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In memoriam del Dr. Julio Hernández García

Por: José Manuel Castellano Gil

Hace unos días me sacudió el golpe helado de la triste noticia del fallecimiento de mi maestro, el Dr. Julio Hernández García, a quien siempre le he guardado un inmenso cariño, respeto y consideración, desde aquellos años en que fui su discípulo en segundo año de carrera, donde impartía la materia de “Historia de América” en un escenario propio y acorde a su altura: el Aula Magna de la Universidad de La Laguna.

De la mano de Julio Hernández García entré de lleno en la pasión por la Historia de “Nuestra América”, en navegar por el pasado de “nuestras peñas Atlánticas” y en su conexión americanista, las de ayer y las de hoy.

Julio Hernández fue quien me inició en la investigación, me introdujo en aquel islote denominado “Sala Canaria”, rodeada por unas majestuosas escaleras clásicas por las que se ascendían a la vieja biblioteca universitaria lagunera; fue quien me impulsó a publicar mis primeros artículos de opinión en la prensa insular; y fue mi Director de Tesina a finales de la década de los ochenta.

Julio Hernández era la palabra justa, precisa y siempre documentada, era la conversación alegre, elegante, histórica y comprometida. Sin duda, soy un gran deudor de su amistad, de su enseñanza y de su pasión académica, porque gran parte de mi ejercicio profesional como investigador, docente y humanista se lo debo a mi querido maestro, quien ha decidido emprender ese viaje hacia nuestra compartida isla de San Borondón; donde sólo desembarcan los hombres y mujeres bienaventurados que han llenado la vida con su buen hacer para descansar eternamente en ese paraíso terrenal. Desde “Nuestra América”, desde Ecuador, quiero expresar mis condolencias a su esposa, Elvira, y a sus hijas.

Hasta Siempre Maestro.

Perfil bajo

Por: José Manuel Castellano Gil

Me inquieta un asunto que quiero poner a reflexión de los lectores a partir del siguiente cuestionamiento: ¿Hasta dónde se hubiera llegado bajo un comportamiento limitado de bajo perfil en el proceso evolutivo sociohistórico en su conjunto, desde las luchas reivindicativas por los derechos sociales hasta el avance en el mundo de las ideas, de la ciencia, la cultura y la tecnología?

Realmente no sabría precisar con exactitud, aunque probablemente nos hubiésemos extinguido, sin alcanzar el grado de parentesco con los primates, el homo habilis o sapiens, y, por tanto, tendríamos que practicar en estos momentos y con carácter retroactivo un acto genocida brutal. Borrar toda huella de Jesús de Nazaret, Siddharta y Mahoma; desterrar a Sócrates, Platón y Aristóteles; quemar en la hoguera inquisitorial a Galileo, Pascal, Kant, Spinoza, Descartes, Newton, Pasteur, Tesla, Einstein y Hawking; crucificar a Marx, Miranda, Bolívar y Mujica; apedrear hasta la muerte a Fleming, Mendel y Jenner; condenar a cadena perpetua a Cervantes, Shakespeare, García Lorca, Pablo Neruda y García Márquez; asesinar a Gandhi, Rigoberta Menchú, Arafat y Mandela; dinamitar por los aíres las obras de Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Rembrandt, van Gogh, Picasso y Kandinski; seguir martirizando y torturando a través del brutal femicidio y continuar ejercitando el abuso y el maltrato; sentenciando a muerte a todo acto de libertad, bienestar y progreso.

Supongo que usted lector, en su calidad de padre o madre, no le exige a su hijo que sea un ser mediocre, que mantenga un perfil bajo para que sea adecuadamente explotado y dominado. Usted, con total seguridad, espera lo mejor de sus hijos y que sus aportes ayuden a construir una sociedad avanzada. Usted seguro que no educa a sus hijos para que sean esclavizados, para que abusen de ellos, para que sean indignos, para que otros jueguen y destruyan su vida.

