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Entrevista al director del IESALC, Francesc Pedró, sobre el rol de las universidades en la recuperación económica post pandemia

El director del Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (UNESCO-IESALC), Francesc Pedró coincidió y destacó el discurso de la Rectora de la Universidad Nacional del Nordeste y presidenta del Consejo Interuniversitario Nacional, Delfina Veiravé, en el que señala y anticipa el importante papel que podrán jugar las universidades en un próximo proceso de recuperación socio económica tras la pandemia por Coronavirus.

“Necesitamos crear entre todos, y quiero alabar en este sentido el discurso público que ha hecho la Rectora Veiravé, en su calidad de Rectora de la UNNE pero también en su calidad de presidenta del CIN, en defensa del papel que las universidades pueden tener en lo que sería la recuperación económica”, señaló Pedró en declaraciones a Radio Unne 99.7.

“No sabemos exactamente cuándo, pero volveremos a abrir las aulas, y en ese momento es muy importante que seamos capaces de construir ese discurso al que me refería antes, y también articula la Rectora Veiravé, acerca de la contribución de las universidades a esa recuperación económica y social”, agregó en relación a lo expresado por Veiravé durante el Primer Foro Virtual de Rectores de Educación Superior en torno al COVID-19 organizado por el Foro CILAC y el IESALC, que se realizó el jueves 28 de mayo pasado.

Durante la entrevista y consultado sobre la realidad mundial de pandemia por Covid 19 y sus efectos, el titular de la IESALC-UNESCO amplió sobre el tema y mencionó algunas de las principales maneras en que el conjunto de las universidades pueda aportar. “Tenemos que darnos cuenta de que buena parte de las soluciones en el ámbito de la investigación, para esta pandemia y para otras que puedan venir en el futuro, probablemente esté en los laboratorios de las universidades”, sentenció.

En segundo lugar, señaló que “probablemente las claves de la recuperación económica estén también en buena medida en la capacidad de nuestras universidades, de generar ese talento humano que en el fondo se traduce también en emprendeduría, en innovaciones que luego producen riquezas”.

Y en último lugar, pero no por ello menos importante, aseguró que “también las universidades son mecanismos fabulosos de movilidad social, que por desgracia podríamos estar perdiendo ahora”.

Una recuperación económica con cohesión social e innovación

Pedró destacó entonces el discurso que la rectora de la UNNE brindó en el mencionado encuentro virtual, del que participó también su par argentino Hugo Juri, de la Universidad Nacional de Córdoba, (Argentina); las rectoras Sandra Goulart de Almeida de la Universidade Federal de Minas Gerais (Brasil) y Miriam Nicado de la Universidad de La Habana (Cuba); y los rectores Gerónimo Laviosa, de la Universidad Nacional del Este (Paraguay) y Rodrigo Arim, de la Universidad de la República (Uruguay).

“Necesitamos el apoyo de los estados para garantizar de que las universidades jueguen a favor de una recuperación económica con cohesión social y con innovación”, señaló además el referente de la UNESCO y consideró que “eso no creo que ninguna otra institución social lo pueda hacer mejor que una universidad, que el conjunto de universidades de la región”.

Consultado sobre la innovación y cómo entenderla actualmente en este contexto, Pedró aclaró que “uno puede incorporar mucha tecnología y continuar dentro de los parámetros de la educación universitaria más tradicional”.

“La verdadera innovación no tiene que ver con el soporte, tiene que ver con intentar responder a la pregunta de cómo podemos conseguir que los estudiantes aprendan más y mejor en el siglo XXI”, consideró. Y aseguró que para responder “hay una multiplicidad de caminos”, y en muchos de ellos “la tecnología puede ser un catalizador o una palanca de apoyo”.

“Pero nos engañaríamos si pensáramos que el uso de la tecnología es sinónimo de un proceso de enseñanza y aprendizaje innovador”, advirtió y respaldó su afirmación en datos que poseen en el IESALC y que evidencian que “la mayor parte de los usos que se han realizado de la tecnología, durante la pandemia, han sido en realidad para reproducir formas de enseñanza y aprendizaje extremadamente tradicionales”.

