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Bienvenido, presidente Moreno

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Historiador y Escritor

Reciba usted mi saludo de ciudadano y de compatriota. Usted llega a la primera magistratura del Estado con el respaldo de una vida limpia y honorable, en la que el ramalazo de la tragedia fue superado con buen humor y nobleza de espíritu, para luego ceder paso a los nobilísimos empeños de servicio a los más humildes y necesitados.

Lo que es más: usted llega al poder constitucional en hombros de la esperanza masiva de todo un pueblo, que ha visto ya sus ejecutorias de hombre público y se ha cobijado hoy bajo su abrazo, su generoso y protector abrazo de estadista.

Gracias a un ejemplar proceso democrático, usted ha dejado de ser solo el digno ciudadano, el buen padre de familia y el respetado y respetable maestro de sus discípulos, para pasar a encarnar las ilusiones de progreso de todo un pueblo, que ha visto ya la luz y no admite más sombras en su camino.

No hay duda de que usted tiene una enorme responsabilidad por delante. Junto a esos nuevos sueños de las mayorías nacionales, usted también deberá enfrentar los viejos rencores de los antiguos dueños del país y las lógicas aspiraciones de los sectores empresariales. Y ciertamente no faltarán los vivarachos de turno, que ven a un cambio de gobierno como la oportunidad ideal para trepar, colocarse en buena posición y colocar también a los de su bando.

Nuestro país está hecho con todos esos elementos, que, por suerte, usted conoce bien. De una parte, un pueblo sincero y trabajador, que lo único que quiere es la oportunidad de trabajar, para sobrevivir con dignidad y educar a sus hijos, a fin de que se abran paso en medio de la telaraña de dominación existente. De otra parte, una oligarquía prepotente, que ha tejido esa telaraña de intereses que oprime al país y se siente ofendida cuando el pueblo contraría sus ambiciones.

Mas en medio de esos elementos sociales básicos, hay otros que participan en el juego político: una clase media que se cree dueña de su destino, solo porque tiene un celular en la mano y participa en el loco reparto de imágenes y consignas que nacen del poder mediático; una clase política dispuesta a cualquier cambio de camiseta con tal de participar en el reparto burocrático; y unos grupos empresariales y socioprofesionales que están siempre listos a pedir un aumento de tajada para su gremio.

Y por fin están los miembros de la picaresca nacional: gentes que han pasado por tres o cuatro partidos políticos y siguen con la misma frescura del primer día. Fueron bucaramistas primero, gutierristas luego y finalmente verdeflex, o naranjas primero, demopopulares luego y socialcristianos por fin. Otros tuvieron metamorfosis todavía más complejas. Pero la palma se ganan los que han estado en más de cuatro partidos y han permanecido más de veinte años en el Parlamento o han sido embajadores políticos de cuatro o cinco gobiernos sucesivos. No exagero. Los hay, los hay. Y algunos todavía tienen micrófono.

Frente a ese panorama, la pregunta que se impone es: ¿Cómo seguir construyendo un nuevo país con tan disímiles y contradictorios elementos? ¿Cómo llegar a consensos políticos sin ceder en los principios?

Por suerte, señor Presidente, usted conoce bien a su país. Usted, que es hombre de la frontera, que es hijo de maestros, pero que también viene de una casta de políticos populares, conoce bastante bien al toro bravo que tiene por delante. Y estoy seguro de que sabrá lucirse en la faena.

La despedida

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Historiador y Escritor

Las despedidas tienen siempre un aire de tristeza. Y esa sensación es mayor cuando se va alguien que se ganó limpiamente nuestro afecto y cuya presencia marcó un tiempo inolvidable, un tiempo feliz que quedará grabado en nuestra memoria.

He tenido muchas despedidas en mi ya larga existencia. En unas he sido el que se iba, llevando a cuestas un cargamento de recuerdos. En otras he sido el que quedaba en soledad, el que veía partir a un ser querido sin poder impedirlo o que aceptaba y comprendía las razones de su alejamiento.

En cada ocasión, esa subrepticia sensación de desasosiego, de pena por lo que fue y ya no será más, de inquietud y expectativa por lo que será. Y también, claro está, esa larga interrogación por el destino de quien parte y por el destino de quien queda, destinos que hasta aquí venían juntos y que ahora entran en un jardín de senderos que se bifurcan.

