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“El giro real” de Elfidio Alonso

Por: Dr. José Manuel Castellano Gil (PhD)
Miembro de la Academia Nacional de Historia de Ecuador

El giro real de ALONSO QUINTERO, Elfidio: (1983) | Librería Reencuentro

Foto de portada: IberLibro.Com

Antes que nada, aunque son datos que no pasarán inadvertidos para el lector, pero sobre los que quiero llamar su atención y remarcar porque desde mi visión posee, además, un valor añadido sustancial: me estoy refiriendo concretamente a que la primera edición de esta obra obtuvo el Premio de Novela Prensa Canaria 1982; siendo impresa en Barcelona en 1983, por la Editorial Argos Vergara -y que en su momento recibió una excelente acogida por críticos especializados de primera línea- y hace algo más de una década fue reeditada por el Centro de la Cultura Popular Canaria en 2004 y 2012. Estos elementos hablan por sí solos sobre la importancia y valoración que encierra esta novela histórica más de lo que yo pudiera aportar o reseñar al respecto. Sin embargo, junto a esa evidencia y aval incuestionable tan sólo me resta añadir un aspecto que estimo substancial: la vigencia actual de esta obra. Un texto, sin duda, de referencia que nos permitirá seguir creciendo como hombres y mujeres libres y comprometidas con nuestra realidad universal.

El Giro Real, como tendremos oportunidad de exponer, no es simplemente una novela que gira en torno a las riñas o peleas de gallos. Es mucho más que eso. Es una novela con fuertes tintes históricos que aborda con una alta dosis de rigurosidad, a través de un corpus documental serio y diverso, dos momentos, dos periodos históricos diferenciados del pasado del Archipiélago canario. Dos periodos entrelazados y vinculados entre sí; aunque yo diría más, dos periodos históricos que el autor ha conectado -creo que con toda intencionalidad- con el presente (pero el presente de la década de los ochenta) y no como un simple acto de reencuentro romántico con su pasado colectivo sino como un medio a través del cual intenta mostrar su compromiso, su visión de aquella y esta realidad con una mirada crítica, reivindicativa y manifestando abiertamente a través del simbolismo y la metáfora su manera de ver, sentir, pensar y proyectar el futuro de Canarias.

Una novedosa visión que circula entre tres planos temporales donde el sujeto, el autor -a través de las riñas de gallos- dibuja, traza y visualiza nada más y nada menos que la configuración social y cultural de Canarias y que adereza con su propio sello y experiencia cognoscitiva. La novela nos propone, en esencia, el problema de la “canariedad” y el concepto “isla” desde una doble perspectiva: cultural y social. Un conflicto presente, vivo y actual. Y esto es realmente importante, porque si han transcurrido ya sin querer poco más de treinta años de su primera edición, que son muchísimos años si lo relacionamos a los impresionantes cambios que se han sucedido en estas tres últimas décadas en la sociedad canaria, nos damos cuenta al mismo tiempo que treinta o “veinte años no es nada”, como decía Carlos Gardel, porque la esencia de “El giro real” es tan viva que parece haber sido escrita en estos últimos meses; pues la novela tiene una lectura que a mí se me antoja de rabiosa actualidad. Y quizás este aspecto esté señalando dos cuestiones relevantes: por un lado, la acertada visión dinámica del autor sobre la realidad del pasado insular y archipielágico; y un segundo elemento, difícil de digerir, pues viene a significar que estamos donde estábamos hace treinta años, que no hemos avanzado, a pesar de los cambios formales, o bien que poco o casi nada se ha modificado desde entonces en los mecanismos sociales y culturales de esta isla, de este Archipiélago. Es decir los problemas que apuntaba Elfidio en su momento, en la década de los ochenta, están todavía hoy, en pleno siglo XXI, tan lejos de resolverse como de ser afrontados simplemente a través de la confrontación abierta de las ideas.

El autor, Elfidio Alonso, da un repaso magistral a ambos periodos históricos, se basa y se fundamenta en apoyos documentales diversos que van desde las referencias a las obras de los ilustrados canarios y posteriores con las que presenta su análisis de la sociedad canaria. Pero junto a estos recursos dispone también de un apoyo hemerográfico de principios del siglo XX. Asimismo, el autor, vuelca y entremezcla en el texto su propio acervo cultural y profesional, que van desde sus propias lecturas, recopilando citas y descripciones de autores contemporáneos referidos a las riñas de gallos como Nemesio Canales, García Márquez o las referidas a La Laguna de Miguel de Unamuno, J.J. Armas Marcelo y una retahíla de dichos populares tanto canarios como universales, habaneras, coplas, romances, etc., que ofrece una riqueza cultural de gran altura y nivel. Y en el otro extremo, Elfidio imprime también su propia capacidad creativa que contextualiza históricamente hasta el más mínimo detalle.

La novela se enmarca, como decía, en dos relatos complementarios vinculados aparentemente por una temática concreta: las peleas de gallos, que se desarrollan en dos períodos históricos: uno, en la última fase de la Etapa Moderna (segunda mitad del siglo XVIII) donde comienza a fraguarse, desde el punto de vista de las ideas, la transformación social y económica que dará origen a una nueva edad histórica: la Etapa Contemporánea y que tiene como escenario la ciudad de La Laguna. Mientras que el segundo relato, que se extiende y abarca una gran parte del siglo XX, visualiza el contexto social de la isla de La Palma. No obstante, consideramos que los nexos comunicantes entre ambos relatos van mucho más allá de las riñas de gallos; pues creemos, que Elfidio diseña, configura y expone la esencia básica de la novela hacia una crítica abierta sobre la realidad de Canarias, a partir de esos dos periodos que confluyen en la actualidad, mejor dicho, en la década de los ochenta de la pasada centuria pero que su sombra se proyecta hasta estos momentos.

Asimismo, la obra refleja otra dicotomía interesante al abordar el autor también dos marcos espaciales específicos y diferenciados, como síntesis del contexto archipielágico: la visión urbana y la agraria: La Laguna del siglo XVIII, una ciudad puntera en cuanto a las ideas ilustradas, con su ámbito cultural, y la isla de La Palma que viene a simbolizar al mundo agrario y su caracterización social.

El primer relato está ambientado en la ciudad de La Laguna del setecientos, en el marco de la Tertulia de Nava, con el protagonismo de D. Joseph de Viera y Clavijo y con el tema central del mundo cultural isleño, utilizando las riñas de gallos como hilo conductor a partir del cual el autor nos introduce en el ambiente aristocrático lagunero, nos hace recorrer la húmeda ciudad conventual a través de sus calles y sus edificios; nos invita a presenciar en primera fila los debates en el Palacio de Nava, especialmente la polémica surgida tras la prohibición de las peleas de gallos por el Personero a instancia del Santo Oficio; nos informa sobre las dispares visiones que circulaban en La Laguna y Santa Cruz al respecto; nos habla de la pugna entre ambas ciudades, del ambiente cultural, de los libros prohibidos que entraban clandestinamente en Tenerife en las bodegas de los barcos ingleses; la vigilancia amenazante de El Santo Oficio; las pugnas entre inmovilistas y renovadores; y una multitud de secuencias históricas. Entre todos estos asuntos sobresalen dos temas estelares que ocupan un escalafón secundario: la emigración y la corrupción.

