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Bicentenario de Carlos Montúfar

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

Constituida la nueva Junta Suprema de Gobierno, Montúfar informó de ello al resto de ciudades del país quiteño y las invitó a formar también Juntas locales que colaborasen con la de Quito. Las ciudades menores reconocieron a la nueva Junta, pero no lo hicieron las mayores, Cuenca y Guayaquil, que se unieron al virrey peruano Abascal para hacer la guerra a la Junta.

A su vez, el Consejo de Regencia español, que había nombrado a Montúfar como Comisionado Regio, ahora nombró al jefe naval Joaquín Molina como nuevo Presidente de Quito, por recomendación de Abascal. La guerra se hizo inevitable. Montúfar asumió la jefatura general y marchó hacia el sur, a la vez que nombró a su tío Pedro para que marchara al norte y enfrentara a las fuerzas del gobernador de Pasto, Miguel Tacón.

Montúfar triunfó en Guaranda, el 31 de diciembre de 1810, sobre la avanzada de las fuerzas limeñas de Molina, tomando su artillería y armas. Y luego siguió hacia el sur, con ánimo de tomar Cuenca. Triunfó en Paredones el 17 de febrero de 1811, pero luego se frenó, en busca de someter a Cuenca por una solución política.

Por entonces surgieron problemas políticos y sociales que minaron la acción de Montúfar. En Quito, el bando ‘sanchista’ proponía una total independencia de España y la formación de una república, mientras que el bando ‘montufarista’ buscaba una autonomía gubernativa, pero reconociendo al rey español.

Esto tuvo efectos militares, pues los ‘sanchistas’ abandonaron el ejército del sur, a la vez que huían los indígenas cargadores de armas y vituallas. Debilitado internamente, Montúfar se retiró hacia Quito, donde los ‘sanchistas’ lideraban a los grupos populares y montaban sucesivos motines. Uno de ellos derrocó de la presidencia de la Junta al conde Ruiz de Castilla, por lo que pasó a presidirla el obispo Cuero y Caicedo. Más tarde, Ruiz de Castilla fue asesinado en otro motín y el mismo Carlos Montúfar fue derrocado del mando militar por sus enemigos.

Buscando una salida política, ambos bandos convocaron al Congreso de Pueblos Libres de la Presidencia de Quito, que se instaló el 11 de diciembre de 1811 y constituyó el Estado independiente de Quito; también desconoció al Consejo de Regencia y reconoció solo la autoridad del rey. El 15 de febrero de 1811 se aprobó la Constitución Quiteña de 1812, que instituía una república con un gobierno de tres poderes.

Entretanto, avanzaban desde el sur las fuerzas del nuevo presidente de Quito, Toribio Montes, nombrado por gestión del virrey del Perú. Montúfar, liberado ya de su función de Comisionado Regio, reasumió su papel de combatiente quiteño y lideró a las fuerzas patriotas que vencieron en Chimbo, en julio de 1812, aunque luego fueron derrotadas en Mocha y se replegaron a Los Chillos.

En noviembre, sus tropas fueron derrotadas otra vez en El Panecillo y él se retiró con ellas hacia el norte, perseguido por las fuerzas de Sámano. Se hizo fuerte en San Antonio de Ibarra, de donde fue desalojado, y luego se retiró a Yahuarcocha, donde se produjo la derrota final de los patriotas ante las fuerzas de Sámano y otras tropas llegadas del Perú por el oriente.

Francisco Calderón y otros jefes vencidos fueron fusilados de inmediato en Ibarra. Montúfar, herido en combate, fue escondido por la capitana María Larraín, aunque finalmente fue capturado también y desterrado a España.

Bicentenario de Carlos Montúfar (2)

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

Mientras España desarrollaba su guerra de independencia contra el imperialismo napoleónico, en Hispanoamérica afloraban los primeros movimientos emancipatorios, aprovechando la crisis existente en la cabeza de la monarquía. Quito y Chuquisaca lanzaron en 1809 sus primeros gritos de independencia y en la primera se llegó a constituir el primer gobierno autónomo de las colonias españolas. Por su parte, los virreyes de Perú y Nueva Granada alistaron la represión de esos movimientos insurgentes.

