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Tele-gastronomía

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

La tecnología tiene atrapada a la masa frente a una pantalla de televisión. Vivimos una cultura del entretenimiento perverso, algo así como sobreviviendo con el consumo de comida chatarra que es la que se oferta para un envenenamiento rasputinesco, en su mayoría. No hay más alternativas para quienes, peor que otros, están desamarrados de la televisión por cable, donde el espectro no varía mucho, sino como en una gama de una línea de restaurantes. No podemos salirnos del menú que ofertan los canales. Los invisibles predeterminan la efectiva y soterrada educación de las masas. Entre los platos fuertes están: sexo, violencia, noticiarios vergonzantes, catástrofes, ídolos de barro, héroes de pacotilla, personajes de márketing, supermanes, tarzanes, super políticos, dibujos animados para niños desanimados, novelas rosa con largas historias de traiciones y bajas pasiones; y shows que no muestran una intención estética elemental. Todo esto mezclado en un tallarín de publicidad atorrante que acompaña el silencio que se ha impuesto en los hogares, donde sus integrantes ya no se comunican, y algunos lo hacen justamente con los modelos de comportamiento que a diario viven consumiendo amarrados a la pata de su telebasura.

Estoy diciendo todo esto respaldándome en Eco (Apocalípticos), que expresa: “Una comunicación, para convertirse en experiencia cultural, exige una postura crítica, la clara conciencia de la relación en que se está inmerso y la intención de gozar de tal relación. Este estado de ánimo se puede comprobar, ya sea en una situación pública (en un debate), ya en una situación privada (lectura de un libro”.

La televisión nos atrapa, como el cine, y nos somete a un estado de hipnosis. Es vista como “un estímulo de falsa participación, de falso sentido de lo inmediato, de un falso sentido de lo dramático”. Si estas reflexiones sirven para las sociedades llamadas desarrolladas, ¿qué decir para las nuestras que van en vía de deterioro? Estoy en desacuerdo total cuando nos contentan diciendo que hemos entrado a ‘vías de desarrollo’, puesto que con cada avance tecnológico nos hundimos más. Las investigaciones han revelado que la televisión ha causado y sigue causando diferente clase de estragos en las áreas subdesarrolladas como las nuestras. Las sociedades que no han pasado por la cultura del libro, como la nuestra, y que han saltado de la oralidad a la hipnosis y al onirismo televisivo, se han enfrentado a “una fuente de varios desequilibrios”, en opinión de David Riesman.

Valiéndose de esta tecnología, los invisibles, los programadores de la televisión, nos han orientado a lo que manifiesta Umberto Eco, a una sociedad apocalíptica. Hay quienes lo predeterminan todo valiéndose de ese poder atrapador: de la imagen, del color, del movimiento, la teatralización y el sonido. Metidos en el onirismo de una compañía subliminal hemos caído en la adicción de esta compañía con la que hemos aprendido a ‘dialogar’, a creer en lo que nos dice, a seguir sus consejos, a reaccionar en soledad, en familia o en público; a comportarnos con otras costumbres en la alimentación, en el vestido, en la moda, en la arquitectura, en las formas de cortesía, en las manifestaciones sexuales, en los aprendizajes de violencia, de traición, de inconsistencia solidaria, etcétera. El hecho es que la gente piensa que la televisión es así, puesto que es imposible que cambien lo que nos tiene programada la producción industrial del miedo, de la ideología, y de la manipulación galopante en general, y que además tiene carácter internacional. ¿Quién se opone a esto? Ni los estados con sus leyes han podido, ni siquiera advertirles pequeños límites. Los invisibles son neodioses intocables, inalcanzables e inmutables. Siguen inventándonos sus mundos con sus paraísos, en los que nos han puesto a vivir bajo el poder de su palabra.

Disposiciones del obispo de Quito Leonardo Santander contra la Independencia.1820

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

Entre los documentos investigados en el Archivo Nacional que guarda la Casa de la Cultura de Chimborazo, consta entre las circulares con que responden los curas de los pueblos de la jurisdicción de Riobamba a una disposición emitida desde Quito por el obispo Leonardo Santander y Villavicencio: “mandamos que diariamente en todas las iglesias de este nuestro obispado…como se practica aunque sea por la necesidad pública más leve, en la santa iglesia metropolitana patriarcal de Sevilla, bajo cuya norma está erigida nuestra iglesia de Quito, después de concluida la misa…se hagan rogaciones públicas.. con plegarias de campanas, por el feliz éxito de las armas del Rey nuestro señor contra los rebeldes…”

Fray Pedro Barona, cura de Calpi es quien pone una explicación un tanto amplia a la circular que va de pueblo en pueblo. Esta, copiada a la letra dice:

“Santiago de Calpi, y Agosto 18 de 1820.- como en el mismo acto de rebelión contra nuestro católico monarca, que Dios guarde por más años, descubrí la impiedad de los traidores, que paliando su deslealtad con los especiosos nombres de Religión, Rey y Patria, intentaron con monstruosidad escandalosa, separarse en primer lugar de la religión católica, negando la obediencia a nuestro natural soberano el Sr. Dn Fernando VII a quien debemos obediencia sin mentir, porque así lo manda Dios, la misma naturaleza y todo derecho, como consta de la Sagrada Escritura, leyes naturales y positivas, a pesar de los sublevados sofistas del tiempo; por lo cual no es permitido a ningún leal elegir a su antojo, potestad que lo gobierne, motivo de que estas son únicamente producciones de los libertinos heresiarcas que se han valido de ello para mancharlos con sus errores:
Las historias nos demuestran con hechos claros lo que refiero; e inteligenciado de su cavilosidad, y lleno de dolor de su perdición eterna, no he dejado de dirigir en mis sacrificios y oraciones, súplicas al Todopoderoso, humille a tanto vasallo rebelde, y triunfen las armas del Rey Católico que es el protector de nuestra Santa fe; y como estos son los objetos de nuestro ilustrísimo prelado, que el Señor lo guarde por muchos años, obedezco con rendimiento lo que se me manda en la circular, sin olvidar a su señoría ilustrísima; pues en tales circunstancias nos lo ha enviado Dios para que con su santo celo y lealtad conocida a nuestro amado soberano, contenga las intrigas artificiosas de tanto doloso que habla en dos lenguas. Y con esto sigue la circular a Cajabamba.- f) Fray Pedro Barona.”