El segundo relato está inmerso en la vida social de la isla de La Palma del siglo XX utilizando nuevamente las peleas de gallos como leit motiv o travesía literaria para abordar el complejo estado social de Canarias. Para ello, el autor fija una sólida estela sobre la configuración dinámica de la sociedad canaria que va desde la presencia de la cultura guanche a las  múltiples manifestaciones e influencias europeas y americanas; y donde va surgiendo una serie de ejes referenciales como la guerra de África; el mundo agrario, la estratificación y composición social; la emigración a la Gran Antilla, el papel de los isleños en Cuba -simbolizado en don Benito, que representa la hoja de ruta del emigrante canario como trabajador en la plantación azucarera, como billetero y en las vegas tabaqueras- y, cómo no, el mundo de las peleas de gallos, sus conexiones e influencias de ida y vuelta; el papel de los indianos, sus remesas y su repercusión en la reinversión y reactivación económica del Archipiélago como en los casos de extracción de aguas o en la adquisición de terrenos agrícolas y puesta en cultivo tanto en la propia isla como fuera de ella; la presencia e inversión inglesa; el impacto de la guerra civil española; la emigración clandestina a Venezuela y su retorno, los primeros años de la transición política española y el golpe de Estado de Tejero en 1981.

Como ya hemos señalado, el mundo de las peleas de gallos es el vehículo literario que el autor utiliza para establecer una conexión fluida entre ambos relatos pero al que le otorga también una atención y tratamiento destacado, es decir, no es una simple utilización o mero recurso literario. Y en ese sentido y al mismo tiempo, la novela adquiere otra función: puede ser considerada en cierta manera como un manual encubierto sobre el mundo que rodea a esta tradición antiquísima, las peleas de gallos; donde aborda su compleja historia, sus conexiones, sistemas de entrenamientos, curas, cruces, así como la introducción de gallos en Canarias, sus vínculos con Inglaterra y con Cuba, el impacto y el arraigo de esta tradición en la sociedad canaria que sirvió de aglutinante social donde confluían tanto las clases acomodadas como los sectores más humildes y como un elemento de comunicación socioeconómico entre las distintas comarcas de la isla y todo ello acompañado de su propio léxico.

En definitiva, dos relatos independientes y dependientes que caminan hacia un mismo destino: la emigración. Uno de ellos basado en la realidad con ciertos toques novelísticos y otro ficticio pero fundamentado en la memoria histórica de Canarias. Dos historias, dos realidades con un mismo sueño: “El giro real”. Y en ese sentido, más que una novela histórica, que lo es, y que repasa los aspectos básicos de la edad moderna y contemporánea de Canarias, puede considerarse también, y permítanme esta herejía literaria, como una obra de ensayo, donde su autor partiendo de un testimonio histórico expone, reflexiona y postula. Y aún digo más, este excelente texto, a mi juicio, debe ser considerado como un libro imprescindible, como una herramienta básica y esencial, no sólo en el ámbito de la enseñanza secundaria y universitaria desde esa doble funcionalidad: histórica y literaria, amén de un compendio o tratado sobre las peleas de gallos, sino también como una obra básica y referencial para el conjunto de la sociedad canaria en esa búsqueda de una conformación colectiva en constante avance.

“El giro real” es la gran metáfora de Canarias, que viene a representar la imperiosa búsqueda de una personalidad colectiva a través del mestizaje, de múltiples cruces de castíos, la búsqueda de la excelencia como pueblo, donde el autor combina origen, evolución y futuro; es la necesidad de construcción de una Canarias abierta interiormente y en contacto permanente con el exterior. Pero también, desgraciadamente, esa valla donde luchan o pelean los gallos adquiere otra dimensión metafórica de Canarias, como terrero de lucha, el palenque donde los distintos grupos y clases sociales se enfrentan, donde pueblos e islas pugnan entre sí en un ambiente social corrupto y culturalmente empobrecido. Una sociedad condicionada por una estrechez espacial, donde los codazos, las envidias, las rencillas, la pobreza cultural y, por tanto, social, generan un fuerte sentimiento y necesidad de exilio individual como alternativa bien a la propia supervivencia intelectual como es el caso de Viera y Clavijo, bien a la propia supervivencia física-vital, que viene representado por el hijo ilegitimo del cacique que personifica a ese gran contingente de individuos que se ven en la obligación irremediable de emigrar en busca de una nueva realidad, un nuevo mundo, que le permita superar las duras limitaciones sociales y económicas de su lugar de origen.

El giro real es una fuerte crítica razonada y fundamentada en la realidad cultural de Canarias, una denuncia sobre el papel del intelectual y las circunstancias que lo rodean y que queda sintetizado en las palabras de uno de sus protagonistas, Viera y Clavijo, que “se siente cansado y sin ánimos” y se plantea como solución: Marcharse de las islas; aunque es consciente de que dicha aptitud de “fuga” pudiera significar dejar libre el terreno al enemigo y que se debería luchar en la tierra de uno, para que las cosas cambien, aún a costa de los riesgos, de la influencia de los poderosos; pues si los que tienen conciencia de la situación, los llamados a combatir sin tregua, abandonaban el “terrero” a los mediocres, a los aprovechados, a los entreguistas y a los adulones que causan la corrupción y los abusos de poder, la causa del progreso, de la cultura y de la justicia no iba a tener abogados defensores apropiados en Canarias. Sin embargo, Viera y Clavijo opta por salir, por marcharse como medio para superar una realidad decadente, como única esperanza de crecimiento, siguiendo los pasos de otros “giros reales” que cansados de predicar en el desierto y de soportar todo tipo de vejaciones partieron hacia otras tierras.

Sin embargo, la realidad exterior -después de experimentarla en carne propia- le resultó tan decepcionante que afloró “el embrujo de la añoranza, la ausencia del mar, el apego a la tierra”. Y como muy bien señala Elfidio: “Claudicaba el giro real, tal vez porque era un gallo viejo y añoraba el corral nativo, cansado de engaños y traiciones; de sentirse marginado y perseguido; había tenido suficientes ocasiones como para poder afirmar que la mediocridad y el nepotismo se daban en la Corte con mayor profusión, si cabe, que en las islas”. Pero su compromiso y su sentido de la responsabilidad ética no le permitían, no estaba dispuesto, a “vender la pluma y la sotana al mejor postor”. Por tanto, decide regresar con la lección bien aprendida, siendo consciente de que él sólo no iba a luchar contra los elementos… esa batalla, esa pelea quedaba pendiente para otra etapa de la historia en la que los canarios fueran capaces de mejorar culturalmente y pudieran superar el aislamiento, las pugnas intestinas, frenar el avance de los mediocres y de los entreguistas. Y en este sentido, apuesta ciegamente por el papel de los jóvenes valores, en los que deposita todas sus esperanzas, porque Canarias estaba y está necesitada de savia nueva.