Alarmado con la situación americana, el Consejo de Regencia español designó a varios comisionados regios para que se trasladaran a las colonias, anunciaran su establecimiento y buscaran resolver los problemas políticos y restablecer la calma. Sus poderes eran similares a los de los virreyes. Los comisionados fueron Antonio de Villavicencio para Nueva Granada, Carlos Montúfar para Quito y José Cos Iriberri para Perú.

Su llegada a Caracas, a Cartagena y a Bogotá coincidió con la instalación de cabildos revolucionarios, por lo que historiadores españoles los han acusado de haber alentado esas revoluciones. Pero lo cierto es que Villavicencio evitó la independencia total de Venezuela en ese momento y luego la de Cartagena, anunciando que España ya tenía un gobierno nacional y no debía temerse en América la imposición del poder napoleónico.

Mientras Villavicencio apaciguaba a los insurgentes de Cartagena, Montúfar avanzó a Santafé, donde buscó calmar los ánimos de los criollos y donde se enteró de los planes represivos contra la Junta Soberana de Quito, los que buscó evitar. En medio de las dificultades que le pusieran el Virrey de Santafé y el Presidente de Quito, siguió viaje hacia esta ciudad, sufriendo tres atentados contra su vida durante el tránsito. Al fin llegó a su destino el 29 de agosto de 1810, luego de la matanza de los patriotas ejecutada el 2 de agosto por las tropas del virrey de Perú, que aún permanecían en la ciudad.

Encontró a la ciudad herida e indignada por los crímenes del colonialismo y con sed de venganza. El pueblo y los criollos lo recibieron con esperanza; las autoridades españolas con recelo y animadversión. En ese clima empezó a actuar con tino, pero con firmeza. Logró que fuera reconocida la autoridad del Consejo de Regencia y, por tanto, la suya propia, y que se crease una Junta Superior de Gobierno dependiente de aquel Consejo. La Junta debía ser elegida por un Cabildo Abierto a celebrarse en la sala general de la universidad.

Cumplido el procedimiento, fue designada la nueva Junta, que era producto de una transacción política entre las autoridades coloniales, los criollos y el Comisionado Regio. Era su presidente el mismo de la Audiencia de Quito, Conde Ruiz de Castilla, y su vicepresidente el Marqués de Selva Alegre, padre del comisionado. La instalación de la nueva Junta se dio en medio de la alegría general y de festejos públicos.

Además de lograr la salida de las tropas limeñas, el Comisionado Regio organizó un pequeño ejército voluntario, llamado ‘Falange de Fernando VII’, constituido por siete compañías de milicias de infantería, dos de caballería y una de artillería.

Bicentenario de Carlos Montúfar (1)

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

Este 31 de julio se cumplirán doscientos años del fusilamiento del mayor héroe ecuatoriano de la independencia, el coronel Carlos Montúfar y Larrea, por las fuerzas colonialistas españolas. Este trágico hecho tuvo lugar el 31 de julio de 1816, en la ciudad de Buga, en la actual Colombia, luego de que los patriotas fueran derrotados un mes antes en la batalla de Cuchilla del Tambo y Montúfar cayera prisionero de los realistas.

Hijo del II Marqués de Selva Alegre, don Juan Pío Montúfar y Larrea, Carlos nació en Quito el 2 de noviembre de 1780 y estudió en esa misma ciudad, donde se graduó como bachiller y más tarde, el 17 de marzo de 1800, se graduó de Maestro en Filosofía en la Real y Pública Universidad de Santo Tomás, donde estudió Ciencias Naturales.

Poco después ocurrió un suceso que transformaría totalmente su vida: la llegada a Quito de los científicos europeos Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland, quienes se hospedaron en casa de su familia (una de las más ricas y cultas de la capital) y a los que acompañó en sus expediciones naturalistas por el área próxima a la capital.

En junio de 1802 marchó a Perú con miras a seguir a Europa, junto con los dos sabios europeos, apoyado económicamente por su padre, y llevó un notable diario de viaje, digno de un naturalista. Así, hizo constar una detallada descripción de Quito y las demás ciudades y poblaciones visitadas, con sus detalles geográficos, sociales y económicos. Igualmente anotó las características naturales de cada lugar y de los caminos y rutas acuáticas utilizados. Y muy significativo es su relato del ascenso del grupo al nevado Chimborazo.