Y aquí estamos, esperando su partida al borde del andén de la historia, ese mismo andén en el que desembarcó un día, con una pequeña petaca de sorpresas que terminarían por alegrar a todos los habitantes del poblado o, al menos, a esa mayoría que todavía tenía esperanza de ver algo distinto, de vivir algo diverso a ese orden sombrío que venía desde antaño, que parecíamos haber heredado como una maldición.

Desde el primer momento nos gustó la presencia del viajero, que llegaba con un cargamento de palabras nuevas e ideas frescas, tan distintas a esas gastadas palabras de los profetas de la aldea. Y es que el viajero no llegaba solo con ideas y palabras, sino que, como pasó a demostrarlo, venía con la abierta intención de ponerlas en práctica, de transformar las sendas para caminar hacia el futuro, de abrir rutas nuevas hacia el horizonte, aunque fuese rompiendo las cercas construidas en cada loma.

Nos gustó su presencia y, sobre todo, su espíritu de innovación, que nos convocaba a insurgir contra los viejos mitos y contra las antiguas consejas, que decían que esto no se podía, que aquello era riesgoso, que tras el horizonte estaba el abismo. Fue así que nos fuimos tras él, primero, y junto con él, después.

Fue así que descubrimos, en su compañía, el valor de la solidaridad y la importancia del empuje colectivo. Es cierto que algunos se quedaron en el camino, porque ellos solo querían llegar a la loma inmediata y la marcha emprendida apuntaba al horizonte más lejano. Pero otros se nos juntaron y seguimos engrosando nuestras filas.

Así fuimos de loma en loma, de valle en valle, hasta llegar al mar, a la selva y a las islas. Y eso también fue una revolución, porque los viejos gurús nos habían inculcado que cada quien debía vivir junto a su río, junto a su mar, junto a su montaña, sin ir más allá porque era peligroso, pero nosotros terminamos caminando por todo lado, adueñándonos de todo el territorio, ampliando para siempre nuestro sentido de pertenencia.

Cosa similar pasó con la pobreza, que los viejos libros decían que era parte de la maldición bíblica causada por el pecado original. Él nos dijo que no había tal, que era el invento de unos pocos para dominar a los muchos que trabajaban para enriquecerlos. Y fue así que nos enfrentamos a la pobreza y fuimos ganándole combates.

Pero todo tiene su fin. Y ahora, tras nuestra larga marcha, estamos aquí juntos, en el andén, con los pañuelos listos para despedir al viajero que se irá pronto. Desde allá, desde el fondo, nos llega la música de un pasillo que habla de lágrimas.

Una aceleración histórica (2)

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Historiador y Escritor

En nuestro Ecuador, las obras públicas han sido históricamente un medio de superación de aislamiento regional. Ya que vivimos en un territorio cruzado por grandes accidentes geográficos, que dificultan la comunicación entre las gentes, cada carretera, puente o aeropuerto son un medio de aproximación física, pero también de vinculación social y cultural entre ecuatorianos.

Eso es lo que ha ocurrido durante la Década Ganada. Las estupendas e innumerables obras construidas en todo el país han producido sorprendentes efectos anímicos, que muestran un verdadero renacimiento espiritual en el pueblo ecuatoriano. A continuación describo algunas manifestaciones de esto.

Hay un nuevo espíritu de unidad nacional, que ha superado para siempre el regionalismo enfermizo de otros tiempos. Lo revelan la notable solidaridad del país ante el terremoto de Manabí y Esmeraldas y el crecimiento explosivo del turismo interno, que aprovecha las nuevas vías y el nuevo ambiente de autorreconocimiento nacional. Hay un nuevo sentimiento de orgullo nacional. Antes nos sentíamos habitantes de un país de ínfima importancia y ahora nos sabemos ciudadanos de un país digno y equitativo, que está en pujante esfuerzo de progreso.

Hay una nueva conciencia ciudadana. Antes nos parecía natural que hubieran gentes de primera y de segunda importancia, que las ciudades tuvieran todos los servicios y el campo ninguno, que existieran extremos escandalosos de pobreza y riqueza. Ahora tenemos una ciudadanía consciente de sus derechos políticos y también de los económicos, sociales y culturales.

