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¿La responsabilidad del voto?

Las recientes elecciones han configurado un nuevo escenario para el país, una nueva configuración que responde a una serie de variables que deberán ser analizadas y criticadas -sobre todo por los sectores progresistas y de izquierda- con la finalidad de corregir errores y plantear acuerdos programáticos que permita enfrentar los cambios que se den a nivel político en el país.

El voto, es sobre todo un acto de responsabilidad, por lo que al final del día no da lo mismo la elección que se haga a través de éste. Una vez ejercido en un proceso democrático se debe respetar la decisión de la población en las urnas, sin embargo, es necesario analizar si efectivamente responde a la mayoría e identificar sus razones, ¿credibilidad en el proyecto político? ¿cercanía ideológica? ¿castigo al sistema, a los políticos u otros? Sin duda las respuestas a estas interrogantes serán las que definan la evaluación que se haga en los próximos cuatro años.

Lasso ganó la presidencia con un 43% de apoyo, considerando la totalidad de los votantes y un 35.6% del total del padrón electoral, más de la mitad del país, por lo tanto, no respalda su proyecto político de cara a gobernar el Ecuador, escenario que abre un camino de posibilidades respecto a las acciones a tomar, no sólo por parte de los sectores de oposición, sino de toda la ciudadanía,  en función de establecer una vigilancia permanente para que las decisiones que se toman no vulneren, de forma alguna, los derechos de las y los ecuatorianos a través de la implementación de medidas neoliberales, especialmente en lo referente a políticas laborales, de acceso a la salud y educación.

A pocos días, ya se han planteado una serie propuestas a las que habrá que estar atentos. La supresión del CPCCS que ya nos anuncia una desinstitucionalización del Estado, o la desaparición de la Senescyt que siembra la duda sobre el futuro del acceso y la calidad de la educación superior en el país, cuando se debería enfocar a fortalecer la institucionalización de las políticas de estado para fomentar su desarrollo y no retroceder en lo avanzado, considerando, además, que los cambios anunciados no contemplan a los principales actores que inciden en este ámbito. Asimismo, habrá que prestar atención para no permitir que, bajo el discurso de generación de empleo, se realice una reforma al Código de Trabajo que mantenga el aumento del trabajo informal y la precarización laboral, utilizando esa sostenida perorata romántica del emprendimiento o del esfuerzo como forma de alcanzar el éxito.

Exigiremos el cumplimiento de su plan de vacunación y el establecimiento del nuevo salario básico, estaremos atentos para impedir la ya anunciada privatización de los servicios de salud, y defenderemos el derecho al reconocimiento de familias diversas y a políticas públicas de salud sexual y reproductiva, fuera de dogmas y credos.

Si bien el voto nulo alcanzó un histórico 16%, es necesario analizar, focalizar e identificar el porqué de esta opción y, sobre todo, la posibilidad de aglutinar al sector de la población que decidió no apoyar ninguna de las dos candidaturas, pero que hoy, con la resaca post electoral, manifiestan el no respaldo a un gobierno de derecha. De forma particular, entender que más allá de su planteamiento de no tener responsabilidad en el resultado electoral, su voto y la campaña detrás de éste, incidieron en el resultado final.

La instalación de un discurso de odio no resta al proceso de la autocrítica que deben realizar los sectores que perdieron en los comicios del domingo pasado. Análisis que deberá reconocer los errores cometidos, el desgaste del discurso, el debilitamiento de la cercanía y fortalecimiento del trabajo de base, del trabajo popular, pero, sobre todo, deberá enfocarse en buscar las alternativas y acuerdos que llamen a la unidad y organización, no sólo para la defensa de los derechos sociales y políticos, sino para que en las próximas elecciones se asuma el voto no sólo como una responsabilidad, sino como un compromiso con el país.

 

Los migrantes como catalizadores de los descontentos: breves apuntes

Por: Carola Beatriz Henríquez Espinosa 

Comunicadora (Chile)

La migración es una condición humana tan antigua como la vida misma, es una fiel y valiente manifestación de la capacidad del ser humano para desplazarse, asentarse y adaptarse. Es una parte constitutiva de la identidad del ser humano. Es así que la historia de los pueblos tiene su relato en los diferentes procesos migratorios, de los cuales, a través de la interculturalidad, se ha nutrido en el intercambio de saberes frente a otras culturas.

