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Desvergüenza Trumpiana

Por: Dr. Bernardo Sandoval
Decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Internacional del Ecuador -UIDE-

 

Era de prever que un millonario prepotente, protagonista de programas de telerrealidad, conocido por su desbordado interés de culto hacia su persona, tristemente célebre por ser dueño del concurso de “Miss Universo”, notable por ocultador de impuestos y acusado de quiebras fraudulentas, habría de ser un pésimo Presidente de los Estados Unidos de América. En efecto, lo previsible se ha confirmado.

Ha sido un pésimo Presidente, cuya arrogancia y vanidad le ha impedido manifestar un mínimo sentido de empatía hacia los inmigrantes latinos para quienes construye el muro de la infamia y contra quienes practicó la inhumana decisión de separar a padres e hijos que ha dado lugar a que más de 500 niños perdieran a sus padres. Ha sido un pésimo Presidente cuya arrogancia y vanidad le ha impedido expresar, con un mínimo de sentido humanitario, la condena por las innecesarias y violentas muertes de afroamericanos desarmados  por parte de fuerzas policiales racistas. Ha sido un pésimo Presidente cuya vanidad, arrogancia y materialismo desbordado le ha permitido apreciar mucho más el sostenimiento de unos pocos puntos porcentuales de los valores del mercado bursátil que la vida de 250 mil estadounidenses abatidos por el covid 19. Un Presidente cuyos dislates y desaciertos  han sido innumerables, no sólo en el frente interno sino también en el ámbito internacional.

Lo insólito es que haya 70 millones de electores, el 47% del total, que hayan votado por él. Ello demuestra que en todo el mundo el votante promedio carece de capacidad de análisis siendo  susceptible a la propaganda tendenciosa y malévola, al engaño populista y a la mentira  sistemáticamente reiterada.

El triunfo de Biden es inobjetable.  No obstante, con su personalidad narcisista, Trump, incapaz de aceptar la derrota, recurre a los más vergonzosos y contradictorios artilugios para no reconocer el triunfo de Biden. En esta actuación de teatro barato le acompañan los más conspicuos personajes del partido Republicano como el  Presidente del Senado, McConnell y el ex alcalde de Nueva York,  Giuliani, este último  haciendo el ridículo cuando con ojos desorbitados y sudando tinte de cabello denunciaba, sin pruebas, pero con histrionismo y mal gusto, un inexistente fraude electoral.  La descarada maniobra de Trump y  sus adláteres no prosperará. Finalmente, la  institucionalidad prevalecerá.

Desmemoria y Socialismo Siglo XXI

Por: Dr.  Bernardo Sandoval
Decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Internacional del Ecuador-UIDE-

El futuro cercano del Ecuador es, con certeza, muy malo. El mundo ha sido seriamente estropeado por la pandemia de covid 19 pero, los países europeos, pese a la crisis, disponen de economías mucho más sólidas y, por ello, se recuperarán relativamente pronto.

En América Latina, gravemente afectada por la pandemia, los países como Chile, Colombia, Panamá e inclusive el políticamente inestable Perú, tienen reservas monetarias que les permitirán restañar su economía.

Aún Bolivia, que formó parte de ese maléfico clan del SSXXI, tuvo un manejo económico ortodoxo que le permitió acumular ahorros sustantivos con los que enfrentará la crisis.

El caso de Venezuela, Ecuador y Argentina, es diferente. En estos países el dispendio, el latrocinio y el manejo económico groseramente equivocado ha generado una crisis de la que será muy difícil salir en mucho tiempo.

En Venezuela, el que peor está, en donde la narcodictadura parece consolidada, el maléfico SSXXI ha estado presente por 22 años y no parece haber solución pues su sustento radica en unas fuerzas armadas corruptas y cooptadas por el régimen y en un apoyo político y material de Rusia y China.

Argentina, otrora potencia económica mundial, cuna de ciencia, artes y cultura, empezó un galopante declive tras la instauración del peronismo en los años 40.