“No critico que esto haya sido así, porque seguramente dadas las circunstancias no podía ser de otra manera”, aclaró Pedró. “Sencillamente digo que el uso de la tecnología para nada tiene que ser considerado como sinónimo de innovación. Lo será, en la medida en que determinados usos de la tecnología, contribuyan a resolver los problemas que tenemos; y los principales son: mejorar los modos de aprendizaje y hacer esa experiencia de aprendizaje mucho más satisfactoria”, afirmó.

“Además, puede existir todo un camino de innovación vinculado a ver cómo conseguimos hacer de la educación superior un bien público mucho más equitativo e inclusivo, y ahí la tecnología puede que nos aporte respuestas también, pero por sí sola, si no sabemos formular la pregunta adecuada, la tecnología nunca nos dará una respuesta, sencillamente simplificará los problemas que ya tenemos, bajo el espejismo de una pretendida innovación”, concluyó contundente.

La deserción en la educación superior, uno de los efectos de la pandemia

Consultado sobre la agenda para América Latina y el Caribe, particularmente en el marco de esta pandemia mundial, el titular de la IESALC-UNESCO dijo que es inevitable advertir que los efectos más inmediatos y los impactos a futuro, “son negativos, tristes y dolorosos”. Y “también son diferenciales, porque desgraciadamente el daño es mayor cuanto más baja es la extracción socioeconómica y cultural de los estudiantes. Y por tanto, las brechas que se van a generar en este sentido, van a ser aún mayores”, agregó.

En ese marco, consideró necesario que en el corto plazo “hagamos todo lo posible, a escala de sistema y de institución, para no dejar a ningún estudiante atrás”.

“Porque por desgracia y a pesar de todos los esfuerzos que se hacen para garantizar la continuidad pedagógica, lo cierto es que al día de hoy estamos perdiendo estudiantes”, aseguró Pedró. “Y estamos perdiendo estudiantes que son los que pertenecen a la extracción socioeconómica más vulnerable, que van a tener problemas incluso a nivel económico, porque sus familias la están pasando muy mal”, amplió.

En ese sentido, cabe destacar que el dato mencionado corresponde al contexto general universitario de América Latina y el Caribe, donde hay diferencias en el sistema universitario. El Secretario de Políticas Universitarias, Jaime Perczyk recordó, también en una entrevista con la radio de la UNNE, que por ejemplo en Brasil un 75% de los jóvenes van a universidades privadas y en Chile el 85%, “y el esquema de Argentina es solamente equiparable al de Uruguay. En nuestro país un 80 u 82 por ciento de la población estudiantil concurre a universidades públicas”.

“Acá las dificultades van a tener que ver con la situación socioeconómica que van a ser difíciles, y vamos a tener que trabajar con políticas integrales”, consideró el titular de la SPU.

Entrevista realizada el 27 de julio de 2020 al director del IESALC, Francesc Pedró por el Programa Ciudad Invisible de la radio de la Universidad Nacional del Nordeste

Equidad, principio rector de la respuesta a la recuperación de la educación

Por: Francesc Pedró

Director, Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC-UNESCO)

El peligro primordial es que las desigualdades en el aprendizaje se amplíen, aumente la marginación y los estudiantes más desfavorecidos se vean imposibilitados de proseguir sus estudios; por eso, las respuestas estatales deben asegurar la continuidad formativa y garantizar la equidad.

 

El cierre masivo de las instituciones de educación superior (IES) a causa de la pandemia ha dejado en América Latina y el Caribe a casi 24 millones de estudiantes y a 1,4 millones de docentes –más del 98 % de esta población en la región– sin poder encontrarse en sus aulas, y ya es evidente que después de casi cuatro meses la pandemia está teniendo graves efectos sobre el sector de la educación, y concretamente sobre la educación superior.