Hay una nueva conciencia política. Gracias a las sabatinas presidenciales, pero también gracias a la labor de los medios públicos, se ha desarrollado esa nueva toma de conciencia política en amplios sectores populares. Hoy las gentes saben que la pobreza, los salarios o los impuestos son asuntos políticos fundamentales. Y tienen claro que el papel del Estado es el de proteger a los más débiles y promover su educación y desarrollo.

Hay una nueva conciencia social. Grandes sectores populares saben que su marginación y atraso son efectos de la explotación y marginación de que han sido víctimas. Y encuentran que la Revolución Ciudadana les ha abierto las puertas a nuevas oportunidades y a una vida nueva, como lo prueba la presencia de indígenas, afros y montuvios en altas funciones públicas.

Hay una nueva presencia política femenina. Es verdad que eso empezó a cambiar años atrás, gracias a la acción política de las mujeres, pero fue la Revolución Ciudadana la que facilitó la llegada masiva de mujeres a los altos cargos del Estado. Así, ha existido un alto número de legisladoras y tres mujeres han dirigido la Asamblea Nacional, mientras numerosas mujeres actuaban como ministras, viceministras y subsecretarias.

Y también hay una nueva condición social femenina: amas de casa afiliadas al Seguro Social, empleadas domésticas con sueldos dignos, bonos y sistemas de estímulo para mujeres emprendedoras.

En fin, Ecuador goza de un nuevo prestigio internacional. Gracias a su Revolución Ciudadana, es visto en el mundo con gran respeto e inclusive como un ejemplo a seguir en la solución de los problemas sociales. Ello se ha reflejado en la variedad de premios y doctorados honoris causa otorgados al presidente Rafael Correa por universidades extranjeras, en reconocimiento a su labor pública.

Todos ellos son, sin duda, signos de identidad de un nuevo Ecuador, animoso y esperanzado en su futuro.

Una aceleración histórica (1)

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Historiador y Escritor

A lo largo de la historia hay tiempos calmos, lentos, largos, en los que la sociedad parece inmóvil o los cambios son mínimos y aislados. Es como si el peso de la estructura social fuera tan grande que oprimiese con su inercia cualquier impulso de renovación. Pero hay otros períodos, los menos, en que la historia se dinamiza y conoce aceleraciones sorprendentes, que rompen la inercia habitual e impulsan a las sociedades hacia adelante.

En las dos últimas décadas, Ecuador ha vivido uno de estos períodos de aceleración histórica. En la primera de ellas, la búsqueda de renovación social y política motivó a la sociedad ecuatoriana a impulsar bruscas aceleraciones, que se expresaban en la elección de potenciales agentes de cambio, que luego resultaban inútiles y terminaban derrocados por el pueblo. Entonces, tras el momentáneo acelerón popular, la vieja estructura social volvía a imponer su inercia. Eso fue lo que ocurrió con Bucaram y Alarcón, con Mahuad y Noboa, con Gutiérrez y Palacio.

Pero en la segunda década la historia ecuatoriana cobró una dinamia impresionante y entró en eso que los físicos suelen llamar “un movimiento uniformemente acelerado”. Rompiendo los diques impuestos por la ‘democracia representativa’ y utilizando formas de ‘democracia directa’, la sociedad ecuatoriana se lanzó audazmente a la conquista de un horizonte de dignidad, equidad y justicia. La convocatoria a la Asamblea Constituyente de 2008 fue el punto de quiebre entre la vieja y la nueva historia ecuatorianas. Luego, la aprobación de la nueva Constitución y varias elecciones o consultas populares ratificaron esa voluntad popular de transformar la vieja estructura política del Estado y renovar la estructura social.

Pero ese movimiento social no hubiera avanzado como lo ha hecho sin el liderazgo del presidente Rafael Correa Delgado. Él ha sido el conductor de la imparable locomotora revolucionaria, que, como el legendario tren blindado de Pancho Villa, ha ido construyendo su propia vía para avanzar hacia delante. Y esa vía construida ha sido el movimiento Alianza PAIS, que ha sabido convocar el apoyo sostenido de las masas populares para la Revolución Ciudadana. Diez años después de ese acelerón histórico, los resultados son ciertamente sorprendentes. Tenemos una formidable intercomunicación nacional, gracias a las nuevas vías, puentes, puertos y aeropuertos. Ha cambiado nuestra matriz energética, gracias a las nuevas hidroeléctricas. La red de represas multipropósito ha refrenado las inundaciones invernales y nos ha puesto a salvo de sequías.

