Archivo de la etiqueta: Fander Falconí

¿Más tecnología, mejor educación?

Por: Fander Falconí
MINISTRO DE EDUCACIÓN DEL ECUADOR

Seguimos insistiendo en la importancia de incentivar la lectura, desde los primeros años. La razón es clara: esos jóvenes lectores serán un día adultos y aportarán más a la sociedad, siendo buenos lectores de las noticias locales y del mundo. Por ejemplo, quienes han leído un estudio reciente de la Universidad de California en Santa Cruz (Handbook of the Economics of Education: Technology and Education: Computers, Software, and the Internet, 2016), escrito por los expertos G. Bulman y R.W. Farlie, se dan cuenta de la importancia que tiene la tecnología en la educación, más allá de los fríos números. Se invierten grandes sumas para dotar de tecnología a las escuelas y los padres de familia también invierten en tecnología para sus hijos. ¿Qué impacto tienen estas inversiones en mejorar la calidad educativa para estos niños y niñas? A primera vista, la respuesta podría parecer ambigua.

Los gastos y el tiempo que se dedican a dar computadores, programas, internet y otras tecnologías pueden ser más o menos eficientes que otras inversiones. Las nuevas tecnologías pueden a veces distraer al estudiante. En otros casos, optimizan el aprendizaje medido en evaluaciones escolares. Sin embargo, cuando hay una implementación de computadoras con provisión de sistemas de aprendizaje informáticos, los resultados son positivos, en especial en los países del Sur.

Además, está claro que la computadora sola no trae innovación. La interacción entre docente y estudiante, usando programas probados, es la clave del éxito. También existen otros beneficios que indican que necesitamos más tecnología.

Por ejemplo, los computadores no solo sirven al alumnado para adquirir mayor información. Sirven a los maestros para informarse de su trabajo y hasta para conocer el mantenimiento de la nueva tecnología. Pero lo más importante es que la inversión en más tecnología es un paso al futuro, a la educación en línea. Bueno, un futuro que ya ha llegado, pues ya existen universidades en línea, con lecciones y exámenes que llegan al correo electrónico. La educación en línea nos permite vencer obstáculos, como la distancia y el transporte. Hace 50 años, Australia hizo lo mismo con las escuelas radiofónicas. Los programas ‘remediales’ y el bachillerato acelerado (una buena propuesta, por cierto) pueden beneficiarse de las nuevas tecnologías.

Aparte de lo dicho, hay un doble valor agregado en el uso de la tecnología más avanzada en el aula. Primero, tanto maestros como estudiantes están en primera línea, recibiendo la misma información que sus pares reciben en todo el mundo. Esto permite superarse al maestro y al alumno le permite cuestionar su entorno. En segundo lugar, hay un tema de percepción que involucra nuestra autoestima como personas y como país. La tecnología más avanzada en el aula es señal de no estar marginados, de participar en el futuro planetario, algo que es difícil de medir, pero que acarrea altos beneficios.

Unos apuestan demasiado a la tecnología, como si fuera la panacea de los problemas educativos. Otros corren al otro extremo y añoran el polvo blanco de la tiza. La verdad está a medio camino.

Quito, mayo 24 de 2017

FUENTE: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/mas-tecnologia-mejor-educacion

De la educación superior al diploma shopping

Por: Fander Falconí

A veces se acusa a la izquierda de ser ciegamente antiestadounidense. En algunos casos puede darse esa posición. Pero la mayoría de veces son los contrastes increíbles de Estados Unidos los que motivan la crítica. Que el país más rico del mundo carezca de cobertura médica gratuita, por ejemplo, es inaudito; no hablemos de los demás países ricos del mundo. Otra escandalosa contradicción es el sistema educativo. Mientras existen universidades de excelencia, en otros casos la educación superior pública en Estados Unidos parecería dirigida por Trump. Solo parecería, la verdad es que nadie la dirige, excepto las fuerzas ciegas del mercado.

Esto se desprende de un reciente documental (Starving the Beast: The Battle to Disrupt and Reform America’s Public Universities – Haciendo ayunar a la bestia: la batalla para desintegrar y reformar la universidad pública estadounidense) hecho por educadores estadounidenses y reseñado por The Washington Post. Hasta en Texas, donde las universidades públicas reciben un porcentaje de las ganancias petroleras, hay una crisis del sector. La tesis del documental es que el ideal de la educación superior como bien público pretende sustituirse por una visión de la educación superior como mercancía. Esta pretensión tiene el auspicio del capitalismo, por supuesto, pero se presenta como un inocente movimiento pro reforma de estudios y, de paso, reforma de la base presupuestaria. Las autoridades estatales presionan por la reforma, reduciendo presupuestos. Al hacerlo, violan la esencia misma de la educación pública: el acceso universal, en especial para quienes no disponen de medios para estudiar.

¿A qué se debe la crisis educativa de las universidades públicas estadounidenses? Muy poco es atribuible a una mala dirección académica: gran parte se debe a una crisis financiera. Tampoco esta última se puede atribuir a una mala administración. La razón es que, desde 1980 (desde los tiempos de Reagan), empezó a recortarse el aporte estatal a las universidades públicas. ¿Cómo? En Estados Unidos la educación superior pública, que hace unos 35 años recibía 60% de su presupuesto del Estado, hoy en promedio recibe apenas… ¡12%! Un retroceso que tiene otras consecuencias.

La investigación, actividad fundamental en la universidad, también recibe su golpe. Cada vez hay menos recursos para investigación en la educación superior pública de Estados Unidos, porque a duras penas hay para pagar sueldos a los profesores y mantenimiento de la infraestructura. Pero antes la universidad pública investigaba temas de interés general, sin sujetarse solo al lucro. Al haber menos investigación en la universidad pública, la investigación se centra en contenidos comerciales, con auspicio de las grandes empresas privadas.

La trampa final está en la libertad de expresión, aunque suene raro. Mientras las universidades privadas tienen libertad absoluta de dialogar (léase hacer lobby) con los legisladores estadounidenses, es ilegal la misma actividad por parte de las universidades públicas. La concepción del capitalismo salvaje es que si una universidad pública te da un título que te va a dar un buen sueldo, debes pagar por eso, tal como te lo harías en una buena universidad privada. No cabe duda de que la educación superior es un bien público que debe estar al alcance de todos y todas, sin importar los costos.

Tomado de EL TELÉGRAFO
Septiembre 14 de 2016

http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/de-la-educacion-superior-al-diploma-shopping

www.eltelegrafo.com.ec

Nota del Director: Fander Falconí es actualmente miembro del Consejo de Educación Superior (CES).