Para contrarrestarlos, tanto los Gobiernos como las propias instituciones han puesto en práctica un gran abanico de medidas que cubren, con distinta intensidad, desde la conectividad a la asistencia financiera hasta el apoyo pedagógico y socioemocional.

Parece que ahora ha llegado el momento de preguntarse cómo planificar el día después de la pandemia, y cómo hacerlo con realismo político, huyendo de maximalismos y al mismo tiempo con una gran flexibilidad ante una multiplicidad de escenarios que se irán abriendo en función de la evolución del frente sanitario.

Así como la emergencia cogió desprevenido a todo el sector, falto de planes de contingencia ante una crisis de semejante magnitud, ahora no hay excusa para no planificar la reapertura de manera adecuada, aunque no se conozca a ciencia cierta cuándo se podrán reabrir los campus.

Con el objetivo de facilitar esta reflexión, desde el Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (iesalc) de la Unesco, sugerimos partir de tres grandes principios:

1. La prioridad debe ser asegurar el derecho a la educación superior de todas las personas en un marco de igualdad de oportunidades y de no-discriminación, y por consiguiente todas las decisiones políticas que afecten directa o indirectamente al sector deberían estar presididas por este derecho. La responsabilidad de asegurar que este se garantice recae en los Estados, los cuales deben generar marcos regulatorios, de financiamiento y de incentivos adecuados, además de impulsar y apoyar programas e iniciativas inclusivas, pertinentes, suficientes y de calidad. En particular, es responsabilidad del Estado generar un entorno político que, respetando la autonomía de las instituciones, sea propicio a una salida de la crisis que garantice la seguridad sanitaria al tiempo que optimiza las condiciones para que las instituciones avancen en calidad y equidad.

2. No dejar a ningún estudiante atrás, en línea con el propósito principal de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. La crisis impacta en distinto grado a los diferentes perfiles de estudiantes, pero es innegable que profundiza las desigualdades existentes y tiende a transformar las brechas en fracturas irreparables. Es prioritario atender las necesidades no solo pedagógicas y económicas, sino también las socioemocionales de aquellos estudiantes que, por sus características personales o socioeconómicas, puedan haber tenido, o tengan, mayores dificultades para continuar su formación en modalidades no tradicionales.

3. Extraer todas las lecciones del experimento involuntario pero universal que está siendo la educación a distancia de emergencia. Una porción muy importante del profesorado universitario ha pasado de la noche a la mañana, de satanizar o menospreciar todo lo relacionado con la tecnología educativa, a depender de ella para garantizar la continuidad pedagógica.

Como instituciones dedicadas también a la investigación, las universidades que ven en esta crisis una oportunidad, están recopilando evidencias acerca de lo que está funcionando y lo que no, y por qué, para así volcarse, cuando la emergencia haya pasado, a optimizar los procesos de enseñanza y aprendizaje para mejorar los logros de los estudiantes, tanto en calidad como, ahora más que nunca, en equidad.

HACIA UN MODELO HÍBRIDO DE ENSEÑANZA

Aunque la incertidumbre todavía planea en el horizonte, parece claro que la reapertura no significará la vuelta a la normalidad docente e investigativa tal y como se vivía hasta febrero pasado, ni tampoco será abrupta como lo fue la clausura. Partiendo del ejemplo de lo que ya está sucediendo en Asia y en Europa, parece plausible imaginar que la reapertura se hará con estrictas medidas sanitarias que se traducirán en grupos de estudiantes más reducidos en las aulas y menos clases presenciales por grupo.

En definitiva, lo más probable es que las formas de enseñanza y aprendizaje que han empezado como fórmulas de emergencia para garantizar la continuidad pedagógica evolucionen y se consoliden ya desde la reapertura como parte del modelo híbrido con el que habrá que convivir de momento, y que tal vez se convierta en la nueva normalidad pedagógica.