Nuevos y modernos servicios públicos de salud, educación, vivienda y seguridad han elevado en todo el país el nivel de vida de la población. Los bonos de pobreza se han vuelto estímulos para el emprendimiento. Los salarios se han elevado sostenidamente y las amas de casa han sido puestas bajo la Seguridad Social. Los programas ‘Manuela Espejo’ y ‘Joaquín Gallegos Lara’ han extendido la protección del Estado hacia los más débiles. Y los terribles desastres naturales han sido afrontados con gran eficiencia y humanidad.

Labor todavía en marcha es la renovación del sistema educativo nacional. Se ha iniciado con nuevos sistemas de organización pedagógica y capacitación docente, construcción de una notable infraestructura para escuelas y colegios, creación de nuevas universidades, otorgamiento de becas y estímulos para el talento humano.

¡Solo las obras inauguradas en el último mes superan a las que antes se hacían en todo un gobierno!

Ecuador, Revolución Ciudadana y Buen Vivir

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Historiador y Escritor

Hace cuatro años me visitó un editor catalán, Albert Company Bolós, director de la joven editorial española Yulca, y me propuso dirigir y escribir un libro. Me dijo que había mirado, con sorpresa, que en el mercado ecuatoriano no había libros sobre la Revolución Ciudadana, pese a que este proceso político llevaba ya varios años. Agregó que la única excepción era el libro del mismo presidente Correa, titulado Ecuador, de Banana Republic a la No República, por lo que consideraba necesario que existiese una obra que valorara desde afuera este importante fenómeno político ecuatoriano, que atraía la atención del público internacional.

Tras sopesar los alcances del compromiso y mis disponibilidades de tiempo, dije que sí. Poco después le envié mi propuesta para una obra de varios autores, entre ecuatorianos y latinoamericanos, que le gustó mucho. Acordamos con el editor los tiempos de preparación del libro y el proyecto se puso en marcha.

Llamadas y cartas electrónicas dieron sus frutos y un grupo de importantes intelectuales ecuatorianos y extranjeros decidieron comprometerse a escribir en él: Rafael Cuevas Molina, Patricia De La Torre Aráuz, Carlos Figueroa Ibarra, Roberto Follari, Daniel Kersffeld, Jenny Londoño López, Jorge Núñez Sánchez, Nancy Ochoa Antich, Agustín Paladines Paladines, Julio Peña y Lillo E., Orlando Pérez, Francisco Perrone Coronel, Mario Ramos y Alfredo Vera Arrata. Gracias a su entusiasmo, el libro fue preparado en los plazos previstos y enviado a la editorial.

Relativamente poco tiempo después, vino una sorpresa: Yulca había decidido efectuar dos ediciones similares y paralelas del libro, una en Barcelona y otra en Quito. Y fue así como en 2014 salió a luz la obra Ecuador, Revolución Ciudadana y Buen Vivir, tanto en España como en Ecuador.

Sin propaganda contratada y valiéndose solo de los recursos propios del mercado editorial, Yulca logró que la obra se posicionara muy bien y que la primera edición se agotara en poco tiempo. De inmediato vino una segunda edición, que tuvo suerte parecida. Y luego han seguido nuevas ediciones.

Lo mejor de todo ha sido la independencia intelectual de la obra, que no ha tenido otro compromiso que el de sus autores con su propia conciencia. Nada de ayudas oficiales ni recursos públicos. Nada de compras masivas de entidades estatales. Simplemente una obra expuesta al juicio del público y vendida con éxito en el duro mercado del libro, donde las cosas buenas se venden y las malas se quedan arrumadas en una bodega.

Una de las ventanas al éxito usadas por Yulca han sido y son las ferias internacionales del libro. Así, fue presentado nuestro libro en Barcelona, Quito, Caracas y Guadalajara. Y esta semana estaremos en Bogotá, para presentarlo en la Filbo, un evento de gran prestigio internacional.

Empero, creo que la misma realidad está exigiendo una nueva edición ampliada de la obra, luego de concluir esta ‘Década ganada’ y abrirse, por decisión del pueblo ecuatoriano, una nueva etapa de la Revolución Ciudadana, esta vez bajo el liderazgo de Lenín Moreno Garcés, que ha anunciado un programa de acción singular en beneficio del pueblo ecuatoriano, sin abandonar los principios ni las grandes tareas de cambio social impulsadas por Rafael Correa Delgado.