Si todos pensáramos así, porque se adopta una mediocridad aplastante e insultante que usurpa las estructuras de poder, ya sean institucional, científico, educativo, universitario, profesional, mediático o social, que instauran un orden de incapacidad, de involución, de ausencia de libertad, de pensamiento y de progreso social.

¿Por qué nos conformamos en vivir en una oscura y sucia caverna social que premia a sus individuos por su bajo perfil, a imagen y semejanza de sus dirigentes? ¿Por qué edificamos una sociedad vertical, sumisa y dependiente en todos sus órdenes? No le pidamos a nuestros hijos lo que nosotros somos incapaces de realizar. Empecemos con nuestro ejemplo para apuntalar una mejor realidad, que nuestros descendientes deberán continuar en esa lucha. Seamos nobles y valientes a la hora de destronar a esos incapaces, mediocres, engañadores y buhoneros que se esconden y se refugian cobardemente en un poder autocrático, sin el cual nadie, ni nada son. Intentemos esforzarnos en dar el mayor potencial posible y seamos lo más dignos y éticos que se pueda en nuestro quehacer diario, aunque cada quien elige su camino.

Prólogo al libro “Provincia de el Oro: Anuario de Fiestas”

Por: José Manuel Castellano Gil

Doctor en Historia, profesor universitario y miembro de la Academia Nacional de Historia de Ecuador

Inicialmente he de confesar mi admiración profesional e intelectual por el autor de este libro, incluso antes de conocerlo personalmente, pues dos de sus obras cayeron en mis manos en los primeros días de mi llegada a Machala. Poco después tuve la oportunidad de compartir inquietudes académicas y humanas que han forjado una estrecha relación de amistad. En cualquier caso, advierto al ávido lector que esa conexión afectiva no afectará en lo más mínimo a los comentarios y valoraciones que he de verter en estas breves líneas.

Después de “Zaruma, historia minera: identidad en Portovelo” (2000), “Provincia de El Oro: raíces, perfiles e identidades” (2003), “Provincia de El Oro: lugares y tiempos” (2007), “Machala: proceso de identidad” (2009), “Provincia de El Oro: Monumentos Arqueológicos” (2011), “Otro Buen Vivir” (2013), “Portovelo la historia develada” (2017), entre otras, Rodrigo Murillo Carrión nos brinda, ahora, su más reciente aportación: “Provincia de El Oro: Anuario de fiestas” (2019) a cargo de la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina.

Esta nueva publicación, además de ser un primer intento de aproximación antropológica al mundo de las fiestas tradicionales en la provincia de El Oro y de constituir un necesario e imprescindible anuario de sus festividades, es, sobre todo, un sólido pilar complementario que viene a fortalecer y consolidar una línea de investigación, emprendida por Rodrigo en estas últimas décadas, en relación con los elementos identitarios orenses. Una sociedad conformada a través de una coexistencia múltiple de culturas con base común pero con rasgos peculiares y diferenciadores, que debe aún auto-reconocerse para reafirmarse como comunidad y colectividad en su diversidad e interculturalidad.

Ese es el leit motiv de su producción y su principal inquietud, pero no es toda su esencia, pues, Rodrigo va más allá del puro formalismo académico, imprimiendo un sello propio y particular: intenta conjugar su contrastada rigurosidad con una visión y orientación de marcado carácter divulgativo. De modo que no se encierra en su torre de marfil académica y no pretende, por tanto, sentar cátedra, ni dar lecciones magistrales, ni indicar caminos, ni veredas. Simplemente le inspira un compromiso por la colectividad desde la individualidad y el humanismo, sin ciegas pasiones, ni banderías complacientes, ni oportunistas. Un estudioso, en definitiva, que afronta el devenir histórico-cultural desde una pausada reflexión y que intenta mirar de frente a la cotidianidad vital actual, de igual modo que ejerce su vocación y desempeño intelectual con seriedad y responsabilidad.

