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La América Latina invisible

Por: Alfredo Serrano Mancilla

Temer sigue siendo presidente de Brasil sin un voto en las urnas. Macri, el de los Panamá Papers, tiene a Milagro Salas en una cárcel argentina como presa política. Santos está involucrado en el escándalo de Odebrecht porque habría recibido un millón de dólares para su campaña presidencial en Colombia en 2014. En lo que va de gestión de Peña Nieto, han sido asesinados 36 periodistas en México, por realizar su labor informativa. El año pasado Kuczynski gobernó Perú con 112 decretos evitando así tener que transitar por el poder legislativo.

Sin embargo, nada de esto importa. El único país que llama la atención es Venezuela. Los trapos sucios que empañan las democracias de Brasil, Argentina, Colombia, México y Perú quedan absueltos por eso que llaman comunidad internacional. El eje conservador está exento de tener que dar explicaciones ante la falta de elecciones, la persecución política, los escándalos de corrupción, la falta de libertad de prensa o la violación de la separación de poderes. Pueden hacer lo que quieran porque nada será retransmitido a la luz pública. Todo queda absolutamente sepultado por los grandes medios y por muchos organismos internacionales autoproclamados como guardianes de lo ajeno. Y además sin necesidad de estar sometido a ninguna presión financiera internacional; más bien, todo lo contrario.

En estos países la democracia tiene demasiadas grietas para estar dando lecciones afuera. Una concepción de baja intensidad democrática les permite normalizar todas sus fallas sin necesidad de dar muchas explicaciones. Y en la mayoría de las ocasiones esto viene acompañado por el aval y propaganda de determinados indicadores enigmáticos que no sabemos ni cómo se obtienen. Uno de los mejores ejemplos es el calculado por la «prestigiosa» Unidad de Inteligencia de The Economist que obtiene su «índice de democracia» en base a respuestas correspondientes a las «evaluaciones de expertos» sin que el propio informe brinde detalles ni precisiones acerca de ellos. Así la democracia se circunscribe a una caja negra en la que gana quién tenga más poder mediático.

Pero aún hay más: este bloque conservador tampoco está para presumir de democracia en el ámbito económico. No puede haber democracia real en países que excluyen a tanta gente de la satisfacción de los derechos sociales básicos para gozar de una vida digna. Más de 8 millones de pobres en Colombia; más de 6,5 millones en Perú; más de 55 millones en México; más de 1,5 millones de nuevos pobres en la era Macri; y unos 3,5 millones de nuevos pobres en esta gestión Temer. Lo curioso del caso es que estos ajustes en contra de la ciudadanía tampoco les sirven para presentar modelos económicos eficaces. Todas estas economías están estancadas y sin atisbos de recuperación.

Esta América Latina invisibilizada no nos debe servir como excusa para no ocuparnos de los desafíos al interior de los procesos de cambio. No obstante, en esta época de gran pulso geopolítico, debemos hacer que lo invisible no sea sinónimo de lo inexistente. Esa otra América Latina fallida debe ser descubierta y problematizada.

No dejemos que nos impongan la agenda.

Público.es, agosto de 2017.
Cortesía del Observatorio Latinoamericano www.cronicon.net, aliado de www.EcuadorUniversitario.Com

Ecuador 1 – fin de ciclo 0

Por: Alfredo Serrano Mancilla

Disculpen el baile de números. Son 25 elecciones presidenciales en los últimos 15 años en 7 países (Venezuela, Bolivia, Uruguay, Nicaragua, Argentina, Brasil y Ecuador), y solo una vez, una única vez, la oposición neoliberal ganó en las urnas. 1 de 25; 4% es el porcentaje alcanzado por la restauración conservadora cuando se trata de elegir en las urnas al nuevo presidente en un país gobernado por un proyecto progresista. Lo logró Macri en Argentina en el 2015. La única excepción que confirma la regla. Lo de Brasil no cuenta porque fue a través de un golpe de Estado parlamentario. Y en el resto de ocasiones, Capriles, Doria Medina, Aécio Neves, Lacalle Pou -y así un listado interminable de nombres- no lograron obtener los votos suficientes para ser electos Presidente. El último de esta serie ha sido el Guillermo Lasso en Ecuador como nuevo capítulo en esta larga lista de derrotados. De hecho, este banquero ya sabía lo que era perder contra la Revolución Ciudadana (en 2013).