“El giro real” es un canto a la canariedad pero poniendo sobre la mesa de forma clara y contundente los vicios y defectos sociales y culturales de una sociedad que en su conjunto ha impedido la forja de una conciencia colectiva de pueblo. Un canto a la canariedad en continua evolución basado en un mestizaje como búsqueda de ese “giro real” que consolide, estructure y vertebre a la sociedad canaria en un colectivo bajo una idea aglutinante y no excluyente.

En definitiva, una novela histórica, un ensayo novelado, un testimonio crítico, una denuncia, una gran metáfora: la canariedad, el concepto isla y el mundo cultural como instrumento necesario de cambio y transformación.

Elfidio vuelca en esta obra su conocimiento, su experiencia vital y el mundo de sus ideas para reflexionar y analizar desde una perspectiva dinámica a la sociedad insular y creo que con esta reedición, con este reencuentro con su obra después de veinte años, supondrá también un reencuentro íntimo, especial, del autor consigo mismo, un elemento más a añadir a la reflexión no sólo para él sino, muy especialmente, para todos nosotros como protagonistas y co-responsables de nuestro tiempo histórico. Este libro tiene esa gran cualidad: la de interrogarnos, preguntarnos y reflexionar para buscar y abrir nuevas puertas a la realidad y al futuro.

Evidentemente esta novela encierra y contiene muchos otros elementos susceptibles de análisis, de reflexión y otras tantas metáforas y simbolismos interesantes, pero no creo que sea este el momento oportuno para desvelarlas sino más bien el espacio adecuado para invitar a su lectura.

 

Prefiero mi estupidez a tu inteligencia

Por: Dr. José Manuel Castellano Gil PhD

Mi muy desestimado anti-ciudadano, Sr. Donald Trump, me he tenido que enterar a través de los medios de comunicación, con cierto sentimiento de lástima y desprecio, que “usted”, (en minúscula, por siempre), ha calificado “de estúpidos a hispanos y afroamericanos”.

Con todos mis respetos, sensibilidad que “usted”, (sigue en minúscula), carece, ni conoce por asomo, ni siquiera la Ciencia alberga posibilidad alguna de poder intervenir en ese espantoso padecimiento que sufre, el suyo es un caso perdido y sin solución. Debo decirle con total claridad que poco o, más bien, nada me interesa de lo que “usted”, (continuamos en minúscula), pueda tener bajo ese plumacho de serrín que adorna su estructura ósea en la parte superior, si es que algo tiene, además, de aire contaminado. Únicamente mi inquietud y preocupación proviene como simple ciudadano del mundo por su condición de mandatario de una confederación de Estados que, durante casi una centuria, deshace y aniquila la vida de hombres y mujeres en muchos territorios de este planeta con terribles consecuencias. No obstante, espero que llegue el día de la caída de ese imperialismo sangriento.

No logro entender como los votantes norteamericanos se atrevieron a depositar su confianza en alguien como “usted”, (seguimos con minúscula), sin duda, un reflejo de este sistema democrático decorativo de cartón piedra en manos del capital, como en la inmensa mayoría del planeta.

¿Cuál es su grado de inteligencia? Si es que pudiera tenerla, cosa que dudo pero que en cualquier caso, siendo generoso, se ubicaría en la fase arcaica, es decir, en la etapa primaria o salvaje del proceso evolutivo. “usted”, (perpetuamos la minúscula), es un simple depredador en el ámbito empresarial, en el escenario internacional, en la parcela social, en los círculos políticos, -¡ni mencionar su capacidad intelectual!- y en el plano medioambiental, que siembra oscuridad, terror y muerte. No aspiro a tener su ¿inteligencia?, Dios me libre, sino a continuar con mi humanismo rebosante de estupidez.

Cargado de esperanza e ilusión en que no sea reelegido, le saludo muy indiferentemente.

José Manuel Castellano Gil

Cuenca (Ecuador) septiembre 2020

El reino global de la corrupción

Por: Dr. José Manuel Castellano Gil PhD.

Ese asiduo alarde político-mediático contra las tramas corruptas es un simple lavado de mano, al más propio estilo de Poncio Pilato. Muchas de esas voces ocultan bajo lujosas alfombras persas sus basuras. Pues, el actual sistema mundial, centros y periferias, ha tenido y tiene como único mandamiento sagrado: “robarás todo lo que puedas y explotarás sin mirar a quien”.

La penitencia para el pecador pescado no es más que una escenificación de “cabeza de turco”, un escarnio y lapidación pública, que evite la pérdida de creencia y confianza en este sistema, “¿el menos malo?”, entre los plebeyos, para que los mercaderes fariseos continúen robando a manos sueltas y llenas.

La corrupción y la explotación son los dos pilares esenciales en los que se asienta y se basa este pre-democrático modelo, sin división de poderes, con normativas y reglamentaciones ficticias, con sucias puertas giratorias, con insultante cinismo, con apaños obscenos y mentiras despiadadas.

La gran mayoría de las estructuras, políticas y empresariales, no pasarían con éxito la prueba del algodón, ante la financiación ilegal, los depósitos en paraísos fiscales, los sobreprecios, las comisiones, las adjudicaciones y consignaciones, los fraudes fiscales y sus testaferros, las injerencias judiciales, los sobornos, los crímenes y asesinatos, los trabajos de fontanería de sus voceros manipuladores, la connivencia amigable con el narcotráfico, la trata de cuerpos y el tráfico de menores junto a las terribles y escalofriantes actuaciones de empresas armamentísticas e industrias farmacéuticas, hasta el accionar velado de las instituciones espirituales. Todo está manchado, todo es sucio, todo es mentira, puro teatro.

Esta breve reflexión nos lleva a sugerir a la NASA que no invierta tantos recursos en descubrir mundos paralelos en el pluriverso, pues no tiene que ir tan lejos para demostrar su simple existencia en este agónico globo terráqueo, cada vez menos azul y más gris.

 

 

Por la Libertad de Expresión y contra las hordas vandálicas

Por: Dr. José Manuel Castellano GIl PhD.

La Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina, una joven editorial que desde Cuenca mira al mundo, cuenta con un fondo de publicaciones que supera la treintena de libros en apenas un año y medio de vida, y que se ha convertido en la primera Editorial Digital ecuatoriana de acceso abierto, que tiene como principios fundamentales compartir y democratizar el conocimiento. Además otros de sus ejes claves es contribuir a la difusión de la producción científica, sin olvidar nuestro decidido apoyo a la juventud ecuatoriana.