Rodrigo Murillo en las páginas iniciales de esta obra delimita con total claridad sus pretensión, finalidad y objeto de estudio. Un libro que, en síntesis, va dirigido a su principal protagonista, que no es otro que el “pueblo orense y a los ecuatorianos que persisten en la marca de su identidad”, y que está articulado en tres grandes ejes temáticos.

El primero arranca con unas consideraciones previas y generales con la intencionalidad de introducir al lector en las principales claves antropológicas interpretativas de las festividades populares (teoría de la fiesta, sincretismo, valor de la tradición, simbolismo, imaginarios…).

El segundo ofrece un amplio y detallado recorrido por todos los rincones de El Oro con la idea de proporcionar un inventario-calendario ilustrado y comentado de las festividades religiosas y civiles de los catorce cantones de la Provincia.

El tercero aporta una serie de reflexiones, surgidas a lo largo del intenso trabajo de campo desplegado por la geografía orense, en torno a diversos elementos que conforman sus fiestas: desde cuestiones referidas al mundo espiritual (fe, creencias, emociones…), pasando por aspectos materiales, simbólicos, rituales (iglesias, divinidades, santos, templos de fe, monumentos, templetes cívico, procesiones, romerías, desfiles, escenarios, público…) para concluir con unas interesantes apreciaciones críticas, con las que podemos o no estar de acuerdo pero que, en cualquier caso, estimulan debates y abren nuevos horizontes a procesos investigativos que arrojarán luz al conocimiento antropológico y enriquecerán el corpus identitario de El Oro.

A propósito del libro “La selva y la nacionalidad sápara”

Por: José Manuel Castellano Gil
Profesor Titular de la Universidad Nacional de Educación -UNAE-

En consideración a los lectores de www.ecuadoruniversitario.com adelantamos que el próximo miércoles 13 de diciembre tendrá lugar en Cuenca, en el Museo Pumapungo, la presentación del libro “La selva y la nacionalidad sápara: espiritualidad, conocimientos y biodiversidad” de Ruth Moya, cuya edición ha corrido a cargo de Instituto de Idiomas, Ciencias y Saberes Ancestrales (IICSAE), cuyo director ejecutivo es Luis Males Morales, a quien felicitamos efusivamente por esa iniciativa de extraordinario valor.

Dos son los atributos que hablan por sí solo de este libro: primero, es un laborioso proceso de reconstrucción etnohistórica, etnolingüística, etnobotánica sápara, un tratado de cosmovisiones, mitos y leyendas de una de las sociedades originarias de Abya Yala; y segundo, esta transcendental obra de rescate está firmada por Ruth Moya, quien nos invita a adentrarnos en una forma de vivir, sentir y soñar para replantearnos presente y futuro.

La autora cuenta en su haber con una dilatada y reconocida trayectoria profesional, que viene acompañada de una ejemplarizante responsabilidad social y educativa. Ruth es, sin duda, una de las principales exponentes de la intelectualidad ecuatoriana contemporánea del siglo XXI, una mujer de Ciencia, de las Artes y comprometida hasta el tuétano: ideológicamente tenaz luchadora, solidaria y combativa defensora de las culturas y de la educación. Ha recorrido el subcontinente, desde Ecuador a Guatemala, desde Bolivia a Chile, en la búsqueda constante de signos y significados para mirar desde su atalaya y entender mejor el pasado y el mundo actual bajo un prisma alternativo. Su vida, su profesión, su amor y su historia de vida son sinónimos de lucha y reivindicación humanística por la interculturalidad.

Esta obra es el resultado de una investigación rigurosa y excelente compilación documentada de conocimientos y sabidurías atávicas, caracterizada por una inter/multidisciplinariedad, que de forma armónica entrelaza y construye una visión profusamente detallada y minuciosa del etno y la intrahistoria de la memoria intangible del patrimonio oral y de la cultura material sápara.