La circular estuvo dirigida a “los venerables curas de San Luis, Yaruquíes, San Andrés, Calpi, Cajabamba, Sicalpa, Columbe, Guamote, y de éste a la vicaría.” Joaquín Arrieta de Yaruquí explica que lo hace con los niños, oración diaria por la mañana y por la tarde. Fray Manuel Ochoa, de Licán dice que dará el debido cumplimiento, porque estima “vuelva la calma de las tempestuosas olas con que se ve batida la navecilla de San Pedro”…

Lo que nos queda claro es que la lucha por la Independencia no fue un acto político administrativo solamente, sino que se tuvo que enfrentar al criterio de un derrumbamiento de la iglesia

Túneles para Ernesto Sábato

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

Ernesto Sábato, que había nacido en Argentina un 24 de junio de 1911 y que murió un 30 de abril de 2011, pasando casi completamente un túnel de cien años por este mundo horrible, nos debe desoír desde su silencio para repetirnos que la muerte es un bien necesario, y “que todo tiempo pasado fue peor”, tal y como lo vivimos en el presente. Sería bueno un acto de sinceramiento mediante el cual nos sentáramos a conversar sobre nuestras falacias, nuestras mentiras, nuestras aberraciones, a pesar de sacar en carteleras públicas que somos los únicos honestos, los únicos inmaculados, humanistas, desinteresados, filántropos, justos, llenos de cualidades especiales, los triunfalistas humildes, modelos para pasar a la monumentalística viviente, los que no hacen su vida en borrador, sino directamente en pergamino, donde pueden darse cuenta que también hay dentro de ello mismo, lo sucio, lo pérfido y lo mezquino, como parte de nuestras propias vanidades. El mismo Sábato dice: “me gusta la gente fracasada… el triunfo tiene algo de vulgar y de horrible”… “La vanidad se encuentra en los lugares más inesperados: al lado de la bondad, de la abnegación, de la generosidad… hasta un hombre, real o simbólico, como Cristo, pronunció las palabras sugeridas por la vanidad o al menos por la soberbia… Es fácil ser modesto cuando se es célebre”. Dijo. Añadamos por nuestra cuenta a Sábato, que también algún día trataremos de evidenciar las modestias nuestras,iguales a las de todas partes, donde los grupos de bichos se reúnen para predicarnos sus propios deslumbramientos y para hacernos creer en la práctica de las interminables genuflexiones.

Sin darnos cuenta, Sábato nos ha metido por lo menos en cuatro túneles diferentes hasta este rato: El túnel de la muerte, el túnel de la vanidad y el túnel de las obediencias impuestas por la ley y por las prédicas de nuestros célebres profetas contemporáneos. Falta uno, el más doloroso, el túnel de la ceguera en el que se practica el engaño a lo que es visible en el mundo exterior.

A veces pienso en los aburridores discursos que comentan los entendidos en deportes, mientras Sábato comenta sobre los llamados críticos de arte. Sirven hasta para las competencias de la democracia, porque los fanáticos vibran con las paranoias buscando dioses, héroes, mártires, profetas, pitonisas, etc que demuestran en las contiendas que son superiores al resto. Esto tiene que ver con lo que se entiende por crítica. ¿Pero qué crítica puede ser la que hacen quienes nada han practicado sobre lo que critican? ¿Han oído cómo aconsejan los locutores deportivos. Cuando nunca se los ha visto en el campo de juego?

Sutilmente Sábato nos advierte el peligro de la lisonja por la envoltura de la hipocresía. Y no es que terminemos camino al manicomio. Lo grave, resulta que, sin darnos cuenta, estamos viviendo dentro de él, entre las murallas de nuestros gremios, entre paredcitas de nuestras instituciones, entre autonomías de nuestras ciudades, de nuestras repúblicas alinderadas como trincheras con nombre de países o de gethos de fanatismos oscilantes, entre la religión y la política, manejados por un reloj que solo sabe marcar los exterminios. “Ya se sabe que uno puede detestar con mayor razón, lo que conoce a fondo.” Conclusión: todos nos internamos por nuestros túneles.

Sábato en su obra El Túnel, nos advierte: si este es uno de los favores de la literatura, vamos por la vida, como testigos, en procura de asesinar lo que más deseamos que pareciera ser lo que más queremos. Convicciones de momento. En el fondo nos molesta cualquier infidelidad que tenga visos de independencia potencial. La experiencia cuenta que quienes llegan al poder, tienen celos de que un subalterno demuestre que puede ser más agudo cerebralmente, que su propia figura de mandón. Si no hay fidelidad perruna, hay varias formas de asesinar a los subalternos inteligentes. El servilismo significa sobrevivencia en nuestras prácticas vitales. Estamos ante un narrador testimonial. La crítica lo ha sentenciado diciendo que Sábato tenía el talento de la clase media, pero no el genio de Borges. Sábato advierte que en los críticos se anida la charlatanería.

Sacando alguna idea diferente del acercamiento a este autor y a lo que nos aprestamos a entender, quiero expresar la asociación innegable de los engranajes que se eslabonan en las espirales de gremios de literatos, de filósofos, economistas, políticos, de humanistas, etc, aunque sobre ellos Sábato haya expresado su repulsión. La obra de Sábato, según comentaristas de la literatura, tiene que ver con La Peste de Camus y es el trampolín para el Ensayo sobre la Ceguera de Saramago. En lo político se ha dicho que Sábato estuvo fastidiado con las izquierdas y con el peronismo. Se habla de una polémica que tuvo con García Márquez a quien Sábato pidió que se ocupara no solo de las víctimas del militarismo sudamericano, sino de los presos y desaparecidos bajo el comunismo.

Cuando en cambio, las sociedades dejan de inventarse profetas y santos; y escasean las apariciones de vírgenes, debido a que la religión va siendo ineficaz en el mundo interactuante contemporáneo, saltan a adueñarse de los imaginarios los amos del populismo, los que nos milagrean más con su demagogia que con el cumplimiento de dar a la gente raciones de maná hecha con masa, sudor y sangre de sus aclamadores.