Siempre acompañando a Humboldt, nuestro personaje viajó luego de Lima a Guayaquil, México, Estados Unidos y Francia, participando de sus observaciones científicas y económicas. En París tuvo oportunidad de conocer a Simón Bolívar y juntos asistieron a la coronación de Napoleón como emperador de los franceses.

En 1805, Montúfar viajó a Madrid, para continuar estudios en el Colegio de Nobles, donde conoció a José de San Martín. Pero poco después su vida sufrió otro vuelco inesperado, cuando estalló la crisis de la monarquía española, con al Motín de Aranjuez (1807) y luego las abdicaciones de Bayona, por las cuales los reyes Carlos IV y Fernando VII abdicaron a favor de Napoleón, a cambio de propiedades y millonarias pensiones francesas.

Ante la invasión napoleónica y la resistencia del pueblo de Madrid, Montúfar se alistó en el ejército español, bajo las órdenes del general Francisco Javier Castaños, a quien había sido recomendado por el presidente de Quito, Héctor de Carondelet, cuñado de Castaños a la vez que amigo de su padre.

Como ayudante de Castaños, Montúfar actuó con mérito en varias acciones de armas, mereciendo por ello el grado de teniente coronel de caballería, y finalmente participó en la memorable batalla de Bailén, donde los invasores franceses fueron derrotados. Ello la valió a Castaños el título de Duque de Bailén y a Montúfar, su ayudante, una condecoración y el grado de coronel del ejército español.

De Kennedy a Obama

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

Una vez más, el odio racial ha vuelto a encender las calles de Estados Unidos. La acción brutal de policías blancos, que golpean o matan a jóvenes negros por cualquier motivo se ha vuelto un acto frecuente. Y esto ha convocado la protesta generalizada de la población negra, que ve a la Policía de cada condado como una fuerza enemiga de los negros y organizada contra ellos.

El odio racista de la Policía se ha expresado en los últimos días con numerosos crímenes. El pasado martes 5 de julio, un negro de 37 años fue baleado por la espalda por policías de Baton Rouge, en el sureño estado de Louisiana, lo que fue filmado por un testigo y desató la ira y protesta de los negros. Al día siguiente, en el norteño estado de Minnesota, un negro que estaba sentado en su auto junto con su familia fue baleado por un policía blanco en un control de tráfico.

Dos días más tarde, el jueves, mientras se desarrollaba una protesta negra contra la brutalidad policial, un negro, veterano de la guerra de Afganistán, mató a cinco policías e hirió a otros once. Antes de ser muerto por un robot de la Policía, declaró que estaba enfadado con los blancos y quería matar policías. Todo ello ocurrió cerca del lugar donde fue asesinado el presidente Kennedy, el 22 de noviembre de 1963.

A su tiempo, este presidente tuvo que enfrentar una explosión de odio racial blanco, que llegó a impedir que jóvenes negros pudieran asistir a clases en la Universidad de Alabama. Esto produjo la reacción de la población negra, lo que elevó la tensión en la ciudad y en el país. Al fin, el presidente Kennedy (blanco, millonario y católico) envió a Alabama las tropas de la Guardia Nacional, para garantizar que esos jóvenes fueran admitidos en la universidad y refrenar el racismo de los blancos, que hacían exhibición de armas.

El 11 de junio de 1963, Kennedy se dirigió al país por radio y televisión, en un discurso memorable de defensa de los derechos civiles. Dijo entonces:

“Han pasado cien años de desde que el presidente Lincoln liberó a los esclavos, pero sus herederos, sus nietos, no son plenamente libres. Todavía no están libres de las cadenas de la injusticia. Todavía no están libres de la opresión social y económica. Y esta nación, con todas sus esperanzas y sus alardes, no será libre hasta que todos sus ciudadanos sean libres.

… La llama de la frustración y la discordia arde en todas las ciudades, del norte y del sur, y no hay remedios jurídicos disponibles. Se busca la reparación en las calles, en manifestaciones, marchas y protestas que crean tensiones, presagian violencia, amenazan vidas. Por consiguiente, nos hallamos ante una crisis moral como país y como personas. No se puede solucionar con medidas de represión policial.