El declive se agudiza con el ala más maléfica del peronismo, el SSXXI y sus representantes, Néstor, Cristina y Alberto. Poco les duró la memoria a los argentinos que culparon a Macri del fiasco de Néstor y Cristina. Dispendio y latrocinio.

El caso de Ecuador no es distinto: deficitarios, endeudados, desmoralizados. La coincidencia del acceso al poder de personajes del SSXXI con el incremento descomunal de los precios del petróleo dieron lugar a un gasto desenfrenado y una corrupción desbordada, como nunca se había visto.

Quienes justifican el atraco dicen que en todos los gobiernos se ha robado. En todos, pero meramente atraquillos, si se los compara con descomunales robos en la década saqueada.

Obviamente, cuando la escasez aparece y el bolsillo está vacío, la gente se acuerda del gobernante de turno pero no del causante. Esperemos que la desmemoria no prevalezca y así, alejar del poder al maléfico socialismo del siglo XXI.

Los nuevos Estados Unidos

Por: Dr. Bernardo Sandoval
Decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Internacional del Ecuador -UIDE-

El poder y la influencia de los Estados Unidos en el mundo no pueden ser soslayados. A pesar de que el país con el sistema democrático más largo e ininterrumpido del mundo tiene amargos detractores, nadie puede negar que ha marcado el rumbo del mundo por más de cien años. La apertura inmigratoria que los Estados Unidos promovió desde 1850, generó un sentimiento de afinidad de los países originarios de los emigrantes y alimentó la idea del sueño americano. De otro lado, su desarrollo industrial, desde finales del siglo XIX, tuvo una influencia determinante en el fomento económico del mundo. Así mismo, el papel fundamental que los Estados Unidos de América tuvieron en que los países aliados derrotaran a las potencias expansionistas durante la Primera y Segunda Guerras Mundiales le posicionaron como el país líder del mundo libre, posicionamiento consolidado con el triunfo en la Guerra Fría por el que el concepto de una democracia liberal prevaleció sobre la utopía comunista. Más aún, el positivo impacto que los Estados Unidos ha tenido en el mundo como el actor más importante en la generación de la revolución informática y digital le ha ganado la admiración de la comunidad académica y científica mundial y ha aportado fundamentalmente al bienestar de los seres humanos en todos los órdenes de la vida.

No obstante de estos extraordinarios aportes a la humanidad, los Estados Unidos han tenido sombríos actos que minaron su aparente impecabilidad ética. La segregación racial permitida por Ley hasta hace 50 años y reactivada, de facto, frente a un Presidente complaciente; la inmoral ocupación o intervención en Nicaragua, Guatemala, Grenada y otras; las abominables e injustificadas guerras en Vietnam y la segunda, con Irak, han dejado una estela de vergüenza y desprestigio para la nación norteamericana.

Sin embargo, que nadie dude que, en el gran balance histórico, los Estados Unidos de América han tenido un impacto fundamentalmente positivo para el mundo.

La grandeza de los Estados Unidos estuvo seriamente amenazada en los últimos 4 años por un Presidente narcisista, prepotente, demagogo, encarnación de la derecha populista. La democracia más antigua del mundo estuvo comprometida y, ventajosamente, con el triunfo de Biden, la razón ha prevalecido para esperar el renacimiento de los nuevos Estados Unidos.

Debates sin ideas

Por: Dr.  Bernardo Sandoval
Decano de la Facultad de Ciencias Mèdicas de la Universidad Internacional del Ecuador -UIDE-

Debatir es un ejercicio intelectual interesante e importante. Es la oportunidad de poner de manifiesto el intelecto y el conocimiento con la fuerza del argumento y cierto elemento de sagacidad y oportunidad.

Hay individuos muy inteligentes, que escriben muy bien pero que no son aptos a la hora de debatir; hay otros que, siendo ignorantones y no necesariamente muy inteligentes, son efectivos en el debate, quizá porque, a lo largo de la vida fueron pendencieros y muchas veces contendieron verbalmente con otros individuos de naturaleza semejante.