Nuestra ‘Isla de paz’

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

Hace unas décadas, mirando el estremecedor panorama regional de aquel momento, convulsionado por el largo conflicto civil colombiano y la atroz guerra irregular que había en el vecino Perú, alguien dijo que Ecuador era una ‘Isla de paz’ en el norte sudamericano.

Sin duda fue la acuñación de una frase feliz, que reflejaba una evidente realidad geopolítica, en la que Ecuador destacaba como un remanso de tranquilidad, pese a las inequidades sociales que pervivían en su interior. Pero detrás de la frase había algo más que palabras: existía una reflexión que apuntaba a las raíces profundas de ese modo de ser ecuatoriano, por el que la inmensa mayoría de su población buscaba resolver sus dificultades y conflictos por la vía de la paz y la democracia y no por la vía de la violencia.

Con el paso de los tiempos, esa denominación de ‘Isla de paz’ fue convirtiéndose en una idea-fuerza de Ecuador y el país entero tomó conciencia del valor de la paz como modo de vida y de la democracia como mecanismo de resolución de las dificultades políticas. Es cierto que hubo grupos que alzaron el pendón de la rebeldía armada contra el injusto sistema social prevaleciente, pero lo cierto es que no encontraron una amplia base social que sustentara su lucha. El pueblo ecuatoriano ansiaba una opción democrática y pacífica, una opción política de masas, para efectuar los cambios sociales y políticos que anhelaba.

Creyó hallarla en el populismo de Bucaram y se encontró con una bufonada, por lo que terminó descartando esa salida y derrocando al bufón mediante una movilización de masas. Lamentablemente, la partidocracia usurpó esa lucha popular e impuso el gobierno gris y corrupto de Alarcón. Luego el pueblo creyó en los cantos de sirena de la democracia cristiana y votó por Mahuad, que como remedio resultó ser peor que la enfermedad, pues nos dejó una secuela de miseria y una estampida migratoria. Advino otro derrocamiento ejecutado por las masas populares y luego otra oscura salida política, esta manipulada por los jefes militares, la banca y los empresarios ‘dolarizadores’.

Lo que es más: de esa zafacoca salió un ‘populismo militar’, que luego promovió y llevó al poder al coronel Gutiérrez, quien de inmediato se puso al servicio de la oligarquía y el imperio. El pueblo, sintiéndose traicionado, lo derrocó por medio de la más directa democracia, esto es, saliendo masivamente a las calles, aunque la partidocracia usurpó otra vez la lucha popular e impuso una salida conservadora.

Y así llegamos a la Revolución Ciudadana, que, vista en perspectiva histórica, vino a ser la culminación de esa lucha democrática y pacífica del pueblo ecuatoriano por transformar la realidad nacional.

Gracias a ella y bajo el liderazgo de Rafael Correa, hemos tenido una larga década de paz creativa, de estabilidad política, de desarrollo económico y progreso social, de resolución de viejas injusticias y de nuevos problemas. Y al concluir esta década, ganada al atraso, a la injusticia y a la marginalidad, el pueblo ha resuelto mayoritariamente continuar adelante con la Revolución Ciudadana.

En medio de este panorama esperanzador, hay quienes pretenden eternizar artificialmente el enfrentamiento de la campaña electoral. Es un esfuerzo ruin y condenado al fracaso, porque el pueblo ecuatoriano no permitirá que un grupúsculo de malos perdedores violente la tranquilidad social de nuestra recuperada ‘Isla de paz’.

Control de inundaciones

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

Las afectaciones climáticas han sido, durante largos siglos, uno de los mayores problemas que han debido enfrentar los asentamientos humanos. Inundaciones, tormentas, deslaves, sequías y hambrunas han sido y son parte del complejo panorama de cambios climáticos que afectan a la vida de las gentes y los animales. “Injurias del tiempo” las llamó el escritor peruano Ricardo Palma, como hemos reseñado en otros artículos.

Por suerte, el desarrollo de las ciencias del clima y de las modernas tecnologías constructivas han puesto en manos de la humanidad algunos medios eficaces para refrenar en gran medida los efectos catastróficos de los rigores del clima.