Pero la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina pretende ser algo más que una editorial y, por ese motivo, intenta contribuir en las distintas facetas culturales, patrimoniales y sociales, a través de acciones diversas como mesas redondas, veladas poéticas, encuentros, etc.

Una de sus últimas convocatorias en ese campo fue la propuesta de una Mesa Redonda que intentaba dar respuesta a la pregunta ¿Los Medios de Comunicación en crisis?

Un foro de reflexión propuesto por la Editorial consciente y preocupada por la situación que estamos viviendo en el ámbito internacional, con el cierre de grandes empresas periodísticas y audiovisuales y que también tiene su reflejo directo en Ecuador, ya que la inmensa mayoría de los rotativos nacionales están en quiebra o afrontan enormes dificultades económicas, además, de la propia situación de los medios públicos ecuatorianos que ya se encuentran en salas de velación. Y de igual manera, ese panorama se percibe en la ciudad de Cuenca, donde ya varias radios han dejado de emitir sus ondas; El Mercurio se encuentra en una dura crisis económica y para El Tiempo ya doblan las campanas.

Evidentemente esta situación no afecta sólo a los Medios de Comunicación sino al tejido productivo en general y a los cambios de hábitos y consumo que han sido alterados, en parte, por la crisis sanitaria, y que ha puesto en evidencia la escasa adaptación a los cambios tecnológicos, sociales y económicos. Pero, consideramos, que la pandemia no ha hecho otra cosa que adelantar esos procesos que se venían encima y, por tanto, no ha sido el único factor responsable de esta realidad. Desde luego, desde hace tiempo se veía las orejas del lobo pero nadie actuaba, por tanto, no debemos entender esta situación como algo imprevista, novedosa o sorpresiva, pues las señales estaban presentes, eran muy evidentes. Otra cosa muy distinta, es que nadie daba un paso al frente.

De modo que la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina, derivado por esa situación, proponía poner sobre la mesa de debate una serie de elementos: el interés económico, la complicidad institucional-ideológica de los medios de comunicación; su alejamiento de los asuntos generales de interés social; la pérdida de credibilidad; la escasa producción propia; la ausencia de investigación periodística; e incluso la falta de profesionalidad, etc.

Y para ello, invitó a cuatro especialistas con amplias trayectorias en el ejercicio profesional comunicativo, como ALBERTINA NAVAS, doctora en Comunicación, con 20 años de experiencia en la comunicación corporativa, institucional y política, con énfasis en el ámbito digital y que actualmente conduce el programa «En tiempo real», en la radio en línea Energía FM; al periodista ecuatoriano CÉSAR RICAURTE, fundador de la Fundación Andina de Observación Social y Estudio de Medios (FUNDAMEDIOS), primera organización de prensa en Ecuador, dedicada a la defensa y promoción del derecho a la libertad de expresión; al Dr. WILSON GÁRATE ANDRADE, profesor de Periodismo en la Universidad de Cuenca y periodista en Radio Alfa, Radio Tomebamba y en los diarios El Universo, El Mercurio y El Tiempo; y al Dr. ÉDGAR VICENTE CORDERO COELLAR, periodista con trayectoria en el campo de la investigación en sus más de 30 años en medios nacionales e internacionales y Catedrático de la Universidad Católica de Cuenca.

Pero las armas las carga el Diablo y los derechos de libertades son el blanco para aquellos que pretenden la dominación única. De modo que esa Mesa Redonda sufrió el ataque de hacker en los momentos iniciales con insultos, palabras soeces, gritos, música infernal y mensajes automatizados a través del chat.

Realmente una situación extremadamente desagradable, muy incómoda. Sin duda una actitud muy propia de aquellos que no creen en el diálogo social, en la convivencia pacífica y democrática y que no tienen otro recurso intelectual que utilizar la fuerza para atentar contra la diversidad de pensamientos, contra la libertad para imponer un mundo de terror y de miedo. En síntesis, un comportamiento vandálico, antisocial muy preocupante y alarmante que tiene cada vez más espacios, incluso en los propios ámbitos académicos.

De modo, que esa Mesa Redonda tuvo que ser suspendida, dada la agresión de esos bárbaros, pero esas amenazas no nos van a impedir llevar a cabo ese encuentro de análisis y reflexión. Por tanto, anunciamos en voz alta que el próximo miércoles 5 de agosto a las 19:00 h. nos veremos nuevamente para dialogar sobre la situación y el papel actual y futuro de los Medios de Comunicación, pese a quien pese. Quedan, por tanto, todos invitados a ese encuentro.

 

No se echen a morir

Por: Dr. José Manuel Castellano Gil (PhD)

A mi alumna, Yamileth Cando Méndez, a quien le debo este título.

Sin duda las terribles circunstancias actuales podrían ser un oportuno y excelente instrumento de aprendizaje vivo y directo sobre el funcionamiento de un modelo que se tambalea desde sus propios cimientos y que es imprescindible desplazarlo.

Los grupos dominantes en el escenario nacional-internacional han establecido y promovido una relación criminal de dependencia desigual, en clave de sobreexplotación de los recursos humanos, de destrucción medioambiental y de apropiación de las materias primas de los países “sub” o “en vías de desarrollo”, junto a un sistema político instrumentalizador, mentiroso, manipulador, corrupto y con comportamientos culturales adocenados.

Esto que exponemos no es nada nuevo pero parece que el efecto secundario del coronavirus ha despertado súbitamente estas ideas en la inmensa mayoría de la sociedad mundial, que ha llevado a mirar de reojo hacia atrás para cuestionar nuestros modos y valores de vida. Una reacción más que normal ante una situación de incertidumbre, pues, siempre nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena para olvidarnos inmediatamente cuando escampa.

Muchas voces repiten que nada será igual a nuestro pasado más inmediato, al de hace unas semanas; que está crisis es una nueva oportunidad para cambiar la historia; que tenemos que adaptarnos a una nueva realidad; que esta pandemia es un reencuentro del hombre con la espiritualidad…

En fin, la verdad es que no tengo ni idea como se organizará la sociedad que viene después de todo esto pero, sea como sea, resulta obvio que ese proceso no será ni corto, ni mucho menos a medio plazo, pasarán probablemente varias generaciones para poder vislumbrar algo claro, pues los cambios de mentalidad siempre han sido lentos y con muchas interferencias.

Desde mi visión, más que preguntarnos como seremos, creo que es más urgente y prioritario responder cómo vamos afrontar y actuar en estos momentos.

El compromiso y las ideas no pueden estar encerradas, ni aisladas y deben transitar hacia la acción para evitar aceptar las imposiciones en cascadas que vendrán desde arriba, cuyas recetas serán como siempre un ritual de sacrificio con deshumanizadas medidas políticas, económicas, sociales y sanitarias que acentuarán aún más las brechas de desigualdades existentes durante décadas y que condenarán a una crisis de subsistencia presente y futura a millones de ciudadanos en el mundo. Las opciones que nos proponen los grupos dominantes se reduce simplemente “a echarnos a morir por el coronavirus” o “echarnos a morir por hambre”. No podemos dejar en las manos de esos irresponsables depredadores la reconstrucción de su propio modelo que atenta contra todos, por tanto, es hora de organizarnos y actuar.