Sus páginas son puertas infinitas de acceso a la compresión y al conocimiento lingüístico de una lengua en riesgo de extinción, donde sus conexiones entrecruzan el territorio -la Amazonia- con sus habitantes -la fauna, la vegetación y la presencia humana- con el cosmos y el inframundo, generadores de cosmovisiones, simbolismos y leyendas que integran un “todo”, un universo, una amplia historia de los desposeídos por el dominio occidental -la conquista, la explotación del caucho, la industria extractiva petrolera, maderera y farmacéutica-. Un pueblo, el sápara, que ha recibido, además, el golpe de una fragmentación social originada por el conflicto bélico ecuatoriano-peruano de 1941 y ha tenido que recurrir desesperadamente a alianzas matrimoniales con otros pueblos indígenas como estrategia de sobrevivencia colectiva, aún a costa de perder sus señas identitarias. En definitiva, una sangrante batalla a lo largo de cinco siglos hasta llegar casi a su derrota. Es así, que este libro constituye un testimonio imborrable de la victoria de los vencidos y de la derrota de los ganadores.

Los sáparas, originarios de una de las regiones ecuatorianas con mayor biodiversidad del planeta -la selva amazónica- han experimentado, a lo largo de la pasada centuria, una considerable disminución de su peso demográfico, hasta el extremo de peligrar su propia subsistencia grupal y sus referencias culturales, que estaban y están todavía hoy sustentadas en la oralidad, único medio de trasmisión de su memoria ancestral, que contiene una extraordinaria riqueza en conocimientos sobre su entorno natural, sus prácticas sociales, económicas y su cosmovisión. Por tanto la pérdida de esta lengua conllevará irremediablemente la destrucción de un amplio y milenario legado patrimonial.

Ésta es una historia contemporánea inacabada que se iniciaba con la organización del movimiento indígena ecuatoriano en las primeras décadas del siglo XX y que lograba alcanzar, en el contexto general del país, el reconocimiento de la pluridiversidad cultural y lingüística otorgado por el Estado ecuatoriano en 1998 y posteriormente garantizado por la Constitución del 2008. Al calor de esos nuevos tiempos la Asociación de la Nacionalidad Zapara de la Provincia de Pastaza.

(ANAZPPA), alzaba su mirada hacia un nuevo horizonte: la activación de gestiones encaminadas a la preservación de sus tradiciones orales ante organismos internacionales. Como resultado de esas labores se conseguía materializar el reconocimiento como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, declarado por la UNESCO, un 18 de mayo de 2001.

Poco tiempo después, el Gobierno ecuatoriano cedía en 2010, a la comunidad sápara, la administración y gestión de unas 250.000 hectáreas de territorio, como medida de protección y fortalecimiento, además, del compromiso de apoyar a las escuelas trilingües en la impartición de las lenguas sápara, quichua y español, con el propósito de preservar su cultura y tradiciones.

El panorama, sin duda, ha mejorado en esta última década en el plano institucional, pero todavía queda un largo trecho por recorrer, pues aún persiste esa espada de Damocles sobre las culturas indígenas en general y sobre este patrimonio singular, que se encuentra al borde de su extinción, y cuyos únicos custodios se reducen a un pequeño grupo de ancianos que mantienen encendida la llama de su lengua milenaria.

Por tanto, se hace imprescindible una intervención inmediata que impida la muerte de esta lengua y, en ese sentido, la aportación de Ruth Moya además de ser muy oportuna, es cardinal en ese proceso de recuperación, preservación, conservación y difusión de la lengua sápara, que irremediablemente debe pasar por una mayor y mejor articulación curricular en las escuelas trilingües.

“La selva y la nacionalidad sápara: espiritualidad, conocimientos y biodiversidad” es el resultado de un ingente proceso intelectual, de amplio recorrido analítico, de profunda reflexión, de intensas jornadas de trabajos de campo durante años en contacto directo con los miembros de las exiguas comunidades sáparas, de una sistemática recopilación de fuentes orales y de un ejercicio de contraste y confrontación con las aportaciones historiográficas previas, tanto clásicas como contemporáneas.