… Hoy, hay negros desempleados, dos o tres veces más que blancos, con una educación insuficiente, que se mudan a las ciudades grandes, incapaces de encontrar trabajo, en particular jóvenes desempleados sin esperanza, a quienes se les niega la igualdad de derechos…”.

Cincuenta y tres años después del discurso de Kennedy, sus palabras siguen teniendo vigencia en gran medida. Y es que actualmente hay en Estados Unidos un presidente negro, pero la Policía blanca sigue matando impune y alevosamente a los negros. Triste paradoja de un país marcado por el racismo y la xenofobia, aunque oficialmente se precia de ser un país de inmigrantes y se proclama abanderado de la democracia en el mundo.

Labores de una academia

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

La Academia Nacional de Historia cumple este mes 107 años de existencia. Fue fundada el 24 de julio de 1909, en homenaje al nacimiento del Libertador Simón Bolívar, por el ilustre intelectual monseñor Federico González Suárez y un grupo de jóvenes investigadores.

Nació con un nombre que perfilaba sus aspiraciones científicas y culturales: Sociedad de Estudios Históricos Americanos, y tuvo como su primer empeño el de publicar regularmente un boletín, que diera cuenta de sus investigaciones y otras tareas científicas.

Ello le ganó el respeto del país y del Estado, que once años después, en 1920, la proclamó Academia Nacional de Historia, dictando a su favor una Ley Constitutiva que fijaba objetivos, responsabilidades y organización interna, y establecía la obligación gubernamental de sostenerla económicamente. Desde entonces nuestra Academia ha trabajado silenciosa y esforzadamente al servicio de Ecuador, sin otro interés que el de estudiar la historia nacional en sus fuentes originales. El mayor testimonio de ese esfuerzo lo dan las numerosas publicaciones de esta entidad y en especial su afamado Boletín, que es la más antigua y sostenida publicación científica ecuatoriana, de la que está por salir el número 193, correspondiente al segundo semestre de 2015.

Por otra parte, en los últimos años nuestra Academia se ha empeñado en salir de sus tradicionales reductos de Quito, Guayaquil y Cuenca, para proyectarse hacia todo el Ecuador. Hoy su membresía pertenece a 18 de las provincias ecuatorianas: Azuay, Bolívar, Cañar, Carchi, Cotopaxi, Chimborazo, El Oro, Esmeraldas, Guayas, Loja, Los Ríos, Manabí, Morona, Napo, Pichincha, Santo Domingo de los Tsáchilas, Santa Elena y Tungurahua. Así, hoy contamos con 125 miembros nacionales y 34 correspondientes extranjeros.

Buscando romper las barreras del centralismo, hemos realizado un buen número de reuniones científicas regionales, abiertas a la participación del público, en Manabí, El Oro, la Región Central (Riobamba) y tres en la Región Amazónica. Además, un Simposio Binacional, en Pasto; un Congreso Internacional, en Loja; un Simposio de Historia de la Ciencia y otro de Historia del Trabajo, en Quito.

Para realizar tan ingente tarea, la Academia se ha empeñado en una dinámica autogestión, que le ha permitido organizar esos simposios y financiar la publicación de las respectivas memorias y otros libros. Pero también ha sido y es importante el aporte del Estado, que, aunque es limitado, sirve para pagar a seis empleados y cubrir los servicios básicos de la Academia Nacional de Historia, puesto que sus directivos no ganamos sueldo.

La proyección internacional de nuestra Academia ha sido otro de nuestros objetivos. Y es que en el mundo actual no puede haber desarrollo del conocimiento científico al margen de las grandes corrientes de ideas, saberes y comunicación.

Así, se han suscrito varios convenios con academias extranjeras. Uno con la Academia Peruana de Historia, el 16 de octubre de 2014. Otro con la Academia Nariñense de Historia, el 13 de diciembre de 2014. Y otro más con la Academia Nicaragüense de Geografía e Historia, suscrito en Managua, el 27 de marzo de 2015, con ocasión de los actos de homenaje al General Eloy Alfaro, organizados por la embajada de Ecuador en ese país.