El debate político civilizado es edificante y útil para la sociedad; sin embargo, cuando el debate se convierte en una especie de pugilato en donde la diatriba y la ofensa toman protagonismo, éste se torna en un fiasco.

La presencia de la televisión marcó el inicio de la difusión masiva de los debates presidenciales y constituyen un elemento fundamental para la decisión del votante. Es conocido que, en el año 1960, Richard M. Nixon y John F. Kennedy, contendientes por la presidencia de los Estados Unidos inauguraron la era de los debates televisados y, aparentemente, el ostensiblemente mejor desempeño de Kennedy habría sido un factor determinante para su triunfo electoral.

En 1984, en el debate televisado, entre León Febres Cordero y Rodrigo Borja, candidatos a la presidencia del Ecuador, se generó una extraordinaria expectativa y, a pesar de manifestaciones de agresividad, de lado y lado, hubo exposición clara de las diferencias del pensamiento político entre ellos. El estilo impositivo, ofensivo y hasta autoritario del candidato social cristiano le rindió frutos frente a la posición más académica y analítica del candidato social demócrata.

Hace pocos días pudimos presenciar el debate entre Donald Trump y Joe Biden, candidatos a la presidencia de los Estados Unidos. El espectáculo fue paupérrimo. El Presidente Trump tuvo un comportamiento inexcusable, interrumpiendo y boicoteando las intervenciones de Biden ante la total ineptitud del moderador, incapaz de controlar al vociferante Trump.

La actitud prepotente y díscola de Trump le hizo más daño que bien y, peor aún, cuando tras burlarse de Biden por usar mascarilla en casi toda ocasión, ahora es paciente en el hospital Walter Reed, aquejado de Covid-19.

Para las elecciones de febrero de 2021 en Ecuador esperamos que los debates sean una exigencia y que, ojalá, los argumentos y las ideas sean protagonistas.

Posgradistas de medicina, odisea innecesaria (I)

Por: Dr. Bernardo Sandoval

Decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Internacional del Ecuador -UIDE-

Estudiar Medicina es una tarea dura. Implica estudiar intensamente por 6 años en pregrado y por otros tantos en posgrado. También, hacer la medicina rural. En el mejor de los casos, 11 años hasta iniciar el ejercicio profesional libre y comenzar a buscar alguna independencia financiera.

Por otro lado, a diferencia de otras profesiones y oficios, el médico en formación de posgrado debe trabajar 80 horas a la semana, estar expuesto a riesgos laborales incuestionables: Covid 19, hepatitis B y C, virus de inmunodeficiencia humana, radiaciones ionizantes y otras afectaciones resultado del trabajo excesivo y la falta de sueño. El que los médicos residentes de posgrado no reciban un estipendio por su trabajo es una verdadera ignominia y este fenómeno inicuo se ha venido dando por mucho tiempo con la complicidad del Estado y de algunas universidades.

Otras universidades han tenido la conducta digna de oponerse a esta barbaridad de los “posgradistas autofinanciados” y solamente han establecido residencias de posgrado en las que el hospital se compromete a pagar al médico residente por su actividad asistencial.

Los “posgrados autofinanciados”, expresión inequívoca de explotación laboral e injusticia social, proliferaron en el segundo lustro de la década de la “Revolución Ciudadana”, paradoja absoluta si dicho gobierno se autocalificaba como socialista.

Por otro lado, otro fenómeno de inaceptable explotación se da cuando instituciones del sector público, que entregan un estipendio al posgradista, a manera de una beca, lo hacen bajo el condicionamiento de “devengar” la beca. Es decir, se establece que el médico residente graduado ya de especialista, está obligado a trabajar para la institución que lo financia por el doble del número de años de lo que duró su formación de especialista.