Ecuador es un país de emigrantes e inmigrantes. En los últimos años la mayor afluencia de extranjeros corresponde a venezolanos/as, de acuerdo a la plataforma R4V (Capítulo Ecuador)[1] al 30 de junio de 2020, se registraba un ingreso histórico de más de 1,850.000 venezolanos, algunos de ellos utilizando al país como un lugar de transición hacia otros países y permanecen en el territorio nacional aproximadamente 417.285. Según el Grupo de Trabajo para Refugiados y Migrantes – Ecuador, durante enero y febrero de 2021 se han realizado 258 mil asistencias directas a refugiados y migrantes.

Nuestro país es parte de una serie de acuerdos que buscan proteger y mejorar la calidad de vida de las personas, entre ellos el Pacto Mundial sobre Refugiados; Pacto Mundial sobre Migración Segura, Ordenada y Regular, siendo parte del Comité Directivo del Fondo Fiduciario de Múltiples Socios para la Migración Segura, Ordenada y Regular.

Asimismo, la carta magna ecuatoriana garantiza la igualdad a las personas en movilidad humana; la no discriminación por la condición migratoria; el derecho a migrar; se prohíbe considerar ilegales a las personas en situación de movilidad, se debe procurar la protección y asistencia humanitaria, y la responsabilidad del Estado de velar por sus derechos. También se contempla la libre movilidad, responsable y segura; la prohibición de la criminalización de la migración, entre otros, establecidos en la Ley Orgánica de Movilidad Humana y el reconocimiento a través de la Agenda Nacional para la Igualdad en Movilidad de respetar, proteger y cumplir los derechos humanos de la población migrante.

En la legislatura y en el papel- al parecer – Ecuador sigue siendo un país de fronteras abiertas, donde el slogan de hace algunos años “Tod@s somos migrantes” se plasma en el reconocimiento y garantías de derechos. Sin embargo, en el día a día, en las calles y semáforos, en las avenidas, bajo los puentes o en las plazas vemos una realidad distinta. La llegada, permanencia y tránsito de venezolanos/as en nuestro país es una situación desconocida por muchos, una muestra es el relato sobre la cruda y –paradójicamente- esperanzadora travesía que realizan los migrantes en nuestra frontera sur[2].

Ecuador es un país donde la xenofobia se ha nutrido por los discursos que sostienen que los extranjeros nos quitan el trabajo, por la romantización del esfuerzo para alcanzar el éxito, llegando ahora a la utilización de los migrantes para generar miedo social de cara a las próximas elecciones y el futuro del país.

Las condiciones políticas y sociales que han llevado a millones de venezolanos a enfrentar la condición de migrantes, no son tan simples y no pueden ser reflejadas en un cartel promovido, claramente, por una tendencia política–partidista, mucho más cuando el candidato por dicho partido es causa fundamental de la migración de más de tres millones de ecuatorianos producto de la crisis económica del 99, conocida como Feriado Bancario, y una de las más graves en su historia republicana.

Las imágenes, viralizadas a través de redes sociales donde se observa a migrantes en las calles con carteles que rezan “vota bien”, son por lo menos indignantes. Aprovecharse de la situación de desprotección y desamparo que viven miles de venezolanos en nuestro país, no puede ser admitida como una estrategia política para ganar votos y no podemos aceptarla, porque jugar con la dignidad humana y la precarización laboral no debe ser concebida como parte de una – sucia- campaña electoral.

Infundir miedo a gritos, nos demuestra la poca concepción de humanidad que existe dentro de dicha propuesta política, que con esta acción nos dice que no le interesa la condición de vulnerabilidad de las personas migrantes, es más reafirma la precarización laboral que se da con la “búsqueda de mano de obra más barata”. Ve la oportunidad de afirmar el discurso de que el socialismo, cual sea, nos puede llevar a estar en esa situación de desamparo y desprotección y utiliza la convocatoria a “votar bien”, fuera de cualquier opción que huela a seguridad social o donde el estado sea un participante activo en la garantía de derechos, y lo hace – como una gran artimaña- en un momento donde el debate electoral se ha enfocado en el voto nulo.