Si somos protagonistas de algo, ¿Por qué somos capaces de engañar a quienes decimos que amamos? ¿Nacimos con el pecado original de la traición? Acerquémonos a la obra para entender otras aseveraciones.

Agave y begonia curan enfermedades venéreas. 1794

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Amabato

“Enterado Su Merced de haberse comprobado en España la eficacia y virtud antivenérea de las dos raíces de las plantas agave y begonia, que por comisión del Muy Reverendo Arzobispo de México trajo a esta Corte don Francisco Balmis, y de lo ventajoso que es a la humanidad semejante hallazgo se ha dignado mandar se propague y extienda el conocimiento de estos vegetales, concediendo a este fin las más amplias facultades a D. Mariano Martínez de Galinsoga, como Intendente del Real Jardín Botánico de Madrid: y en atención al zelo y desinterés con que D. Francisco Balmis ha practicado las observaciones en esta Corte, simplificando y arreglando las dosis y método con que deben administrarse, con el fin de que continúe su estudio hasta perfeccionar dicho método, se ha servido nombrarle Consultor de Cirugía del Exército con el sueldo y emolumentos correspondientes; y en prueba de su desempeño ofrece publicar en breve un tratado de los usos y virtudes de ambos vegetales para la completa instrucción y utilidad del público.” (Ver: Mercurio de España, Marzo de 1794, Sección Mercurio Histórico, Madrid en la Imprenta Real, p. 274. Documento de la Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Ciencias Políticas Económicas y Comerciales, pdf)

Estamos en la España de la época de nuestro Rey Carlos IV, conocido como “el Cazador” o “El Divino Tonto”. Su esposa fue María Luisa de Parma. Es el padre Fernando VII, que vivió la desintegración de las colonias americanas. María Luisa de Parma, madre de “nuestro amado Rey” Fernando VII, como escribieron los próceres ambateños de la época de la independencia. A esta reina, “a la que el poeta Espronceda llama inspiradamente “impura prostituta”, confesó en su lecho de muerte…al agustino Juan de Almaraz, que ninguno de sus 14 hijos eran del rey Carlos IV. Lo supo Fernando y confinó a Almaraz de por vida a un lóbrego calabozo de la fortaleza de la Peñíscola.” Juan Eslava indica que el documento existe hasta ahora custodiado en el Archivo del Ministerio de Justicia.

Muy interesante para la magia de nuestra América de lo real maravilloso, resulta que el arzobispo de México haya estado preocupado en buscar remedios para las enfermedades de transmisión sexual “que se contagian durante el sexo vaginal, anal u oral”. El “agave”, la cabuya nuestra, la que llena nuestros paisajes andinos que se dice tener origen mexicano, fue denominada por los peninsulares como “agave”, que en griego significa “maravilla”. En quichua se llama “chaguar”, con variantes en la pronunciación “tsawar”. Si la medicina es la raíz, estamos hablando de curar las enfermedades venéreas con “chaguar-ango”. La información contemporánea dice que la cabuya constituye una “planta asilvestrada en la Península”. Las begonias en cambio son esas maravillosas y variadas flores que brotan de plantas subtropicales de tallos tubulares. Se sabe que se hacían emplastos con tallos y flores machacados, para aplicar sobre quemaduras de la piel o escozores causados por infecciones.

Frente a la promiscuidad que se vivía, sobre todo en las cortes, la necesidad de la medicina ha fijado estos curiosos datos de estímulo a los observadores coloniales de las propiedades de estas plantas: “y en atención al zelo y desinterés con que D. Francisco Balmis ha practicado las observaciones en esta Corte, simplificando y arreglando las dosis y método con que deben administrarse, con el fin de que continúe su estudio hasta perfeccionar dicho método, se ha servido nombrarle Consultor de Cirugía del Exército con el sueldo y emolumentos correspondientes”. Balmis vino a América a difundir la vacuna de la viruela.

Reducciones de indios y aljamas judías

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

Ya se ha dicho que la conquista española trajo muchos calcos del esquema medieval para implantarlos en América. Todo el mundo habla de las “reducciones de indios” con fines de cristianización; y hasta se argumenta que de dichas “reducciones”, surgieron los pueblos aborígenes, muchos de ellos reubicados respecto a sus ancestrales núcleos geográficos.

Leemos en investigaciones históricas que Alfonso X, en 1256, impuso “en la recién conquistada Sevilla” la costumbre de cobrar treinta dineros a los judíos, conforme lo hacían en Toledo. Esta costumbre se extendió por los dominios de Castilla. Al leer muchas escrituras en nuestro entorno centro andino, he encontrado que aluden a leyes de Alfonso X, lo que quiere decir que la reflexión que tiene que ver con el imaginario medieval, no resulta traída de los cabellos.

¿De dónde sacaron que debían pagar 30 dineros a los judíos esclavizados por el derecho de conquista con que se impusieron los cristianos? “Los judíos eran propiedad del rey, cada cabeza de familia debía pagarle 30 dineros al año, en castigo por haber vendido Judas a Cristo por 30 monedas de plata”, dice Martín Chaide, para la Revista de Historia.es (página virtual). Importante también resaltar que de algún modo la vida de los judíos contribuyentes quedaba asegurada, por lo que se legisló que en caso de muerte de un judío cabeza de familia: “El que matara a un judío debía compensar al rey con una suma muy elevada so pena de pasar él mismo a ser propiedad del rey, esclavizado y vendido para poder saldar la cuenta contraída”. Resulta que en nuestro medio, incluido el Jambato colonial, los indios eran vendibles porque cuando se hacía constar en una escritura de compra-venta de haciendas, que el comprador lo hacía con derecho a un número de “mitayos”, que son diferentes a los peones sueltos, el nuevo dueño seguía trámites que duraban decenas de años, hasta que les “integraran a los indios” a su servicio. Esta asignación de “mitayos” esclavizados tenía un respaldo legal, porque cuando se hacía una transacción de tierras, el nuevo comprador pagaba un arancel al rey, por cada indio que quedaba incluido como parte de la propiedad agraria. Estos “mitayos” eran indios renovables que entraban al servicio de la hacienda a partir de los 18 años estimativamente, y quedaban libres cuando cumplían los 50 de edad, si sobrevivían.