Parte fundamental de ese nuevo arsenal tecnológico radica en la construcción de represas y muros de contención, que detienen la fuerza destructiva de las correntadas, controlan las inundaciones y orientan los cursos de agua en sentido benéfico. Las represas ofrecen varias posibilidades adicionales: permiten producir energía eléctrica, guardar aguas invernales para irrigar los campos en épocas de sequía e incluso emprender cultivos piscícolas.

En el montañoso Ecuador, el sistema de represas nos ha permitido utilizar las aguas de los ríos andinos para producir la mayor parte de nuestra energía eléctrica. Así nacieron las pequeñas y numerosas hidroeléctricas municipales que proveyeron de luz y fuerza al país en la primera mitad del siglo XX.

Más tarde vinieron las grandes centrales hidroeléctricas estatales de Pisayambo (1977), Paute (1983) y Agoyán (1987), que resolvieron en gran medida las necesidades energéticas del país en la segunda mitad del siglo XX, aunque su mala ubicación e interesada administración terminaron por afectar su funcionamiento y sus planes de desarrollo complementario. Y a eso se sumaron los planes del neoliberalismo criollo, que tuvieron culminación en el gobierno de Sixto Durán-Ballén, cuando se intentó privatizar las hidroeléctricas estatales para beneficiar a grupos oligárquicos privados. En cuanto al control de las inundaciones invernales, el primer esfuerzo fue el proyecto Daule-Peripa, planificado por Cedegé, impulsado por el gobierno popular de Jaime Roldós e inaugurado en 1987, orientado a represar las aguas del río Daule, proveer agua potable a Guayaquil e irrigar zonas de la Costa y la península de Santa Elena.

Fue solo el gobierno de la Revolución Ciudadana el que asumió íntegramente la tarea de planificar el control de las inundaciones y manejo del agua en la región litoral, mediante la construcción de obras hidráulicas, como Bulubulu, Cañar, Naranjal y Chone. A ellas se sumaron obras multipropósito, como Dauvin, San Vicente y Santa Elena, destinadas al control y abastecimiento de agua, al regadío y a la producción eléctrica. Estas obras han servido, en gran medida, para controlar los desbordes de los ríos durante este terrible invierno, que ha sido más fuerte que los fenómenos de El Niño de 1983 y 1997. Empero, todavía se han producido inundaciones causadas por las fuertes lluvias en varios lugares del país.

De otra parte, están planificados y diseñados los nuevos proyectos Río Verde (Esmeraldas), Tumbabiro (Imbabura), Jama-Coaque (Manabí), Pampas de Salasaca (Tungurahua), Tahuín (El Oro) y Puma (Azuay). Empero, la meta de la Secretaría Nacional del Agua es la de construir 170 proyectos multipropósito en un lapso de cuarenta años, para controlar inundaciones, democratizar el abastecimiento de agua a poblaciones y zonas productivas y producir energía limpia.

Mirar hacia adelante

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

Ha terminado finalmente la campaña electoral y se ha proclamado al binomio vencedor en esta contienda cívica, formado por el licenciado Lenín Moreno Garcés y el ingeniero Jorge Glas Espinel, quienes serán, a partir del 24 de mayo próximo, los nuevos Presidente y Vicepresidente de la República.

Ha sido una durísima campaña, en la que han menudeado las acusaciones falsas, las ofensas e incluso las calumnias, al calor de un ambiente crispado por la pasión política. También ha contribuido a ese ambiente el uso irresponsable y audaz de las redes sociales, que algunos se han esforzado en convertir en un estercolero.

Pero todo eso ha terminado finalmente y el país se empeña en retomar su tranquila vida cotidiana, aunque conspiran contra ello el candidato derrotado y su pequeña hueste de fieles, que batallan contra la verdad y la lógica electoral con tal de continuar su griterío y acusar a otros de su derrota.

Como parte de su estrategia de combate, que parece haber sido diseñada en otro país, ellos buscaron posicionar desde el inicio, como eje central de su campaña, la acusación de que el Gobierno había montado un fraude electoral para perjudicarlos. Y a esa estrategia sumaron tácticas de agitación y provocación encaminadas a minar la autoridad pública, imponer sus puntos de vista y, en caso de ser vencidos, empujar un golpe de Estado.

