboratorios realizaron investigaciones basadas en extracción de ARN viral y en vectores virales para elaborar las vacunas que fueron sometidas a fases de experimentación en voluntarios, y en octubre de 2020 a menos de un año que fue decretada la emergencia mundial, las primeras vacunas estaban listas para su aprobación y poder ser aplicadas a los grupos vulnerables, en primera instancia. En la actualidad, los avances científicos y tecnológicos en el campo de la biología molecular permitieron que en tan corto tiempo se produzcan vacunas para minimizar hasta en un 90% las complicaciones causadas por el coronavirus Sars- Cov2 y evitar más muerte en el mundo.
Muchas preguntas surgen sobre el riesgo/beneficio de las vacunas, si bien sus efectos secundarios se irán viendo a largo plazo; algunos movimientos anti vacunas han difundido que al ser el componente de las vacunas contra Covid-19 el ácido ribonucleico viral provocará en el organismo humano la síntesis de proteínas que inhiben al coronavirus; pero también, podrían originar enfermedades como esclerosis múltiple, infertilidad, trastornos del sistema nervioso como la esquizofrenia, etc.; estos riesgos que supuestamente se corre al vacunarse, si comparamos con el beneficio de no presentar afecciones respiratorios graves, en caso de contaminarse con el virus y poder retomar las actividades cotidianas; es más el beneficio que el riesgo, razones por las cuales las autoridades de salud, conjuntamente con los gobernantes de todos los países del mundo han aprobado la vacunación masiva de los habitantes y no solo de grupos vulnerables como se autorizó en un principio. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en diciembre de 2020 validó para uso en la emergencia sanitaria de las vacunas Pfizer/BioNTech, Moderna, Aztrazeneca, Spunik, contra Covid-19 y se volvió una necesidad el acceso equitativo a las vacunas.
En noviembre de 2020, Brasil fue el primer país Latinoamericano en recibir la vacuna Sinovac que todavía se encontraba en la última fase de pruebas; pero, ante las altas tasas de mortalidad por Covid-19, inició campañas de vacunación a personas voluntarias. En diciembre del año pasado, el Reino Unido fue el primer país occidental en empezar a inmunizar a los adultos mayores con vacuna de los laboratorios estadounidense Pfizer y alemán BioNTech; Rusia también aplicó su vacuna Sputnik V masivamente a la población, priorizando las personas de grupos de alto riesgo, como: personal médico, trabajadores sociales y profesores. En enero de este año llegaron las primeras dosis de la vacuna Pfizer contra Covid-19 a Ecuador, iniciando la vacunación al personal de salud de primera línea y paulatinamente se continúa inmunizando a toda la población; los ciudadanos acuden previo a su aceptación voluntaria, conscientes de que la inmunización no es el 100% eficaz contra el Covid-19, pero sí ayuda a disminuir los síntomas, evitar los casos graves de hospitalización en unidades de cuidados intensivos y la muerte; cabe recordar que, “el riesgo de la enfermedad supera con creces los riesgos que conlleva la vacuna contra el Covid-19”.
La vacunación contra Covid-19 se convirtió en una esperanza de vida y posiblemente poner fin a esta pandemia; pero no se puede bajar la guardia y dejar de cuidarse; si ya recibieron las dosis de inmunización, deben seguir usando mascarilla, el lavado de manos y el distanciamiento social, porque este virus continúa en la comunidad y genera nuevas cepas más peligrosas; es una obligación social continuar cuidándose a sí mismos y a los miembros de la sociedad en donde se desenvuelven, más aún ahora que está próximo el regreso a las aulas de clase, de manera progresiva y presencial. Evitemos volver a cuarentena con todas las restricciones que esto implica.