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¿Mala leche?

Por: Dr. César Paz y Miño

La llamada intolerancia a la leche, que hoy constituye un problema de salud pública, se da debido a la no degradación de un azúcar que esta contiene: la lactosa. Este tema tiene relación con los trabajos científicos que realizamos en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UDLA, con respecto a la intolerancia en población ecuatoriana.

Los mamíferos toleran bien la leche desde que nacen hasta terminar la lactancia, pero concluida esta etapa se vuelven intolerantes a la leche. Si la toman les produce trastornos gastrointestinales moderados e incluso graves, por lo que no existen mamíferos que la ingieran luego de finalizada la lactancia, excepto los humanos.

La ingesta de leche como alimento surge durante el proceso histórico, cuando los humanos nos volvimos sedentarios y tuvimos que domesticar animales para sobrevivir. En los inicios de la humanidad, una de las formas de sobrevivencia supuso el procesamiento de alimentos provenientes de animales, siendo la leche de fácil acceso, para tomarla o guardar sus derivados. Los individuos que eran intolerantes a la leche tenían menos probabilidades de sobrevivir, frente a los que la toleraban mejor. Empieza así, y hace unos 7 mil años, un proceso evolutivo, pues dentro de las poblaciones se da una selección natural hacia los individuos tolerantes; es decir, se seleccionan los capaces de degradar la leche y sus derivados, de tal forma que se promueve el gen conocido como LCT, productor de la enzima degradadora de leche o lactasa. Con el transcurrir histórico de la humanidad, se dio un mayor número de individuos y poblaciones que desarrollaron genes de tolerancia a la leche. Hoy sabemos que mientras más antiguamente una población determinada utilizó la leche como alimento, los individuos tolerantes aumentan, y los no tolerantes son clasificados como enfermos.

En Ecuador, los índices de tolerancia a la lactosa son similares a los de los países vecinos. Dependiendo de la proporción de genes amerindios, afros o europeos que tenga una persona, se dará mayor o menor tolerancia. En términos generales, el 70% de la población mestiza es intolerante en algún grado y el 30% restante es tolerante a la lactosa. Del análisis de la composición genética ecuatoriana se desprende que mientras más genes europeos tiene alguien, es más tolerante a la lactosa y mientras más genes amerindios y afros se detectan, se es menos tolerante.

Estudios genéticos similares de la población ecuatoriana son válidos, para apoyar conductas de prevención de enfermedades y políticas públicas de salud, científicamente orientadas.

Los Nobel, Greenpeace y los transgénicos

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

La irracional lucha contra los transgénicos se desató a partir del diseño de una planta transgénica en 1983. El temor surgió debido a la tecnología del ADN recombinante (que posibilita mezclar genes de especies diferentes), pese a que durante la reunión científica de 1975 en Asilomar-USA, ya se había concluido que tales tecnologías no eran peligrosas si se las manejaba en condiciones controladas.

En los noventa, con el desarrollo de técnicas de clonación de genes y después con la obtención de organismos híbridos (camello con llama), hubo certeza de que se podía manipular el material genético con ingeniería molecular. Así se obtuvieron vacunas transgénicas, insulina, anticuerpos, bacterias, etc.

Con técnicas de manipulación genética se obtuvo también alimentos (soya, maíz, arroz) y entonces apareció la cruzada en contra. Los productores, grandes transnacionales, querían asegurar su negocio y eran denunciados por detractores. En forma perversa se asoció transgénico con transnacional y de ahí el justificativo rechazo. Pero los transgénicos son -sobre todo- ciencia e investigación, y son promisorios, más aún ahora, con la técnica de edición de genes o CRISP/Cas9.

Hoy conocemos que los productores no contaron la verdad sobre sus productos y que los detractores tampoco contaron todo sobre evidencias en contra. Incluso se acentuó el combate a los transgénicos por los estudios de Seralini (Francia), que demostraban supuestos daños, pero el estudio fue desvirtuado hasta que en mayo 2016 se declaró que no hacen daño (Academia Nacional de Ciencias, USA). La problemática hizo que 109 premios Nobel se pronunciaran (30/06/16), aseverando que los alimentos transgénicos no son dañinos y, en carta abierta contra Greenpeace, increpan a “reconocer las conclusiones de las instituciones científicas competentes” y a “abandonar su campaña contra los organismos modificados genéticamente en general y el arroz dorado en particular”. Aseguran que al utilizarlos, se solucionaría la deficiencia de vitamina A en 250 millones de niños que la padecen con graves consecuencias. Añaden que se debe “detener la oposición basada en emociones y dogmas, en contradicción con los datos”.