¿Qué indios pasaban a ser estos mitayos? Había grupos de éstos naturales que pasaban a integrar registros bajo la denominación de “Real Corona o del quinto real”. Estos registros o numeraciones, lo manejaron en nuestro caso, los funcionarios de la Real Audiencia, llamados justamente “numeradores de indios”. Lo de “real corona”, no era otra cosa sino los numerados en una parcialidad o comunidad, diferentes de los “Llagtayos” o nativos de un lugar. Estos pasaban a propiedad del rey, y de este monto, salían los asignados a la esclavitud. Este argumento tiene un respaldo de investigación de archivo, en Quito: “suplico a Vuestra señoría se digne, por un efecto de equidad y en atención también a que en el servicio de mis haciendas quedan asignados los reales tributos de 8 indios que tal vez andan vagabundos” (Archivo Nacional en Quito. Serie indígenas, Caja 100 (1777-1778), exp. # 9, 43 folios.- Repartimiento de indios gañanes en Ambato). Esta reclamación la hace el cura propietario de las haciendas de Palama y de Pondoa, y guarda relación con la práctica de los curas en la Península.

“Sepades, que el obispo, e el dean se me embiaron a querellar, e dicen, que no les queredes dar, nin recudir a ellos, nin a su mandadero con los treinta dineros, que cada uno de vos les habedes a dar por razón de la remembranza de la muerte de N. S. J. C. quando los judios le pusieron en cruz.”, dice una carta de Fernando IV, rey entre 1295-1312, a los judíos mandones. “Los judíos, por seguridad, gustaban de vivir separados de los cristianos en barrios amurallados, conocidos como aljamas o juderías” (Martín Chaide). El hecho de que a los indios les asignaran sus espacios para que vivan entre ellos, no deja de ser el calco de que los vieran como reducidos a aljamas donde podían practicar sus modos vitales culturales con rezos de los viernes.

Yéndonos al plano lingüístico, una aljamía, según la Real Academia era el “nombre que daban los moros a la lengua castellana”. Esto quiere decir que en las aljamas la gente fomentó el bilingüismo con el árabe, con cuyos caracteres hasta se escribieron textos que han servido para la historia de nuestro idioma moderno. Gran parte del español que manejamos proviene del trato con los esclavizados judíos y árabes. De igual manera, nuestra nueva lengua española, mezclada con lenguas indígenas de pueblos esclavizados ya forma parte de nuestro actual “español”, o mejor dicho, el hispanoecuatoriano surgido de nuestros ancestros esclavizados.

¿Resistencia o entreguismo indígena?

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

Este tema lo focalizo desde mi perspectiva de mestizo, si se me aplica criterio étnico. El debate, en mi opinión, mejor si lo asumen los propios descendientes más directos de las etnoculturas sometidas a la conquista hispana. Desde un punto de vista de reflexión crítica y apoyándome en los datos de la historia hasta ahora leídos, quiero comentarles y argumentar sobre estos dos conceptos: resistencia y entreguismo que se puede ver claramente en el proceso histórico.

Premisa: ¿En qué nivel de evolución política se encontraban los diversos pueblos al momento de la llegada de los invasores peninsulares? El Caribe ofrece historiográficamente más datos de resistencia frente a los intrusos. Caso similar se da en Chile con los araucanos. ¿Por qué? Seguramente porque fueron sociedades menos jerarquizadas. Su nivel de mandones dinásticos no son comparables con los que existían en los grandes imperios como el mexica o el inca. Quien sabe los Chibchas hayan tenido menor desnivel jerárquico, como acaso lo tuvieron las sociedades pre incas en la zona andina del actual Ecuador que no fueron ni se las califica como imperios.

¿Qué pasaba con los aztecas y los incas?

Cortés llega a las costas de México en 1519 con unos 450 soldados. Se encuentra con un imperio beligerante que imponía su poder sobre los pueblos mesoamericanos “El sometimiento de los mexicas o aztecas no se dio por un poderoso ejército español, sino por cerca de 9.500 soldados indígenas que se aliaron a los españoles, y estos aliados fueron precisamente los totonacas de Cempoala, los tlaxcaltecas y los habitantes de Cholula… Los pueblos vencidos tenían que dar esclavos jóvenes para que fueran sacrificados a sus dioses en Tenochtitlán” (Wikipedia). Pregunta: ¿Por qué no resistieron como indígenas unitarios frente a los españoles? Ya tenemos la respuesta. Cada cultura tiene sus déspotas.

Pasemos al incario. Pizarro ataca a Atahualpa en Cajamarca el 16 de noviembre de 1532, con 106 soldados, más 62 de a caballo, 4 cañones y 12 arcabuces. El ejército inca, según apreciación antigua tenía entre 30 y 40 mil soldados. La estimación moderna dice que serían entre 6.000 a 10.000 indígenas. Datos que todos pueden leer en Wikipedia. ¿Pizarro tuvo aliados indígenas para atacar a Atahualpa? Desde luego que sí. Fueron los de las etnias Chachapoyas, cañaris y huancas. Las últimas investigaciones dan a luz datos de una planificación que se apoyaba en la experiencia de Cortés. El imperio inca estaba en guerra fratricida. Se estaban disputando el poder del Tahuantinsuyo los Huascaristas y los Atahualpistas. Si los vemos como bandos políticos, eran los de las cúpulas de mandones interesados en el poder, procedentes de madres diferentes.
Frente a estos guerreadores hermanos, los verdaderos resentidos por los atropellos del incario, eran los pueblos que habían sido sometidos y que todavía mantenían su orgullo étnico pre inca, entre ellos están los que se unieron a Pizarro, creyendo que podrían zafarse de la tiranía inca. En este aspecto hay muchos otros pueblos que tenían conciencia de libertad, entre ellos, muchos de la región andina de Quito. Si todos los indígenas hubieran enfrentado a los intrusos blancos, la conquista hubiera sido más difícil, como en el caso de Chile, aunque a la postre se hubiera impuesto.