Esta obra cuenta, además, con un soporte documental de primer orden que recoge un amplio repertorio de vocablos organizado por unidades temáticas tratadas, que están relacionadas con las aves, los animales, la guerra, la cacería, la pesca, la recolección, el entorno, los cultivos, la alimentación, la cocina, la salud, la enfermedad, el hogar, etc. La magnitud de esta aportación le confiere un valor de fuente documental primaria y es, por tanto, una referencia imprescindible para botánicos, biólogos, arqueólogos, antropólogos, ecólogos, medioambientalistas y lingüistas.

El mundo onírico es el guarda-custodio de la cosmología sápara y su interpretación era y sigue siendo un elemento clave en la toma de decisiones cotidianas en la vida individual y colectiva. Y hoy ese sueño sápara, gracias a Ruth Moya, se ha convertido en una realidad tangible, por ese motivo celebramos con esta publicación la victoria de los vencidos.

EcuadorUniversitario.Com

Las casas flotantes de Babahoyo: un patrimonio desdeñado

José Manuel Castellano Gil

La balsa o casa flotante, elemento significativo de adaptabilidad del hombre al medio, no ha contado en Ecuador con un reconocimiento histórico, patrimonial ni cultural. Su percepción e identificación han quedado restringidas a un segmento social minoritario en precarias condiciones.

El cantón de Babahoyo, cabecera provincial de Los Ríos, es hoy día el último reducto territorial ecuatoriano donde se emplaza este tipo de manifestación constructiva ancestral. Su situación actual es de extrema gravedad: se encuentra al borde de su extinción definitiva.

Esa progresiva reducción ha venido determinada por la intervención directa de las distintas políticas de reubicación emprendidas por el Municipio de Babahoyo desde mediados de los años noventa del siglo XX y por el reasentamiento llevado a cabo a principios de 2016. Estas intervenciones venían argumentadas desde la esfera institucional como un intento por transformar un escenario de marginalidad y pobreza.

Esa medida adoptada, a nuestro juicio, no abordó la verdadera “cuestión de fondo», pues el proceso de desmantelamiento de las balsas —ubicadas en un espacio de crecimiento y adecuación de la Ciudad— parece responder más a un instrumento de planificación insertado en un proyecto de regeneración urbana del malecón de Babahoyo planeado por el Municipio, que a una estructurada política de acción social.

Resulta evidente que en esa toma de decisión no se entró a valorar “la raíz del problema”, que es eminentemente social, cultural y patrimonial. Pues un «problema social» de estas características no se resuelve unilateralmente a través de una política de desalojo y/o reubicación. Además, a corto plazo estas reubicaciones pueden agudizar y acentuar aún más el estado de precariedad y marginalidad social de este grupo humano, ya que se ha provocado una ruptura y desvinculación con un medio que al menos le permitía una subsistencia en torno al río (poco más de un 1/3 se dedicaban a la pesca y casi un 20% de las mujeres a la lavandería). De modo que los reubicados han perdido las escasas herramientas de producción de que disponían. Estas políticas de reubicación tampoco vinieron acompañadas de un paquete de medidas dirigidas a fomentar una reinserción social y laboral de los balseros. En definitiva, la reubicación no da respuesta al problema social existente.

Por otro lado, la adopción de esta decisión tampoco parece haber evaluado el contenido histórico-patrimonial de las balsas flotantes, como un instrumento de consolidación identitaria fluminense, ni contemplado su enorme potencial como recurso múltiple, tanto en la articulación y diseño de la nueva ciudad, como en su posible contribución como agente impulsor de un desarrollo local sustentable.

Desagraciadamente esta dinámica va a tener como desenlace la liquidación definitiva del último vestigio de una «cultura anfibia» asentada en Ecuador, la desaparición de un patrimonio único, exclusivo y singular en el marco ecuatoriano, y la pérdida de un patrimonio material e inmaterial asociado, que en épocas pasadas contribuyó sin duda a la integración del espacio y a la conformación nacional.

¿Sabemos Historia de Ecuador?