Termino con una frase del editorial de Javier Sampedro en El País, que dice que la moda ecologista trae consigo el peligro de convertirse en “una especie de panteísmo donde el papel de Dios lo representa la Madre Naturaleza. Una religión laica, sí, pero tan irracional e impermeable al argumento como todos sus precedentes celestiales”. ¡Los transgénicos no hacen daño!

Biopiratería en Ecuador

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

La Senescyt y el IEPI presentaron (junio 23), el ‘Primer informe sobre biopiratería en Ecuador. Reporte sobre las patentes y solicitudes de patentes de invención desarrolladas a partir de recursos genéticos endémicos de Ecuador’. La información que contiene es dramática: De las 6.452 especies endémicas que tiene el país, 17 constan en 128 patentes identificadas a nivel mundial, sin embargo, estas no cuentan con los permisos correspondientes de acceso.

Según el secretario de Senescyt, René Ramírez: “La biodiversidad es considerada patrimonio de todos los ecuatorianos y no puede ser atentada. Para acceder a los recursos genéticos es necesario cumplir con los requisitos para asegurar la conservación y su uso sostenible. No puede venir cualquier persona a agarrar nuestra flora y fauna y llevarla fuera del país”. Pero de acuerdo a los datos de las solicitudes de patentes, se evidencia que el acceso a nuestros recursos genéticos endémicos ha sido obtenido sin la autorización respectiva. Por tanto, Ecuador ha sido biopirateado.

Además, los datos indican que 100 de las 128 patentes mencionadas han generado invenciones que incluyen a 16 especies endémicas ecuatorianas. La mayoría de patentes producto del biopirateo proviene de cinco países, que luego de 20 años de vigencia del Convenio de Diversidad Biológica no se adhieren ni quieren adherirse a las normativas propuestas.

Se define como ‘biopiratas’ a quienes llegan al país, saquean y atentan contra la soberanía nacional, y se benefician científica o financieramente de nuestra biodiversidad, incluida la humana. Lo que nos lleva a plantear, de manera inmediata, una contundente política de investigación para defendernos del biopirateo.

Entre las medidas para evitar el biopirateo se deberá reforzar el trabajo de los investigadores nacionales realmente comprometidos con la investigación propia (y no el de aquellos que donan investigaciones e insumos al extranjero). Esto supone armar grupos de investigación, financiarlos, apoyarlos con tecnología de punta; facilitar e incluso guiar hacia investigaciones que contemplen intereses acordes a la soberanía.

Es esencial el enfoque que se da para proteger la biodiversidad, pero se debe revisar aquellas leyes que blindan, desalientan o complican la investigación nacional, lo cual ha resultado en un bajo número de productos científicos propios. De ahí que frente a la importante denuncia que hacen la Senescyt y el IEPI, este es el mejor momento para coordinar acciones clave de independencia científico-tecnológica.

Ley de seguros y aseguradoras de salud

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

La mayoría de personas en Ecuador se ha topado con que las aseguradoras de salud ponen cualquier pretexto para no cubrir a los asegurados. Cuando surgen dudas de índole médica, son atendidas por personal de ventanilla que no conoce el tema, y la decisión sobre el monto a pagar no la da el personal médico, de tal manera que cuando se reclama ante los médicos un cargo que aparentemente no corresponde, el trámite se debate en un viacrucis interminable, asfixiante, desalentador.

Por eso es reconfortante saber que por fin contaremos con una ley para controlar a las aseguradoras y a los seguros, afirmar los derechos de los usuarios, regular este negocio de actividad ‘libre’ en torno a la salud. Entre lo llamativo de la ley consta el promover una atención de calidad de manera efectiva, dar información precisa, transparente y no engañosa acerca de servicios y cobros.