También se negoció el Convenio de Cooperación Científica y Académica con la afamada Universidad de Salamanca, suscrito el 29 de septiembre de 2015.

Ríos contaminados

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

El río Guayas es uno de nuestros cauces fluviales más importantes, tanto por su relevancia geográfica, como por su influencia económica y social. En sus orillas se aposentan millones de ecuatorianos, que beben sus aguas, transitan por su cauce y se alimentan de las tierras fecundadas por este gran río. Con razón, largas reflexiones se han ensayado sobre su significación para la sociedad y la historia ecuatorianas, simbolizada incluso en la imagen de nuestro escudo nacional.

De ahí que a todo el país le haya dolido el derrame de residuos petroleros causado por una empresa privada y denunciado por las autoridades locales y nacionales. Pero esa agresión al río, que merece una dura sanción legal, no debe ser tomada como un acto casual y único, sino como parte de una sostenida contaminación de sus aguas, causada desde hace tiempo por variados culpables.

El complejo fluvial que finalmente da lugar al río Guayas sostiene en sus orillas a una enorme población, que bebe de sus aguas, pero también las contamina con sus desechos orgánicos y buena parte de su basura no procesada.

A eso se ha agregado, en las últimas décadas, la contaminación causada por variados desechos tóxicos, procedentes de fábricas instaladas en las orillas de sus ríos y, sobre todo, de las plantaciones agroindustriales de la región, que son fumigadas con variados productos químicos que finalmente van a las aguas.

Recuerdo con nostalgia la variedad y abundancia de los peces de agua dulce que en mi infancia se extraían del río Babahoyo y sus afluentes: bagres, barbudos, bocachicos, ciegos, corvinas, damas, guanchiches, lizas y otros. Hoy siguen existiendo esos peces, pero están afectados por la contaminación de esas aguas, lo cual impide una mayor y mejor comercialización de la pesca fluvial.

Similar afectación sufren los ríos de la Sierra y el Oriente, donde la amenaza mayor la constituye la minería llamada artesanal, que utiliza técnicas verdaderamente primitivas, como el uso de mercurio y cianuro, lo que termina por envenenar las aguas de esos cursos fluviales y afectar a la población ribereña, que bebe de ellas.

Sin duda se han hecho esfuerzos por parte del Estado para combatir esas diversas causas de contaminación fluvial, pero nos parece que todavía son insuficientes. Por lo mismo, resulta urgente e indispensable que el país entero, con sus autoridades centrales y municipales a la cabeza, emprenda una sostenida campaña de educación ambiental, orientada a proteger nuestros ríos de la contaminación que los afecta.

Parte de esa campaña debe consistir en un esfuerzo de las municipalidades por controlar el procesamiento de las aguas servidas y los vertidos industriales. Y para ello deberán comenzar por registrar y vigilar a todas las fábricas, empacadoras y empresas de diverso tipo que se asientan junto a los ríos, muchas veces con el único afán de liberarse fácilmente de sus desechos.

En caso contrario, en poco tiempo más tendremos cloacas en vez de ríos y nuestra vida colectiva se verá afectada gravemente.

Hábitos de consumo

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

Un mensaje de la Asociación de Pequeños Comerciantes del país me ha puesto a reflexionar sobre nuestros cambiantes hábitos de consumo, que nos han llevado en un par de décadas a alejarnos de las ferias, los mercados municipales y de las tiendas de barrio para comprar, cada vez más, en los supermercados y grandes superficies.

Aparentemente se trata de una modernización de nuestras costumbres y una aproximación a formas más limpias y agradables de comercialización. Pero en verdad se trata de imposiciones del modo de vida capitalista, que sin notarlo asimilamos como formas de modernidad, en perjuicio de nuestros hábitos tradicionales de consumo.

La feria, el mercado municipal y la tienda no son expresiones de atraso. Por el contrario, son formas de cultura que nuestro pueblo construyó a lo largo de siglos para comercializar sus productos, en especial alimenticios. La feria al aire libre, conocida por su nombre mexicano de tianguis, fue la motivación que vinculó a pueblos precolombinos de diversas regiones, que llegaban a ella en ciertos períodos para trocar e intercambiar. La actual plaza de San Francisco fue uno de los tianguis más afamados de esta zona andina.