José Manuel Castellano Gil
Docente-Investigador de la Universidad Nacional de Educación -UNAE-

La respuesta puede ser tan sencilla como harto compleja, aunque nos tememos, muy mucho, que en ambos casos sus conclusiones, en función a los datos que disponemos hasta el momento, no serán muy halagüeños sino más bien altamente preocupantes. La Historia es, por lo general, una de las asignaturas calificadas por los estudiantes de Educación Básica, Bachillerato y Superior como la más aburrida, pesada y sin utilidad alguna.
Es muy probable que no les falten razones poderosas a nuestros jóvenes para llegar a esas apreciaciones en función a su experiencia educativa vivida y, por consiguiente, señalan con frecuencia al docente y su práctica como responsables directos de esa realidad. Esa percepción viene sustanciada en parte por el enfoque y la forma tradicionalista con la que se ha venido impartiendo esta disciplina, aunque el problema, sin duda, tiene un mayor alcance y complejidad que rebasa el papel del docente.

En cualquier caso no estaría de más que los profesionales realizáramos una auto-indagación introspectiva sobre una serie de cuestiones iniciales: preguntémonos si realmente estamos fracasando como docentes en la creación de lazos y vínculos identitarios; ejercitémonos en una autocrítica sobre nuestra capacidad para trasladar y resaltar la transcendencia de la Historia y sus períodos en la configuración social actual; y predispongámonos a una profunda revisión sobre nuestros métodos y estrategias de enseñanza-aprendizaje.

Resulta evidente que la simple relación de datos, fechas, nombres y un sin fin de acontecimientos, fundamentados en contenidos dispersos, aislados y desvinculados, dificultan la comprensión, la identificación e incapacitan al alumnado, y por qué no decirlo también del docente, a relacionar y adquirir una visión global de los procesos, de los tiempos históricos y su anclaje tanto en el mundo actual -nacional e internacional- como en el espacio territorial más cercano, el marco Local. La Historia no debe concebirse desde una concepción estática, compartimentada y parcializada.

No creemos que esta problemática sea una cuestión de exclusiva responsabilidad de la labor del docente, ni de las exigencias memorísticas sobre los contenidos. Los planes de estudios y los sistemas curriculares también deben ser sometidos a un duro proceso de reflexión, discusión y análisis. Tampoco consideramos que el aprendizaje de contenidos y el método memorístico tengan que ser descartados o desechados como plantean algunas concepciones pedagógicas. La memoria y los contenidos deben estar asociadas a procesos de identificación. De lo contrario su ausencia conlleva a una carencia de reconocimiento de las fases y procesos, de las experiencias y del conocimiento acumulado a lo largo del tiempo. En ese sentido, con respecto a la memoria y la Historia, suelo plantearles a mis alumnos la siguiente situación: “Imagínense que de pronto ustedes pierden su memoria, no recuerdan sus nombres, no saben dónde viven, no saben de dónde vienen, no saben a dónde ir, no saben quiénes son sus padres, sus hermanos, sus amigos, no saben qué hacer, en definitiva, se encuentran perdidos, sin referentes y extraviados”. La memoria es un soporte vivo cuando se trabaja desde la asimilación práctica continuada y frágil cuando no se refuerza. La vida cotidiana está llena de ejemplos en ese sentido.

La Historia, por tanto, no es un mero conocimiento muerto del pasado que nada tiene que ver con nosotros, con nuestro espacio, con la forma de organización política, social, económica, del mundo de las ideas y sus manifestaciones. La Historia es justamente un nexo que nos vincula al conocimiento y al análisis del pasado con la evidente pretensión de entender quiénes somos, en un plano individual-colectivo, para intervenir en el momento presente e intentar proyectar la construcción de un futuro y una sociedad mejor.

En definitiva y regresando al principio ¿Sabemos Historia de Ecuador? Esta pregunta, o mejor dicho su respuesta, nos ayudarían a descubrir el estado actual sobre este aspecto, que se nos antoja
crucial y de gran interés desde múltiples perspectivas. Por ese motivo hemos emprendido un proyecto de investigación en esa dirección con la idea de disponer de indicadores que nos permitan diagnosticar el estado actual y con la finalidad de activar un proceso reflexivo que nos lleve a la adopción de actuaciones si es que fuera o fuese necesario.

