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A 30 años de Chernóbil

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Las radiaciones ionizantes, sobre todo en dosis no controladas, producen daño y afectan a la salud individual o pública. Algunos accidentes nucleares, medidos con la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (EISN), así lo muestran. Para comprender la magnitud de los accidentes nucleares, el parámetro de comparación son las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki que tuvieron una potencia de 4, en una escala de 1 a 7 según la EISN.

Un accidente nuclear implica la exposición a radiación en dosis altas y descontroladas. Los más importantes han sido: Clalk River, Canadá (1952 y 1958); Mayak, Rusia (1957); Windscale Pile, Reino Unido (1957); Three Mile Island, EE.UU. (1979 – EISN 5); Saint Laurent des Eaux, Francia (1980 – EISN 4); Chernóbil, Ucrania (1986 – EISN 7); Goiânia, Brasil (1987 – EISN 5); Tokaimura, Japón (1999 – EISN 4); Fukushima, Japón (2011 – EISN 7).

El más severo de la historia, por su alto impacto, fue el de Chernóbil, ocurrido el 26 de abril de 1986. Liberó yodo 131 que afectó de inicio a 237 personas, pero luego, de acuerdo a los registros, fallecieron 25 mil personas, los llamados liquidadores (trabajadores, militares, bomberos y voluntarios) encargados de sellar y descontaminar el reactor; adicionalmente se produjeron 565 casos de cáncer de tiroides y leucemias, 110 mil personas recibieron dosis de radiación de hasta 50mSv (normal entre 2 a 5) y 5.800 más de 100 mSv (mortal 1000).

Chernóbil liberó 100 veces más radiación que la bomba atómica de Hiroshima; sus consecuencias siguen siendo nefastas. Existen 270 mil personas que viven en la zona y unas 5 millones en toda la región de influencia. En el reactor permanecen 200 toneladas de material radioactivo que tardará 100 años en descontaminarse. La radiación remanente rompe el ADN de las personas, determinando mutaciones cancerígenas, abortos e hijos con malformaciones.

Se ha buscado utilizar la energía nuclear para resolver la deficiencia energética mundial; como solución pacífica, promete ser provechosa si se reducen sus riesgos al mínimo. El uso ético de la energía nuclear es lo deseable y así utilizada debería ser accesible a todos los países, por igual. Pero algunas naciones se arman con bombas atómicas como una forma de coerción mundial, se disputan la hegemonía de su uso y control, y demandan a otras naciones que pretenden desarrollarlas.

Ante el peligro de las armas atómicas, la OMS coordina una red mundial de más de 40 instituciones especializadas en medicina de emergencias nucleares. Esperemos que jamás se active esa red.

Genes del altruismo

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Resultan conmovedores y abrumadores los efectos del terremoto en Ecuador, en una zona con la que me ligan motivos familiares, de trabajo, amistad e incluso episodios gratificantes de mototurismos.

Frente a esta tragedia por fenómenos naturales, la muerte desola la región y pone al país en un nuevo desafío: salir adelante. Los sentimientos de ayuda no se han hecho esperar, aunque hay voces disonantes que se expresan con fines de imagen e inhumana politiquería. Las personas solidarias y altruistas somos más.

Altruismo tiene dos definiciones: Diligencia en procurar el bien ajeno, aun a costa del propio; y fenómeno por el que algunos genes o individuos de la misma especie benefician a otros a costa de sí mismos. La palabra surgió en contraposición al término egoísmo.

El altruismo, desde el punto de vista evolutivo, surge de la convivencia en grupo de las especies, y claro de los humanos. El problema de mirar al altruismo exclusivamente desde el punto de vista biológico o genético es que los resultados del altruismo podrían no ser siempre ‘buenos’. Se conoce que existen zonas del cerebro y hormonas que se activan frente a los actos altruistas y producen asociaciones neuronales; en humanos, el proceso es consciente. El neodarwinismo ha criticado la teoría del altruismo y ha postulado que los genes determinan un comportamiento egoísta en función de los propios genes, y la selección del más apto o el más fuerte es la prueba. Esto parecería ser verdad en organismos no conscientes, pero la conciencia introduce un nuevo elemento extrabiológico y neuronal: la cooperación. El altruismo surge como una necesidad evolutiva de cooperación. Así lo demuestran muchas de las actividades humanas, como la agricultura, la pesca, la caza o el cuidado del ambiente.