CARLOS ARÍZAGA VEGA (I): Un pasaje de la Historia democrática ecuatoriana contemporánea

Por: Dr. José Manuel Castellano Gil (PhD)

A finales de los años 60 y a lo largo de la década de los 70 de la pasada centuria, Ecuador vivía una etapa de gran inestabilidad política, social y económica. El golpe de mano del 22 de junio de 1970, propiciado en el quinto período de José María Velasco Ibarra al frente del Gobierno, con la supresión del orden constitucional ecuatoriano, agudizó la situación social del país: devaluación monetaria y aumento del coste de vida; incremento de la carga tributaria; generalización de comportamientos corruptos desde las esferas del poder; quebrantamientos de los derechos y libertades; inestabilidad administrativa; clausura de los centros universitarios; anarquía en el gasto público; actos violentos contra las instituciones, etc.

Este desolador panorama activó el compromiso de lucha social de distintas personalidades y partidos políticos constitucionalistas que apostaban por un cambio de rumbo, al reivindicar la restauración jurídica de la República para posteriormente establecer los instrumentos necesarios en la búsqueda de un desarrollo económico y social del país. Un defensor acérrimo del constitucionalismo ecuatoriano fue el cuencano Carlos Arízaga Vega, que sufrió en carne propia las consecuencias represivas del Régimen.

Carlos Arízaga Vega nacía un 15 de noviembre de 1929 en el seno de una familia acomodada cuencana, integrada por su padre Carlos Luis María Arízaga Toral, su madre María Francisca Vega Toral y sus seis hermanos: María Lastenia, Fanny, Emma, Estela, José Vicente y Raquel Teresa.

Inició sus estudios primarios en la Escuela de los Hermanos Cristianos y obtenía su graduación en el Colegio Rafael Borja en 1947, que le permitía acceder a la carrera de Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Quito para concluir su licenciatura en la Universidad de Cuenca, donde fue elegido Presidente de la Asociación de la Escuela de Derecho. Poco después, en 1953, obtenía el título de Doctor en Jurisprudencia. En ese mismo año, a sus veinticuatro años de edad, contraía matrimonio con la cuencana Alicia María del Rosario González Lamuelle y conformaron una familia con sus seis hijos, María de Lourdes Lucía, Alicia del Pilar, Juan Carlos, Alfredo y Catalina.

Carlos Arízaga Vega fue un hombre polifacético, docente y Decano en la Facultad de Derecho en la Universidad Católica de Cuenca; reconocido y prestigioso jurista constitucionalista; comprometido e ideólogo político conservador; activo y exitoso líder en el mundo empresarial y en la gestión pública. Junto a ello fue un inquieto intelectual, plasmado en sus tres libros, “Labor legislativa 1887-1909” publicado por el Centro de Estudios Históricos y Geográficos de Cuenca en 1958; “La Mujer frente a la Constitución Política del Ecuador”, editado por Talleres Tipográficos Nacionales de Quito en 1970; y “Cuenca en la vida política”, publicado por Talleres de la Municipalidad de Cuenca en 1971.

Carlos Arízaga Vega, además, poseía unas excelentes dotes de orador, evidenciadas en sus diversas disertaciones, entre las que destacamos, “Centenario del nacimiento de Remigio Crespo Toral”, “I centenario del Natalicio del Dr. Rafael María Arízaga”, “Camilo Ponce Enríquez”; etc., o como conferencista, “La Constitución de 1967”, “La Estabilidad Monetaria”, “El Estado de Derecho”, etc., así como en sus numerosas intervenciones parlamentarias.

En el campo de la política desempeñó diversas responsabilidades. Fue Vicepresidente del Concejo Municipal de Cuenca entre 1955-1957; Presidente del Comité del IV Centenario de la Fundación de Cuenca; Diputado de la República en dos periodos en 1958 y 1963, Vicepresidente de la Cámara de los Diputados; y Presidente del Consejo Provincial del Azuay en 1961.

Entre 1966-1967 fue Diputado a la Asamblea Constituyente; miembro del Parlamento Latinoamericano; Senador en 1968 a 1971; Presidente del Frente de Restauración del Azuay, en 1971, integrado por el Partido Conservador, el Partido Liberal y el Partido Socialista, que propugnaba el retorno a la legalidad institucional; y candidato a la Presidencia de la República de Ecuador en 1972 por la lista 15 del Frente de Restauración Nacional, alianza entre el Partido Conservador y Acción Revolucionaria Nacionalista Ecuatoriana (elecciones que no se llevaron a cabo).

Su lucha contra la Dictadura trajo como consecuencia una orden dictada por el Gobernador de detención y su reclusión en el penal “García Moreno”. Ante ese atropello una de las primeras instituciones que salía al paso fue el Consejo Gubernativo ampliado de la Universidad Católica de Cuenca que, en su sesión del 12 de junio de 1971, expresaba de forma contundente su absoluta solidaridad. Una muestra de apoyo que fue agradecida por el Dr. Arízaga, quien aprovechaba la ocasión para manifestar que “como Catedrático de Derecho Constitucional había experimentado el despotismo de la dictadura y el atropello de las normas fundamentales; y que en el Penal había extrañado el servicio de la cátedra y quería que esa obligada ausencia haya sido compensada por la lección viva que significa luchar por sostener el derecho, la Constitución y el régimen democrático” y, además, se comprometía a continuar trabajando por el crecimiento de la Universidad Católica de Cuenca y por la restauración integral del Estado Ecuatoriano bajo el imperio de la Ley.

ND: El Dr. José Manuel Castellano Gil (PhD.) es docente de la Universidad Católica de Cuenca, Director de la Cátedra Abierta Institucional Guadalupe Larriva González, Miembro Academia Nacional de Historia de Ecuador.

La guerra de 1941 (I): Los orenses camino al exilio

Por: Dr. José Manuel Castellano Gil (PhD)

El ambiente de inestabilidad en la frontera ecuatoriana-peruana en 1941 y los constantes rumores de un eminente conflicto crearon un clima de alarma social en la provincia de El Oro. A principios de julio de 1941 las portadas de los principales periódicos daban por hecho un estado real de guerra: “Chacras, Balsalito, Guabillo, Aguas Verdes, Quebrada Seca, Carcabón y Arenillas habían sido las primeras plazas en ser ocupadas por el ejército peruano”. Y a partir de ese momento se propagaba la idea que Santa Rosa, Machala y Puerto Bolívar serían los siguientes objetivos.