Adicionalmente, la ley obliga a las aseguradoras a entregar informes mensuales de coberturas, gastos, medicamentos, servicios en general, incluidos los imprevistos. De esta manera se protege a los usuarios, en especial a aquellos que están en situaciones de riesgo vital, pues se dispondrá que, en estos casos, la aseguradora actúe de buena fe y brinde un servicio que, sobre todo, asegure la vida del usuario, incluso cuando tal servicio no esté estipulado en el contrato original. En dichos casos, los valores que la aseguradora asuma podrán ser recuperados, mediante solicitud sustentada ante de la Autoridad Sanitaria Nacional.

La ley contempla a la Autoridad Sanitaria Nacional como reguladora de estas empresas en aspectos técnicos de salud. Por su parte, la Superintendencia de Bancos y Seguros se encargará de los seguros médicos y de vida; y la Superintendencia de Compañías, de los aspectos y objetivos sociales. Estas instituciones velarán por los afiliados y controlarán que no se cambie arbitrariamente las prestaciones ofertadas ni tampoco los costos. No podrá negarse la atención de salud, peor aún la de las prestaciones contratadas. Las sanciones por violación a la ley llegarán hasta 500 salarios mínimos más acciones penales sobre los infractores.

Si se aprueba esta ley favorable a los usuarios, en 180 días se modificaría la ‘razón social’ de las aseguradoras, las cuales deberán constituirse más bien en empresas de medicina prepagada. Se contempla que si los usuarios no están conformes con los servicios ofrecidos en esta nueva modalidad de empresa, podrán reclamar un reembolso hasta del 50% de lo invertido previo a este ‘giro de negocio’. ¡Al fin!

Es un deber investigar la diversidad genética

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Durante la entrevista con Giovanna Tassi en Radio Pública (2016-06-08), acerca del origen genético de la población ecuatoriana, surgió el tema de la necesidad de estudiar la población del país, y entender la diversidad de los pueblos ecuatorianos. El asunto trasciende hasta la necesidad y obligatoriedad del Estado ecuatoriano de desplegar grandes esfuerzos para estudiar el país megadiverso. Temática compleja. Por un lado, existen leyes que nos protegen del biopirateo, pero por otro, las mismas normas ponen una camisa de fuerza a los investigadores ecuatorianos que actuamos de buena fe. El dilema radica en estudiar nuestra biodiversidad o dejar que otros vengan a estudiarla; apoyar las investigaciones ecuatorianas o exponernos al saqueo -legal o ilegal- de muestras.

Lo lógico sería que el Estado arme un gran proyecto de investigación sobre la biodiversidad -incluida la humana- para desentrañarla. Para tal fin se deberá recurrir a los investigadores nacionales con la experticia requerida. Si no es posible, entonces se deberá implementar laboratorios que lo hagan, Ikiam parecería que vino a solucionar esto, pero su ámbito de acción es aún pequeño. Lamentablemente, lo que ocurre con frecuencia es que los organismos del Estado se han centrado en controlar a los investigadores, a los cuales se les asocia con biopirateo. Sin embargo, los investigadores ecuatorianos no somos biopiratas; por el contrario, quienes investigamos en el país defendemos la biodiversidad que ha sido saqueada en más de una ocasión. Por tanto, a ello correspondería una lógica de protección y no de persecución.

En países desarrollados se discute sobre el uso de la tecnología de edición genética (CRISP/Cas9) sobre corrección genética de embriones, terapia genética y más, pero en Ecuador aún no conocemos cuál es nuestra composición genética. ¿Cómo entonces podremos enfrentar las nuevas tecnologías y la terapia genética personalizada, si ni siquiera conocemos nuestra biodiversidad, incluida la humana? En países como el nuestro se limita y ahuyenta la investigación; en suma, se hace el juego a las potencias mundiales, que no quieren que investiguemos en forma soberana, para que consumamos su tecnología y los conocimientos que ellas generan. Esto se llama colonialismo científico.

El país ha reclamado mayor investigación, para así tener más presencia internacional, pero al incluir prejuicios en torno al ‘autobiopirateo’ nos retrasamos en conocer nuestra realidad. Es obligatorio protegernos de los biopiratas extranjeros; sin embargo, es preciso apoyar de manera oficial a la investigación nacional honesta.