El altruismo necesita perseverancia, tiempo, autogratificación, energía, renunciamiento y riesgo. Muchos actos aparentemente altruistas, sicológica y evolutivamente hablando, podrían solo reflejar un egoísmo extremo en el que se utiliza un acto para beneficio propio y no del prójimo. El altruismo tiene sentido en tanto en cuanto el grupo es el beneficiado.

También se considera acto altruista la defensa del territorio. El problema aquí es ético. ¿La defensa contra un enemigo es altruista? ¿Quién es el enemigo? Altruismo y egoísmo conviven juntos y es la eficacia biológica de uno u otro la que define a los grupos. Existen conglomerados altruistas que logran acciones beneficiosas para el grupo. Me quedo con esta última alternativa, ya que así lo ha mostrado la mayoría de ecuatorianos frente a la tragedia.

Ciencia o Dios

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Apasionadas disputas se han producido en la humanidad en todos los tiempos al tratar de explicar el mundo, la vida y sus fenómenos. Se lo ha hecho con pruebas científicas o con explicaciones míticas. Los científicos han pretendido hacer prevalecer sus aciertos a fuerza de la razón; los religiosos, imponiendo el dogma.

La dualidad ciencia o Dios, racionalismo o fe, llama la atención de los genetistas. Algunos estudios muestran una asociación importante del comportamiento religioso con genes específicos. Se plantea que existe el gen de la fe y la afición por lo místico, así como la neurobiología asocia zonas cerebrales concretas que funcionan o no, según la orientación personal.

Recientes estudios muestran que la empatía por la fe estaría determinada por genes y que la sensación de bienestar de lo místico enciende porciones cerebrales, mientras que el pensamiento analítico y racional despierta otras zonas anulando las místicas. Según la experiencia del individuo, una u otra zona cerebral puede activarse alternativamente. Enfermos de autismo o esquizofrenia entrelazan las dos zonas cerebrales, mientras que personas intelectuales anulan la zona mística. Parece que ambas funciones cerebrales pueden mantenerse activas en una misma persona, más aún frente al dilema de la fe o la ciencia.

Solo 10% de científicos es ateo puro y sostiene que el resto es contradictorio en sus metas. La rencilla entre ciencia y religión se debate entre el fundamentalismo religioso que niega la ciencia y la hegemonía científica que niega la fe. Las religiones procuran someter la ciencia al dogma y esa postura les impide conocer la naturaleza; mientras que, al contrario, la ciencia, al separarse de la religión y la fe, se permite conocer la naturaleza, nutrirse de ella y descifrarla. La ciencia se opone al criterio de lo absoluto, mientras que los dioses de las religiones, al ser por definición lo absoluto, serían inescrutables. Por tanto, no habrá acuerdo.

La religión y la ciencia son vivencias reales de las sociedades y, aunque se excluyan por principio, también conviven. La tendencia actual es dar el peso ineludible y real al empirismo racional que permite el desarrollo científico y dejar a un lado la fe como camino para desentrañar conocimientos. Tanto fe y ciencia deberían tener el propósito superior del bienestar humano, lo que no siempre ocurre. En nombre de Dios se va a la guerra y por dictamen de la ciencia se producen armas mortíferas. La humanidad necesita del empirismo racional y una nueva ética.

Científicos de datos

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Es abrumadora la cantidad de datos que existe en el mundo; se calcula en 2,5 trillones de bytes. Como ejemplos, solo Netflix pone a disposición 100 millones de películas; son 230 mil artículos en las leyes ecuatorianas; hay 30 mil enfermedades descritas, 10 mil afecciones genéticas y 23 mil genes. Toda esta información no cabe en una computadora ni es suficiente ser experto en computación para analizarla. Se necesitan entonces los llamados científicos de datos, nueva profesión que condensa una mezcla de informática, tecnología, negocios y ciencia.

Se calcula que el 80% de datos existentes no está procesado ni estandarizado. Así sucede con los recibos de compras sobre los que no se han realizado suficientes análisis para establecer políticas comerciales, sectorización de productos, etc. También imágenes, videos, datos de sensores remotos y más, están esperando ser catalogados. Google tiene unas 600 personas sistematizando una diversidad de datos.