El continuo avance militar sobre territorio ecuatoriano, las constantes violaciones del espacio aéreo y las grandes concentraciones de tropas en la frontera con Loja anunciaban un eminente ataque peruano con la participación de fuerzas combinadas de tierra, mar y aire. Esta situación llevó al gobierno de Ecuador a denunciar en foros internacionales los actos de agresión cometidos por las fuerzas invasoras y encendió un sentimiento patriótico en muchas localidades del país, a través de enérgicas manifestaciones de rechazo y protesta social, que demandaban armas para “castigar al agresor” y defender la integridad nacional.

La invasión peruana activó los resortes diplomáticos en el ámbito americano. Así el 9 julio se anunciaba la pronta formulación de una propuesta de mediación, surgida en el seno de las negociaciones mantenidas en Washington por los países conformados en mediadores del proceso (Argentina, Brasil y Estados Unidos). Sin embargo, sus resultados no obtuvieron el éxito deseado tras fracasar los distintos intentos llevados a cabo. No obstante esas conversaciones se prolongaron en el tiempo, hasta que se conseguía concretar el Acuerdo de Río de Janeiro a finales de enero de 1942.

Los orenses camino al exilio

Desde la fase prebélica y, muy especialmente, a partir de las primeras incursiones peruana en suelo ecuatoriano se había iniciado un lento desplazamiento de orenses hacía otras provincias. Ese flujo se transformaría, según se incrementaban las hostilidades, en una riada constante y numerosa en los momentos previos a la toma de El Oro, hasta el punto que Machala había sido desalojada en los días precedentes a su ocupación y prácticamente quedó despoblada durante la permanencia peruana en la Ciudad.

La invasión peruana de Machala supuso la supresión de toda actividad económica agraria, urbana y una ruptura general del servicio del transporte fluvial, además, de un corte en el suministro de víveres y un cierre de los servicios de radio. La ciudad quedó completamente incomunicada. Previo a estas circunstancias una inmensa mayoría de ciudadanos habían decidido partir al exilio en distintas fases, abandonando sus casas, sus tierras y sus bienes. Machala y, por ende, la Provincia se convirtieron en un verdadero botín de guerra para los invasores, que se apropiaron prácticamente de todo lo disponible de valor que encontraban a su paso y que posteriormente era trasladado al Perú.

Varios fueron los puntos de destinos de este éxodo masivo, pero Guayaquil fue el lugar por excelencia a donde se dirigieron la inmensa mayoría de los orenses. Tras la ocupación de Machala, El Guabo, Tendales y Tenguel se reconvirtieron estratégicamente, en un primer momento, en zonas de refugio y concentración de una población que huía del horror de la guerra, para posteriormente adquirir una función simplemente de puntos intermedios de tránsito de los contingentes orenses que pretendían llegar fundamentalmente a Guayaquil.

Otros puntos de destino de los refugiados orenses, aunque de menor importancia cuantitativa, fueron Quito y la ciudad de Cuenca; a esta última accedían caminando a través de las breñas de la Sierra austral y a su llegada encontraron la solidaridad azuaya a través de las distintas organizaciones e instituciones, que no escatimaron sacrificios en ofrecer su auxilio.

Las frecuentes incursiones de la caballería peruana sobre El Guabo, donde se habían congregado numerosas familias procedentes de las ciudades de Machala y Pasaje, provocaron una evacuación progresiva y total a lo largo del mes de agosto de 1941. De modo que la absoluta falta de garantías y los abusos cometidos por las fuerzas invasoras sobre la población civil dio lugar a que El Guabo quedara completamente deshabitado, pues tanto sus originarios habitantes, así como el resto de los orenses damnificados, emprendieron la búsqueda de nuevos refugios, siguiendo el doloroso vía crucis hacia las haciendas de Tendales y Tenguel para alcanzar como último destino Guayaquil. Asimismo se producían incursiones de cazas peruanos que sobrevolaban el cielo de Cuenca y descargaron sus municiones sobre Tarqui, Girón, San Fernando, Santa Isabel, etc.

Desde julio de 1941 y en los meses consiguientes se producían de forma constante la llegada numerosa de orenses a Guayaquil. Un intenso tráfico interrumpido en muchas ocasiones debido a la dificultad y ausencia de transporte marítimo y por la gran avalancha de personas que se encontraban en situación de espera. Por lo general, desde Guayaquil a Tendales zarpaban distintos remolcadores y lanchas encargadas de proporcionar auxilios a los refugiados de El Oro.

La situación de los refugiados en Tendales llegó a ser extremadamente crítica, ya que no contaban con medios básicos para el alojamiento, como tampoco ningún tipo de auxilio, alimentos, medicamentos y se encontraban diezmados por los brotes epidémicos y las continuas amenazas del ejército y la aviación peruana. El jefe del puesto de socorro de Tendales informaba que cada día llegaba un número mayor de emigrados de El Oro y calculaba que aún faltaban por evacuar alrededor de unas 10.000 personas. Desde Guayaquil se intentaba paliar esa grave situación, como también a Balo y Tenguel, a través del envío de convoyes para su traslado, así como la remisión de asistencia de víveres y medicinas.

Continuará…

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Cuenca, sede del I Congreso de Jóvenes Investigadores de Ecuador 2019

Por: Dr. José Manuel Castellano Gil (PhD)

Las universidades juegan un papel incalculable en el desarrollo integral de un país, no sólo como motor económico y tecnológico o como medio de mejora profesional sino como un componente clave en el proceso de construcción social. La universidad es un centro por excelencia de investigación científica, donde se imparte docencia especializada y si no llega a alcanzar tal objetivo debería rebautizarse bajo la denominación de instituto de enseñanza superior. En ese sentido, comparto con usted la reflexión de un buen colega que recientemente responsabilizaba esa realidad como el resultado de un enorme error al creer que las universidades pueden funcionar con buenos niveles de enseñanza sin dedicarse a la investigación. En cambio, desde mi visión, considero que la raíz del problema no radica en una “interpretación errónea” sino que más bien responde fielmente a un currículum oculto prefijado, que establece unas claras pautas de funcionamiento determinadas. No hay investigación porque no se investiga. Y no se investiga porque no se facilita en nada a los profesionales para que puedan realizar esa labor y, además, se les pone todas las trabas posible habidas y por haber. Y todo ello, aunque parezca esperpéntico dentro del ámbito universitario, es la síntesis de que a la investigación no se le concede valor alguno.

Disfrazar la realidad es un intento grave de engaño social, aunque se vista y se adorne con múltiples ropajes de coloridos floridos. La historia reciente está llena de ejemplos sobresalientes, donde se han construido gigantes enormes con pies de barro. Es evidente que cualquier transformación requiere de “sus tiempos”, pero no es menos cierto que cuando se edifica sobre terreno pantanoso, más pronto que tarde, aparece la inestabilidad y se esfuma los recursos invertidos en esa obra. El maquillaje siempre dura, lo que dura, ni más, ni menos.