Así se desarrolló la primera vuelta, en la que la tan denostada autoridad electoral actuó con la mayor transparencia, al punto que les reconoció a ellos el derecho a pasar a una segunda vuelta. Ahora, derrotados en el balotaje, se empeñan en calentar las calles y promover eso que en Venezuela llaman una ‘guarimba’, ayudados por agitadores venezolanos traídos expresamente para ello. No es difícil concluir que lo que buscan estos malos perdedores es anarquizar el país y, si fuera posible, provocar un golpe de Estado.

Por suerte, el Ecuador de hoy es un país con profunda convicción democrática, en el que la inmensa mayoría de sus habitantes entiende que una competencia electoral tiene siempre vencedores y vencidos, y que, concluida ella, es hora de volver a vivir en paz y sin sobresaltos.

La otra ventaja de esta hora es el buen talante espiritual del Presidente electo, que sin duda contribuirá a calmar los ánimos crispados de algunos actores políticos. Hombre calmo y de buen humor, además de ser un líder de gran sensibilidad social, Lenín Moreno ha ofrecido gobernar para todos los ecuatorianos y ha mostrado su indeclinable vocación por el diálogo con todas las fuerzas políticas y sociales.

Ese es un buen augurio para Ecuador, un país que en la última década ha realizado un gran esfuerzo de desarrollo social y ha creado una formidable infraestructura para emprender el cambio de su matriz productiva, pero que todavía está afectado por graves inequidades y factores de atraso económico.

Por eso, para continuar con el esfuerzo de desarrollo iniciado por la Revolución Ciudadana bajo la mano maestra del presidente Rafael Correa, necesitamos paz, orden y reconciliación nacional, ahora bajo la sabia conducción del presidente Lenín Moreno.

Una vil amenaza al país

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

Con su conocido estilo soez, la derecha ha salido a amenazar a todo el pueblo ecuatoriano. No otra cosa significan las expresiones grotescas de Andrés Páez, acerca de que ellos tienen su propio centro de cómputo y que anunciarán los resultados electorales ¡45 minutos antes del cierre de las urnas!

Se trata de una amenaza al país entero, que por lo demás es una amenaza cargada de estupidez. ¿Cómo puede un actor político, que aspira a ser Vicepresidente de la República, desconocer el sistema electoral de la república e insultar groseramente al Consejo Nacional Electoral, acusando a sus miembros de ser unos delincuentes que traman un fraude electoral?

Pero la avilantez viene, en este caso, acompañada de una rampante estupidez. ¿Cómo puede alguien anunciar los resultados de una elección que todavía no ha terminado? Es tan torpe como anunciar los resultados finales de un partido de fútbol que todavía se está jugando…

Me temo que la cosa es todavía peor de lo que parece y que, detrás de tan audaz y cínica amenaza, hay algo aún más peligroso: me temo que estamos ante el prolegómeno de un intento de golpe de Estado. Y esto lo sostengo apoyado por algunas razones evidentes, que enumero a continuación. La primera es que se trata de una amenaza que busca invalidar o negar los resultados oficiales de una elección, a la que la derecha la ve perdida, pues todas las encuestas y aproximaciones electorales muestran que es cada vez mayor la diferencia entre Lenín Moreno y su contendor Guillermo Lasso.

La segunda es que quien formula esta amenaza es un personaje sombrío, que en el pasado ha liderado acciones de violencia al frente de sus ‘camisas negras’ y que, tras la primera vuelta electoral, no tuvo reparos en cercar el CNE e inventar supuestas pruebas de un fraude inexistente, acolitado por la gran prensa y televisión burguesas. La tercera es que la derecha ya usó tácticas de golpe de Estado durante la primera vuelta electoral: bombas enviadas a personajes públicos, denuncias de fraude y de supuestos actos de corrupción, escándalos montados por agentes provocadores extranjeros y por delincuentes prófugos de la justicia, calentamiento de las calles y llamados a una intervención militar.

Y la cuarta es que esta amenaza está formulada con turbia y perversa intención, en busca de movilizar a los grupos más agresivos de la derecha y crear el clima necesario para un eventual golpe de Estado, confiando en que algún otro general “se ponga nervioso ante la situación”, como en la vez pasada se puso el incalificable general Castro, y decida dar una patada al tablero electoral. Con lo que la derecha oligárquica no cuenta es con la potencial reacción popular. El pueblo, ese ‘buey manso’ de la fábula, puede terminar enfureciéndose y atacando con mortales cornadas a sus enemigos. Algo de eso ya se vio en el intento de golpe del 30-S, cuando masas incontroladas salieron en Guayaquil a saquear negocios. ¿Se imaginan lo que ocurriría esta vez si el pueblo sintiera burlada su voluntad electoral?

