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Voto: emoción y razón

Por: Dr. Fernando López Parra Ph.D
Rector del Instituto de Altos Estudios Nacionales -IAEN- la Universidad de Posgrado del Estado

Es cierto que el estudio de las emociones, la mente y el comportamiento humano ha ido ganando cada vez más espacio entre quienes investigan y teorizan en torno a la manera en la que se configuran nuestras decisiones.  Hay espacios del conocimiento que estudian la influencia de las emociones en la política y, de hecho, por medio de la psicología política y la neurociencia se logra comprender, en esencia, cómo el cerebro y la mente interactúan a partir de eventos externos y determinan las emociones que se sienten. Este desafío no solo proviene de la ciencia y la psicología, sino también de la neuropolítica, que brinda apoyo a la neurociencia y la neuromercadotecnia.

Las emociones son tan importantes en nuestra vida diaria que todos perciben cualquier reacción emocional. En el momento en que una persona se siente frustrada, por ejemplo, puede interpretar ese sentimiento como resultado de la decepción y la tristeza de una manera más o menos consciente. Sin embargo, esto no significa que una persona que tiene un pensamiento más frío, desde un punto de vista racional, tome la decisión correcta.

La crisis política de nuestro país evidencia el momento emocional que vivimos y que se agudiza con la crisis sanitaria, económica y moral. Todos los estudios apuntan al hecho de que estamos viviendo también una crisis emocional con un estado mental que se debilita, en tanto que la explosión de sentimientos se ve agravada por cada situación de la política, de los candidatos y las campañas, sobre todo en las redes sociales y espacios de interacción en los que participamos, ya sea de forma pasiva o activa. Estamos viviendo entre un conjunto de mentiras y verdades, las cuales nos abruman, por lo que los especialistas dicen que requerimos del aliento y de inteligencia emocional para lograr que no nos afecte la actual situación por la que vivimos.

La premisa establecida por políticos y especialistas en campañas electorales es que las emociones son significativamente importantes en la definición del voto y también se manifiestan en los discursos de odio y rabia destilados por las redes sociales, en las que hemos visto el amor y el odio ciego a la imagen de tal o cual político.

Este domingo será necesario dejar de lado los sentimientos relacionados con la personalización emocional del político y volver la mirada hacia la racionalidad de la elección. Analizar las propuestas de futuro de acuerdo con la experiencia presente, considerando las posiciones ideológicas, partidistas y de discurso tangibles que será necesario considerar. Después de todo, la forma en que se presenta el político con su trayectoria, su discurso, su apariencia, su legitimidad serán motivos para decidir. Las pasiones que hemos experimentado este tiempo quizás ya fueron disipadas en las discusiones en familia y con las amistades.

Elegir, tomar decisiones no es fácil y en democracia el voto del rico y del pobre, del creyente y del ateo, del deportista y del sedentario, del hombre, de la mujer, del montuvio, del indio y de otras particularidades humanas tiene el mismo peso, cada uno de ellos vale un voto, a favor o en contra. Lo que sí debe estar claro es que los candidatos tienen un histórico que cargan como muestra de su vida y motivos para apoyarles o no.

Estamos en una situación compleja, sin duda, y al momento de colocar nuestro voto se plasmará tanto nuestra razón como nuestra emoción. Ojalá que la razón pese más, porque nos puede costar muy caro. Las cartas están echadas en la mesa, elijamos con la razón y con el compromiso de que nuestra elección no dañe al otro, sino beneficie al país como un todo. En algo quizá puede ayudar el análisis de los últimos catorce años para decidir nuestro voto.

Dualidades

Por: Dr. Fernando López Parra Ph.D.
Rector del IAEN, la Universidad de Posgrado del Estado

En este punto de una nueva inflexión en la historia de la humanidad y sus organizaciones, los líderes mundiales, los analistas de la geopolítica y la mayoría de la sociedad sabemos que vivimos en una coyuntura de transformaciones, de cambios que construyen una nueva época.

Seguramente está listo el borrador también para desaparecer ciertas creencias e ideas que considerábamos inmutables como el propio trabajo y sus formas de organización, lo referente al rol mismo del Estado en relación con el sector privado. Así también se han creado nuevas dualidades para discutir además de las clásicas que se ve aparecer en la crisis como de la salud-economía, lo estatal–relaciones individuales, el esfuerzo público–el esfuerzo privado. Sin duda, hay otras que se cruzan no solamente en dualidades y dan un sentido de mayor complejidad.

Quizá la de mayor relevancia es la tensión entre la salud versus la economía y que se ha colocado en forma de un dilema en la mayoría de países del mundo y particularmente en nuestra región. Ha prevalecido la falacia que piensa que a más economía más salud, y a esta dualidad hay que colocarle una reflexión mayor.

Es histórico que el trabajador mediante la fuerza de sus habilidades genera capital y lucro para ese dueño del capital o de los medios de producción. La reflexión que hacemos entonces es: Que el trabajador para generar más utilidades debe estar con salud. Por lo tanto, prepondera la salud antes que la economía. Trabajadores sin salud o con riesgos de perderla no podrán genera economía, y esto es un asunto relevante y no secundario como se pretende colocar por ciertas élites que construyen falacias interesadas.

En esta situación de emergencia se observa que el Estado por la necesidad de intervenir con urgencia y con pocos recursos y poder real se extralimita en su intervención y rompe ciertas libertades individuales, conquistas históricas; esta dualidad será, al igual que la anterior, una constante en la discusión de esta nueva construcción de la realidad.

El esfuerzo público se ha constituido como notorio, necesario y relevante; sin la intervención de lo público los desastres serían incalculables y terroríficos. Solo imaginar que los infectados sean atendidos por la salud privada es imposible por los elevados costos y porque gran parte de la población que ha contraído la enfermedad viene de los estratos más pobres de la sociedad. Sin embargo, el esfuerzo privado se ha colocado como víctima del esfuerzo público.

Pues estas dualidades que se han creado son necesarías debatirlas y discutirlas hoy más que nuca en tiempos de confinamiento, semáforos, cuarentena y coronavirus.