Ecuador se decanta nuevamente por una opción no neoliberal. Lenín Moreno, representante del Alianza PAIS, ha sido el ganador en esta segunda vuelta con un 51,07% de los votos válidos. Esta vez le sacó 2 puntos a su contrincante; y en la primera vuelta fueron 11 puntos. Una vez más, los exponentes de la Restauración Conservadora vuelven a perder en las urnas frente a una propuesta progresista.

El fin de ciclo ha muerto en América Latina. De la misma manera que lo hicieron los portavoces de la derecha, y otros tantos que tiraron la toalla ante la mínima dificultad, ahora se debería afirmar, con resultado en mano, que nunca jamás hubo fin de ciclo. Ecuador calló la boca a todos aquellos que creyeron que el desgate, los errores y las mismas contradicciones al interior de los procesos de cambio se traducirían inmediatamente en el ocaso de una época. No. De ninguna manera existen vasos comunicantes tan directos entre lo uno y lo otro. Nadie puede dudar de que estamos en una nueva etapa en la que los gobiernos progresistas han de reconducir los proyectos, sorteando nuevos obstáculos procedentes de una severísima restricción económica mundial. No son tiempos para posponer la necesidad de identificar cuáles son las nuevas demandas de las mayorías para volver a sintonizar con ellas mirando más hacia el futuro en lugar de continuar recordando excesivamente todo lo logrado en el pasado. Estos y otros tantos dilemas de épocas son fruto de las transformaciones políticas, económicas, culturales y sociales que se han producido en un tiempo histórico muy reducido. Sin embargo, esto no significa que el ciclo progresista en América Latina haya muerto.

La victoria de Macri en Argentina, la derrota en las legislativas en Venezuela y el No en el referendo en Bolivia provocaron una catarata de sentencias apresuradas sobre el fin de ciclo. Lo que debía haber sido interpretado como un socavón, con un alto grado de incertidumbre hacia lo que podría venir en el futuro, fue rápidamente considerado como un punto final concluyente. Estos traspiés coyunturales fueron concebidos como crepúsculo de una época sin más criterio que el deseo de que se cumpliera una profecía autocumplida. Pues en Ecuador se ha demostrado lo contrario.

Con un contexto económico adverso, con un candidato que le tocaba suceder a un líder histórico como lo es Rafael Correa, con todos los expertos en campaña sucia aterrizados en el país, con diez años a cuestas que impiden presentarse electoralmente como lo nuevo, con todo eso en contra, Ecuador ha dicho no al fin de ciclo. Ha optado por la continuidad de la Revolución Ciudadana como proyecto político para cambiar el país a favor de su gente. Así que, Lenín Presidente. La Historia, siempre tan caprichosa.

CELAG, mayo de 2017.

¿Cómo escapar del neoliberalismo del Siglo XXI en América Latina?

Por: Alfredo Serrano Mancilla

La restricción aprieta y la salida neoliberal está a la vuelta de la esquina. Siempre te atrapa de la misma manera: te llevan hasta el borde del precipicio y, desde ahí, toca elegir el mejor salto al abismo. A medida que crece la restricción externa, más difícil es huir del laberinto neoliberal en su versión más moderna. Los tentáculos del orden hegemónico global aparecen habitualmente como «auxiliadores» para superar cualquier emergencia. Así fue en el pasado y lo es ahora. Pero, esta vez, se presenta en versión siglo XXI, aprendiendo del pasado. Ya se acabó la era de ofertar todo como un paquetazo de ajuste social. La ayuda financiera es presentada sin aparente contrapartida, sin grandes virajes. Las políticas económicas salvadoras en materia cambiaria, precios, tributarias y monetarias tampoco asoman con descaro neoliberal. Se esconden en forma de grandes acuerdos, de alianzas con amistades (peligrosas). Estamos en otro momento histórico. Todo se hace más amigable.

