Archivo de la etiqueta: Génesis Hurtado

La voz del oprimido: Violeta Parra

Por: Génesis Hurtado

Su voz es el canto del oprimido, la palabra contra la injusticia, la corrupción, la miseria, la desigualdad y la discriminación. Es, en definitiva, la voz del pueblo. Violeta Parra, cantautora chilena nacida el 4 de octubre de 1917, supo visibilizar lo que nadie se atrevía a decir, lo que es normal para una sociedad, cuya historia legítima es construida con la sangre de los sectores mayoritarios, que son solo en realidad una “minoría”.

La dulce Violeta es un grito de resistencia, una crítica a los constructos sociales, a sus gobiernos clasistas y políticas interesadas en maquillar la realidad del pueblo. Así, Violeta en su canción, “Al centro de la injusticia”, dibuja un lienzo pintoresco repleto de familias con muchos hijos, sin educación y condenados a vivir una existencia llena de pobreza y sin esperanzas.

Una pregunta ronda en mi mente ¿qué lleva a construir letras que denuncien las problemáticas sociales? Sin duda, el artista es el espejo de su sentir y supongo que la indignación de vivir, en una sociedad inequitativa que viola los derechos sociales, es una razón poderosa para aquellas personas comprometidas.

Este sentir se intensifica al escuchar “Run run se fue pa´l norte”, donde se percibe el dolor de la mujer que solloza al ver partir a su esposo, el sabor amargo de sus hijos que pronto vivirán el olvido y nos traslada a un estado “sin música y sin luz”. Violeta tiene la habilidad de encontrar las palabras precisas para describir lo silenciado; cada verso y composición musical es un eco de revolución contra los sistemas fascistas y las falsas democracias. Esto está presente en la canción “Arauco tiene una pena”:

“Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglo que todos ven aplicar, nadie le ha puesto remedio pudiéndolo remediar”.

Una letra que simboliza la lucha del pueblo Mapuche contra el Estado de Chile, una batalla que tiene su origen en los procesos históricos de la conquista y que, sin embargo, pervive, no cambia. Actualmente los pueblos indígenas, clases medias y bajas son una mayoría silenciada, víctimas de discriminación y políticas neoliberales, justificada en el mal llamado “desarrollo”.

El momento actual y el horizonte que se vislumbra representan un tambor sonando lleno de dolor, angustia, polvo desértico y las huellas de un migrante, que deja al abandonar su tierra para lograr una mejor vida, debido a que sus gobiernos de turno no han generado las suficientes oportunidades de trabajo para sus ciudadanos, obligándolos a tomar esta decisión.

¿Qué nos queda? ¿Qué podemos hacer? Creo que la juventud es la única esperanza de presente y de futuro y ahí me viene a la memoria la canción “Me gustan los estudiantes”, donde plasma la sensibilidad del estudiante por el “otro”, su lucha constante por derribar lo obsoleto y construir una sociedad más justa, solidaria, igualitaria y equitativa. Su voz es un trueno que atormenta a los grupos elitistas, que saben que los estudiantes no tienen miedo de enfrentar y luchar por sus derechos, puesto que son intolerantes a las injusticias. Es, por tanto, una invitación abierta a organizarnos, defendernos, luchar y construir espacios reflexivos, críticos y propositivos. Violeta Parra es una voz que libera al oprimido, un grito que conmueve, conciencia que despierta e incita a construir una sociedad igualitaria y equitativa a través del arte. Una voz que debe despertar a la actual juventud dormida para actuar, para cambiar el rumbo de la historia.

www.EcuadorUniversitario.Com

Dos miradas a la Segunda Guerra Mundial a través del cine

Por: Génesis Hurtado

“La historia la escriben los ganadores”. Una frase que se reproduce en medios de comunicación, libros de historia y en distintos soportes de transmisión de conocimiento, sin mayor transcendencia crítica. Un mensaje nos debe llevar a reflexionar para liberarnos de las acciones manipuladoras y engañosas presentes en todos los ámbitos sociales y en el tiempo. Sin embargo, en esta ocasión nos vamos a centrar en uno de los acontecimientos más sangriento en la historia, la Segunda Guerra Mundial, cuya lectura coloca en un pedestal a los ganadores, mientras que los perdedores son juzgados con prejuicios, estereotipos y rechazo social.

El director Clint Eastword nos ofrece dos miradas de esa realidad a través del cine. La bandera de nuestros padres representa la perspectiva de los EE.UU. y focalizada en un acto que inmortalizó a ese país, a través de una imagen realizada por el fotógrafo Joe Rosenthal, donde los soldados estadounidenses alzan su bandera. Mientras que Las cartas de Iwo Jima vienen a significar una visión desde Japón, que contiene un mensaje de humanidad y paz.

Estas dos películas son relatos de dos caras de una misma moneda y donde la reflexión ofrecida por Eastword nos habla del relevante papel que puede jugar el séptimo arte en la compresión histórica y en la construcción social sin alienación de los sectores dominantes.

En las dos películas se evidencian la manipulación y el ejercicio de poder en ambos países con sus soldados, con sus conciudadanos. En el film La bandera de nuestros padres se reemplaza la primera fotografía de la guerra y a sus héroes por otra programada. Debido a que los EE.UU. pasaba por una crisis económica y necesitaban una historia detrás de una imagen, que devolviera el espíritu patriótico, generara bonos y producción, mano de obra industrial, para ganar la guerra. Por otro lado, en Las cartas de Iwo Jima se exhibe la imposición del Emperador para elegir a las personas que irían a la guerra, gente sin ningún precedente militar, privándolos de su vida, anhelos y metas. En el desarrollo de la película se presenta a un Japón consciente de que perdía la guerra, tras sufrir impactos que generaron la pérdida de armamento marino, flota mercante y fábricas. Entonces, la estrategia diseñada fue causar el mayor número de bajas posibles en los norteamericanos en Iwo Jima, resistir hasta el final por su Imperio, el suicidio era sinónimo de honor.

La manipulación y el poder por parte del gobierno e imperio hacen que sus ciudadanos acudan a las guerras por algo llamado “patriotismo”, “valentía”, “el deber de la nación”, etc. No obstante, si las guerras reflejaran el valor de una nación ¿por qué los representantes de los Estados no acuden a primera línea de fuego en las zonas de conflictos a defender sus intereses?

Eastword refleja que la guerra es un símbolo de muerte para gente inocente, que es obligada a combatir por su nación y que los ganadores escriben la historia como una verdad absoluta. Del mismo modo, estas películas analizan, reflexionan e intentan romper con los estereotipos de EE.UU y Japón. Por ejemplo, en el colegio siempre nos enseñaron que los EE.UU. representaban el mejor sistema político, económico, social y desvalorizando a nuestro país. Y esa brecha se mantiene, cuando existe un gran porcentaje de ecuatorianos que han migrado a esa nación. No obstante, ¿cómo EE.UU puede ser considerado el mejor país, si no es capaz de erradicar la desnutrición, desigualdad y pobreza en su territorio? Por otra parte, el prejuicio social hacia Japón, donde sus ciudadanos eran considerados como máquinas, frívolos y calculadores y sin humanismo. Estos prejuicios se intentan romper en esta película.

En definitiva, es necesario ofrecer diversas miradas a la historia para generar duda y cambiar nuestro mundo y construir otro donde prevalezca la solidaridad, equidad, reciprocidad, unión, que vaya más allá de las banderas, países, imperios, partidos y género. Recordar que hace falta humanidad y esperanza, revelarnos contra la injusticia y los opresores que acaban con los sueños, ideales y una vida digna.

EcuadorUniversitartio.Com