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Entrevista a Erick Jara, coordinador de la obra «Azogues: 200 años, 200 fotos»

Por: Pamela Tacuri

“Esta es una obra digital de acceso abierto que contribuye a fortalecer la memoria colectiva identitaria y patrimonial de la ciudad de Azogues” (Erick Jara).

La Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina presentó el lunes 14 de diciembre el libro “AZOGUES: 200 años, 200 fotos” coordinado por Erick Jara, José Manuel Castellano y Rafael Rodríguez. Esta es una obra digital de acceso abierto que contribuye a fortalecer la memoria colectiva identitaria y patrimonial de la ciudad de Azogues por su Bicentenario de Independencia.

Erick Jara es estudiante universitario de octavo ciclo de la carrera de Educación Básica en la Universidad Nacional de Educación -UNAE-, miembro de la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina, y cuenta en su haber con algunas publicaciones científicas  y artículos de opinión publicados en Ecuador Universitario, pertenece al colectivo Yasunidos Guapondelig y es miembro del programa Educación al Desnudo.

Erick Jara

Usted es estudiante universitario ¿Qué significación tiene para usted esta experiencia?

Esta como otras participaciones que he tenido, gracias al apoyo de la Editorial CES-AL, resulta ser una experiencia muy significativa, que me motiva a continuar participando y proponiendo nuevos proyectos culturales y académicos. En especial, el libro “Azogues: 200 años, 200 fotos”, me permitió, por una parte, acercarme a la historia de la ciudad y pensar en su “progreso”. Por otra, encontrar el valor de la fotografía, a partir de su belleza y entender así que es un momento congelado en el tiempo, que no volverá, que está perdido si no hay recuerdo; donde en ese presente había vida y ahora quizá, muerte. En la fotografía encontré poesía.

¿Por qué ese título, Azogues: 200 años, 200 fotos?

Se ha utilizado un criterio temporal para presentar al público una secuencia en el camino de la historia del desarrollo de la ciudad de Azogues hasta su bicentenario. Son 200 fotos que constituyen el producto total del libro y que forman parte de los inicios y evolución de la fotografía en la ciudad.

¿Cuál es el origen de este libro?

Esta publicación es un primer avance de un proyecto de recopilación fotográfica de la ciudad de Azogues, donde intervienen varias entidades en su realización. Gracias al aporte del GAD Municipal, que nos brindó el fondo fotográfico patrimonial, logramos realizar esta colección con motivo de celebrar y homenajear a la ciudad por su Bicentenario de Independencia. Se logró culminar con la participación de nueve estudiantes universitarios que forman parte de un proyecto de vinculación de la Universidad Nacional de Educación.

¿En qué consiste ese proyecto?

Consiste en la recopilación fotográfica histórica de la ciudad de Azogues en un solo producto para que esté al servicio de la ciudadanía. Para ello se ha venido realizando campañas de difusión, con la finalidad de motivar a la participación de los azogueños y azogueñas, en la cesión temporal de sus materiales gráficos. Además de otras entidades que también nos proporcionan otros materiales gráficos.

¿Cuál es el producto final de este proyecto?

Está pensado e inspirado en la contribución y relevancia que tendrá para los ciudadanos, ya sea de forma educativa, cultural o científica en su difusión de la riqueza identitaria de Azogues. El producto final será un Archivo Documental Gráfico Digital de acceso abierto, que contribuirá a fortalecer la memoria colectiva, identitaria y patrimonial de la ciudad de Azogues. Entre otros productos que iremos sacando en el transcurso del tiempo serán con otras entidades y sus respectivos fondos en libros como el que ha presentado en esta ocasión, Azogues: 200 años, 200 fotos.

¿Qué entidades son las que participan?

Las entidades participantes en este proyecto son: el GAD Municipal de Azogues, la Gobernación del Cañar, la Casa de la Cultura Núcleo del Cañar, la Unidad Educativa Luis Cordero y la Universidad Nacional de Educación.

¿Qué aporta este proyecto a la sociedad?

Intenta fortalecer la memoria histórica del ciudadano, además, de su identidad y representación con su origen. Las fotografías pueden traer recuerdos e incentivos en la recuperación de su patrimonio, busca el colectivismo y su participación activa en la construcción y fortalecimiento de la cultura.

Tengo entendido que también participan otros estudiantes universitarios ¿Cuál ha sido el papel desempeñado y quiénes son?

El papel de cada uno de los estudiantes que intervienen en el proyecto fue fundamental. Ha sido ejecutado a partir de la coordinación entre ellos, sin dudar, un trabajo que ha necesitado de tiempo, recursos y nuevos aprendizajes. El grupo de estudiantes pertenecen a la UNAE: (Bryan S. Parra Campoverde, Luis J. Andrade Peña, Verónica K. Balcázar Arichabala, Karen F. Munzon Morocho, Delia A. Peñafiel García, Gilda M. Pinos Carangui, Erika A. Riera Cevallos y Kerly Butan), junto al docente Rafael Rodríguez y dirigido por José Manuel Castellano.

¿Cuál es su valoración sobre la labor de la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina?