Este breve preámbulo debería abrir por sí mismo un gran debate y una profunda reflexión que probablemente abordaremos en otro momento pero que, en esta ocasión, nos sirve simplemente para enlazar con una interesante iniciativa dirigida a sembrar en suelo fértil la semilla investigativa entre los estudiantes universitarios.
La ciudad de Cuenca, la Atenas del Ecuador, se convertirá, durante la semana del 16 al 20 de septiembre, en un punto de encuentro científico. Este evento será el primero de rango nacional que se haya realizado en el país hasta el presente y que tiene como pretensión difundir las producciones científicas de nuestros jóvenes universitarios, vinculadas a las áreas de Arqueología, Antropología, Historia, Patrimonio, Educación y Ciencias Sociales de Ecuador.

Una iniciativa que nace desde el seno del Colegio de Arqueólogos, Antropólogos e Historiadores del Sur y que cuenta con el aval de la Academia Nacional de Historia de Ecuador, con la colaboración de la Universidad Católica de Cuenca, cuyas instalaciones acogerá la sede del I Congreso Nacional de Jóvenes Investigadores y con la participación de la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina, que será la encargada de la publicación de un libro que recogerá las aportaciones más relevantes.

La creación y propuestas de espacios de estas características son muy necesarios y, además, constituyen, sin duda, una apuesta decidida por la juventud ecuatoriana que es digna de ser elogiada y aplaudida, ya que es una herramienta que intenta fomentar, potenciar y estimular la investigación en Ecuador entre los más jóvenes. No debemos olvidar, que el futuro se construye desde el presente y si nuestros jóvenes de hoy no cuentan con la formación adecuada, el apoyo y el respaldo necesario, a pesar que siempre será insuficiente, no podrán llegar el día de mañana a convertirse en la elite y en la vanguardia científica e investigadora ecuatoriana que tanto necesitamos para las próximas décadas.

Este encuentro científico, acogerá exclusivamente a las ponencias de estudiantes universitarios que todavía no hayan concluido su carrera, cuenta en su agenda con una interesante planificación de acciones paralelas y complementarias. Así durante la celebración de este Congreso se hará público el fallo del jurado sobre los trabajos presentados al I Premio de Jóvenes investigadores de Ecuador 2019, cuya convocatoria está abierta a la recepción de aportaciones científicas hasta el 1º de agosto, y cuya autoría corresponda a licenciados o magister, que hayan alcanzado su titulación en los dos últimos años. Además el programa del Congreso contempla un conjunto de acciones culturales, entre las que cabe destacar la presentación de libros y un atractivo recorrido patrimonial por la ciudad de Cuenca, que será guiado por un grupo de estudiantes-investigadores que están desarrollando un proyecto sobre esa parcela.

Otro aspecto de especial interés que debemos resaltar por su significación, es que el equipo organizador del mencionado evento está compuesto de forma paritaria por académicos y jóvenes estudiantes universitarios, bajo una filosofía de integración investigativa y de aprendizaje colaborativo mutuo.

Hablemos de y sobre educación y también de formación universitaria

Por: Dr. José Manuel Castellano Gil (PhD)

Historiador, profesor universitario y miembro de la Academia Nacional de Historia de Ecuador

Por fin, he escuchado algo serio y muy sensato sobre Educación. Ojalá no quede en una pasajera declaración dirigida a una galería inmovilista. El ministro Milton Luna, un hombre del área y gran conocedor de la realidad educativa ecuatoriana, parece tener las cosas muy claras y pone los puntos sobre las íes.

La semana pasada anunciaba tres grandes ejes de acción que su ministerio llevará a cabo en este 2019: cambios en el currículum, reducción de tareas administrativas al docente y reapertura de escuelas rurales. Tres aspectos claves que no son los únicos de los grandes males que afectan al sistema educativo. Sin duda, por algún lado había que empezar, aunque echo en falta la incorporación de un cuarto eje a incluir: la dignificación social y profesional del docente.

No queda muy lejos aquella escena costumbrista ecuatoriana, en la que un padre desesperado ejercita el clásico deporte nacional del “palanqueo” ante un amigo político, al que le solicita un puesto de trabajo para su peculiar hijo, que poseía escasísimas cualidades y deficiente preparación: “¡un trabajo -rogaba- aunque fuera de maestro!”. Moraleja, una sociedad que no sabe valorar el papel de un maestro, de un profesor y de un educador es una sociedad sin presente y sin futuro en todos sus aspectos.

Una escuela, que limita el ejercicio profesional y potencia la desconfianza a sus docentes, está condenada al fracaso de sus alumnos, y es reconvertida simplemente en una fábrica expedidora de títulos decorativos e instrumentalizados por fontaneros y cocineros estadísticos. Un sistema curricular definido por pesados bloques de conocimientos indigeribles y sin contenidos locales, ni multi e intercultural se traduce en pelusilla insustancial en el proceso de enseñanza-aprendizaje. En definitiva, la escuela que hemos tenido y la que tenemos es la reproductora del actual y futuro sistema social y político de Ecuador.

Un tanto, de lo mismo, sucede en el contexto universitario. Un espacio que calca fielmente y empeora sustancialmente esos esquemas de mal funcionamiento de la escuela. Ese es el problema clave del mundo universitario ecuatoriano; donde se traslada las malas prácticas heredadas y se ejercita el modus operandi medieval del señor y siervo; donde el ordeno y mando es la relación predominante; donde no existe discusión, ni debate, ni cultura democrática; donde el palanqueo y el control esquizofrénico determinan conductas y repartos; y donde la misión, visión y planes estratégicos son meras intencionalidades de acciones publicistas de gran engaño social.

El docente en todas sus etapas está sometido a un estado de desconfianza desproporcionado, a través de un maquiavélico control burocrático que le obliga y condena a perder más de la mitad de su tiempo en cumplimentar papeleo, exigencias y planificaciones, que no sirven absolutamente para nada, que se modifican a cada dos por tres y que no ayuda a definir una política educativa y entorpece la labor diaria del docente y del alumnado, al tiempo, que se crea un “clima enfermizo y de desmotivación”, que tiene su traducción directa en la calidad de la enseñanza y, en algo más alarmante, en la transferencia de valores espurios (“viveza criolla” y “el sabido”); aunque hay que reconocer que en estos últimos aspectos se les prepara al estudiantado en eficiencia para la “vida real”. Amén de los velados mensajes de inestabilidad laboral con la clásica espada de Damocles que pende sobre el cuello de los docentes y sus familias, que busca la docilidad y obediencia ciega a un régimen autocrático. El resultado es el que observamos diariamente, donde la escuela es un kínder y la universidad una “escuelita” donde no se prima la formación, la cualificación, ni la investigación.

En definitiva, tomando prestada esa conceptualización del Ministro Luna, un “etnocidio” educativo, formativo y científico de enormes repercusiones sociales, económicas y políticas que no puede permitirse este nuevo Ecuador. A usted Sr. Ministro Milton Luna le deseo toda la suerte del mundo en esa lidia y recuerde que sus logros serán los éxitos de la sociedad ecuatoriana.