En cuanto al mercado municipal y la tienda, son gratas herencias comerciales de España, que todavía perviven con gran éxito en ese país y los de Hispanoamérica. El mercado fue por siglos objeto del cuidado de las autoridades, tanto coloniales como republicanas, que vigilaban, y todavía lo hacen, los pesos, medidas y precios con que se venden los productos. Y la tienda es nuestra versión de la bodega española, que en Cuba se llama bodega, en México pulpería, en Dominicana colmado y en Colombia tienda o mercadito.

La cosa es todavía más compleja. Mientras en EE.UU. pululan las pulperías de los chicanos y las bodeguitas de los cubanos, en nuestro país vamos reemplazando a las tiendas por ‘superminis’ y otros negocios de ese tipo.

Esto no es solo un asunto de modas mercantiles. Es sobre todo un asunto cultural. ¿Dónde puedes hallar pan caliente, leche, huevos o periódicos a las seis de la mañana? Pues solo en la tienda del barrio. ¿Y dónde puedes comprar frutas maduras y de buen sabor, además de baratas? Pues en la feria, el mercado, la tienda o la frutería.

Y es también un asunto socioeconómico. Detrás de cada puesto de feria o de mercado hay un pequeño productor que llega con sus frutos o una ‘caserita’ que las vende, para sustentar a sus respectivos hogares. Y tras cada tienda hay una familia que lucha por pagar una casa, por educar a unos hijos, por sobrevivir con dignidad. En cambio, ¿qué hay tras un supermercado? Pues una gran familia capitalista o una poderosa empresa por acciones, que acumulan grandes ganancias y, como se ha visto, las mandan a paraísos fiscales.

Pero aclaremos algo: no estoy contra los supermercados y grandes superficies. Creo que cumplen un papel importante en nuestra economía y que ocupan un espacio de mercadeo que, de otro modo, estaría ocupado por grandes monstruos transnacionales. Claro que sería de desear que impulsaran más la producción nacional, en vez de importar hasta alimentos frescos, y que promovieran con más gana a los pequeños productores locales.

Y dicho esto vamos al grano: los invito a no olvidarse de los mercados, tiendas y panaderías para comprar en ellos eso que nadie más puede ofrecernos: frutas maduras y sabrosas, mariscos sin congelar, huevos frescos y pan caliente a la hora del desayuno.

El uso político del pesimismo

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

Optimismo y pesimismo son dos formas de ver el mundo. Los optimistas miran todo con esperanza, buen ánimo y voluntad positiva. Los pesimistas lo ven todo con desánimo, con mala gana y hasta con tristeza.

Y esa mirada sobre la realidad se agudiza, en unos y otros, cuando se trata de pensar en el futuro. Los optimistas creen que el país va bien y seguirá mejor, o al menos, reconociendo las dificultades existentes, piensan que superaremos los problemas causados por esa conjunción de crisis importada y terremoto propio.

Los pesimistas miran el país a través de unas gafas oscuras, que son sus propias ideas, y por eso ven todo sombrío y desesperanzado, frustrado por aquí, fracasado por allá y derrumbado en la costa norte. Tienen alma de pasillo y por eso viven enredados en ideas como “cruel destino”, “mala suerte” o “angustia de vivir” y cada vez que hablan de su país terminan con la frasecita inicua: “¡ah!, este país…” Es que no creen en su país y todo lo ecuatoriano les parece malo, escaso o devaluado.

Lo curioso de esta historia es que los optimistas son los pobres del Ecuador, los marginados y olvidados de otrora, los que viven en barriadas humildes, los que sufrieron los efectos del terremoto. Y también los niños y jóvenes de modesta extracción, que ahora tienen acceso a la educación. Y las madres suburbanas, que ahora pueden ir con sus hijos a un buen centro de salud. Y los ciudadanos de a pie, que se sienten protegidos por una eficiente política de seguridad pública.