Esta es la primera vez que el bloque de países progresistas ha de afrontar un ciclo tan prolongado de caída de los precios de las materias primas. Economías acostumbradas a funcionar con muchas divisas han de desafiar un nuevo estado de vacas flacas. No es momento para mirar hacia atrás. Seguramente hubieron errores en el pasado; pero también se llevaron a cabo políticas económicas exitosas en redistribución de la renta, garantías de derechos sociales, crecimiento (democratizado) del consumo interno, reapropiación de sectores estratégicos, recuperación de la soberanía, mejores condiciones de inserción geoeconómica. No obstante, la clave no está ni en vanagloriarse ni autoflagelarse por el pasado. El presente es lo que manda; y el futuro es lo que espera.

En ningún manual se encuentra la receta para encarar esta emergencia económica caracterizada por un frente externo adverso. La economía mundial no presenta síntomas de recuperación: ni los precios de los commodities, ni el comercio global y, mucho menos, la economía productiva global. Países como Venezuela, Ecuador o Bolivia enfrentan una situación inédita por la combinación conjunta de múltiples retos: a) no retroceder en materia social, b) sostener un patrón de consumo superior al del siglo pasado, c) gestionar una nueva estructura de clases sociales que cambió su matriz de demandas, d) no hipotecar el futuro ni ceder en clave de soberanía. Y todo ello hay que hacerlo ganando elecciones y venciendo la actual batalla que gira en torno a las expectativas de «estar mejor».

El neoliberalismo del siglo XXI te extiende la mano con nuevas fórmulas. El gran Tratado de Libre Comercio se sustituye por acuerdos parciales; el ALCA por los «alquitas». Cada país firma con quien puede para ver si así logra captar más divisas. De esta manera, se atomiza la región y se desanda todo lo que se avanzó en materia de integración regional. Los Tratados Bilaterales de Inversión se camuflan en blindajes particulares por cada inversión extranjera directa. La fragmentación geográfica de la producción mundial y sus cadenas globales de valor sirven para captar el mayor porcentaje posible de ganancia generada en cualquier proceso de transformación. La nueva economía del conocimiento y sus acuerdos de propiedad intelectual construyen nuevas cadenas de dependencia entre los países centrales y la periferia. Las translatinas son actores tan trascendentes como las transnacionales. La banca privada internacional y el FMI proponen prestamos con condiciones leoninas exigiendo como garantías expropiaciones de activos públicos. No resulta sencillo escapar de esta avalancha de rebajas en época de liquidación. La tentación neoliberal retorna aprovechándose de que nunca se fue del todo procurando injertarse definitivamente ahora que las contradicciones internas-externas florecen.

Ante cierto agotamiento relativo de la inventiva creadora de los procesos progresistas en materia económica, se corre el riesgo de «dejar hacer, dejar pasar» al neoliberalismo en su versión siglo XXI. Sin embargo, la política económica heterodoxa (postkeynesianismo, neomarxismo, feminismo, institucionalismo, escuela de regulación) otorga un gran ramo de posibilidades para huir de esta salida neoliberal. Lo primero es partir de varias premisas básicas: 1) la economía como un todo (y como la suma de sus partes), 2) la economía política está más presente que nunca, 3) no hay acierto económico sin una adecuada comunicación económica, 4) la eficiencia no debe estar reñida con la justicia social, 5) la economía también produce subjetividades, 6) la sociedad con mercado (pero no de mercado) es un hecho y, como tal, hay que definir qué vaya a ser. A partir de ahí, toca edificar un nuevo metabolismo económico capaz de sostener materialmente las revoluciones sociales que se han venido aconteciendo. He aquí algunas líneas para escapar del neoliberalismo 2.0.