La llegada de Pizarro por la costa ecuatoriana y peruana fue un proceso paulatino de buscar adeptos para ir contra los incas. Pizarro y su hueste demoraron meses por Jama, Coaque y la Puná, hasta realizar las primeras fundiciones de oro. Se ha estudiado que, por ejemplo, el Cacique Tumbalá de la isla Puná era atahualpista, enemigo del cacique de Túmbez, Quilimaza, que en cambio era huascarista. Estudiados los casos de estos dos líderes, vemos que ofrecieron auténtica resistencia a los españoles, pero vanamente.

La gran pregunta de la historia es ¿por qué los diez mil indígenas que estuvieron en Cajamarca se dejaron vencer en una sola batalla, por los intrusos? ¿Por qué Rumiñahui, a quien nosotros declaramos héroe nacional, no fue capaz de unificar la resistencia de todo el norte del Tahuantinsuyo? Aquí la palabra resistencia se vuelve un arma de doble filo. Los indígenas, al estar divididos, no ofrecieron la debida consistencia para la resistencia a los invasores. Más bien demostraron la indiferencia, a defender a los incas y al propio Atahualpa. Los líderes de la llamada “resistencia”, según la historia, son líderes incas o al mando de incas, que con idea de sostenimiento de su poder que se les estaba arrebatando, se propusieron luchar por el poder. Por su poder. No luchaban por su libertad frente al extraño blanco. Cayeron en el engaño fabricado por los traductores, de sumarse al triunfalismo hispano, ilusionándose que su suerte cambiaría si destronaban al incario.

Un dato importante constituye el escenario o lugar en donde se dio el encuentro entre Atahualpa y Pizarro. Creo que no se puede decir que fue el lugar donde se encontraron españoles frente a indígenas. Pizarro entró en Cajamarca, sitio que fue el escenario del resentimiento. Ahí estuvo un Atahualpa triunfante pero con una población que había sentido repudio por el atropello y la fastidiosa presencia de los quiteños, aborrecidos por todos los argumentos que podemos intuir de una soldadesca que habría actuado con la soberbia del vencedor foráneo.

Recuérdese también que la región de Cajamarca era parte de las dinastías del Señor de Zipán, de los Mochicas, poderosos tenedores del oro de sus minas, a quien los incas habían esclavizado previamente. Es por esto que la apatía de la comarca en contra de Atahualpa resultó un beneficio bien calculado y bien informado por los indios tallanes a las huestes de Pizarro. No se vaya a creer en el providencialismo ciego, que es porque Taita Dios y la Virgen les ayudaron en la conquista. Pizarro y su hueste hizo las cosas de tal modo, porque estuvo bien asesorado por quienes están invisibilizados por la historia: estos son los espías y traductores que los puso bajo su control desde La Puná, Túmbez y otros lugares del entorno a Cajamarca.

Visto así el proceso conquistador, la llamada resistencia indígena resulta un invento de un supuesto enfrentamiento etno cultural, hablando de los dos imperios más desarrollados: el azteca y el inca. La conquista castellana se da como resultado de un catalizador o elemento “químico” extraño que tomó ventaja para desarticular y pulverizar los átomos de los elementos “químicamente amerindios”, que soportaban los atropellos dinásticos vehiculados por los ejércitos y la religión vernáculos, que conjuntamente, imprimían sus crueldades sobre las poblaciones de los vencidos.

Otra cosa que conviene aclarar, a propósito de la aludida “resistencia indígena”, es que alude a una resistencia cultural, más que a una resistencia militar. América latina ha resistido culturalmente más que bélicamente. Se entiende que el poder que maneja al militarismo en cualquier estado, si no está identificado con las bases populares, lo único que hace es resistir en un ámbito en donde obedece a órdenes de algún superior. La soldadesca y los cuarteles con sus armamentos obedecen a un jerárquico, que hasta puede estar respaldado por algunas leyes. En cambio, si en las bases populares se genera alguna unidad de criterio “opositor” a una amenaza externa a los intereses de su grupo, que no puede coincidir con sus propios ejércitos, estaremos hablando de una resistencia poblacional de criterio popular.

Según esto, ¿Rumiñahui tuvo una resistencia de apoyo popular o solo de los vinculados a sus ejércitos? Si Rumiñahui hubiese tenido poder de convocatoria popular para ir contra los invasores peninsulares, otra cosa estaríamos contando. Rumiñahui también era un orejón visto con resentimiento por los grupos sometidos al incario, y también pudo haber tenido el rechazo de elementos de sus propios conciudadanos atahualpistas ajenos a los intereses del poder.

Lo subsiguiente sería de ablandar en el raciocinio, puesto que he propuesto como contrapartida el entreguismo. Creo que hay que distinguir otra vez a la clase de población indígena. Hay dominados y dominadores; esclavizados y mandones indígenas. Los sometidos no son los entreguistas, sino sus dirigentes, sus caudillos, sus curacas, sus caciques, quienes hicieron los pactos para enrolarse en el poder colonial, y de alguna manera, fueron los que sostuvieron los esquemas imperiales. Esto lo vemos con más claridad gracias al comportamiento contemporáneo de las organizaciones indígenas. Cuando los directivos de las agrupaciones “se comprometen” frente al poder del Estado, rompiendo las aspiraciones de su gente de base, y de objetivos constitutivos organizacionales, estamos halando de entreguismo; caso contrario entra en juego la «resistencia” y la lucha contra el poder estatuido. Entreguistas fueron los caciques indígenas de la colonia que sometían a sus propios hermanos de etnias para beneficiarse de migajas del poder.

Los hispanos, por sí solos, no hubieran podido sostener las insurrecciones de los que en realidad sí “resistían” frente a los atropellos. Mucho más peligrosos resultaron los entreguistas de las cúpulas, (salvado los casos heroicos), quienes se connaturalizaron, con el mestizaje de por medio, para oprimir a sus propios congéneres. Para sostener mi afirmación, me apoyo en el documento sobre disposición que solicitaron los caciques de Portoviejo, Saquisilí y otros sitios del Perú, de que sean reconocidos sus derechos para ser tenidos con las mismas categorías de hijos dalgos y de nobleza, del mismo modo que lo tienen los nobles españoles. Esta petición se dio por 1691, y se tramitaba hasta 1728. El Rey otorgó la disposición en 2 de marzo de 1697 mediante una Real Cédula.