Desde el Instituto también hemos insistido –a través de nuestros informes y publicaciones sobre el impacto del covid-19– en la educación superior, en la necesidad de dedicar muchos esfuerzos a la recuperación de aquellos estudiantes que, previsiblemente, se habrán quedado por el camino por razones económicas, en primer lugar; infortunadamente también habrá estudiantes que no volverán por causa de su desafección con respecto a unas propuestas pedagógicas durante la situación de emergencia que, a pesar de ser la única solución disponible, pueden haber frustrado su interés por continuar los estudios.

PRESENCIALIDAD, VERDADERA EXPERIENCIA UNIVERSITARIA

Es importante que las universidades diseñen cuanto antes dispositivos para diagnosticar las pérdidas con las que se saldará esta crisis, y al mismo tiempo las estrategias reparadoras para garantizar que la vuelta a las aulas ofrezca oportunidades de recuperación de las pérdidas de aprendizaje que pueden haber sido dramáticas precisamente en los estudiantes ya más vulnerables en condiciones normales.

Por encima de todo, una buena universidad no solo brinda oportunidades de aprendizaje a sus estudiantes, sino que, más en general, ofrece una experiencia vital que terminará marcando sus vidas y la forma como encararán su contribución al desarrollo social, cultural, científico y económico de sus países. Esta experiencia es, ciertamente, vehiculada por los procesos de enseñanza y aprendizaje, pero tiene otras dimensiones igualmente importantes más allá de las estrictamente académicas: las sociales, culturales y políticas.

En el Instituto estamos convencidos de que, aunque la mayor parte de los debates actuales se centren sobre hasta qué punto la pandemia traerá consigo una mayor hibridación de los procesos de enseñanza y aprendizaje en las universidades, esto no debería desviar la atención acerca de cuál es la misión última de una universidad: brindar un aprendizaje vital único a cada estudiante que le transformará como persona y ciudadano.

Ojalá nuestras metodologías pedagógicas mejoren gracias a los aportes de la tecnología, y con ello los resultados de aprendizaje. Pero el objetivo debe ser recuperar la verdadera experiencia universitaria que gira alrededor de la presencialidad y de la convivencia en un espacio colectivo compartido; una que, ciertamente, puede verse maximizada gracias a la tecnología, pero que nunca deberíamos querer reducir por principio. No podemos robarles a las jóvenes generaciones el derecho de tener esta oportunidad en su integridad. Eso sí, trabajemos desde ahora para ofrecérsela, cuando las condiciones sanitarias lo permitan, significativamente mejorada. La misión última de una universidad es brindar un aprendizaje vital único a cada estudiante, que lo transformará como persona y ciudadano.

El aseguramiento de la calidad de la educación superior a distancia en América Latina

Por: Francesc Pedró
Director de UNESCO-IESALC

Como en todo el mundo, la educación superior a distancia en América Latina lleva más de una década sujeta a una transformación de la oferta y, en parte por ello, a un incremento espectacular de la demanda. En la transformación de la oferta el papel de la tecnología está siendo crucial no solo por las oportunidades que ofrece para mejorar la flexibilidad, la personalización, el seguimiento y el apoyo al estudiante, sino porque también conlleva la desaparición de las fronteras geográficas y la emergencia de un mercado global de la educación superior a distancia que ofrece aun mayores oportunidades de elección para los estudiantes.

En efecto, quien tiene acceso a Internet tiene potencialmente acceso a cualquier oferta de educación superior a distancia, independientemente de dónde se origine. La cuestión es cómo, en el deseo de proteger los derechos y los intereses de los beneficiarios y, en última instancia, del país, se puede regular la calidad de una actividad que, por su propia naturaleza, elude con frecuencia los marcos regulatorios nacionales.