Si bien el voto nulo podría ser una opción frente a un escenario en el cual la vulneración de derechos fuera inminente, y si surgiera desde la organización y considerando las reales necesidades del pueblo,  el uso que se le da demuestra una gran irresponsabilidad a la hora de elegir el futuro del país, irresponsable porque la decisión del voto no puede ser pensada desde un castigo al sistema, pues al sistema se lo castiga construyendo junto al pueblo, considerando todas y cada una de las necesidades que tienen aquellos que viven en pobreza, a quienes se les quita oportunidades y se les obliga a responder a un modo de vivir donde la inequidad impera desde el establecimiento de políticas públicas inadecuadas, construidas sin participación y en beneficio de quienes han tenido siempre los privilegios. Esa es la lucha, la convicción que debe guiar nuestro voto.

Por eso el nulo no puede ser considerado un cambio, porque no ataca la profundidad del problema. Porque la cimentación de un país y una sociedad mejor se hace con participación y con la férrea voluntad de cambiar lo establecido en el momento que sea necesario, sea quien sea que esté en el gobierno.

Atreverse a elegir una opción a través del voto es el mayor desafío que se presentará para muchas personas, pero ahí no termina, esa elección del voto debe responder a aquel país, a aquella sociedad que queremos construir, no como un simple discurso de campaña, no a través del slogan que este más de moda, no con el juego de quienes necesitan políticas públicas de protección e integración reales.

El voto no puede mantener el privilegio de unos pocos y esconder la realidad que viven millones de ecuatorianos/as y miles de migrantes. El voto consciente y participativo debe apuntar a construir un mejor futuro para todos y todas, un mundo, que como dicen los zapatistas quepan muchos mundos, construir una patria donde quepan todos los pueblos, pero sobre todo que sea un mundo donde se garanticen todos los derechos, la equidad de oportunidades y el reconocimiento de todos los pueblos.


[1] Plan Integral para la Atención y Protección de la Población Venezolana en Movilidad Humana en Ecuador 2020 – 2021.
[2] “Una maleta y muchos caminos. La migración venezolana en la frontera de Ecuador con Perú”, Andrés León para Wambra.ec

 

Covid 19, el espejo de la inequidad

Por: Carola Beatriz Henríquez Espinosa

Cumplimos un año desde la detección del primer caso del Covid-19 en nuestro país. Un año en el cual con incertidumbre, tras la cuarentena por la emergencia sanitaria, observamos escenas propias de películas de supervivencia: anaqueles de supermercados vacíos, carreteras desocupadas, medios de comunicación que desinformaban, imágenes devastadoras de los primeros fallecimientos a causa del nuevo virus, desconocimiento del qué vendría después, y desde el inicio un manejo que dejaba mucho que desear por parte del gobierno, no sólo en lo referente al accionar en protocolos de salud, sino también respecto a las medidas sociales que debían tomarse para hacer frente a esta pandemia.

Al principio, pensábamos que en poco tiempo nuestr@s niñ@s retornarían a clases, volveríamos a nuestros trabajos de forma presencial, a ver nuestra familia, juntarnos y abrazarnos, celebrar la vida y dejar este período como un recuerdo más agregado a nuestra historia y que relataríamos con los años, qué entretenido sería contar como “sobrevivimos” al coronavirus. Un recuerdo que poco a poco se convirtió en una triste realidad: videollamadas para conocer sobre la salud de los seres queridos, clases virtuales con estudiantes y docentes que poco o nada sabían al respecto, que tuvieron que acoplarse y buscar recursos para esta nueva modalidad, teletrabajo en una casa llena de responsabilidades y tareas, principalmente aquellas de contención y cuidado.

Un año y 16.240 personas muertas, según datos oficiales, aún nos queda duda de la real magnitud de aquellos casos no identificados, no documentados y, por lo tanto, no registrados.

