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Temblor en “Ser Bachiller”

Por: ALFREDO ASTORGA

Esta vez parece que la prueba Ser Bachiller tiembla y se cuartea por varios flancos. Estudiantes, familias, políticos y medios de comunicación, han puesto el grito en el cielo. El punto más atacado ha sido la filtración de las pruebas. Un punto reñido con la ética que tiene beneficiarios -las pruebas se venden- y compradores compulsivos que se están jugando el futuro. Un problema agudo, pero no el único… Hagamos un sobrevuelo al menos sobre 4 graves problemáticas.

La denuncia de filtración no es nueva. Ha aparecido en casi todas las pruebas. Autoridades del Ineval -que incorporaron varias seguridades- afirman que el fraude ocurre a nivel de territorios y han presentado el caso a Fiscalía. No hay más remedio que emprender una auditoría fulminante. Que desnude todos los espacios y momentos sensibles del proceso. E identifique y castigue a los culpables. Con todo, el futuro se presenta oscuro porque las pruebas han perdido credibilidad. Cualquier recuperación demandará tiempo.

Una segunda problemática, que también ha levantado polvareda, es la aplicación de una prueba que examina temas no estudiados por los estudiantes. Ineval ha explicado que no inventa preguntas, que ellas se generan en el currículo y en los estándares del Ministerio. El problema sin embargo, es más peliagudo… el currículo del que hablan es en realidad el currículo prescrito, que tiene distancias significativas con el currículo real, el que verdaderamente se imparte. Problema estructural.

Otro vacío relevante es la limitación de cupos de las Universidades. Tienen sus techos, según la institución y la carrera. Precisan establecer algún tipo de selección, a más de las pruebas de ingreso que aplican. Los cupos han aumentado con modalidades en línea, pero no cubren la demanda. Menos en un país persuadido que el único camino de realización profesional y personal es la universidad. Otro problema estructural. Otro guiño a favor de los estudios técnicos no universitarios.

Finalmente, una cuarta reflexión tiene que ver con la estandarización de las pruebas. Pruebas iguales para colectivos diferentes. Igualismo en lugar de condiciones equitativas. Un tema de debate en todas partes del mundo. Un fenómeno que parece extender y sacralizar las inequidades y borrar del mapa las diferencias culturales en este país que alardea su multiculturalidad.

Filtraciones, currículo prescrito y real, límite de cupos, estandarización, 4 nudos críticos imposibles de desmadejar sin tocar temas estructurales. En estos días han surgido voces a favor de declarar la educación en emergencia. Si esto prospera es preciso contar con una agenda mínima de cambios estructurales, entre ellos el Ser Bachiller y el Ser Maestro. La evaluación de la evaluación -planteada hace varios años desde la sociedad civil- no admite dilaciones.

FUENTE: EL COMERCIO
Viernes 07 de febrero 2020

Formación dual al escenario

Por: ALFREDO ASTORGA

Suele ser común en Ecuador el entusiasmo con que se recibe una noticia. Y también la flojera con la que se nos esfuma entre los dedos. Esto parece suceder con la formación dual que saltó al escenario hace poco. Garantizada además, por un pacto entre el gobierno, la sociedad civil y los empresarios.

La propuesta es potente. Se trata de alterar la formación tradicional, tan propensa a esconderse de la realidad. Se busca combinar la formación en un centro de estudios con prácticas laborales en una empresa. Los beneficios son significativos. Para el estudiante que perfecciona y aplica sus aprendizajes. Para las empresas que acceden a mano de obra con potencial y frescura. Para el país que consigue un respiro al desempleo juvenil y la baja producción. Una asociación público-privada de verdad. Ojalá cristalice y abra sus alas.

La propuesta no cae del cielo. Esfuerzos se desarrollan con suceso en Europa (Alemania, Suiza) y la región. En Ecuador se ha implementado con éxito pero en limitados sectores. La Mesa de Educación Técnica del Acuerdo Nacional -ministerio y sociedad civil- liderado por el Contrato Social por la Educación, ha trabajado en los últimos meses en ésta y otras líneas para potenciar la Educación Técnica. No huele a improvisación ni a publicidad. Claro, se precisan ciertas condiciones para que el modelo dual funcione. Una de ellas es la alineación al contexto nacional. Las experiencias de Europa tienen que ver con sus políticas económicas, de empleo, de educación. Harán falta adaptaciones creativas. También es necesario ajustar las currículas para la articulación pues no se trata de una yuxtaposición sino una visión integral nueva, teórico-práctica. Es preciso que las empresas brinden condiciones favorables: selección adecuada de labores, orientación en el trabajo, incentivos, diálogos con los colegios. De parte de éstos son esenciales la estructuración de nuevos programas, el seguimiento a las prácticas, la apertura para innovaciones, la adaptación a nuevas tecnologías.