Investigación y diversidad genética: ¿una utopía? (III)

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Finalizo con lo que debió ser mi posición en el evento: ‘La biodiversidad ecuatoriana y la utilización de sus recursos genéticos: ¿una utopía?’.

Por medio de publicaciones, el GBIF (Global Biodiversity Information Facility) ha registrado 20.493 especies, dato que al compararlo con publicaciones ecuatorianas, presenta un desbalance relativo al área de ciencias biológicas y afines. Sobre Ecuador hay 9.145 artículos científicos, esto es 47% de investigaciones realizadas, aunque debe reconocerse que la mayoría no aborda temáticas sobre biodiversidad (agricultura, ambiente y Tierra). En contraste, los trabajos científicos realizados en Ecuador llegan a 1.909, de los cuales solo 59% se refiere a las temáticas mencionadas; es decir, 1.126 artículos (datos Scopus). Lo expuesto evidencia que los ecuatorianos no investigamos en el área de biodiversidad y todo lo que conocemos al respecto viene de afuera; es decir, desde aquello biopirateado.

El panorama es aún peor, pues al analizar las instituciones ecuatorianas que investigan sobre biodiversidad, hay muy pocas y pocos investigadores que las hacen. ¿De dónde salen tantas descripciones de especies en el GBIF? ¿quién investiga la biodiversidad ecuatoriana?; y en especial, ¿en realidad se investiga?

Los ecuatorianos nos hemos colocado camisas de fuerza, tapado los ojos, puesto candados y tirado las llaves al fondo del mar, a causa de las leyes dictadas para blindar la investigación, que de hecho realizan los pocos centros y pocos investigadores ecuatorianos. Y si bien nos hemos defendido en algo del biopirateo, se han dado cortos pasos para convertirnos en una potencia investigativa en biodiversidad.

Para que Ecuador logre ser un referente en investigación de la biodiversidad, deberíamos: ubicar grupos fuertes y apoyarlos económicamente, facilitar las investigaciones de tales grupos o de investigadores nacionales locales, abolir trámites burocráticos, reconocer los aportes de ecuatorianos, confiar en investigadores nacionales sin considerarlos infractores, contar con posgrados en la especialidad y con becas de reinserción, financiar las investigaciones. El Estado debe apoyar a los investigadores propios y no atosigarlos, pero sí perseguir a los biosaqueadores y a sus cómplices.

La idea final del sistema de acceso y distribución de beneficios es que se beneficien países con la diversidad, como Ecuador, y el conocimiento mundial. Es legítimo proteger nuestra biodiversidad, pero es más práctico investigarla sin prejuicios. Al no investigarla, estamos haciendo el juego a los amos del conocimiento.

Investigación y diversidad genética: ¿una utopía?

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

En el marco del evento del Ministerio del Ambiente, ‘La biodiversidad ecuatoriana y la utilización de sus recursos genéticos: ¿Una utopía?’, llamo la atención sobre la problemática de investigación en torno a la biodiversidad.

Existen dos posiciones clave para entender el papel de la investigación en Ecuador: los intereses extranjeros sobre la biodiversidad y los intereses nacionales sobre la misma. Los investigadores extranjeros que desean estudiar nuestra biodiversidad no lo hacen por altruismo, lo hacen por beneficios monetarios, como pagos directos por la investigación, regalías por la utilización del conocimiento tradicional, contratos de venta de recursos genéticos o biológicos para la producción de insumos e incluso a través de generar empleo. De otra parte, los investigadores que no buscamos los beneficios monetarios sino el compartir resultados o conocimientos y el transferir tecnologías, procuramos un punto más equitativo y justo para la humanidad.

Países fuertes, económica e industrialmente, no están de acuerdo con regular el uso de los recursos genéticos, ya que son y han sido los usuarios de estos y no quieren compartir los beneficios que genera su utilización, debido al interés ego-industrial.

El Estado ecuatoriano tiene una concepción proteccionista y cerrada sobre la defensa de los recursos genéticos. Parte de que los conocimientos tradicionales están vinculados de forma directa con los recursos biológicos y de forma indirecta con los genéticos, y por tanto, son de propiedad del Estado. Asimismo, los conocimientos tradicionales, a través de los cuales se accede a algunos recursos biológicos, son de propiedad de las comunidades indígenas y, por ser el atributo de la vida misma y de la biodiversidad, el Estado tiene el deber de protegerlos y la facultad de autorizar su uso con leyes.