El impacto de la guerra de 1941 (II): El papel de las instituciones públicas, entidades y colectivos ecuatorianos ante la situación de los refugiados orenses

Por: Dr. José Manuel Castellano Gil (PhD.)/ Universidad Nacional de Educación de Ecuador
Miembro de la Academia Nacional de Historia

Desde las distintas instancias del poder público se intentaba ofrecer respuestas a los numerosos contingentes orenses que llegaban diariamente a Guayaquil a través de una dotación de 100.000 sucres, junto a la activación de otras medidas.

Una muestra solidaria fue la decisión de los legisladores de donar 12.000 sucre, correspondientes a la percepción de sus dietas, al Comité Orense. Asimismo muchos municipios, desde distintos rincones de Ecuador, consignaron apreciables aportaciones económicas dirigidas a atender a los refugiados que se establecieran en sus localidades. Asimismo otras instituciones, organismos, colectivos y personas a título individual contribuyeron con sus aportaciones, como la Gran Logia del Ecuador, el Banco de Descuento, la Dirección de Estudios de Los Ríos, el Comité Auxiliar del Cuerpo de Bomberos de Samborondón, el Banco Hipotecario, la sucursal de la Caja de Pensiones de Guayaquil, la comisión del Comité de Defensa Nacional de Riobamba entre otras muchas.

La labor de las organizaciones asistenciales ante los refugiados orenses en Guayaquil

La movilización solidaria y humanitaria de instituciones y ciudadanía de todo el país desplegaron innumerables acciones dirigidas a acoger, auxiliar y atender a los compatriotas que huían de la guerra. Varias fueron las entidades y organismos que en Guayaquil se ocuparon de proporcionar una ayuda asistencial a los refugiados orenses, como la Cruz Roja y su Comité de Damas; los recién creados, como el Comité Orense y la Dirección General de Auxilios; la Legión Femenina; y algunas otras iniciativas públicas y particulares que de una forma individual o colectiva coadyuvaron y mostraron, a través de sus dignos valores humanos y patrióticos, su apoyo y ayuda a ese contingente que llegaba a Guayaquil en unas pésimas condiciones de precariedad absoluta. Sin embargo, al poco tiempo esa predisposición inicial asumida por la población civil, se tornaba, como consecuencia de la masiva presencia de orenses, en un problema social.

Los exiliados orenses: un problema social en Guayaquil

Ante esa avalancha de orenses determinados sectores de la sociedad guayaquileña comenzaban a plantear el impacto negativo originado por las sucesivas oleadas de exiliados orenses, ante la imposibilidad de que la ciudad pudiera absorber un volumen poblacional tan numeroso, que estaba ocasionando un verdadero problema social. Al tiempo se cuestionaba la política de gasto público destinada a sufragar los subsidios de los refugiados, que no disponían de trabajo ni de medios de subsistencia, a los que señalaban como responsable de la situación anómala creada en todos los órdenes.

Esas mismas voces reclamaban del Gobierno la adopción de medidas, ya que a su entender la filantropía guayaquileña había dado muestra más que suficiente en paliar las necesidades de sus compatriotas. Asimismo advertían que ese esfuerzo no podía mantenerse indefinidamente, especialmente porque el número de refugiados aumentaba cada día sin cesar.

Estas ideas fueron calando hondo y llevaron a solicitar la valoración de nuevas opciones que intentaran resolver de un modo integral el problema del éxodo orense en Guayaquil. Una de ellas fue la de establecer una política de reinserción laboral de los migrantes orenses. Y, otra, estimular el retorno de esos contingentes a su provincia de origen. De ese modo se instaba al Gobierno a diseñar un plan de construcción de caminos que conectara las provincias de El Oro y Guayas. Y para su ejecución se proponía que se empleara a gran parte de los “campesinos que han emigrado”, con ello —señalaban—, no sólo se les proporcionaría los medios de subsistencia necesarios sino que, al mismo tiempo, se los “acercaría sus abandonadas localidades”. En definitiva, estaban convencidos que con la aplicación de estas medidas se contrarrestaría la crisis social y económica guayaquileña causada por el gran volumen de refugiados asentados en la ciudad.

De modo que el problema de los refugiados se comenzaba a concebir desde otra visión y perspectiva: un problema de orden social y económico que reclamaba una resolución meditada y definitiva. Así a mediados de agosto de 1941 la delegación del Gobierno anunciaba el inicio de actuaciones sobre el asunto de los refugiados. Los primeros pasos adoptados fue el envío de niños orenses a distintas colonias en la Sierra, en lugar de los centros educativos en Guayaquil, y el establecimiento de una política de distribución de refugiados entre las diversas provincias de la República. Una medida que fue vista como muy acertada pero con la necesidad de articular una distribución en relación a una estructura organizativa económica, para evitar las posibles perturbaciones que ese contingente poblacional pudiera ejercer sobre las economías de los territorios de acogida.

En ese sentido se planteaba que el Gobierno se encargara de organizar colonias agrícolas e industriales que ofreciera una ocupación a los refugiados, además, de favorecer a través de una política de concesión de “crédito especial”, que empleada en forma retributiva no implicara un gravamen para el Estado sino que, al contrario, fomentaría nuevas fuentes de producción, con la proyección posterior que una vez recuperado el espacio, el territorio en ese momento ocupado, pudiera contribuir a su reconstrucción.

La ingente avalancha de orenses a Guayaquil llevó, pues, a activar una medida de distribución entre las distintas zonas del territorio nacional. Esa política de reparto contó con la participación de diversos municipios que ofrecían tierras a los orenses para radicarse en su término municipal y facilitaba, además, los medios de transporte de las personas que decidieran trasladarse. Además de las diversas iniciativas privadas de hacendados, que seleccionaban entre los refugiados mano de obra para el desempeño de labores agrarias.

Sin embargo todas estas propuestas contaron con el rechazo de los orenses, ya que simplemente esperaban regresar nuevamente a su Provincia.

La reintegración de El Oro en la soberanía ecuatoriana

Si duras fueron las condiciones sufridas por los orenses en su amarga travesía al exilio originada por la invasión peruana, no menos favorables fueron el abnegado retorno y el proceso de reconstrucción de la Provincia, tras su reintegración a la soberanía ecuatoriana a partir del Acuerdo de Río de Janeiro a principios de 1942.

En definitiva, este episodio bélico ha sido un elemento clave y estructural en la provincia de El Oro, que desde luego tiene unas hondas raíces en el tiempo y también unas amplias consecuencias posteriores, que ha vertebrado, en cierta manera, un carácter de “orensidad” latente y una identidad fronteriza inestable hasta finales del siglo XX que debe ser objeto de atención en futuros estudios desde diversos ángulos.