En biomedicina o genética, la cantidad de información en una institución promedio excede su infraestructura tecnológica para almacenarla. La secuencia completa de un genoma humano ocupa 4 terabytes y el análisis de 100 individuos requiere un servidor gigantesco que solo tienen contados sitios en el mundo.

Tantos datos demandan expertos para su análisis. No existe en las universidades del país una carrera que reúna las características de un científico de datos, que debe ser un híbrido entre tecnólogo y analista cuantitativo, sin descartar que tenga estudios en física, biología o ciencias sociales, con capacidad de extraer del ‘big data’ lo útil y discernir lo que sea importante para orientar una organización, un negocio o una investigación.

El científico de datos está a la cabeza de la lista de demanda de empleo y es de los perfiles mejor cotizados. Se piensa que la necesidad real de científicos de datos es del 20% en una institución. En las universidades se empieza a hablar de bioinformáticos y quimioinformáticos que analicen los megadatos genómicos.

El Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UDLA cuenta con profesionales especializados en extraer del big data los genes de predisposición a enfermedades como la preclampsia y eclampsia, esquizofrenia, celíacos, cánceres y genes de susceptibilidad al párkinson. La tarea es enorme.

Aunque en un inicio los científicos de datos se han asociado al rol de las empresas y al marketing, es claro que en ciencia son claves para el avance del conocimiento y son una buena respuesta al quehacer científico teórico y de bajo costo.

Los genes y la vida artificial

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Es clave para la biología definir y entender qué es la vida, pero resulta muy complejo conceptuarla. Vida es la energía de los seres orgánicos, lo que supone que el ser vivo transforma energía y su base es bioquímica (carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno). Como propiedades de la vida están la complejidad de funciones y la facultad de reproducirse. La molécula que permite estos procesos es el ADN.

Los seres vivos tienen diferente número de genes en su ADN; un ser humano tiene 23 mil genes y unos tres billones de letras químicas, mientras que la bacteria más pequeña, el Mycoplasma genitalium, tiene 476 genes y 600 mil letras químicas. La complejidad de funciones depende, en última instancia, del número de genes. En 2010, el equipo de investigación de Craig Venter diseñó un ADN artificial copiado de la bacteria M. genitalium. Creó un ADN con similar secuencia genética que esta bacteria, y lo inyectó en otra bacteria vaciada de ADN, logrando que este nuevo ADN se divida y la bacteria viva. Se le llamó Sync 1.

Este mismo grupo de investigadores acaba de realizar una nueva hazaña científica: crear un ADN totalmente artificial, colocarlo en una bacteria vaciada de su ADN y lograr que esta bacteria realice todas las funciones vitales. Se le llamó JCVI-Syn 3.0 (en honor al Instituto John Craig Venter y en referencia a su origen sintético) o ‘Syntya’. Con el fin de llegar a esta síntesis se trabajó con programas bioinformáticos y con la secuencia genética de la bacteria Mycoplasma mycoides, para identificar los genes imprescindibles del crecimiento y funcionamiento de la célula. Luego se fabricaron secuencias de ADN a partir de sustancias químicas y se construyó el genoma sintético completo, para finalmente trasplantarlo a la bacteria vaciada y comprobar su función normal. Se probó que 473 genes sintetizados son los mínimos imprescindibles para la vida.

Aunque se conoce la totalidad de estos genes, hay 149 que, pese a que están sintetizados, no pueden ser manipulados ni quitados de la secuencia total, porque la bacteria muere. Lo que significa, según sus diseñadores, que “aunque no sepamos para qué sirven, deben estar ahí”. La vida es algo que aún no entendemos bien, pero los genes, al menos estos 149, funcionan como un quórum.

Estamos muy cerca de entender la vida y sintetizarla. Si lo hacemos en el laboratorio, apoyaríamos la teoría del origen material de la vida, del paso de lo inorgánico a lo orgánico, lo veraz de la evolución y, queramos o no, los postulados creacionistas serían otra vez puestos en duda.