Desafíos a restituir lenguas perdidas en Ecuador

Reflexiones para el nivel fónico

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

Supongamos que nos aventuramos a restituir lenguas centroandinas ecuatorianas de las que supervive mucho nivel léxico en la toponimia, la antroponimia, fitonimia y zoonimia. Estamos hablando de lenguas como el palta, el cañari, el puruhá, el quitu-pantsaleo, el caranqui y hasta el pasto y quillasinga, siguiendo de sur a norte la serranía ecuatoriana.

Primero les vamos a advertir que las denominaciones de las lenguas y culturas tienen problemas.

En muchos casos no son auto denominaciones en su propia lengua. Las denominaciones no son salidas de los propios integrantes de su comunidad. Panzaleo fue denominación puesta por el cronista Cieza de León, a su cultura y a su lengua; por esto es una denominación exógena. Si se refiere al arbusto de la región pantsa ligado al sufijo leo que está en nombres de otros pueblos de la región como Peli-leo, Tisa-leo, Chibu-leo, Mundug-leo, etc, estamos ante un vocablo intraétnico de su cultura, pero no sabemos si panzaleo, como escribió Cieza, era término con que se autodenominaba su gente.

Decir quilla-singa a la cultura de los pastos también es denominación exógena, porque está en quichua, y por ello significa “nariz de luna”. Realmente es un apodo impuesto, posiblemente por los incas conquistadores, porque les vieron que usaban pendientes con forma de medias lunas en sus narices. También no se descarta que los hayan ridiculizado como ‘narices de luna’ por su condición fisiológica.

Se debe rastrear auto denominaciones en su propia lengua para volver a la auto identidad.

A grandes rasgos, el problema de las culturas y de las lenguas es bastante enredado. No se crea que el nombre de la lengua coincide con el nombre del grupo:

“Los incas no decían que hablaban ‘’inca”, sino “runa shimi = lengua de hombres”. Sin embargo, como esto habrá parecido un abuso a los conquistadores, los españoles generalizaron el nombre que fray Domingo de Santo Tomás puso a esta lengua cuando escribió su gramática “Quichua”, que es como se la conoce en el mundo”.(6) (6) (Reino, Pedro, Clasificaciones de las lenguas indígenas en el Ecuador precolombino, Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Tungurahua, Ambato, 1992, p. 3)

[Los naturales llaman a las más altas y frías regiones de las montañas “colla”, particularmente a las que están situadas entre las montañas de la costa y los andes propiamente dichos, y en medio de los cuales está el lago Titicaca. Los más profundos y cálidos valles de la costa y los de la falda Este de los Andes se llaman “Yuncas”. Entre la región alta y fría y la región cálida hay una templada, que es la que se compone de valles elevados. Esta región se llama “keshua”, o según otra pronunciación, “Quechua” o “Quichua”. El Cuzco y otros lugares de importancia están situados en la región de los valles altos o “keshua”. Como en una gran parte del “colla”, en el departamento que hoy mismo lleva el nombre de “collado”, se habla Aimará, mientras en el Cuzco dominaba el “Runa shimi”, los españoles, a fin de distinguir este idioma del de “colla”, lo llamaron lengua de los “keshuas”, o simplemente “keshua”].(7) (7) (Middendorf, Ernst, Gramática Keshua, Ed. Aguilar, Madrid, 1970, p. 156.)

Pretender que hablaran “runa shimi” para los hispanohablantes era una grosería, puesto que socialmente se los despreciaba. ¿Cómo así que tienen “lengua de hombres”, habrían dicho sus opresores.

¿Cuál sería el siguiente paso?

Tratar de establecer un posible alfabeto. Ubicar vocales y consonantes.

¿Con base en qué?

Deberíamos agrupar palabras y más palabras regionales, sobre todo de la toponimia, porque están fijadas en territorio. La antroponimia no me sirve mucho porque si le persigo a un apellido, con toda seguridad lo encuentro desplazado. El hombre no es estático.

Para saber si estoy en lo correcto y si no soy hablante materno de una lengua indígena, y a pesar de que sí lo fuera, si no soy lingüista, debo consultar si las palabras “extrañas de mi geografía” o campo de investigación, están o no registradas en diccionarios quichuas (pensemos que por ser hablantes de español no podemos decir, si no hemos estudiado, qué palabras provienen del latín, del griego o del árabe). Debemos buscar ojalá los diccionarios más antiguos, porque dan la medida de seguridad a lo que es y no es quichua, que fue una lengua impuesta en dos instancias históricas en nuestro medio: primero por la conquista inca; y segundo, por la cristianización y evangelización que se hacía, usando esta lengua general. Además, en nuestro medio hay un prejuicio: Creemos que todo lo que no es español es quichua; igual que creemos que toda la arqueología que se descubre es inca.

También viene otro problema: es que puedo encontrar tres clases de palabras extrañas al español (me apoyo en el pantsaleo para ejemplificar):

a) Palabras completas que realmente no son quichuas. Llamemos vernáculas.
Quiligüí, Yayuligüí, Patuligüí (nombres de lugares)
Guambahalo, Cotahalo, Poalo (núcleos con cacicazgos)

b) Palabras mezcladas o híbridas, mezcladas entre vernáculas con quichua.

Quindi (colibrí) – alo,
Pata (final de algo) – aló,
Llullu-aló (llullu=tierno, se ha asimilado la vocal)

c) Palabras híbridas entre vernáculas y quichuas con español.
Mula-aló

¿Qué hago primero? Pues selecciono las vernáculas y voy buscando en el diccionario quichua si los fragmentos de palabras las puedo tener como vernáculas. Si no están en diccionarios quichuas pasan a ser tenidas como vernáculas.

Hay que recordar que muchas de estas palabras vienen escritas como si fuera una sola palabra. Esto es un error histórico y desconocimiento justamente de los idiomas. Por ejemplo ahora se escriben Cotaló, Guambaló, Mulaló; pero en los registros de escribanos en documentos coloniales, consta con esa /h/ intermedia: Cotahalo, Guambahalo, Mulahalo. Esto me da otra pauta, que la /h/ indica separación o pronunciación relajada y contrasto que en los documentos de los 1600 jambato escribían con /j/, en los 1700 escriben con /h/, y prácticamente a partir de la república, se suprime la /h/ y se estabiliza la ortografía. Sin embargo de ello, los indígenas todavía pronuncian /jambato/.