Por un lado, la política tributaria ha de dejar de ser mera acompañante para convertirse en una herramienta decisiva en este dilema. Es necesario utilizar este motor frente a la emergencia económica por varias razones: a) hay que avanzar en soberanía tributaria (recaudar adentro lo que se necesite adentro), b) lo tributario ha de servir como incentivo para fomentar producción nacional, frenar importaciones y penalizar lo ocioso-improductivo-especulativo. Por otro lado, el sistema bancario ha de remar en la misma dirección del modelo de desarrollo productivo. Hay que regular las carteras de créditos evitando burbujas ineficientes y especulativas; se deben poner a funcionar las reservas excedentarias a favor de la economía productiva; hay que procurar nuevos mecanismos de ahorro interno. En materia cambiaria, se deben buscar mecanismos novedosos que logren amortiguar la supremacía del dólar: timbres cambiarios que resuelvan desequilibrios comerciales, bonos ahorros cambiarios que salvaguarden de ataques a la moneda, utilización de las divisas disponibles bajo criterios multiplicativos en la economía real. En lo comercial, es momento para repensar otras modalidades de intercambio en otras divisas con los BRICS.
De nada servirían estas políticas si no vienen acompañadas de un cambio del modelo productivo, no sólo produciendo nuevos bienes finales sino también considerando la fabricación de insumos productivos, verdaderos generadores del valor agregado. En este sentido, tampoco se debe descuidar quién produce (pequeños, medianos, grandes, transnacionales) y bajo qué condiciones laborales, y especialmente bajo qué objetivos: para satisfacer la demanda interna, privada o pública, o para exportar. Es hora de una nueva planificación productiva que, además, contemple los requerimientos de la política de compras públicas. Es imprescindible sintonizar la demanda del Estado con la nueva etapa productiva.

A pesar del mandamiento neoliberal, del «no hay alternativa», sí que se puede tomar otra ruta económica para afrontar este desafío de época. Nadie dijo que iba a ser fácil.

CELAG, junio de 2016.
Artículo enviado por nuestro aliado El Observatorio Latinoamericano CRONICON.NET

Clima destituyente en América Latina

Por: Alfredo Serrano Mancilla

Lo que está sucediendo en algunos países progresistas de América Latina en nada se parece a las revueltas destituyentes que acontecieran a fines del siglo XX. No son procesos destituyentes de masas. En esta ocasión, se trata de diferentes arremetidas diseñadas desde arriba en busca de una irradiación hacia abajo con el objetivo final de lograr un cambio de rumbo político. El poder económico, el poder mediático y el poder judicial operan como «poder detonante». La estrategia no necesariamente pasa por la vía del estallido social. Las movilizaciones sociales son necesarias pero no suficientes. Se trata más bien de demostrar que hay músculo social capaz de acabar con el actual ciclo político. El propósito es crear un clima destituyente en base a la emergencia de un nuevo imaginario: existen otras fórmulas políticas, no de izquierdas, que también tienen capacidad para «ganar la calle», para lograr un futuro mejor. Pero no es éste el fin en sí mismo. La estrategia es utilizar este «mal ambiente social» para hacer creíble la necesidad de una ruptura definitiva con el orden constituido. Se persigue hacer ver que estamos frente a una crisis de régimen, y entonces, no queda otra que acudir a otras propuestas electorales.

Luego de años intentándolo infructuosamente, esta vez parece que los resultados sí han comenzado a llegar, aunque sean todavía parciales. Se logró en Argentina con la llegada de Macri poniendo punto y final a la etapa K. En Venezuela, la oposición ganó las elecciones del pasado 6D en la Asamblea y ahora se fija como meta cambiar al Ejecutivo (sea por revocatorio, o incluso procurando inconstitucionalmente achicar el periodo presidencial de seis a cuatro años). En Brasil, se intenta con ahínco destituir a Dilma a través de un juicio político al mismo tiempo que se pretende sacar a Lula de la próxima pelea electoral también por la vía judicial. En Ecuador, desde el año pasado se viene llevando a cabo un plan de desestabilización con la vista puesta en lo que resta para las elecciones de Febrero de 2017 en las que no se presenta Rafael Correa. Y en Bolivia, se abre un nuevo periodo político luego de la derrota del oficialismo en el referéndum para la repostulación de Evo Morales de cara a la nueva cita electoral presidencial en 2019.