Al respecto, debería agregarse que el Estado somos todos los ciudadanos, incluidos los investigadores nacionales, por lo que se debería facilitar la investigación propia y apoyar a los centros que estudian la biodiversidad, así la protegeríamos y evitaríamos el biopirateo. Si nosotros no investigamos, otros lo harán. Existen ejemplos en tal sentido; los más afamados: el caso de la ayahuasca, el sapito Epipedobates tricolor, la sangre de los waorani, las muestras de sangre y ADN de los chachis, las muestras del mar de Galápagos; y, el más reciente, el hongo degradador de plástico.

Así, la realidad de la investigación nacional comparada con el biopirateo es mucho más dramática. De eso tratará el siguiente artículo.

Cuando la genética no era ciencia

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

A inicios de 1900 se pensaba que las proteínas eran las encargadas de transmitir los caracteres funcionales y morfológicos de las células, e incluso de los individuos. En 1910 se explicó que el núcleo de la célula contenía ‘nucleína’ y otras proteínas; luego se demostró que está compuesta de ácidos nucleicos unidos a proteínas. Cincuenta años antes, Mendel ya había hablado de los mecanismos de la herencia y sus leyes, pero solo fue reconocido en 1902, cuando se descubren los cromosomas y se construye la teoría física de la herencia.

Con esto, la ciencia genética nacía, pero tenía detractores. Por una parte aumentaban los datos experimentales y surgían teorías importantes, como el evolucionismo de Darwin, y la demostración fehaciente de que el ADN es el material de la herencia (1953). De otra parte, los científicos soviéticos, dominados por el pensamiento marxista ortodoxo, planteaban sus propias teorías, como Ivan V. Michurin, un crítico tenaz de los postulados de Mendel y apoyado por su pupilo T.D. Lisenko, quien, favorecido por Stalin, consolidó sus principios más bien ideológicos que científicos.

Según Lisenko, la genética mendeliana era una ciencia burguesa, reaccionaria. Para él, la genética clásica desconocía el papel del ambiente e incluso de la organización de la sociedad en el comportamiento de los caracteres hereditarios. Lisenko trató a toda costa de demostrar que al variar el ambiente podía obtenerse nuevos caracteres y que estos se transmitían a la siguiente generación. Era un lamarckiano puro, es decir, seguía la corriente de la vieja discusión de la herencia de los caracteres adquiridos, con la cual se puede interpretar, por ejemplo, que las jirafas adquirieron su característico cuello debido a su esfuerzo para acceder a la comida de árboles altos.

Los postulados de Lisenko confrontaron con los del importante científico soviético N. Vavilov, perseguido por el estalinismo y acusado de traición a la revolución bolchevique, por defender la teoría mendeliana. Michurin y Lisenko influyeron hasta 1960, cuando fueron cuestionados, debido a las demostraciones investigativas posteriores al descubrimiento del ADN, que consolidaron la genética moderna. Curiosamente, hacia 1968 Vavilov fue reconocido y se le restauró su posición como científico.

La historia da cuenta de lo nefasto de los dogmatismos, provengan de donde sea, que afectan a la ciencia, la cual es crítica con el dogmatismo y apela a la evidencia proporcionada por el empirismo racional, que es fundamento de la genética.

Veneno contra veneno

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Desde hace más de 30 años Colombia inició en su territorio aspersiones aéreas con glifosato, las cuales afectaron a zonas fronterizas con Ecuador, que llevaron a estos dos países a un duro impasse diplomático y jurídico. El coctel de herbicidas (glifosato, POEA, cosmoflux), según Colombia, no traía consecuencias para las poblaciones; en cambio, Ecuador, desde el año 2000 se opuso a las aspersiones, por considerar que traían consigo daños a personas, suelos, plantas y agua. Pormenores de esta problemática se exponen en el documental Colombia: veneno contra veneno, realizado por el documentalista independiente Marc Bouchage, y dirigido a provocar cuestionamientos alrededor del Plan Colombia.

