Por: Iván Sandoval Carrión
ivsanc@yahoo.com
En medio de tantos problemas, al fin una buena noticia. La selección de fútbol del Ecuador tiene el cupo asegurado para la fase final de la Copa FIFA 2030, porque será uno de los tres países anfitriones. Como organizadores, jugaríamos en Quito, Guayaquil o Cuenca, y si los rivales de nuestro grupo son Nepal, Andorra y Singapur, ya tenemos cupo asegurado para llegar a octavos de final. Si en octavos nos toca contra San Marino, tenemos cupo asegurado para entrar a cuartos, y si allí nos toca contra Bután tenemos cupo asegurado para pasar a semifinales. Y si en semifinales nos toca Chad… Nuestra selección tendrá cupo asegurado para reinar en el fútbol mundial. Divagar no cuesta nada. Ojalá nuestros niños pobres tuvieran cupo asegurado para empezar su escolarización en un plantel bonito, seguro, de buen nivel, fiscal o particular barato y a no más de cinco cuadras de su casa, como todos los ecuatorianos de mi generación lo teníamos en este país hace sesenta años, según nos consta al presidente Moreno y a mí.
La realidad actual de Manuel es la antítesis de la que muchos ecuatorianos de mi época vivimos hace más de medio siglo. Manuel tiene 12 años de edad y nunca ha tenido cupo asegurado para nada, ni siquiera para venir al mundo. A los 4 años de edad murió su madre alcohólica y drogadicta, por una sobredosis. Un año más tarde, su padre fue mortalmente acuchillado durante una reyerta en los altos de Pisullí, su barrio, al extremo noroccidental de Quito. Durante cuatro años, Manuel vivió peloteado entre abuelas, tíos y primas, hasta que una tía soltera se hizo cargo. Por un tiempo recibieron ayuda de la obra social de una parroquia católica, hasta que una “dama de caridad” decidió que una mujer soltera no puede adoptar un niño porque es inmoral y los botó del programa. Hace quince días, la tía consiguió cupo en un colegio de San Isidro de El Inca. Entonces, Manuel debe levantarse a las 4 y media de la mañana, esperar la camioneta que lo baja hasta la Roldós, caminar a oscuras hasta El Condado para tomar un bus que lo deja en la Eloy Alfaro, y caminar diez cuadras para llegar a tiempo.
Finalmente, Manuel tiene cupo asegurado en un colegio, pero en la ida o venida se expone a asaltos, secuestros, invitaciones para iniciarse en el consumo de alcohol y sustancias, iniciación sexual temprana hétero u homosexual, infección por HPV, deserción escolar e incursión en pandillas juveniles. Es decir, Manuel se expone a asegurar un cupo en calidad de “PPL” en uno de nuestros concurridos “institutos de rehabilitación”, como nuestro hipócrita vocabulario políticamente correcto denomina a los presos y a las cárceles. Esta historia verifica el darwinismo a la ecuatoriana que planteaba la semana anterior en esta columna. Adicionalmente, esta crónica testimonia la banalidad esencial de nuestros líderes y políticos, y la tontería idiosincrática de nuestra sociedad y cultura que prefiere entretenerse soñando pendejadas y mirando el fútbol en la televisión, antes que afrontar los problemas fundamentales que institucionalizan la pobreza de la inmensa mayoría, y mantienen a nuestro país en la retaguardia del continente y del planeta. (O)
FUENTE: EL UNIVERSO
22 de Septiembre, 2019