Cada caso tiene su particularidad pero en todos y cada uno de ellos se observa un proceso destituyente en desarrollo que comienza a tener un alto grado de efectividad. La pregunta es por qué la tienen ahora y no antes. La explicación no obedece únicamente a la fuerza descomunal de quien lo intenta con todos sus medios. Los intentos de ese «poder detonante» no son novedosos pero hasta ahora no habían mostrado capacidad para dar el golpe certeramente. ¿Por qué ahora pareciera que sí? Hay una importante cuota de explicación que radica en las propias resquebrajaduras al interior de los procesos. Esta vez no son grietas ocasionadas por políticas de ajuste neoliberal como aquellas que hace décadas desprotegieron a las mayorías. No es eso. En esta oportunidad, las fisuras abiertas al interior de los proyectos políticos progresistas se derivan de otros factores que no han sido tenidos en cuenta en su justa medida y a su debido tiempo. En muchas situaciones, aparecen dilemas y contradicciones a resolver ocasionadas por la dinámica transformadora de cada proceso. En este sentido, cabe atender a la nueva clase media de origen popular creada en esta época, así como encontrar la forma de sintonizar con los jóvenes, con los nuevos marcos culturales, con los nuevos medios (redes sociales). Se abre un periodo que requiere también un mayor grado de exigencia en la eficiencia de la gestión pública.

Y además, no se puede dejar por afuera la cuestión económica como variable crítica en esta coyuntura. El viento de cola a favor se tornó en contra. Los precios del petróleo y de otros commodities están a la baja. El frente externo adverso constituye una limitación para continuar con el ritmo de importaciones que había servido de respuesta económica para satisfacer la expansión de la demanda interna. El nuevo homo consumus latinoamericano quiere más a pesar de la restricción económica externa. Por todo ello, se torna cada vez más complicado ilusionar hacia adelante, y en consecuencia, se cae excesivamente en un relato retrospectivo que abusa demasiado del pasado en vez de crear expectativas de futuro.

Estas características de época abonan un terreno relativamente fértil para la tentativa destituyente. Aunque todavía ésta no ha contagiado con suficiente fuerza hacia abajo. Por tanto, no todo está perdido a pesar de los augurios tanto de los habituales derrotistas como de aquellos promotores de profecías auto cumplidas. Los gobiernos progresistas tienen más margen de maniobra del que creen. Las condiciones sociales-laborales actuales todavía son sobradamente sólidas para pensar e iniciar una segunda fase creativa-propositiva que afronte los nuevos desafíos. Seguramente se terminó este»primer ciclocorto»que duró en muchos casos más de una década. Sin embargo, el ciclo largo de transformaciones no se ha acabado. Todo dependerá de quien sea el ganador del pulso entre una nueva era generadora de cambios y el intento destituyente. Aún hay tiempo para reaccionar, pero el tic tac ha comenzado a sentirse.

CELAG, mayo de 2016.
Artículo remitido por nuestro aliado El Observatorio Latinoamericano www.cronicon.net

La transformación socioeconómica del Ecuador y su nueva identidad política

Por: Alfredo Serrano Mancilla

El presidente ecuatoriano Rafael Correa conmemoró nueve años de Revolución Ciudadana con un discurso que bien podría resumirse en dos palabras: promesas cumplidas. Luego de la larga y triste noche neoliberal, tras un breve paso por el Ministerio de Finanzas durante el gobierno de transición comandado por Alfredo Palacio, Rafael Correa comenzó a impulsar una coalición ciudadana que pudo aglutinar a las organizaciones de la izquierda ecuatoriana representando una amplia mayoría popular. En febrero de 2006, se lanzó Alianza PAIS (AP) como una plataforma electoral ciudadana con el objetivo de iniciar -por la vía de una asamblea constituyente- una nueva época política y económica a favor del pueblo ecuatoriano. Correa ganó las elecciones en noviembre de 2006, rompiendo con la vieja partidocracia ecuatoriana.