De hecho, el aseguramiento de la calidad de la educación a distancia siempre ha sido problemática en todo el mundo. Sus especificidades metodológicas exigen mecanismos de aseguramiento distintos de los que se emplean habitualmente en la educación superior tradicional, básicamente en todo lo relacionado con los procesos y, en particular, con la evaluación de los aprendizajes, o, por lo menos, con adaptaciones sustanciales. A esto se añade el hecho de que ni en América Latina ni en ninguna otra región la educación superior a distancia es patrimonio de instituciones especializadas, como lo era unas décadas atrás. Prácticamente todas las universidades públicas y un buen número de las privadas disponen de una oferta a distancia de mayor o menor entidad y, cada vez con más frecuencia, de ofertas híbridas que combinan componentes de educación a distancia con otros de presencialidad.

Algunos países de la región han optado por regular el aseguramiento de la calidad en función de las distintas modalidades, dando por descontado que en la oferta formativa de una universidad caben, de hecho, multitud de ellas. Los casos de Argentina, Colombia o Perú son paradigmáticos en este sentido. Se trata, con frecuencia, de regulaciones que emanan del Estado y, en menor medida, de las agencias especializadas. Pero, inevitablemente, cuanto más detalladas sean estas regulaciones mayor será la frecuencia con que deberán ser revisadas para adaptarse a un entorno cada vez más cambiante. Baste pensar, por ejemplo, en la creciente utilización de bots, de las métricas de aprendizaje y de aplicaciones que sacan partido de la inteligencia artificial para imaginar que, bien pronto, algunas tareas que las regulaciones actuales presuponen que son realizadas por personal académico, cuyas cualificaciones mínimas y condiciones de trabajo prescriben, dejen de serlo para ser desarrolladas por medio de soluciones tecnológicas. En este sentido, los reguladores, gobiernos y agencias, deberían recordar que hoy en día la educación superior a distancia puede ser un motor de innovación del conjunto del sistema universitario a condición de que las regulaciones oficiales no la ahoguen.

A este desafío de regular una actividad abocada a la innovación se añade otro aun más complejo: el de la regulación de la educación superior a distancia transfronteriza o global. Si el usuario puede salir a un mercado global en el que puede encontrar una oferta mejor adaptada a sus necesidades, expectativas y capacidades, lo hará sin duda. Dejando de lado las profesiones reguladas, en las que inevitablemente habrá que cumplir con la legislación nacional en el caso de querer colegiarse o ejercer, el resto de la oferta formativa, en particular de posgrado, puede ser considerada líquida a efectos regulatorios, es decir, prácticamente inasible. La única fórmula que beneficiaría a todos sigue sin ser apropiadamente explorada: los convenios internacionales. Los que la UNESCO acaba de promover tanto a escala global como regional en materia de reconocimiento de titulaciones de educación superior ofrecen una puerta abierta a consensos multilaterales en este sentido.

Pero estos consensos solo tendrán éxito si se basan en dos criterios: la transparencia de la información y la confianza mutua. La transparencia debe traducirse en que las regulaciones nacionales del país desde el que se emite la oferta obliguen a las instituciones a declarar siempre si ellas mismas o sus programas están oficialmente licenciados o acreditados por la autoridad nacional competente; de esta forma, el usuario potencial de cualquier otro país podrá tener la seguridad que se enfrenta a una oferta regulada en origen.

Por otra parte, la confianza mutua entre países en este ámbito solo se consigue promoviendo los intercambios entre las autoridades reguladoras, tal vez, si la región así lo deseara, en aras de marcos compartidos. El Instituto Internacional la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC) trabaja, precisamente, en esta línea para facilitar que a través de un mejor conocimiento de los marcos y las actividades de regulación se promueva la confianza entre los Estados miembro y, al hacerlo, se protejan mejor los intereses y los derechos de la ciudadanía en materia de educación superior.