En ambos casos, el médico residente de posgrado es víctima de explotación y es difícil determinar qué es peor: si trabajar gratis o someterse a la exigencia coercitiva de pagar la beca con un trabajo exigido por el doble de la duración del posgrado.

La protesta de los médicos posgradistas surtió efecto en cuanto al pago y el gobierno actual ha tenido que resolver un conflicto heredado, no obstante, esto es apenas uno de tantísimos problemas de la educación en salud que examinaremos sucesivamente.

Títulos y hojas de vida

Por: Dr.Bernardo Sandoval
Decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la UIDE

Ni todos los títulos reunidos tienen suficiente valor para generar mérito en alguien que es una mala persona, como tampoco una buena persona pierde su condición por carecer de título universitario. En ambos casos, hay buenos y malos. Hay competentes y exitosos, como Bill Gates y Steve Jobs cuyo indiscutible éxito e indudable contribución a la sociedad no requirieron de título universitario. Por otro lado, hay excelentes políticos y gobernantes cuyos títulos universitarios nada tienen que ver con el oficio que desempeñan. Ángela Merkel, canciller de Alemania, es doctora en física y ello no le ha impedido ser una figura rutilante e influyente en la política mundial.

El portugués, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, es un ingeniero eléctrico que se decantó por la vida política y se ha encumbrado en el sitial más representativo de la política internacional. Otros grandes personajes de la historia tuvieron una vida académica y profesional acorde con su labor.

Nelson Mandela fue abogado, al igual que Mahatma Gandhi; Nikola Tesla fue ingeniero eléctrico, ingeniero mecánico y físico; Antoni Gaudí fue arquitecto y William Osler fue médico. Todos gigantes en su área.

En la segunda mitad del siglo XX, se materializa la educación de posgrado en diferentes carreras y bajo diferentes modalidades. Especialidades y maestrías, para aquilatar el ejercicio profesional y; maestrías y doctorados para fomentar aptitudes y desarrollar habilidades de investigación.

En la práctica médica también se han desarrollado subespecialidades que, al originarse en países angloparlantes, han recibido el nombre de “fellowships”, indicando una colegialidad académica. La historia latinoamericana nos ha mostrado cómo poseedores de títulos académicos de maestrías y doctorados en universidades europeas y estadounidenses, de la mayor reputación, pueden ser altamente perniciosos.

El adagio dice “lo que natura no da, Salamanca no presta”; alternativamente “suerte te dé Dios, que el saber poco te importe”. La actualidad también muestra ambiciones y vanidades que enuncian hojas de vida increíbles y que no están respaldadas por los registros en la SENESCYT, en donde deben constar los títulos académicos.

Es legítimo mostrar y sentir orgullo por títulos bien ganados pero, hacer ostentación de títulos inexistentes o que no son lo que dicen ser, es un vil engaño.

Pseudociencia y covid-19

Por: Dr.  Bernardo Sandoval
Decano de la Facultad de Ciencias Mèdicas de la UIDE

Todos queremos una rápida cura para esta devastadora enfermedad. La ansiada cura está distante y apenas hay unos pocos medicamentos que, en casos severos, parecerían modificar el curso del padecimiento. Dos de ellos costosos y difíciles de obtener, productos de lo más avanzado de la ciencia biofarmacológica: el redemsivir  -inhibidor de una enzima necesaria para la replicación del virus- y el tocilizumab –anticuerpo diseñado en contra de una proteína mediadora de la respuesta inmune, la interleucina 6-. El tercero, un medicamento conocido por décadas, la dexametasona, capaz de atenuar respuestas inmunes excesivas o anómalas. Ninguno es una cura pues apenas han demostrado que su uso ha reducido en algo la mortalidad o el tiempo hacia la recuperación. Los científicos de las mejores universidades y de los laboratorios comerciales y biotecnológicos del mundo trabajan febrilmente en la búsqueda de un medicamento eficaz y conducen estudios de fármacos ya existentes que pueden ser eficaces contra la enfermedad.