Genes, azúcar, tabaco y alcohol

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Acostumbrados a quejarnos de todo cuanto sea novedoso, ya se escuchan las voces de protesta por las medidas económicas que elevarán los precios de tabaco, bebidas azucaradas y licores. Los críticos centran su inconformidad en el tema ganancias o despidos en las empresas productoras y dejan de lado la salud y el bienestar social.

Médica y genéticamente, el consumo de tabaco, de alcohol y de azúcar, tiene graves consecuencias en la salud. Cada población y cada individuo tienen diferentes reacciones y respuestas a estos agentes. Existen genes que nos hacen más o menos susceptibles o resistentes a tales sustancias. Hay personas que degradan con mayor o menor rapidez los productos que ingresan al organismo y en cada uno con respuesta diversa. Lo que sabemos con certeza es que el tabaco crea adicción y produce daño a muchos niveles: cardíacos, circulatorios, cerebrales, dentales, orales, etc. y, sobre todo, quien fuma tiene un riesgo de hasta 30% más de desarrollar un cáncer de pulmón ya que el tabaco contiene al menos 69 químicos que se relacionan con la enfermedad. El alcohol es una sustancia psicoactiva que, si se consume 15 mililitros o más, causa irritación del sistema nervioso, euforia, pérdida de la noción de espacio, trastornos de conducta, inhibición psíquica, agresión o depresión, distorsión de la realidad, intoxicación, alucinaciones y daño hepático; también incide en la violencia social. El aumento del azúcar afecta la inmunidad, trastorna el colesterol, alimenta células cancerígenas, predispone a daños de la piel y susceptibilidad a infecciones y es una causa común del desarrollo de diabetes, obesidad e hígado graso. Las tres sustancias están asociadas a abortos y malformaciones congénitas.

El consumo conjunto de azúcares, alcohol y tabaco, eleva hasta 300% el riesgo de enfermedad y muerte. Justamente por esta asociación, las políticas sanitarias mundiales han cambiado y desalientan su consumo. La OMS advierte de sus daños, los estudios científicos los confirman y las autoridades de salud deben tomar un camino para enfrentarlos.

Los gastos en salud que se desprenden de la no acción frente a estas sustancias nocivas, son enormes. El ausentismo laboral por enfermedad o intoxicación, es elevado. Estas tres sustancias controladas y haciendo campañas de salud adecuadas para desanimar su consumo, ahorrarían a los estados y a las personas cuantiosas sumas de dinero que podrían ser reorientadas a inversiones positivas como educación, salud, investigación, y para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Salud, estilo de vida y derechos

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Las enfermedades crónicas representan el 80% de la patología mortal. Muchas son prevenibles apartando factores de riesgo, como el tabaco, el alcohol, la mala nutrición y con ejercicio físico. En torno a estas posibilidades de prevención, empieza a generarse entre los negociantes de la salud una aspiración aberrante: elevar los costos de las primas de salud o el pago de las prestaciones de salud de personas que desconozcan las medidas preventivas.

Se reclama que las personas son irresponsables con su salud y que se exponen a diabetes, cáncer pulmonar, enfermedades obstructivas respiratorias, enfermedades cardíacas, infarto cerebral, entre las frecuentes, y que los gastos en salud son muy altos. Estos argumentos ya han sido utilizados en otros casos que priorizan las finanzas sobre el derecho a la salud. Así, se responsabiliza a los ciudadanos por el uso de agentes perniciosos y no a los productores de esos agentes, a la facilidad de su acceso ni a la publicidad que los promociona. Nada se dice de educar a la población para el no consumo ni de promover leyes que impidan su comercialización. Es más fácil transferir la culpa de la enfermedad al individuo.

Las grandes corporaciones de la salud, las productoras de nocivos y de medicamentos, ahora quieren aumentar sus ganancias apuntando a la no atención o al cobro por enfermedades crónicas determinadas por agentes riesgosos conocidos y, lo más peligroso, pretenden transferir esos gastos a los Estados. Las planificadas trabas para el pago de reembolsos a los asegurados o el pago directo a los prestadores de servicios son cada vez más refinadas y absurdas.

Algo similar ocurrió con el pretendido acceso a los datos genéticos de los individuos que, con las tecnologías actuales, podrían estar a disposición de aseguradoras o empleadores y condicionar contratos de salud, laborales o de seguridad ambiental, con la meta de aumentar ganancias.