El documental muestra entrevistas a personas que el periodista francés Bouchage considera claves, en donde aparecen dos visiones diametralmente opuestas alrededor del tema de las aspersiones. Entrevistados del sector oficial de Colombia reafirman la inocuidad del coctel herbicida y presentan cifras de efectividad, a más de que se habla de la dificultad de contactar con la empresa Dincorp, encargada de las aspersiones. Por su parte, los ecuatorianos coinciden en que el glifosato produce daños, como se demuestra en imágenes, documentos, estudios genéticos, testimonios de afectados.

Ecuador demandó a Colombia ante La Haya para terminar con el veneno y pidió una indemnización. Tras negociaciones, se acordó que las aspersiones seguirían en Colombia, aunque alejadas de la frontera con Ecuador de 10 km hasta 1 km, y se entregarían 15 millones de dólares para apoyo a los afectados.

El tema dejó de ser noticia hasta que en 2015 la OMS declaró al glifosato como agente cancerígeno. Ello indica que, en la práctica, los estudios ecuatorianos eran correctos. Las irrefutables conclusiones de los expertos mundiales en salud incidieron para que el presidente Santos anunciara, el año pasado, la terminación de las aspersiones con glifosato.

Por eso, sorprende que Colombia anunciara, hace pocas semanas, que volvería a utilizar el glifosato de forma manual (planta por planta), para el combate a las plantaciones de coca, pese a que estaba negociándose, dentro del plan de paz, su no utilización.

Con relación al documental de Bouchage, en donde se habla de una relativa disminución de las plantaciones de coca en Colombia y de la diseminación de plantaciones en países como Perú y Bolivia, cabría pensar que veneno contra veneno no es la solución a las drogas, cuyo mayor consumidor es precisamente el país paladín en la lucha contra su producción y tráfico.

Origen genético de la población ecuatoriana

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Con este título, en un ciclo de conferencias, el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UDLA (IIB-UDLA) conmemoró el Día Mundial del ADN que recuerda su descubrimiento en 1953 (25 de abril) y el desciframiento del genoma completo de los seres humanos, en abril de 2000. En estos 63 años se ha desarrollado mucho la ciencia de los genes, y en Ecuador hemos prosperado.

El estudio del origen genético de los ecuatorianos se puede realizar solo con datos históricos; pero agregar análisis antropológicos, lingüísticos y genéticos, imprime a la información histórica un mayor valor. Las investigaciones del IIB se encaminan a entender rasgos característicos de los ecuatorianos y dilucidar de dónde venimos genéticamente hablando, a qué poblaciones mundiales nos parecemos o de cuáles nos alejamos y, lo más importante, cuál es nuestra composición de genes y las proporciones que compartimos entre todos. En el ADN se pueden investigar muchos rastros moleculares que permiten caracterizar a una población; nosotros trabajamos con tres: las 46 marcas genéticas denominadas Indels que nos informan claramente de los parentescos étnicos; el ADN que se hereda por vía paterna en el cromosoma Y propio de varones; y con ADN de mitocondrias que se hereda exclusivamente por vía materna. Con estos tres datos construimos nuestras relaciones étnicas.

Ecuador es multiétnico, pero desde el punto de vista genético debemos correlacionarnos con grupos humanos más o menos grandes de los continentes. Así, el estudio de nuestros genes nos asocia a tres: europeos, amerindios y afrodescendientes. Cada uno de estos muestra diferentes proporciones de genes que nos permiten afirmar que somos un refinado cruce de todos. Nuestros datos concluyen que la media de la población ecuatoriana tiene la siguiente proporción de genes: europeos 43%, amerindios 40%, afro 10% y otros 7%. Analizando cada etnia y comparándola con la composición genética estandarizada mundial, los mestizos ecuatorianos presentan 51% de genes europeos, 46% de amerindios y 3% de afros. Curiosamente, la población indígena de Ecuador tiene 83% de amerindia, 9% de europea y 8% de afro. La población afrodescendiente tiene 68% de afro directo, 19% europeo y 13% nativo americano.

Nuestros estudios muestran, por fortuna, que somos un grupo poblacional interesantemente cruzado, algo que no es nuevo, pero ahora podemos dar cifras y romper mitos culturales y étnicos. Los ecuatorianos tenemos genes de todos los grupos humanos. Y todas las personas del planeta somos de la misma raza: la humana.