En Ambato, uno de los sectores urbanos, donde se inició la Universidad Técnica, se llama y lo escriben Ingahurco. ¿Por qué y quién habrá metido esa /h/ entre dos palabras quichuas perfectamente identificadas inga y urcu? Significa: cerro del inca. Se debería escribir separado inga urcu. Se ha escrito así en algunos casos más, como en pilis hurco. Hay otros casos donde se ve escrito hurco con /h/. Sencillamente es un barbarismo. Este desconocimiento y falta de respeto al idioma subordinado deduzco que fue tomado de los textos didácticos de nivel escolar o de algún autor y libro prestigiado, y se han congelado en las formas interculturales de la lengua escrita hispanizada. Cuando fui docente en la Universidad Técnica, pensé que se podía corregir, puesto que toda la papelería institucional ponía la dirección de la UTA en la “ciudadela Ingahurco”, como hasta ahora consta. El error persiste porque la palabra de un rector o de una autoriad superior pesa más que el conocimiento. “Esto no se cambia”. Si la universidad no cambia con la investigación ¿quién nos sacará de la ignorancia? Recién ahora puedo reaccionar.

Orgullo o vergüenza de las realezas. 1830

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

En América, y en nuestro medio en particular, los pujos por vincularse a herencias aristócratas y a linajes, es un síndrome o complejo de inferioridad y del racismo, puesto que no hemos asumido el mestizaje como nuestra marca identitaria. Lo más grave es que con pujos de aristocracia, nuestros supuestos nobles que han pasado a élites económicas y políticas, fundamentan este orgullo con un nivel de ignorancia vergonzante, puesto que si tuvieran información histórica de la problemática de la “nobleza”, se quedarían cortos ante los supuestos árboles genealógicos.

Veamos el ejemplo de la reina Isabel II (Madrid 1830-París 1904): “apenas cumplidos los 13 años se inició en el fornicio con Salustiano Olózaga, el ayo encargado de su instrucción”. El historiador español Juan Eslava, (2017, Historia de España contada para escépticos) es mordaz en sus apreciaciones cuando de ella afirma, que esta reina, “según algunos biógrafos…pasó por la vida como una perra en celo, ayuntándose con todo el que le apeteció sin atender al qué dirán ni a las consecuencias:

Sus amantes más conocidos fueron: Vicente Ventosa, expulsado de palacio por “razones graves”; el maestro de canto Francisco Fontela, llamado Valldemosa por haber nacido en Palma de Mallorca, a quien la reina concedió la Cruz de Carlos III; el general Francisco Serrano al que ella conocía como “el General Bonito”; el cantante José Mirall; el compositor Emilio Arrieta; el coronel Gándara; Manuel Lorenzo de Acuña, marqués de Bedmar; el capitán Ruiz de Arana, a quien ascendió a coronel y otorgó la Cruz Laureada de San Fernando; el teniente de ingenieros Enrique Puigmoltó y Mayans, de cuya relación nacería el futuro Alfonso XII; el general Leopoldo O’Donnell; el secretario Miguel Tenorio; el cantante Tirso Obregón; José de Murga y Reolid, primer marqués de Linares por gracia real; Carlos Marfori y Calleja, gobernador de Madrid y Ministro de Ultramar, que le seguirá en su exilio; el capitán de artillería José Ramiro de la Puente; y su administrador y secretario en París, José Altman. Con el marqués de Bedmar intercamibó apasionada correspondencia…”

Sin contar con los abortos, Isabel II tuvo 12 hijos que por estar casada por conveniencias políticas con Francisco de Asís la ley atribuye que son del padre. Una moneda acuñada para la época dice “Isabel II Por la Gracia de Dios y de la Constitución, Reina de las Españas”. Podemos decir que esta reina ya no nos pertenece, porque gobernó desde 1833 hasta 1868. Murió de 73 años.

Para tener idea de una reina que sí nos gobernó, miremos a su abuela, María Luisa de Parma, madre de “nuestro amado rey” Fernando VII, como escribieron los próceres ambateños de la época de la independencia. A esta reina, “a la que el poeta Espronceda llama inspiradamente “impura prostituta”, confesó en su lecho de muerte…al agustino Juan de Almaraz, que ninguno de sus 14 hijos eran del rey Carlos IV. Lo supo Fernando y confinó a Almaraz de por vida a un lóbrego calabozo de la fortaleza de la Peñíscola.” Juan Eslava indica que el documento existe hasta ahora custodiado en el Archivo del Ministerio de Justicia.

Después de esta panorámica, ¿Cuál es la idea de la nobleza, y qué argumentos se tienen para sentir ese orgullo con los datos de pureza de sangre para reconocer distinciones? De otro lado, esta es la progenie de quienes nos han gobernado y nos siguen gobernando con doradas genealogías. Los modelos de donde provienen no piden más argumentos.

Forjadores de la decadencia

(Presentación del libro Izamba Ancestral)

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

Entremos directamente en escena, advirtiendo que esta es una presentación, que vista para los que vivimos en este teatro nacional, podría ser confundida con una prolongación de la historia. De lo que se trata ahora es de huir de lo que podría ser tenido como re-presentación. Con este libro tratamos de re-iniciar los objetivos de los hechos narratológicos con la argumentación de algo diferente.

Pero digamos que justamente ahora, hablando de representaciones, estamos en un momento de la Patria donde hay que decir que quienes nos manipulan no son actores, sino protagonistas de primera mano que han ensuciado el concepto del teatro en el escenario político. ¿Son entes históricos o ahistóricos? ¿Desde qué perspectiva siquiátrica tendremos que abordarlos? De todos modos siempre tendremos que decir que están engordando el capítulo de los forjadores de la decadencia.

Han expulsado a la razón del vínculo con la máscara, al sentido común y a la vergüenza pública como pretexto y excusa de sus actuaciones. Se desvisten para mostrarnos sus condiciones directas en sus desempeños, procurando asumir el papel de cínicos para no defraudar su concepto.

En nuestra experiencia creo que no hemos tenido fantoches armonizados con inmunidad moral que han dejado al descubierto la astucia en vez del libreto, y han evitado la máscara para desvergonzarse con el manejo del rostro propio, y mostrarse como son: actuantes megalómanos inmunes al pavor y a la repugnancia de su propia sombra. Es la serpiente que muerde su propia cola.