El Instituto Europeo para la Ciencia, los Medios de Comunicación y la Democracia (EISMD) pregunta: “¿El acceso al cuidado de la salud gratuito debe darse a todos, independientemente de sus elecciones en estilos de vida? ¿Es autoritario promover estilos de vida saludables? ¿Un gobierno que no lo haga es culpable por negligencia?”. Respuestas concretas son penalizar los productos nocivos, como se hace con el tabaco, garantizar el acceso a alimentos sanos, involucrar a los ciudadanos en hábitos saludables, mejorar la información sobre riesgos y costos sociales de la no prevención, controlar las aseguradoras y reafirmar el derecho público a la salud.

El engaño científico del momento

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Una de las revistas más prestigiosas y caras del mundo científico, Plos One, publicó el 4 de marzo el artículo “Las características biomecánicas para la coordinación de la mano para desempeñar las actividades de la vida diaria”, de los autores chinos Ming-Jin Liu, Cai-Hua Xiong, Le Xiong (trabajando en USA) y Xiao-Lin Huang. El artículo ha sido criticado implacablemente e incluso ha generado burlas y cuestionamientos a sus editores, a réferis y a los científicos de la afamada publicación.

La razón de este revuelo científico es que los investigadores, luego de analizar a 30 personas diestras, y al no entender con claridad la arquitectura funcional de la mano ni sus complejos movimientos, concluyeron que “es un adecuado diseño del Creador para llevar a cabo una multitud de tareas diarias de una manera cómoda”. Para que un artículo sea aceptado en Plos One debe pasar por un filtrado científico exhaustivo y solo después llega a la fase de publicación. ¿Por qué éste siguió curso hasta el fin y nadie se dio cuenta de la barbaridad que se plasmaba? ¿Qué ocurrió? El artículo tiene diseños interesantes, estadísticas, figuras y hasta respaldo bibliográfico y, lo más importante, los autores deben pagar mucho dinero para que se lo publique; sin embargo, sus conclusiones son falsas y desconocen el acervo científico de la humanidad.
Plos One es una revista, como se dice hoy, indexada en SCOPUS, con alto índice de impacto y cumple todas las formalidades.

En el Ecuador nos reclinaríamos ante ella. Pero también estas revistas, en su afán de venta, cometen errores garrafales. Ha ocurrido a muchas otras revistas que han publicado engaños espantosos como la vida en Marte, la clonación de humanos o mamuts, etc. Plos One ha recibido críticas, entre las que se destacan que los editores y réferis solo se centraron en la metodología y en el planteamiento del problema, mas no en las conclusiones. El artículo ha sido impugnado, y aunque se lo puede ver en el internet, tiene el calificativo de rechazado.

Al hacer pública tamaña tontería contenida en el artículo, los editores no midieron el alcance de lo que ocurriría. La ciencia se fundamenta en los hechos, desbarata y elimina las conjeturas, y lo más importante, contrasta los hallazgos. Nada de esto se hizo antes de publicarlo. Incluso no se tomó en cuenta que la disputa entre ciencia y fe no se resuelve en una publicación. Plos One aún no ha dicho cómo resarcirá a sus lectores. Por ahora nos resta seguir siendo muy cautelosos y críticos con lo que leemos.

El genio hereje

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Galileo Galilei, hace 400 años, rompió con la ideología dominante de la época al cuestionar el orden impuesto por los dogmas religiosos y el terror de la Inquisición. Un 24 de febrero de 1616, la Santa Inquisición Católica prohibió a Galileo difundir sus teorías científicas por ser herejes y atentar contra la visión religiosa hegemónica, aristotélica y ptolomista del mundo. El decreto con el mandato del Santo Oficio se publicó el 5 de marzo de 1616.

Según la concepción de la época, el universo conocido era fijo e inmutable, cada cosa tenía su puesto en el firmamento y todo giraba alrededor de la Tierra (geocentrismo). Copérnico había postulado en 1543 que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y por eso fue perseguido por el Santo Oficio.