Las cifras de desempleo a enero de 2021 llegaban al 5,7% (casi dos puntos más que lo registrado en diciembre de 2019), entre mayo y junio alcanzaron un 13,3% lo que incide en el registro de la tasa de subempleo que llega al 22,3% (3,5 puntos más que diciembre 2019) esto como consecuencia colateral de la crisis económica causada por la emergencia sanitaria, pero también por la inacción y una deficiente política pública por parte del gobierno de Lenín Moreno, respecto a la protección de las y los trabajadores, situación que, cabe recalcar, ha afectado más a las mujeres, que mantienen condiciones de empleo más precarias.

El 21 de enero se anunció, al fin, la llegada de las vacunas al país, y el inicio del Plan Vacunarse, Moreno a través de sus redes sociales señalaba “Sembramos Futuro para el bienestar y la recuperación de Ecuador”… al día de hoy no podemos entender a qué se refería con esta frase. Ciertamente si la recuperación de nuestro país sigue en manos de un gobierno que ha priorizado a los privilegiados de la sociedad sobre aquellos a quienes llamaban héroes de bata blanca y héroes de la primera línea, el camino por recorrer para cosechar el bienestar y recuperación es muy largo aún.

Porque ya todas y todos conocemos como se dio la historia, la mamá del ministro, el ofrecimiento a directivos y rostros de medios de comunicación y de redes sociales, a rectores de las universidades, a “personajes” de la política y socialité, y quién sabe quiénes más han recibido la inoculación gracias a su apellido, sus contactos o su interés para el gobierno, no lo sabemos porque la turbiedad con que se ha manejado no permite transparentar la información.

En comparación con otros países el Plan Vacunarse del “Gobierno de Todos” -que beneficia sólo a algunos- es muy mediocre. El portal Our World in Data, refleja estadísticas referentes al proceso de vacunación mundial, considerando las dosis aplicadas por cada 100 personas, de acuerdo a esto, podemos ver el avance que tiene en Latinoamérica los diferentes planes de vacunación. Uruguay alcanza el 8,57% de dosis de vacunación aplicadas a su población; Brasil: 5,37; Argentina: 5,27; Colombia: 1,54; Perú: 1,49; Bolivia: 1,18; Paraguay: 0,11; Venezuela bajo el 0,1 y Ecuador 0,79. En tanto, Chile con el 34,48% de dosis aplicadas, es el país que lidera el proceso de vacunación en la región, gracias a la negociación con varias farmacéuticas para la compra de vacunas durante los primeros meses de pandemia.

La paradoja en Chile, sin embargo, es el aumento de casos en las últimas semanas, lo que ha significado el retorno en muchos sectores del país a cuarentena. Esto como consecuencia del período correspondiente a las vacaciones de verano y la cantidad de fiestas clandestinas, realizadas en su mayoría por sectores socio económicos altos, en un país donde el acceso a salud está garantizado para estos grupos.

El 16 de marzo el Gobierno anunció, que tras dos días de funcionamiento de la plataforma Plan Vacunarse, la cual presentó problemas técnicos constantes impidiendo el acceso a la ciudadanía, se procederá a un registro automático de tres grupos de adultos mayores, correspondientes a 120 mil adultos mayores con discapacidad; aproximadamente 400 mil jubilados del IESS y aproximadamente 350 mil beneficiarios de bonos del MIES. Habrá que esperar para ver si esta nueva modalidad cumple el mínimo del resultado esperado.

En tanto, si usted es una ciudadana de a pie o incluso si está en la primera línea, seguramente entra en el grupo de los que “no se vacunan porque no quieren”, como hoy argumenta la élite ya vacunada, y deberá esperar, porque el privilegio de la vacuna recae, contradictoriamente, en aquellos que sin miramientos critican a quienes “quieren todo gratis”.

Después de un año el recuerdo de la pandemia, que al principio sería una anécdota divertida, una historia más de supervivencia que contar, se transformó en el espejo de la inequidad que vivimos como país. Se profundizan las brechas existentes en la educación, ya no solamente entre la educación privada y pública, o campo – ciudad, sino en la posibilidad de acceso a internet y a la compañía de padres y madres, cuidadores, que puedan ser una guía real. La desigualdad -romantizada- en el acceso a un trabajo digno como derecho, el incremento de la violencia de género e intrafamiliar, la desigualdad en el acceso a un servicio de salud público de calidad y, sobre todo, un sistema político donde la corrupción y el privilegio van de la mano.