La ciencia médica que tenemos, aquella que ha permitido combatir las infecciones bacterianas más severas, curar algunos tipos de cánceres antes considerados incurables, tratar enfermedades autoinmunes devastadoras, esa ciencia, es producto de lo que llamamos el método científico. El método entraña la tarea de generar una hipótesis a base de elementos de conocimiento existente, diseñar experimentos que permitan avanzar en nuevos principios y establecer comparaciones controladas frente a placebos u otros tratamientos considerados como estándares.  La puesta en práctica del método científico, el análisis estadístico de los resultados, la verificación de su significación estadística se constituye en evidencias y, entre ellas, en base a la contundencia metodológica, se las categoriza. La pseudociencia, por otro lado, no utiliza el riguroso método científico, no conduce estudios comparativos y controlados, no está avalada por universidades o sociedades científicas y es frecuentemente, exaltada por charlatanes, con fines comerciales.

La pseudociencia prospera por la fe, no por la razón.  La pseudociencia medra en tiempos de crisis, miedo e incertidumbre.

El dióxido de cloro, como supuesta cura milagrosa del covid-19 es un ejemplo palmario de pseudociencia.  Insólito que parlamentarios ecuatorianos y bolivianos lo enaltezcan así como una minoría de elementos de la jerarquía eclesiástica.  No hay duda, el espíritu de Macondo nos envuelve.

Cifras de la pandemia

Por: Dr.  Bernardo Sandoval
Decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la UIDE

Se ha criticado al Ecuador por el mal manejo de la pandemia. Los detractores del gobierno lo han atacado en muchos frentes; uno de ellos, el aspecto técnico del manejo en cuanto a las medidas de aislamiento y, más tarde, de distanciamiento social. No obstante, los análisis deberían basarse en números, en resultados, en datos objetivos para que las comparaciones sean justas y las conclusiones sean válidas. Durante semanas se dijo y, algunos persisten en la afirmación, que el Ecuador es el país que peor ha manejado la crisis, que era el peor en Latinoamérica, que éramos el mal ejemplo del mundo. En Guayaquil, en marzo, se vivió una situación catastrófica que fue material propicio para el amarillismo de alguna prensa extranjera. Tanto es así que el señor Fernando del Rincón, de CNN, se convirtió en feroz inquisidor de las acciones del gobierno ecuatoriano. 

Sin duda, las cifras de Ecuador, en comparación con el resto de países latinoamericanos se veían muy mal; sin embargo, ha transcurrido un trimestre desde entonces y las cifras, a 11 de julio de 2020, muestran que nuestro país tiene una mortalidad por covid-19, de 280/millón de habitantes. Brasil tiene 332, Perú tiene 349, Chile tiene 355 y México tiene 265, pero, por la velocidad de ascenso de mortalidad en México, se prevé que en cuatro o cinco días ya nos habrá superado. Quien lea este análisis podrá decir “mal de muchos, consuelo de tontos”, pero, hay que remarcar la verdad: no tenemos los peores resultados en la región, como se ha afirmado. Más aún, hay seis países cuyos sistemas de salud están entre los 15 mejores del mundo, con resultados de mortalidad por millón de habitantes, mucho peores que los de Ecuador: Bélgica, 844; Reino Unido, 658; España, 607; Suecia, 547; Francia, 460 y Holanda, 358.

Está claro que la devastación es compartida por ricos y pobres, pero también es claro que, hoy más que nunca, la Salud Pública es un bien fundamental de la sociedad que debe respetarse, promoverse y enaltecerse

Manifiesto por los partidos políticos

Por: Dr. Bernardo Sandoval

Decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la UIDE

Resulta fácil denostar a la política y a los políticos. En esta época de descubrimientos cotidianos de trapacerías infames en las que participan asambleístas, alcaldes y otros que pertenecen a la vida política nacional, surge, en forma natural, el repudio a la clase política. La política, no obstante, es indispensable en la vida de un país. Se gobierna, mal o bien, con políticos; se elige, mal o bien, a políticos; nos representan, mal o bien, políticos. No existe fórmula de vida democrática sin políticos. Por ende, hay que mejorar a la política, hay que mejorar a los políticos.