En contraste, los pesimistas y quejosos son los más ricos, que ahora tienen más carros de lujo y más dinero que nunca, y que vacacionan más largamente fuera del país. Sin embargo, su deporte favorito es sentarse en sus cómodas mansiones de Cumbayá o Samborondón, o en sus elegantes casas vacacionales de La Florida, con una copa en la mano, para hablar mal del gobierno de Rafael Correa y quejarse de lo mal que va el país. Y conste que no hablo de los odiadores de la Revolución Ciudadana, personas que se salen de esta clasificación de gentes normales y deberían pasar a una clasificación de patologías. Me refiero solo a quienes tienen la inclinación de ver el mundo con colores sombríos y un pesimismo galopante, irrefrenable, que no se corresponde con su nivel de vida ni con las buenas cifras de sus negocios.

A esas gentes y a sus imitadores de más abajo, todo lo que se haga por el país les parecerá siempre poco: autopistas, puertos, aeropuertos, hidroeléctricas, centros de salud, escuelas del milenio. E igual seguirán sin usar, o usando de mala gana, lo que se fabrica en Ecuador: ropa, zapatos, medicinas, muebles, libros, discos.

Pero este breve análisis estaría incompleto si dejáramos por fuera a una categoría que existe y que merece respeto: la de los pesimistas combatientes. Son gentes que descreen del capitalismo y todavía más del capitalismo ecuatoriano, porque dicen que no puede florecer un capitalismo nacional ahí donde no hay una burguesía nacional.

Argumentan que tenemos una burguesía cipaya, hecha a medida de los intereses foráneos, que copia tecnologías y modos de vida extranjeros. Que acumula dinero en el país, aprovechándose de los recursos naturales y la mano de obra local, pero guarda sus ganancias en paraísos fiscales. Que nunca ha inventado nada ni ha incursionado en procesos tecnológicos innovadores, salvo la experiencia que otrora tuvieran los Laboratorios Life.

Entre esas antípodas nos movemos los ecuatorianos.

La historia local

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

Un recordado maestro puso en mi cabeza el apotegma de que “la Patria comienza en nuestro lugar natal”. Esa enseñanza suya era una actualización de las expresiones latinas patriam terram y terra patria, que en su concisión definían a la tierra paterna y al lugar natal de uno mismo.

He vuelto a recordar ese dicho de mi maestro al asistir en la ciudad de Piñas a una sesión solemne organizada por la Academia Nacional de Historia, Capítulo de El Oro, y la Municipalidad local, para tratar el tema de la cantonización de esa población orense y hablar de la función y destino de los archivos municipales. Pensar en la historia de la tierra propia es una forma de reflexionar sobre la historia de nuestro país, aunque ello vaya a contrapelo de esa visión centralista tradicional, que cree que la patria y la historia comienzan en la capital. Y también es una forma de recuperar la memoria colectiva de Ecuador, que pervive como un tesoro olvidado en las pequeñas ciudades, pueblos y villorrios de toda la geografía nacional.

En el caso de Piñas, sus buenos hijos se han empeñado en estudiar sus orígenes, la función histórica cumplida por su pueblo en los procesos políticos y económicos del sur del país, y la evolución administrativa del lugar, que tuvo un hito mayor en su esfuerzo de cantonización.

Se ha destacado en ello don Servio Moscoso Molina, quien, con afán verdaderamente ejemplar, ha ido recuperando la documentación relativa a la historia de Piñas, hasta formar un respetable cuerpo documental, que busca convertir en el punto de partida de un Archivo Cantonal, que, naturalmente, deberá estar sostenido por el GAD municipal.

A su vez, este esfuerzo particular, aplaudido por la ciudadanía, ha motivado al capítulo provincial de la Academia Nacional de Historia a formular un proyecto verdaderamente patriótico, cual es el de incitar y ayudar a las municipalidades de todo el país a formar o poner en uso sus archivos históricos municipales, como un primer paso hacia el estudio y recuperación de su propia historia.

Este proyecto, dirigido por el entusiasta historiador y maestro Voltaire Medina Orellana, promete convertirse en una de las más fructíferas rutas de trabajo de nuestra academia, pues, contra lo que pudiera creerse, la mayoría de cantones carece de tales archivos y no se preocupa de la suerte de su documentación histórica.

Precisamente por ello reluce la actividad de los archivos municipales existentes, entre los que se destacan los de las principales ciudades ecuatorianas, que poseen una rica tradición en este campo. Es más, ellos se han preocupado también por formar excelentes bibliotecas, que dan servicio a la ciudadanía y guardan también parte de la memoria histórica local y nacional, al conservar la producción bibliográfica pasada y estimular la producción presente.