Al Consejo Nacional Electoral le toca actuar con toda la calma y ponderación del caso, pero también, si fuera necesario, con toda la energía que exija la situación. Para comenzar, tiene que advertir públicamente a los medios de comunicación que clausurará y enjuiciará a cualquiera de ellos que pretenda difundir los dislates de Páez antes de las cinco de la tarde. Ojalá el poder disuasivo del Estado baste para impedir una hecatombe social como la que busca la derecha, ante su anunciada derrota electoral.

El azote de El Niño

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

El clima es un elemento fundamental de nuestra existencia, que en gran medida está marcada por las estaciones y los cambios que ellas traen consigo.

De ahí que un notable historiador francés, Fernand Braudel, llegara a sostener que “las alteraciones climáticas se dejan sentir tanto en las alturas de los árboles como en la carne de los hombres”.

Ahora estamos viviendo otra vez el azote del fenómeno El Niño, que golpea periódicamente a los países situados en el Pacífico suramericano, y en especial a Perú y Ecuador, aunque con frecuencia alcanza también a Colombia y Chile.

Este fenómeno es provocado por el avance de las aguas cálidas de origen ecuatorial hacia el sur de la costa del Pacífico, lo que provoca un calentamiento del mar y el aire y un aumento de la evaporación y las lluvias. Así, una gran nubosidad cubre la región costera y se precipitan fuertes y sostenidas lluvias, que descalabran los taludes naturales y causan su derrumbe, a la par que hacen que los ríos se desborden, inunden las llanuras y arrasen con todo lo que encuentren a su paso.

Los efectos de El Niño se hacen sentir en toda Sudamérica, con mayores lluvias en toda la región central y sur, a la par que sequías en la región Caribe y nevadas sorpresivas y baja de temperaturas en la zona andina. En fin, alcanza también a otras partes del mundo, donde provoca sequías y hambrunas, enfriamiento del mar y fuga de las especies marinas.

Dos de los mayores estudiosos de este fenómeno son los historiadores Lorenzo Huertas Vallejos, peruano, y Anne Marie Hocquenghem, francesa radicada en Perú, ambos buenos amigos míos, que han estudiado los efectos de El Niño a lo largo de la historia. Recogiendo las huellas arqueológicas, Huertas y otros estudiosos han llegado a establecer una larga cronología de este fenómeno y han señalado que él fue el causante de la destrucción de algunas grandes culturas andinas, como las de Tiahuanaco, en la actual Bolivia, y las de Chavín, Naylamp y Lambayeque, en Perú.

Por su parte, Hocquenghem ha establecido que hay ‘Niños’ de diverso carácter y efectos. Muy fuertes, que provocan catástrofes naturales y sociales, aunque traen abundancia de pastos y cosechas de temporal y hacen crecer los bosques secos. Fuertes, que afectan a las ciudades y sistemas de riego y comunicación, aunque traen beneficios como los ya indicados. Moderados, que son los mejores, pues traen beneficios sin causar destrucciones. Débiles, que llegan con poca lluvia y dan malas cosechas. Y muy débiles, que son peores en cuanto a falta de lluvias y dan malas cosechas.

Ello le lleva a concluir que, cuando no hay ‘Niño’, simplemente hay sequía, no hay cosechas, los bosques retroceden y las gentes son amenazadas por el hambre. “De modo que -dice- si consideramos lo anterior, se puede determinar que la verdadera catástrofe es la sequía y no el fenómeno El Niño”.

El fenómeno que vivimos en estos días es uno de los más fuertes de la historia sudamericana, solo comparable a los de 1983 y 1997. Por ello, la pregunta que se impone finalmente es: ¿por qué este año el fenómeno El Niño ha causado tantos destrozos en Perú y tan pocos en Ecuador?

La respuesta es evidente: porque las grandes obras multipropósito construidas por la Revolución Ciudadana han evitado las terribles inundaciones que cabía esperar y su secuela de destrucción de cultivos, inundación de poblaciones y muerte de seres vivos.