Archivo de la etiqueta: ALEXANDRA KENNEDY-TROYA

Última rueda del coche

Por: ALEXANDRA KENNEDY-TROYA

Está claro que la Cultura, su gestión, administración y financiamiento, son la última rueda del coche de los gobiernos de cualquier tendencia. Quienes estamos en ello nos quejamos de que los funcionarios deficientes de otras dependencias son enviados -por no despedirlos- a algún museo, centro cultural o dirección de cultura. Si de recortes gubernamentales o municipales se trata, donde primero mochan es precisamente en esta exigua área, ¿por qué? Quizás porque no la encuentran indispensable, porque se puede vivir sin ella, porque es tan difícil de asir y definir que los burócratas y tecnócratas se sienten incómodos. Los “productos” son irrelevantes y su medición resulta altamente compleja sobre todo en un mundo en donde producir se traduce o debe traducirse en un ingreso monetario.

Los términos creatividad, liberación, descolonización, resultan altamente sospechosos; sin embargo, el ejercicio de una praxis cultural eficiente y responsablemente llevada puede proveer unas armas contundentes para la reflexión y el pensamiento crítico de los sujetos, en bien de una sociedad más justa y equitativa. Además de procesos sociales, los proyectos culturales pueden llevarnos a producir objetos con personalidad, atractivos al propio mercado: obras de teatro, artesanía artística o textos de escuela de gran calidad. Mas no se trata de soltar sin ton ni son eventos y más eventos. Es precisamente el “eventismo” el que ha matado al mismo sector cultural. Cada gobierno se reinventa la Cultura expresada en “regalitos de Navidad”, sin un programa establecido como en cualquier otro sector de la sociedad. Un clientelismo de última.

Me pongo en los zapatos de abogada del diablo. Si el sector cultural -con excepciones loables- no es capaz de armar proyectos y programas a largo plazo, de manera eficiente y profesional, definiendo claramente objetivos y metas, gastos y retornos (tangibles e intangibles), entre otros asuntos relativos a la administración y gestión, seguiremos pensando en discontinuo y difícilmente podremos exigir un espacio en la sociedad. Seguiremos el famoso “borre y va de nuevo”, que cuesta dinero, tiempo y mata la cadena de profesionalización generacional.

Es un sector débil y errático aún. Demostrar eficiencia y seriedad conforme a una política cultural no definida aún, más allá de los gobiernos de turno, será determinante. Para ello al menos hemos logrado armar un cuerpo legal con el que podremos ampararnos. De ser más profesionales en términos administrativos, podríamos convocar a la empresa privada a unirse a nuestros esfuerzos, no como auspiciantes caritativos sino como copatrocinadores que se integran al proceso a modo de responsabilidad social. Si se procesan las exenciones tributarias regionales, no centralizadas, podríamos lograr aún mejores resultados.

FUENTE: EL COMERCIO
Jueves 15 de agosto 2019

El Carchi más allá de Carapaz

Por: ALEXANDRA KENNEDY-TROYA

Este es de aquellos artículos que uno escribe desde el estómago. Siguiendo la ruta de Carapaz, aunque no inicialmente por él y sus triunfos deportivos, hicimos un viaje de reconocimiento de Carchi, una provincia relativamente olvidada y pobre. La prensa la ha envuelto de una imagen de peligrosidad fronteriza y contrabando, paso de cientos de venezolanos cuya entrada libre al Perú terminó cuando llegamos.

Desde el inicio no deja de sorprender la limpieza y cuidado de los campos, cultivados ordenadamente, colindando con parques nacionales –como la reserva ecológica de El Ángel- o el corredor de frailejones que va desde esta provincia hasta Venezuela y que tanto llamó la atención de Humboldt.

Una extraordinaria por “bizarra” escultura que honra al frailejón, es digna de verse en el pueblo de La Libertad. Hay un apego indiscutible al campo, al cultivo no solo de papa capiro o única, cebolla roja y larga, o su industria láctea, sino de flora. Desde las experiencias privadas como aquella de Huaca y el “Rincón de las orquídeas” (y bromelias, helechos y demás) de Edmundo Corral, un destacado paisajista y albañil de la zona, hasta la pequeña reserva de los vetustos arrayanes al costado de Santa Marta de Cuba. Este hermoso pueblo alberga en su plaza central un verdadero e inesperado jardín botánico donde se han reunido decenas de especies nativas; cada pueblo tiene, además, su guía local. El impecable centenario cementerio de Tulcán, conjuga las 309 esculturas verdes con la disposición de tumbas y túmulos mayormente organizadas según la composición de los gremios. Siete jardineros podan y retocan incesantemente las esculturas de dioses americanos precolombinos, tortugas o escenas bíblicas.

Y así la labor del representante del ministerio de medio ambiente y activista social, Alvaro Mantilla, es crucial en la conservación de las especies y la tala ilegal de árboles a la que se trata de controlar…

También encontramos un culto especial a la arqueología y a un coleccionismo primario que hace que muchas piezas pasto o quillasinga se mantengan aún en manos privadas o se dispongan pequeños museos que no distinguen el original de la copia (Polylepis cerca de El Ángel).Sorprende encontrarse -a boca de jarro- con un pequeño museo en Bolívar dedicado al descubrimiento, hace ya años, de un mamut. O entrar en un pueblo como San Gabriel, un gran ejemplo de arquitectura de fines del siglo XIX y principios del XX, declarado patrimonio de la nación, en el cantón que colinda con Colombia.

Sin embargo, un conversatorio con miembros del colectivo Quinde de Barro en Tulcán deja ver que no se puede vivir del entusiasmo, hace falta fuentes de trabajo, reconocimiento de los pasos dados y apoyo del Estado. ¿Hasta cuando el abandono?