Décadas después, Galileo, tras inventar el telescopio, observó el universo de manera diferente: montañas en la Luna, estrellas no visibles, satélites en Júpiter, manchas solares, ciclos de movimiento de Venus. Los científicos de la época en un primer momento reconocieron los hallazgos por novedosos y demostrables. Pero estos datos fueron denunciados como peligrosos porque atentaban contra la fe católica, y la Inquisición, por orden del papa Paulo V, ‘exhortó’ al prestigioso científico Galileo a que hable de sus conclusiones solo como meras hipótesis y a no difundirlas. También prohibió sus libros. Galileo probó la teoría heliocéntrica, es decir que la Tierra y otros astros giraban alrededor del Sol, contrariando las enseñanzas bíblicas. Pese a las prohibiciones, Galileo siguió difundiendo sus conocimientos y diez años después sus enemigos lograron que nuevamente la Inquisición, con amenazas de tortura, lo obligara a abjurar de sus conclusiones (hay quienes le critican esta postura) y cumplir arresto domiciliario; esta vez su herejía le significó la cadena perpetua.

Galileo fue el gestor del quebrantamiento de la jerarquía católica sobre el conocimiento, abrió la divulgación de la ciencia a las masas y generó la discusión irreconciliable, y aún presente, entre ciencia y religión. Con su método científico de análisis inspiró al empirismo racional, convirtiéndose en el padre de la ciencia moderna.

El papa Juan Pablo II, en 1992 (359 años, 4 meses y 9 días después de la sentencia) pidió perdón por la condena injusta de Galileo y lo rehabilitó afirmando que decir que la Tierra gira alrededor del Sol no es blasfemia, pero jamás se le podrá desagraviar. Galileo es un ejemplo en la lucha de la ciencia frente al dogmatismo y al oscurantismo, un referente en el progreso del conocimiento racional.

Conviviendo con neandertales

Por: Dr. César Paz y Miño
Científico e Investigador de la UDLA

Evolutivamente, los humanos modernos surgieron en África hace unos 200 mil años y migraron hacia Europa hace unos 65 mil. Según los datos actuales del análisis de genes, los humanos modernos se cruzaron con otras especies, hoy desaparecidas, que evolucionaban paralelamente, quedando los cromañones como único representante de los homos. Nos cruzamos con los neandertales y posiblemente con otras especies más precarias. ¿Por qué es importante descubrir nuestro pasado evolutivo? La primera cuestión es apoyar, con datos genéticos, la teoría evolutiva y disponer de más evidencias científicas de sus postulados. Es decir, que venimos de antepasados comunes: los primates, los grandes simios, los homínidos, el Homo erectus, hasta llegar al hombre moderno.

El segundo aporte de estudiar nuestro pasado es haber encontrado evidencias biológicas de que los cruces entre especies que evolucionaban y que eran muy similares en sus rasgos, fueron producto de sexo y descendencia fértil. Esto muestra su proximidad biológica y nos convierte en una especie mosaico o armonizada de genes. Una tercera cuestión es que la raza humana moderna, los cromañones, tenemos ADN de otras especies con las que coincidimos en nuestro camino evolutivo. Sabemos que nos parecemos genéticamente con los chimpancés en el 98%. Tenemos el 3% de ADN de los neandertales, pero ellos a su vez tuvieron genes de los humanos modernos. Este intercambio de genes nos proporcionó ventajas y desventajas. Por ejemplo, ambas especies, neandertales y cromañones, comparten el gen del habla, así como el gen de la producción exagerada de queratina como defensa al frío de hace 100 mil años, pero en su versión moderna mutada predisponen a una enfermedad de la piel: queratosis actínica. Compartimos genes de coagulación que en su versión alterada se asocia a riesgo de infarto y otros episodios vasculares. Los genes neandertales se traducen también en dolencias del tracto urinario, problemas digestivos, trombos arteriales, depresiones, adicciones y obesidad. La cuarta prerrogativa de estudiar los genes de nuestros antepasados comunes es ideológico-religiosa. Las evidencias científicas rompen mitos de fe, tal es el de la creación de los humanos como una especie única y superior. A la luz de la ciencia, somos una mezcla de ADN y tenemos material genético de las especies anteriores; somos de la misma esencia material y ni remotamente una especie única, somos producto de la evolución.