NOTA: Francesc Pedró, director de UNESCO-IESALC ofrece este texto extraído del Informe sobre el estado de la evaluación externa de la calidad en las universidades españolas 2018, editado por El Observatorio de la calidad del sistema español de universidades de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA)

IESALC: calidad, equidad, inclusión y aprendizaje a lo largo de toda la vida son palabras clave

El Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC) abrió la segunda jornada del XIII Congreso Mundial de Educación 2019 con una conferencia titulada Tendencias internacionales en educación: de las políticas a las aulas, a cargo del director del IESALC, Francesc Pedró. En ella expuso la visión mundial de las políticas públicas en materia de educación y la importancia de contar, por primera vez, con una agenda educativa internacional cuyo objetivo 4, busca garantizar una educación de calidad, inclusiva y equitativa, y promover oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida para todas las personas. “Calidad, equidad, inclusión y aprendizaje a lo largo de toda la vida son palabras claves para tener en cuenta en un evento como éste”, dijo.

Para el IESALC, los resultados obtenidos en el ámbito de la educación dependen de factores como el liderazgo, la escuela, los padres, la familia y los docentes. “El primer factor explicativo es el alumno y su mochila, con un determinante clave: la extracción socioeconómica; el segundo factor, la calidad docente”. Otras condiciones necesarias para reforzar el liderazgo escolar incluyen garantizar un entorno ordenado y seguro, liderar formación y desarrollo docentes, asegurar condiciones materiales para una enseñanza de calidad, asignar recursos estratégicamente, y definir objetivos y expectativas, así como considerar el feedback individual, las estrategias metacognitivas, las tutorías en grupo y el aprendizaje colectivo, factores que aumentan el impacto en la educación y tienen bajo coste.

Entre las debilidades que existen en el sistema educativo mundial, el Instituto señala el bajo porcentaje de reformas realizadas por los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en materia de educación superior, con 29 que preparan a los estudiantes para el futuro, 4 que mejoran la escolaridad, 16 relativas a la equidad y a la calidad, 12 sobre evaluación y asesoramiento, 12 de financiación y 9 de gobernanza.

Sobre la calidad del sistema educativo indicó que “nunca será superior a la calidad de sus docentes”, lo que explica el por qué la discusión del tema se desplaza desde las políticas hacia los procesos dentro del aula.

Al cierre de la presentación tuvo lugar un panel, enmarcado dentro de la temática Confluencia entre arte, tradición, tecnología e innovación, que contó con la participación de Willard Gingerich (Universidad Estatal de Montclair), Edgardo N. De Vincenzi, (COMED), Francesc Pedró (UNESCO-IESALC), y Pang Maokun, (Instituto de Bellas Artes de Sichuan).

“En las universidades, más que limitarnos a generar movilidad internacional de la comunidad académica, debemos buscar desarrollar estrategias para la consolidación de una ciudadanía global”, dijo Maokun sobre el rol de las universidades, según lo rescatado en la cuenta twitter de Juan Pablo Arboleda.

Mario Opporto, exministro de educación de la provincia de Buenos Aires, intervino para agregar que “La Universidad de hoy debe educar para los retos de la cuarta revolución industrial, debe educar ingenieros pero ingenieros humanistas; debe enseñar contemporaneidad, historicidad, identidad cultural e independencia”, según la fuente antes citada.

El director del IESALC señaló el rol de los estudios superiores en el impulso de la Agenda 2030: “Las universidades tienen una responsabilidad directa como vanguardia en la investigación educativa y la formación del profesorado para la promoción del ODS 4”.

Al concluir el evento, Jane Ann Williams, rectora asociada de la Universidad del Estado de Montclair, otorgó un reconocimiento al IESALC por su participación y aportes en materia de políticas públicas en la educación.

La Conferencia, que tuvo lugar en Universidad Estatal de Montclair, en Nueva Jersey, Estados Unidos, del 9 al 11 de octubre, fue organizada por la Confederación Mundial de Educación (COMED) y tuvo como tema central La Educación en la Era Digital: Oportunidades y Desafíos. Inspirada en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, participaron representantes de 19 países para debatir en torno a tecnología y la educación, diversidad e inclusión, políticas públicas en educación e impacto de la internacionalización en la educación.

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