Son protagonistas que vemos en las pantallas, los que se hacen pasar por sí mismos traicionando a la teatralidad, dejándola vacía como a la muerte derrumbada para que no tenga la representación de las calaveras. De la tragedia del pueblo hemos pasado al “teatro de la crueldad”, no como representación, sino con actores participativos en los manejos histriónicos. Debo agradecer a Artaud que me ha hecho ver que “El teatro de la crueldad no es una representación. Es la vida misma en lo que ésta tiene de irrepresentable.” Ellos son el origen de lo impresentable, que es lo que nos presentan, y con audacia dicen que nos representan.

Ahora, con este nuevo libro y ante los compañeros académicos, debo argumentar que nuestro papel y el mío como investigador, nada tiene que ver con la inercia de contribuir a una memoria venerable. Me niego a pensar que estos escritos tengan que conducirlos al cauce común del río de la historia. Ese río está contaminado y huele mal. Eso significaría sumarme a una caravana de mentiras, alferezada por muchos notables que tienen invadidos estos espacios, para lo cual ejercen sus derechos políticos y constitucionales. Este libro es para “re-aprender historia”, negando a su propio útero. Se trata de hacer lo mismo que nos están haciendo. Dejarlos en su camino en tanto haya quienes abramos otro para nueva gente. Nos hemos propuesto publicar estos trabajos con la investigación reemplazante. Si creen que estos textos pueden ser contestatarios, se equivocan. No necesitamos del resentimiento cuando hay verdades que deben ser dichas a uno mismo. Si “Vivir no es otra cosa que arder en preguntas” (Antonin Artaud, El ombligo de los limbos) ¿qué busca la historia como fijadora de sucesos?

Filibusteros en Guayaquil. 1687

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/ Cronista Oficial de Ambato

Un 21 de Abril de 1687 los piratas incursionaron en Guayaquil y la dejaron en ruinas. Este año de 2019 se cumple 332 años de una de las tragedias que ha venido sufriendo la ciudad. Dionisio Alcedo Herrera, (Madrid 1749) daba testimonio en un Compendio Histórico de Guayaquil, sobre sucesos que tienen que ver con los asaltos piratas al Puerto. “Jacobo L’Hermite en 1624 asedió el Callao y tuvo intento fallido de tomar Guayaquil. El valor ejemplar del Corregidor José de Castro y de los negros mulatos que lo apoyaron, consiguió hacer huir al francés que había penetrado por la Atarazana y quemado dos bergantines y quemado varias casas.”

El relato de Pareja Diez Canseco es más explícito. Los piratas tenían en asedio al Callao por nueve largos meses. Entretanto intentaban captar Guayaquil: “En la Puná incendiaron tres buques españoles, quemaron la iglesia y asesinaron al cura. Luego subieron el río unos 400 hombres bien armados. Guayaquil se defendió bajo el mando del corregidor Diego de Portugal.”

La segunda sucedió en 1687. Los piratas lograron entrar a la ciudad, ayudados por un negro resentido que quiso vengarse de los maltratos de sus amos. Hay que decir que Guayaquil fue amurallada: “En 1681 se construyó una muralla de cal y canto que circundaba en su totalidad el recinto de la ciudad, en distancia de 500 varas y de altura unas 2 varas y media… su construcción duró 3 años, y en 1684, cuando se acabaron las obras, hizo una entrada el enemigo, siendo rechazado” (María del Pilar Bernal Ruiz, La Toma del Puerto de Guayaquil en 1687, Escuela de Estudios Hispano-americanos de Sevilla, Sevilla, 1979, pdf). En 1687 Guayaquil fue asaltada, saqueada y quemada por ingleses y franceses. El inglés es un tal Jorge D’Hout, y los franceses Picard y Groignet. Del saqueo se llevaron 400 sacos de harina, un millón de pesos en oro y 100 mujeres de las más lindas de Guayaquil (Pareja Diez Canseco).

Revisando otro documento (María Luisa Laviana Cuetos, La Piratería en el Pacífico según Francisco Requena, Página virtual), nos pone datos curiosos y anecdóticos sobre la creencia popular de lo que eran los corsarios o piratas, que tenían aval de sus gobiernos para realizar los saqueos. Se dice que los guayaquileños creían que los corsarios “eran como unos disformes monos”, y que además eran trogloditas, o sea que vivían en cavernas y comían carne humana. Se cuenta que “llevaba el filibuster Lussan una mujer, a los vecinos que estaban entre los rehenes del rescate, y con lágrimas le decía con frecuencia por el camino: ‘Señor, por amor de Dios, no me coma, no me coma’”.

Otro aspecto que leo entre notas de esta autora sevillana, es lo que se tenía en el imaginario español sobre estos corsarios, que tenían la llamada “patente de corso” para cometer sus atrocidades. Lo daban los reyes (gobierno) para que los propietarios de los navíos atacaran barcos y poblaciones enemigas (de España).

“¿Acaso no son temibles esta especie de corsarios? ¿No son los que tienen menos sentimientos de humanidad? ¿Y no son, estimulados de la codicia los más intrépidos para emprender acciones temerarias? Véase en la Historia de los filibusteros por Oliver o Exmelin la singular ordenanza que establecieron para partir con fidelidad estas gentes lo que sacaban de los pueblos que se rescataban o ponían en contribución”. Los corsarios, filibusteros, trogloditas, piratas, fueron unos desalmados chantajistas de la peor calaña. Miren qué comerciaban con sus víctimas que eran sus rehenes cuando incursionaban a realizar saqueos: se repartían lo robado, quemaban las ciudades y “negociaban” con las víctimas hasta las partes del cuerpo de sus prisioneros: “quien se dejaba un brazo, mano o pierna, tenía (que pagar de) recompensa quinientos pesos; y quien ambas, mil ochocientos; un solo ojo valía cien pesos, pero los dos se pagaban con dos mil, etc. Estos fueron los que piratearon el siglo pasado (XVII), y los más de los otros armamentos que a ella vinieron fueron hechos y determinados en los puertos de Inglaterra y Holanda y sostenidos con la fuerza de estos Estados”.