Finalmente, dos reflexiones. En primer lugar, destacar el valor del trabajo para el aprendizaje. Rompe el mito de que se aprende exclusivamente en las aulas. La vida ofrece múltiples espacios que será aconsejable articular a la educación (emprendimiento, artes). La práctica -sistematizada- también enseña. De la teoría -aterrizada- también se aprende. Y en segundo lugar, la necesidad imperiosa de potenciar la Educación Técnica como alternativa a los estudios universitarios, que se han posicionado como la mejor y única alternativa de preparación y acceso al mercado laboral. Hay un mundo por desarrollar y este paso de la formación dual es decisivo. No hay mito. No hay misterio. En la formación dual hay una propuesta técnica, política y cultural vigorosa… Que no se achique, que no se esfume.

FUENTE: EL COMERCIO
Martes 10 de diciembre 2019

Ser o no ser bachiller

Por: ALFREDO ASTORGA

Lo que tenía que pasar, volvió a pasar. Un tema educativo -la evaluación “Ser Bachiller”- saltó del anonimato a la palestra. Las autoridades educativas y el Presidente propusieron revisiones exhaustivas. Las primeras se aplicarán en la próxima ronda -enero 2020- para 170 mil estudiantes de la costa.

Aparentemente se vienen cambios interesantes. Algunos aluden a la estructura formal de la prueba: se reducen 35 preguntas, se disminuye la duración en 30 minutos, se abarcan las 4 áreas clásicas, se incluye razonamiento abstracto -el cuco del examen- como transversal. A nivel más profundo se destaca la disminución del peso del examen en la calificación final. De 85% a 60%. Con ello se valora de manera más equilibrada las trayectorias educativas (40%) y se evita que sea una única prueba la que marque el destino del aspirante. Otra reforma refiere a la aplicación de políticas afirmativas para paliar los impactos negativos de la estandarización en sectores vulnerables. Según el Presidente, tener un examen único para juzgar a los jóvenes por igual es “injusto y discriminatorio”.

Las modificaciones en camino son un aporte, pero no todas tocan tópicos estructurales y sensibles. Por eso se ha planteado “evaluar la evaluación”… Un primer punto refiere a la calidad de la educación del bachillerato. Solo su incremento con equidad reducirá las discriminaciones para las poblaciones vulnerables. La calentura no está en las sábanas.

Un segundo punto es la evidencia de una débil articulación entre educación secundaria y universitaria. Las brechas de los sistemas -que deberían ser uno- afloran en la evaluación, pero la rebasan. Un tercer punto alude al currículo, cuyas debilidades de estructura se expresan en la evaluación; mientras no se toque la arquitectura curricular, los cambios en la evaluación no podrán ser definitivos.

Otro punto central es el posicionamiento en el imaginario colectivo de la meta universitaria como único camino, aun sabiendo que no existe cupo para todos y que hay grandes vacíos en la orientación vocacional. La educación técnica con toda su fascinante riqueza -y sin evaluaciones- permanece arrinconada en pequeños sectores. Y un último punto estructural nos plantea el uso de los resultados de la evaluación. Su utilidad para decidir el ingreso a la U. no puede ser el único. Debería retroalimentar a estudiantes, colegios, autoridades, investigadores. Aportar con evidencia para tomar decisiones de mejoramiento. Ésa es la contribución central de una evaluación: aprender, corregir, saltar.

El camino es complejo. Ojalá los primeros pasos logren continuidad y se profundicen. La evaluación de la evaluación continúa siendo un camino urgente. No la dejemos empolvar. La disyuntiva cruel de ser o no ser bachiller, ser o no ser universitario, no puede ser la única alternativa.

FUENTE: EL COMERCIO
Sábado 30 de noviembre 2019