Desde ese momento, han pasado nueve años de logros políticos, sociales y económicos. Casi una década ganada para el pueblo ecuatoriano en base a una nueva Constitución que logró constitucionalizar la salida del neoliberalismo. Desde la llegada a Alianza País, se inició un ciclo histórico de transformaciones profundas, a partir de la consolidación de un proyecto político basado en la recuperación de la soberanía y en la refundación del Estado. Se logró en este tiempo desendeudar socialmente al pueblo ecuatoriano en el menor tiempo posible. Se redujo la pobreza y la desigualdad. Se mejoró en todos los indicadores sociales: en educación básica, sanidad, vivienda, servicios básicos, inversiones en infraestructuras. El nivel de empleo también mejoró significativamente, tanto en cantidad como en calidad. No hay que olvidar tampoco la democratización en curso de la educación superior. Se avanzó además notablemente en materia de soberanía tributaria, recaudando en base a principios de justicia social para sostener las nuevas políticas públicas que garantizan los derechos sociales. En materia económica, también hay que destacar que la deuda pública se ha reducido drásticamente.

En esta década ganada tiene un apartado especial la dimensión exterior. Ecuador ha pasado a formar parte de un nuevo Sur latinoamericano, participando activamente en la construcción de una nueva arquitectura regional (ALBA, UNASUR -cuya sede permanente funciona en Quito-, CELAC), con una nueva institucionalidad soberana e independiente, sin necesidad de tener que pedir permiso al Norte.

En este periodo, el «correísmo» ha conseguido reinventar el lenguaje político y articular un proyecto de país que se consolida en la construcción de una nueva hegemonía cultural y simbólica. El discurso de la Revolución Ciudadana está en gran sintonía con el país real. No hay ninguna duda: en Ecuador ha surgido una nueva identidad política que modifica el campo de la praxis política, y marca un antes y un después. El correísmo, además, ha logrado resignificar desde lo público el objetivo de la eficiencia, disputando el sentido monopólico procedente de la economía privada; la gestión eficiente es concebida como un nuevo tiempo de la política. No hay revolución para el Buen Vivir si no se hacen bien las cosas desde la gestión pública. Este es un rasgo que sirve como ejemplo para los procesos de cambio en la región.

Todo ello no significa que no haya habido dificultades, errores y seguramente contradicciones propias de un proceso de cambio a tanta velocidad. Aún resta mucho por avanzar en el cambio de la matriz productiva para terminar de romper la dependencia del rentismo importador. Las políticas públicas orientadas a la nueva economía del conocimiento resultan de importancia estratégica para alcanzar este objetivo. Sin embargo, es largo aún el camino que falta recorrer en este asunto, porque la transformación productiva exige también democratización en relación a los nuevos actores que participen en esta tarea.

Por otro lado, al igual que todo el resto de la región, Ecuador sufre actualmente los efectos de un frente externo cada vez más adverso. La caída de los precios del petróleo, la apreciación del dólar, la contracción del comercio mundial y las dificultades del sistema financiero internacional presentan un escenario geoeconómico muy hostil para este momento histórico, en el que el pueblo ecuatoriano demanda más y más luego de estos años de mejora social. En efecto, el gran desafío en este momento es sortear esta restricción externa sin que se produzca una restricción interna para la ciudadanía.

Este año está caracterizado por la disputa electoral de cara a la próxima cita en febrero del 2017. Rafael Correa ya dijo que no se presentará, y esto es un hándicap a considerar a pesar de que la Revolución Ciudadana ha dado sobradas muestras de ser un proyecto político consolidado. La elección del sustituto no es un tema resuelto todavía para ciertos procesos de cambio (véase sino el caso argentino). La tensión política se va a intensificar aún más respecto al año pasado y se prevé una confrontación mayor entre los modelos de país en pugna. Pero la ventaja que tiene Correa frente al resto de proyectos alternativos de restauración conservadora es que en esta década ganada las promesas -en su mayoría- fueron cumplidas.

CELAG, febrero de 2016.