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Vocabulario de Americanismos de Fray Pedro Simón. 1604

Por: Dr. Pedro Arturo Reino Garcés
Cronista Oficial y Vitalicio de Ambato

Es el año de 1604 en las costas de Cartagena. Qué contraste entre el mar dulce y los indios Caribes que tanto han peleado y resistido. Fray Pedro Simón tiene la luz brillante de sus 25 años en sus ojos curiosos y grandes que le ha regalado San Francisco de Asís. Se saca las sandalias para bajar del barco que llega de España. Pisa la arena mojada de la playa. Una ola llega a morir en sus pies y lava el polvo que España la impregnó desde la infancia. Su hábito seráfico se hincha con el viento. Es otra vela de la carabela que vuela en Tierra Firme. Fue Pedro de Heredia que venció la resistencia de los feroces kalamari y fundó Cartagena en 1533, le comentaron.

Fray Pedro Simón se califica en sus adentros como «chapetón» porque quiere decir que es «lo mismo que bisoño en la guerra. Los chapetones – anota él mismo- son los recién entrados en las Indias y que aún no se les entiende de sus tratos y modos. Llaman chapetones a los que han venido en una flota, hasta que llegan otros en otra, en quien parece se traspasa el nombre».

Sea tu voluntad hermano Francisco, aquí está tu siervo para tratar de endulzar el alma de las fieras que han venido a vivir en estas tierras -piensa Fray Pedro Simón-. Siempre habrá bestias en todo tiempo y en todas partes. Me ocuparé mientras viva de domesticarlas, porque estando en España «yo vi que en las ermitas del célebre convento de San Ginés de la Jara… un padre de mi religión, llamado Fray Alonso Novillo, domesticó dos lagartos que le venían a comer de la mano». Acaso fuiste tu Fray Pedro Simón el que nos acostumbraste a vivir en paz con nuestros lagartos?. ¿Qué hacemos con tanta bestia domesticada?

Fray Pedro Simón camina a Santafé de Bogotá y anota cómo los chibchas llamaban al pan: fun; que el «pan para españoles» se llamaban sufun; y el pan para indios se llamaba yefun. Un día llega por Sorocotá, donde las huestes de Quezada habían descubierto tantos cultivos de «turmas» y anota: «son llamadas así por los españoles por parecerse en su grandeza y color por de fuera a las turmas de tierra que se hallan en España, aunque difieren en mucho; porque de estas, unas son por dentro amarillas, otras moradas, otras blancas y las más arenosas. Siémbrase de semilla que echan, y más de ordinario de las pequeñitas que cogen, se vuelve a resembrar, crecen sus ramas hasta dos tercias más o menos, echan unas flores moradas y blancas, extienden sus raíces, y en ella se van criando estas turmas, de que hay grandes sementeras y cosechas, por ser comida familiar a los indios, y no le saben mal a los españoles, aunque ellas no tienen más gusto de aquello con que la guisan; llámanse en el Perú papas…»

Con el paso de los tiempos, los neochapetones han ido desdibujando las palabras que ellos mismos trajeron y que ya no están en sus diccionarios. Las papas pudieron llamarse turmas de no haber sido por la fuerza del quichua. En Colombia, por algún lado andino todavía se llaman turmas; pero es peligroso decir turmas en otras partes porque a más de ser un insulto, ahora se refieren a los testículos (incluidos los del toro) y también al miembro viril, como está registrado en el Atlas Lingüístico de Colombia. De aquí la anécdota lúdica: cuando un español quería comer de estos guisos, se cogía las turmas. Entonces las indígenas le pasaban papas con cáscara.

Nota del Director: Este relato forma parte de la publicación » HISTORIAS AÚN NO CONTADAS», de la autoría del doctor Pedro Arturo Reino Garcés.

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