Sería de desear que todos los GAD se interesasen por los temas atingentes a su propia historia, puesto que la Ley Orgánica de Régimen Municipal, en su art. 150, les atribuye las tareas de “coadyuvar a la educación y al progreso cultural de los vecinos del municipio” y “organizar y sostener bibliotecas públicas y museos de historia y de arte, y cuidar que se conserven de la mejor forma las zonas y monumentos cívicos y artísticos del cantón”.

Tercera Misión Geodésica francesa

Por: Dr. Jorge Núñez Sánchez
Director de la Academia de Historia

Una feliz iniciativa de la embajada de Francia ha venido a reafirmar los antiguos vínculos de amistad entre nuestros dos países, nacidos con ocasión de la llegada de los académicos franceses en 1736. Ahora, 280 años después, Ecuador ha recibido la visita de un grupo de científicos franceses, que, junto a sus colegas ecuatorianos, organizaron variados eventos científicos.

El 5 de febrero, un primer grupo se propuso ascender al Chimborazo para obtener una medida centimétrica de la cumbre de la montaña y establecer su distancia con relación al centro de la tierra.

Estuvo integrado por Matthieu Perrault, del Instituto Geofísico de la Politécnica Nacional (IG); Frédérique Rolandone y Jean Mathieu, del Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo (IRD); Ángel Martínez, del Instituto Geográfico Militar (IGM); y tres experimentados guías de montaña, liderados por el afamado Iván Vallejo.

En su labor usaron dos avanzados sistemas de posicionamiento global (GPS), uno del IG y otro del IGM, vinculados a 15 satélites científicos que circundan nuestro planeta, y recogieron datos que pueden permitir un mejor conocimiento de las placas tectónicas de la región ecuatoriana. Esto último facilitará el diseño de un modelo de recurrencia de los sismos o de su probable magnitud.

Luego, del 26 al 27 de mayo, se realizó un Coloquio Científico e Histórico en el Centro Cultural Metropolitano, de Quito, que se inició con un magnífico discurso de apertura pronunciado por el embajador de Francia, señor Francois Gautier. En él participaron, por la parte francesa, el Prof. Jean-Paul Poirier, un físico estudioso de terremotos, de la Academia de Ciencias de París; el Dr. Claude Boucher, un especialista en Geodesia, del Bureau des Longitudes de Francia; el Dr. Ramiro Cevallos, del Hospital de Estrasburgo, Francia; y el climatólogo Rubén Basantes, del IRD.

Por la parte nacional intervinieron miembros de la Academia Nacional de Historia y varios geógrafos, arqueólogos y arquitectos. Un detalle muy grato fue la presencia de dos científicos españoles, que evocaron la labor de sus paisanos Jorge Juan y Antonio de Ulloa junto a los académicos franceses del siglo XVIII. Fueron la Dra. Ma. Gracia Rodríguez Caderot, del Departamento de Astronomía y Geodesia de la Universidad Complutense de Madrid, y don José Ignacio Gallego Revilla, del Museo de Segovia.

En resumen, se trató de una reunión científica del más alto nivel, en donde se analizaron las pasadas misiones científicas desde los ángulos de la historia, la geodesia, la geografía, la antropología y la medicina.

Lo que es más, se recuperó y enriqueció la memoria científica ecuatoriana y se reavivaron los antiguos vínculos de cooperación entre las actuales República Francesa y República del Ecuador, dos países unidos por ricos vínculos de cultura.
Mas la brevedad de este artículo no permite abarcar toda la riqueza de actividades que tuvo esta Tercera Misión Geodésica francesa en diferentes ciudades y sitios del país: Quito, Riobamba, Cuenca, Manta, Pedernales, Cumbayá y la Ciudad Mitad del Mundo, en donde hubo exposiciones científicas, actos pedagógicos, rutas de viaje, eventos de memoria social, conciertos musicales y, naturalmente, evocaciones de la historia gastronómica.

La revista de viajes Ñan ha recogido, en su último número, el testimonio gráfico y parte de la memoria de esta memorable fiesta binacional de la ciencia y la cultura.