Por: Fernando Naranjo-Villacís
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El Papa Francisco es el primer jefe de la Iglesia católica, en adoptar el nombre del santo de Asís. Con sus gestos de humildad, renunciando a los lujos tradicionales, dejando de lado la rigurosidad y la suntuosidad del protocolo, se ha ganado el respeto y la simpatía de los fieles de una iglesia que venía sufriendo serios reveses. «Quiero una Iglesia pobre y para los pobres”, ha expresado enfáticamente.
Desde el 13 de marzo del 2013, luego de suceder a Benedicto XVI, no ha dejado de sorprender al mundo con su ferviente accionar por lograr cambios trascendentes. La “grey” católica, está celebrando el primer año del 266 sucesor de Pedro.
Su Santidad, dice: “Los católicos deben ser personas contentas, que muestren a los demás con su comportamiento la alegría que supone llevar a Dios dentro”. No quiere fieles ni curas «con cara de funeral», «tristes y desalentados, impacientes o ansiosos», sino evangelizadores «cuya vida irradie el fervor de quienes han recibido la alegría de Cristo». En su exhortación, hace un llamamiento explícito a los sacerdotes para que no conviertan la religión católica en un «catálogo de pecados» y que, en lugar de condenar, trasmitan el mensaje de amor a Cristo.
De este primer papa latinoamericano, recibimos su mensaje iluminado, profundo y desenfadado. Me recuerda a Albino Luciani, Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa.
Francisco, es un Papa que se esfuerza por encontrar puntos de conexión, no de división. Llamando a una cultura del encuentro. Es el Papa de la ternura. «No tengáis miedo de la ternura», nos dice desde el inicio de su pontificado. «Un poco de misericordia cambia el mundo, lo hace menos frío y más justo», «Jesús nunca se cansa de perdonarnos. El problema es que nosotros nos cansamos de pedir perdón».
Vaya este cálido reconocimiento a Su Santidad Jorge Mario Bergoglio, en su primer año como Pastor Universal, Sucesor de San Pedro.
Acatando su deseo, rezaremos por él, pediremos por su salud y su seguridad personal. Por su vida ejemplar y por su liderazgo espiritual para renovar la iglesia de Cristo.