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Masacre de estudiantes

Por: Dr. Enrique Ayala Mora

La dictadura militar que gobernó de 1963 a 1966 impuso una reforma universitaria influenciada por modelos norteamericanos e intervino varias instituciones. Tomó por asalto la Universidad Central con fuerzas militares, en un acto de salvajismo que precipitó su caída. De inmediato se emitió una Ley de Educación Superior que reafirmó la autonomía y el cogobierno universitarios. Hubo un auge de la reflexión sobre la relación universidad – realidad nacional. Manuel Agustín Aguirre, rector de la Universidad Central, formuló la “Segunda Reforma Universitaria”, que planteaba una universidad científica, democrática, nacional, comprometida con el pueblo. Por su parte, Hernán Malo, rector de la Universidad Católica, propuso la “ecuatorianización de la universidad”.

Pero la reforma no pudo culminar y hasta fines del siglo se dio un proceso de agitación e “hiperpolitización” de las universidades, un crecimiento descontrolado y, con frecuencia, un franco deterioro de los niveles académicos. El aumento significativo de establecimientos de bachillerato había generado creciente presión para el ingreso a la educación superior. Los bachilleres se movilizaron a las puertas de las universidades. En Guayaquil hubo acciones violentas y represión. El 29 de mayo de 1969, el gobierno dispuso un desalojo de la Universidad de Guayaquil, con saldo de varios muertos y numerosos heridos.

El impacto del crimen fue enorme y las universidades públicas aceptaron el “libre ingreso” de bachilleres. Las politécnicas estatales y las universidades privadas lo mantuvieron. En el examen de ingreso el aspirante se jugaba el futuro en una sola oportunidad. Y los alumnos venidos de colegios de menor nivel tenían menos opciones. Por ello, al suprimirse el examen de ingreso, Manuel Agustín Aguirre planteó un sistema de nivelación para quienes no estaban en condiciones de aprobarlos. Pero esa alternativa no se aplicó y se impuso la práctica de que se ingresaba a la universidad solo con el título de bachiller.

Los exámenes de ingreso eran injustos e inadecuados, y la demanda de los bachilleres tenía fundamento. Pero también es cierto que la medida provocó un inusitado crecimiento de las universidades, que en pocos años cuadruplicaron su número de estudiantes, tuvieron que contratar docentes, improvisados en no pocos casos, y tuvieron que funcionar en infraestructuras planificadas para mucho menos profesores, estudiantes y funcionarios.

En 1969, la agitación universitaria continuó. Varios dirigentes como Rafael Brito y Milton Reyes fueron asesinados. Al fin, el 22 de junio de 1970, Velasco asumió la dictadura con respaldo militar. Volvió a clausurar las universidades e intentó imponer una ley represiva. Pero no logró borrar de la memoria social la matanza de estudiantes de hace medio siglo.

Mayo 31 de 2019
FUENTE: EL COMERCIO

El acuerdo es ahora

Por: Dr. Enrique Ayala Mora

Se necesita un acuerdo nacional. Por ello, es bienvenida la idea del Presidente de la República de un amplio diálogo sobre algunos puntos de convergencia. La propia iniciativa es un buen mensaje, porque mantiene la línea que Lenin Moreno planteó desde el inicio, de abandonar la imposición, el agravio, la amenaza y la manipulación como método de gobierno.

También es positivo que el Vicepresidente de la República esté al frente, porque ha dado pruebas de apertura y voluntad de dialogar. Los temas son relevantes: Educación; Seguridad Social; Competitividad, Innovación y Generación de Empleo; Democracia y Reforma Institucional; Sostenibilidad y Cambio Climático; Seguridad ciudadana; y, No Violencia y Prevención de Adicciones. Pero ahora hay que concretarlos para que los resultados sean aplicables y efectivos.

Sobre Educación, el primer tema propuesto, por ejemplo, no es suficiente hablar en general de calidad. Para que el acuerdo tenga algún sentido debe plantearse en serio la reforma educativa, en especial del bachillerato, que fue objeto de decisiones desastrosas en el anterior gobierno, tomadas por ignorancia, autoritarismo y corrupción.

Hay que revisar la naturaleza del bachillerato, que para el 90% del alumnado, ahora solo es un embudo que conduce a la universidad, que no tiene ni tendrá cupos suficientes para atender la demanda. Hay que diversificar las posibilidades de bachillerato, para que los estudiantes adquieran algunas competencias laborales, que les permitan tener algún trabajo una vez graduados, sin perder la posibilidad de acceso a la Educación Superior, que tiene que ser diversificada, de manera que se amplíe efectivamente el ingreso, que es uno de los problemas más serios del país.

También debe cambiar el contenido curricular del bachillerato, para que, como el Presidente de la República anunció, se incluyan Cívica, Educación en valores, realidad nacional, educación ambiental, historia y Geografía del Ecuador. Así se robustecerán el sentido nacional y la lucha contra la corrupción.

Sobre los otros temas, lo esencial es que se discutan alternativas. Por ejemplo, no basta hablar de la seguridad social sino proponer soluciones claras, para que la gente no especule con la elevación de la edad de jubilación a los ochenta años.

Respecto a la reforma laboral, se debe garantizar que habrá posibilidad de discutir todas las opciones y no la reducción los derechos de los trabajadores. Es muy mala seña, en este aspecto, que ya antes de que el diálogo se inicie, el Gobierno anuncie que ya tiene un proyecto de flexibilización laboral que enviará a la Legislatura en los próximos días.

La pregunta surge: ¿hay real voluntad de llegar a un acuerdo? Avancemos en una cultura del diálogo para robustecer el proyecto nacional. Y pronto. Porque el acuerdo es ahora.

FUENTE: EL COMERCIO

Viernes 10 de mayo 2019