En muchas ocasiones he tenido el honor de expresar mi opinión sobre el trabajo que desempeña la editorial CES-AL, siempre señalo un punto sustancial, ya que es el lugar donde verdaderamente disfruto por aprender, crear, cuestionar y actuar en la construcción de mi conocimiento. Así como el apoyo que la Editorial ofrece a los jóvenes y, especialmente la amistad y confianza que su editor-jefe José Manuel me ha brindado y nos ofrece a todos los estudiantes universitarios, lo que, sin duda, es una de las principales motivaciones que me llevó a desear –como enfoque de vida– educar para y por el mundo.

 Pamela Tacuri

Sobre la existencia

Por: Erick Jara

A la basura todo. Nada toma sentido si la pregunta de oro no envenena la conciencia: Sobre la existencia: ¿Quién soy?

Tierna la etapa de ficticios colores con minúscula experiencia, viajera de pies pequeños y sonrisa inocente donde creíamos que estaba envuelto el mundo. No, nadie nos dijo que llevásemos la mirada para otro lado. ¿Fue esta acaso una ofrenda de aquel con luz difusa en los ojos y atado al capital, para no manchar nuestra casta felicidad? Es joven, qué más da –decían–. Cabe la posibilidad de que nos protegían de los lentes con los que ellos miraban la realidad.

Desde luego que no condeno este acto honesto por parte del adulto, el problema es cuando revienta la burbuja protectora y nos llegamos a sentir ajenos a la realidad poco antes pensada, para observar que la vida ética de un niño estaba condicionada a la voz del progenitor. Cuando crecemos, aunque sin criterios y perdidos en un abismo normativo, nos ponemos en contra del “ser buenos” por el soborno del no castigo, peor aún, del cielo; es aquí cuando las puertas al mundo se abren para dar uso a la decisión o a la afamada libertad, sin que este acto signifique algo positivo o negativo. Pero, ¿qué pasa cuando un minúsculo adolescente con nada de valor para el universo, empieza a abusar del uso de su libertad? Yo, por ejemplo, la usé, o quizá no. ¿Cómo usas algo que no sabes lo que significa?

La última pregunta mencionada en el párrafo anterior llegaría a dar una salida a ese abismo en el que se encuentra un joven perdido en una moral heredada y ética por activar. Como otros grandes pensadores ya lo han dicho, aquella pregunta nos puede ayudar a encontrar placer en la búsqueda de la verdad. Es como si la razón de nuestra existencia descansara en la búsqueda de la misma. Así el uso de la libertad llegaría a entenderse mejor, para verla como un contrato colectivo necesario en nuestra supervivencia.

Pregunto: ¿Existirá un libro dónde estén escritas todas estas preguntas? Desde luego que “El Mundo de Sofía” no es el único libro de iniciación a la filosofía. ¿Existirá un lugar como el ágora donde se discutan las preguntas de Sofía? Desde luego que no en la escuela. Pero entonces, ¿para qué vamos a la escuela y más aún en tiempos de virtualidad por pandemia? ¿Quizá para aprender a leer, escribir y responder preguntas muertas? ¿Cuándo se estudia nuestra existencia, nuestra libertad?

La escuela debe ser ese espacio que muestre el mundo al niño/a y detenga el tiempo para analizar sus bellezas y acompañe a la búsqueda de sus respuestas. La escuela somos todos, es un deber universal, o es que acaso solo aprendemos y nunca enseñamos lo que sabemos. La obligación de responder y enseñar la pregunta de “¿Cómo usar algo que no sé lo que significa?” recae sobre todos nosotros. Es un deber social, tiene que ser cumplido si queremos hacer de la libertad un acto verdaderamente libre. No necesitamos en las escuelas esas charlas eternas donde el maestro –sentado en el trono– clame, por toda una hora, su tesis: – ¡Pórtense bien que llamaré a sus padres!

Sí, necesitamos de unas simples y tan complejas palabras vivas y energéticas, de tono vulgar y filosófico para romper con el confort, adueñarnos de la historia y su cultura y apropiarnos de la libertad, la pregunta de oro: – ¿Quién carajo eres?

He decidido trazar las anteriores líneas para presentar un hecho que motivó a muchos a la crítica social, además de invitar al lector –y sobre todo a este humilde escritor– a pensar sobre sus actos y los del otro, para encaminarse a la apropiación de su realidad.

Cuento: El 2 de noviembre gracias a la invitación a moderar la presentación del libro “Lo escrito, escrito está” de Simón Valdivieso, recibida de mi gran amigo y mentor, José Manuel Castellano, editor-jefe de la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina, vivencié con la compañía de muchos la decadencia social.

Sí, hablo de esos así llamados comediantes, quienes por molestar un evento de relevancia social, como fue el de Simón, piensan que todos disfrutamos y reímos a carcajadas por sus interrupciones; actos que se deben afrontar en la virtualidad. Siendo sincero, no los culpo, pues son una representación de la calidad social al día de hoy. Son los monigotes de un sistema sucio y pintado de conformismo que no entiende la vida en cultura. Lastimosamente no podemos estar en continua amistad con la conciencia y entender el daño que causamos hasta que un altruista nos pone los pies sobre la tierra.