Se ha aseverado que las ideologías han desaparecido y que la política debe ser práctica, efectiva, de soluciones. El pragmatismo sobre la ideología. Sin embargo, los seres humanos tenemos una visión propia del mundo y de las relaciones interpersonales, de la relación entre el Estado y el ciudadano, de los modos de producción, de los niveles de imposición y gravámenes, de los modelos de educación, de los sistemas de salud, de la relación entre los derechos individuales y colectivos, de la relación entre el capital y el trabajo. El conjunto de estas visiones representa la ideología y, seamos militantes políticos o no, nos alineamos con alguna postura en particular.

Los partidos están para representar una ideología o un pensamiento político que recoja las antedichas visiones y las presente en forma de postulados factibles a base de construir una organización nacional en la que se forme, estructuradamente, a los futuros líderes y actores de las distintas jerarquías del ejercicio del poder, desde las juntas parroquiales hasta la Presidencia de la República. Solamente cuando tengamos pocos partidos políticos habrá una formación competitiva de liderazgos internos que posteriormente tendrían trascendencia nacional y se evitará la presencia de ex futbolistas y faranduleros como candidatos.

El Código de la Democracia, esperpento del correato, que permitió que tengamos casi trescientas organizaciones políticas, debe desaparecer. Se impone, una Ley de Partidos Políticos y de Elecciones para enrumbar la vida política nacional, asegurando fórmulas que impidan que haya más de diez partidos políticos, todos ellos serios, estructurados, con ideologías y planes. La buena política se construye con buenos partidos políticos.

Impunidad: desaliento social

Por: Dr. Bernardo Sandoval
Decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la UIDE

Saturados, como estamos, de corrupción, parecería necio seguir hablando de este tema; no obstante, la impunidad es un terrible factor de desaliento social y de mortificación para la gente honesta y merece ser comentada.

La clase política ha sido el blanco de las críticas y acusaciones sin comprender que los políticos son parte de la población en la que la corrupción infiltra a todos los grupos. No todos los políticos roban pero, al ser visibles, cuando se destapa un escándalo, son inmediatamente reconocidos y la generalización afecta a los honestos. En cada atraco, hay personajes que no pertenecen a la política y, al ser desconocidos, sus nombres se desvanecen. A veces, los corruptores, oferentes en la contratación pública, ni siquiera son empresarios, y por ello, menos conocidos aún. Su notoriedad es solamente patente cuando, en un episodio propio de telenovela, fracasan en el intento de huida en avioneta supuestamente robada.

Se ha señalado que la educación en valores, ética y cívica; que la religión y sus códigos morales; que el endurecimiento de las penas y le revisión de los códigos penales, serían las condiciones que permitan extinguir o atenuar la corrupción. Probablemente lo sean. Loables propósitos y quizá adecuados en el largo plazo.

Sin embargo, en el corto plazo, solamente el castigo, la prevalencia de la justicia y la cárcel, serán las fórmulas que consigan algún resultado.

La impunidad es palabra que señala “ausencia de castigo” y, lamentablemente, para que el ser humano evite incurrir en acciones dolosas, debe saber que, de hacerlo, habrá la consecuencia de un castigo, mayor o menor.  Hay quienes opinan que el conocimiento de un posible castigo no disuade al delincuente.  Yo discrepo.

La impunidad es un incentivo para el delincuente, tanto el de la calle y el de cuello blanco. Cuando los jueces cumplan con su deber, como les corresponde, se desalentará el delito, al menos en el corto plazo.

Para que el obrar honestamente sea una práctica generalizada, habrá que esperar a que, tras una o dos generaciones, la educación logre el objetivo.  Hasta tanto, para coartar la corrupción habrá que desterrar la impunidad. Los jueces tienen la palabra.

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