FUENTE: EL COMERCIO
Sábado 22 de junio 2019

La antiuniversidad

Por: ALEXANDRA KENNEDY-TROYA

Hemos entrado en el peor de los procesos del marketing educativo. Se nos “vendió” la idea de que todos deberían aspirar a entrar a las universidades. Si privadas, mejor. Además, el pregrado no es suficiente, la maestría es supuestamente demandada por el mercado laboral. Muchos rinden exámenes, pocos entran. Esperan, la frustración es grande. De los que terminan sus pre o posgrados, pocos hallan trabajo, mal pagado y muchas veces en áreas que nada tienen que ver con lo que aprendieron. Algunos estudiaron carreras por las cuales no sienten vocación alguna; era su segunda o tercera opción. Hablamos de una educación institucionalizada acorde con el sistema neoliberal duramente enquistado en estos últimos 40 años. ¿Cómo desafiar el mercado, la marginalización, la austeridad y la violencia estatal encarnados en este tipo de educación, lamentablemente tan naturalizada entre nosotros? ¿Cómo rescatar la sencilla idea de co aprender, conocer, impartir, manteniendo espacios seguros y autónomos?

¿Por qué plegamos en nuestras mallas curriculares a seguir jugando el juego del capital en vez de buscar el conocimiento radical que contempla, nutre y promulga valores anarquistas, anti capitalistas, feministas, antirracistas, decoloniales, antifascistas, ‘queer’, anti jerárquicas, etc.? Quizás haya que pensar seriamente en una experiencia londinense –Antiuniversity of London – fundada en el 2015 bajo los principios de otra experiencia corta en 1968, la Antiuniversity of East London, donde se rompieron de cuajo las estructuras de la clase. Y…se pusieron –como en esta nueva experiencia- a conversar docentes y profesores y definieron acciones para erradicar aquello que no gustaba, aquello que políticos y acumuladores de capital han impuesto. Revísese los festivales realizados por la Antiuniversity con una atención a 5000 personas y los 300 y más eventos armados a los que se van sumando cada año más personas. Extraordinarios docentes/estudiantes, ambos aprenden; ningún lugar en concreto, se recibe sin importar la experiencia, el entorno, la edad o el título. Se aprende…se aprende, se reaprende.

Por qué tanta sumisión de las casas de estudio frente al capital. Esto les inhibe a disentir cuando el espacio mismo debe ser un hervidero de cuestionamientos y acciones para transformar la sociedad bajo nuevos y significativos valores. El profesor chantajea en el aula, enmudece a sus pupilos que no hacen lo sugerido o que no le retornan favores; el cuerpo docente de una facultad enmudece si su contrato fenece al mínimo indicio de discrepancia; las facultades enmudecen para mantener su poder intacto, el poder que les confiere “su” especialidad. Y los rectores enmudecen frente al poder del Estado, sobre todo cuando el mismo sabe que la educación en la mejor arma para manipular.

FUENTE:EL COMERCIO
Jueves 06 de junio 2019

Museos: Cenicientas de la cultura

Por: ALEXANDRA KENNEDY-TROYA

Celebramos nuevamente el Día de los Museos. Una marcha pública en Cuenca, un seminario en Quito sobre “Museos, historia pública y políticas culturales” (Universidad Andina), alguno que otro comentario en los medios. Supongo que a estas alturas del partido estaremos de acuerdo en que los museos no son solo “depositarios de bienes muebles representativos del patrimonio cultural de la nación”; y por extensión a lo anterior, tampoco son “lugares de relatos de nación y memoria colectiva”. Son, o deberían ser espacios “activistas” desde donde se anime al debate, se tensione y cuestione precisamente la noción –entre otras- de “nación”, una noción del romanticismo decimonónico que no existe más cuando vivimos la mayor porosidad de fronteras en la historia mundial y nos anima o debe animarnos más bien un diálogo multivocal que va más allá de la política local.

Debido a ello, es crucial preguntarnos, como lo hace Guillermo Bustos, qué memoria construimos, qué aspectos debatimos; y añado, a la luz de los acontecimientos presentes, ¿qué integramos en nuestros discursos museológicos y museográficos, qué tipo de programas generamos y para qué audiencias? Si queremos que los museos de una vez por todas dejen de ser salas de exposición sin más, es crucial suministrarles de una autonomía para la generación de estrategias y gestión; excluirlos de la lucha partidista o de los feudos políticos poniendo al frente de los mismos profesionales y técnicos críticos. Esto es posible en tanto y cuanto se los dote de recursos suficientes para su funcionamiento sin seguir con la eterna y complaciente fórmula de que lo primero que se recorta presupuestariamente hablando, en tiempos de crisis (es decir siempre), es al sector cultural, sea eliminando personal como se ha hecho en el Museo Nacional inaugurado hace poco tiempo, o dejando un exiguo financiamiento que apenas cubre salarios del personal. Los seminarios y talleres de capacitación, el registro y catalogación de bienes, la investigación de y sobre sus colecciones y otros aspectos relacionados, las mesas de debate y curaduría crítica, etc., quedan excluidos del programa. De esta manera se pierde la razón de ser de estos lugares.

Si son espacios de comunicación, desde cualquier tipo de museo (de arte, vestuario, ciencia o ferrocarril), pensemos en la generación de procesos que de-construyan categorías impertinentes y armen una del conocimiento que incluya nuevas creencias y valores sujetos –también estos- a constante debate; incluyentes de la disidencia. Desde la cultura material, un traje del siglo XVIII por ejemplo, podemos llegar a debatir sobre las rutas del comercio, la jerarquización y modos de distinción de una sociedad, el posicionamiento del hombre frente a la mujer, y llevar este conocimiento a un presente crítico.

FUENTE: EL COMERCIO
Jueves 23 de mayo 2019