Este escrito no busca presentar un odio a esos “comediantes”, más bien intento crear una empatía con aquellos: los obligados a estar solos ya que nadie en su mundo se ha preocupado por ellos. Yo fui así, el que fastidiaba en su máximo esplendor. No siento pena al decirlo, más bien me motiva a lo que Simón Valdivieso en su texto dijo, “ajustar la palabra a la acción”. De adolescente sentía esos mismos miedos que detallé en los primeros párrafos. Había una necesidad de soltar la moral heredada para sentir la brisa de la “libertad”, como aquellos que interrumpieron la sesión. Y nuevamente pregunto, ¿cómo usas algo que no sabes lo que significa?

Intento responder, “¿Quién soy?”. Es esa pregunta inicial que puede ser una gran alternativa a las enseñanzas tradicionalistas de cumplir por obligación y no por disfrute. Resulta crucial que aceptemos la labor social de cuestionar nuestras prácticas para encontrar sentido a las cosas, no podemos enseñar algo que nunca reflexionamos. Buscar el significado de las cosas constituye encontrar la esencia de las mismas; darle un valor a lo que se presentaba como desconocido. Hay que impulsar el contagio a las dudas existenciales y motivar sus respuestas, a sabiendas de sus límites. Como he dicho, es una labor de todos y no solo de los docentes.

El suceso, por una parte, desagradable para muchos y, por otra, inspiradora a la reflexión, expone al desnudo a una sociedad marginada de preguntas con esencia filosófica. Los “comediantes” en esta ocasión, buscan placeres vagos del momento, un mal uso de las libertades que la virtualidad ofrece; muestran la necesidad profunda de decir, “aquí estoy, por favor mírenme, necesito sentir que existo”. No solo vivimos de pan y agua, también de la existencia.

Todo lo expuesto, desde luego que no es una solución absoluta, peor aún una verdad. Solamente expreso, lo que a mí criterio, junto con algunas reflexiones del libro “El valor de ser uno mismo” de Torralba; un buen profesor-mentor; y la invitación a una primera lectura, fueron de ayuda para disfrutar las melodías de una vida compleja y hermosa. Esa pregunta de oro –implícita pues estaba en todo lado, a falta de saber observar– me permitió renacer y vivir en cultura. Y así es como, desde la posición de educador, surgió el deseo de aprender un poquito más de la belleza del mundo. Quiero en conjunto con mis futuros estudiantes continuar buscando el sentido profundo de la vida, para no caer en placeres vagos donde el espíritu curioso se pierda en la obscuridad.

Mi reciente viaje a Quito

Por: Erick Jara

El Decreto Ejecutivo 883 firmado por el presidente Moreno, en la primera semana del pasado mes de octubre, provocó un masivo rechazo social y acciones de protestas en las calles del país. Durante catorce días convivieron marchas pacíficas, con acciones represivas, actos vandálicos sobre bienes públicos y privados y un estado de desinformación bajo un intento de adiestramiento sobre el pueblo y la circulación de falsas noticias.

El 12 de octubre -reconocido como el día más violento que vivió Quito- el edificio de la Contraloría General del Estado ardía en llamas y también algunos medios de comunicación fueron atacados, los transportes paralizados y se establecía el toque de queda bajo el control militar. El país se detenía y se respiraba un clima de incertidumbre generalizado.

En mi reciente viaje a Quito, el viernes 31 de enero del 2020, al caminar por los parques el Ejido y el Arbolito encontré el incentivo para escribir estas líneas ante la desolación de un paisaje que me transportaba meses atrás. Han transcurrido ya poco más de 90 días de aquellos acontecimientos pero al caminar por las calles del centro de Quito todavía se evidencia testigos de aquellos momentos, pero ninguno como el de la contraloría.

Es importante dejar sentado que no apoyo ningún tipo de acto violento que perjudique la integridad de la sociedad o sus bienes, como tampoco justifico la acción de atacar a una institución hasta el punto de su destrucción.

El andar por los alrededores del mencionado edificio me trajo recuerdos de los vídeos que circulaban por las redes en su momento y que mostraban el abatimiento y reciedumbre del ecuatoriano. Me ha resultado estremecedor ver el estado actual, parece como que seguimos en protestas y que solamente el país se tomó un respiro para estar en familia y compartir lo sucedido. Al acercarse al lugar, se puede identificar expresiones urbanas del pueblo, frases que invitan a una reflexión profunda, críticas sobre el accionar de quienes nos gobiernan y manifestaciones abstractas sobre cómo el ecuatoriano relaciona a los funcionarios con su realidad.

Representaciones humanas que quedan en el recuerdo y no en el olvido, representaciones que hoy en día se mantiene por fotos y textos. Pero ¿Qué fue de los estragos de la Contraloría? En su mayoría siguen recostados a su orilla, esperando tal vez otro conflicto para llevar a cabo una limpieza en su conjunto o, tal vez, simboliza una muestra de apatía, desidia y mala gestión institucional.

Azogues, febrero 5 de 2020