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A las madres del mundo

Por: Dr. Luis Rivadeneira Játiva

Les debemos lo que somos
y pasamos a ser la razón de su existencia,
cuando nacemos y por el resto de nuestras vidas.
Calman el dolor más grande con un beso,
con una caricia o con un te quiero.
Son la bondad y la ternura,
la paciencia y la dulzura,
nuestra luz y sabiduría,
guías en nuestras vidas.
El principio y fin de todo,
tienen la casa limpia,
la comida caliente,
ropa planchada
y el jardín florido.
Benditas por Dios,
para la perduración
de nuestra especie
porque crecimos
en sus vientres,
con su calor y sustento.
Saben qué nos hace falta
en el armario o refrigeradora,
cómo ahorrar, cómo curar una herida
y cómo hacer para que alcance la comida.
Cuántas veces hacen tareas gratuitas,
sin tener vacaciones ni pago de horas extras,
sin esperar nada a cambio sino el amor a la familia unida.
Sus consejos: luz que ilumina nuestro camino de la vida.
Su corazón: agua cristalina.
Son un regalo de Dios:
ángeles para cuidarnos.
El mejor regalo en su día:
un beso tierno en su frente
o una flor en su memoria.
Reciban nuestro homenaje
desde lo más profundo
de nuestro corazón,
porque son
seres sublimes.
Que Dios las bendiga:
por siempre y para siempre.

Día de la Madre, mayo 11 de 2014.

Nuestro homenaje a las Madres

Todos los años, el Día de la Madre cae en una fecha distinta en el Ecuador. Solo permanece invariable lo más fácil de recordar: que es el segundo domingo de mayo.

¿Pero cuáles son las raíces del homenaje?

Todo empezó en el siglo XVII. En Inglaterra se celebraba el Domingo de Servir a la Madre. Era un día en el que los «criados» tenían permiso para visitarlas y las homenajeaban preparándoles una rica torta. Pero esa celebración solo tuvo carácter oficial en el siglo XX, cuando la profesora americana Anna M. Jarvis tuvo la idea de dedicar un día especial a todas las madres. Era el segundo domingo de mayo, luego de una reunión familiar por el tercer aniversario de la muerte de su madre. Escribió a maestros, religiosos, políticos, abogados y otras personalidades para que la apoyaran en su proyecto.

Finalmente, el 10 de mayo de 1908, se festejó oficialmente el Día de la Madre. Hoy, en la iglesia episcopal de Grafton, en West Virginia, hay una placa conmemorativa que recuerda este hecho. En mayo de 1914 Anna consiguió incluir esta fecha en el calendario de los Estados Unidos, que en el Ecuador se celebra el segundo domingo de mayo para resaltar la virtud del sentimiento materno.

Sin lugar a dudas, festejar el Día de la Madre representa no solo rendirle honores a las heroínas de todos los días, sino también rendirle un homenaje especial a todas las madres que día tras día suelen demostrar su heroísmo y su entrega por amor a sus hijos y a los demás, aunque no sea en un campo de batalla.

Las madres son el genuino ejemplo de bondad y amor, que ayudan y guían con sabios consejos en las jornadas que se emprenden diariamente para superar las dificultades y alcanzar los objetivos personales y colectivos. Sentimos su radiación benéfica cuando nos adentramos en la interpretación del mundo, incorporándonos a él espiritualmente en un anhelo de fusión con los seres y las cosas.

Queremos expresar nuestra más sincera felicitación a todas las madres, en este día. Especialmente a las madres pobres «que se satisfacen con la felicidad de los seres que aman». Agradecerles por su entrega y dedicación. Les brindamos nuestro abrazo más cálido y sincero y los deseos fervientes de éxitos en su loable labor.

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Amor de madre

Por: Fernando Naranjo Villacís

Aunque sea un día cada año para celebrarlo, a pesar de que debe ser todos los días, todos los años, toda la vida. La madre es el ser universal. El personaje total. Ella, nuestro primer amor, nuestra primera maestra. Fue con ella el llanto inicial que daba cuenta de nuestro feliz nacimiento.

Todos debemos tener una actitud especial, deferente, pues aún el más fuerte, encumbrado y poderoso, ante el ser que le dio la vida, niño siempre será. Porque es así como fue concebido, con la sana expresión de ternura, de pureza, de sinceridad.

Pensadores, filósofos y maestros, nos hablan del niño interior. De mantenerlo en estado presente para que la vida tenga especial sentido. Ser niños, reencontrarnos con la autenticidad de lo humano. La alegría de vivir expresada con las caricias, sonrisas y emociones propias de esa edad irrepetible.

Hermosos recuerdos que nos llevan a volar en alas del tiempo y remontar aquellas añoranzas donde somos uno, en ese intenso amor propiciado por el ser angélico que hizo posible nuestra crianza llena de cuidados, mimos y enseñanzas.

Ella es la máxima expresión del amor, de lo humano. Sin esas dos premisas, nosotros seríamos sencillamente uno más en esta existencia. Es el amor lo que nos otorga ese valor agregado para ser personas de bien, cosa que se está convirtiendo en algo extraño en esta sociedad compleja e injusta.

Aspiramos a que los afectos maternales, que perduran en nuestros recuerdos, sigan teniendo vigencia y lo digo por todos esos cambios que nos toca vivir y las madres van adquiriendo un rol distinto. Muchas son solteras, tienen que trabajar, otras ausentarse de la crianza para atender nuevas prioridades dentro de sus compromisos como líderes políticos, empresariales, industriales, profesionales, etc. Es decir, esa tierna dedicación total a la crianza, ahora queda en manos de la nana o de las guarderías. Eso no suple los especiales cuidados de la madre.

¿Quién sabe cómo será el futuro? ¿qué pasará con esta etapa realmente mágica, donde la estimulación temprana no puede ser delegada, ya que la presencia de una madre, constituye la energía vital para esos momentos determinantes de la educación y formación del ser humano?. Posiblemente con lo avanzado de la robótica pudiera darse esa posibilidad. Mas, aún con todos los adelantos de la ciencia y la tecnología, siempre se requerirá de la poderosa sensitividad maternal.

Disfrutemos este día especial. Si la madre está aún con nosotros, ¡Qué mejor! ¡Qué bendición! Rodearla de amor. Que las flores lleguen con su belleza y llenen con aromas todos los rincones, pues este es el momento para el disfrute. No postergarlo para cuando deje de respirar y lamentar su ausencia.

En mi caso, doña Victoria está feliz en el cielo. Hacíamos de cada día un motivo de celebración. Por eso no hay tristezas. Hay bellos recuerdos que nos inspiran, nos colman de salud y acumulan juventud. Besos y abracísimos… Querida mamá.