Ruth Moya: una de las grandes intelectuales ecuatorianas

Por: José Manuel Castellano Gil
Profesor Titular de la Universidad Nacional de Educación -UNAE-

Históricamente ha existido una inmensa brecha, una gran desconexión, entre el mundo social y el espacio intelectual. Las mujeres y hombres que han cultivado y dedicado toda una vida a las ciencias no buscan más horizontes lejanos que su propio territorio: los laboratorios, los archivos, las bibliotecas, el trabajo de campo, etc. Por lo que en general, su ambición se encuentra alejada de las áreas de poder, de los despachos y cargos institucionales. Su pasión y vocación impiden ir más allá de sus recintos sagrados, de sus liturgias de estudio, de sus rituales reflexivos e investigativos y se guían por su ansia sin límite para romper las barreras del conocimiento, acompañado de un compromiso ético de servicio y contribución social. Obviamente nos estamos refiriéndonos exclusivamente a intelectuales; no a esa otra subespecie de fugaces, circunstanciales, oportunistas, mediocres y peseblistas que “haberlos, haylos” para dar y regalar en cantidad.

Estos prohombres y mujeres de las ciencias, en la mayoría de las ocasiones, no suelen recibir en vida el reconocimiento, la consideración y el respeto social que se han ganado más que merecidamente por su plena dedicación, profesionalidad y honestidad. Sin embargo y a pesar que la Historia siempre termina por ubicar a cada uno en su sitio, en el lugar que le corresponde, esta sabia rectificación a destiempo no deja de ser sentencia injusta, por mucho que se condene la miseria y la carencia de valores surgidas a través de tramas y connivencia de intereses espurios en cada momento. Ante esa realidad cabría una reflexión: si nos esforzamos en formar niñas y niños “en” y “con” valores, por qué no sembrar nosotros mismos con esas semillas.

Prediquemos con el ejemplo, pues no hay mejor enseñanza y herencia que nuestros propios actos y comportamientos.

Este desmedido preámbulo viene a colación de una petición reivindicativa que planteamos hacia una de nuestras intelectuales ecuatoriana más destacada, que ha desplegado una ingente labor entre las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI. Una personalidad, probablemente, desconocida para el gran público y para la inmensa mayoría de los jóvenes ecuatorianos. Por ello hay que reseñar que ha sido una mujer que ha superado las fronteras del Ecuador para convertirse en un referente en Centro-Sur América y cuyo prestigio también ha cruzado el Pacífico y el Atlántico. De modo que no podemos, ni mucho menos no debemos, dejar de sentirnos orgullosos de nuestra gente pero, para ello, se hace imprescindible conocer y, sobre todo, saber valorar, pues no se llega a apreciar lo que no se conoce, ni lo que no se reconoce.

Estamos refiriéndonos a un caso concreto, a una pedagoga ecuatoriana dedicada a la educación indígena y al mundo de la interculturalidad en sus distintas etapas formativas, desde la escuela primaria a la universidad. Autora de una gran cantidad de textos escolares dirigido a los más jóvenes y otros destinados a maestros y docentes, cuyas páginas son un apasionante viaje por el amplio contexto territorial Latinoamericano.

Una sociolingüista especializada en las lenguas, en los Derechos, en la literatura mítica y en la cosmovisión indígena, que tiene en su haber un dilatado repertorio bibliográfico especializado. Una investigadora como la copa de un pino, además, de una luchadora modélica, una mujer sencilla, honesta, con elevados principios y dignos valores de ser replicados en serie. En definitiva, todo un referente ecuatoriano-americano de gran altura y no menos nivel.

A mí no me hará falta esperar al paso del tiempo para decir entonces con el mismo orgullo, con que lo expreso en este momento, que he tenido la fortuna de conocer a RUTH MOYA; la excepcional oportunidad de disfrutar e intentar aprehender y aprender de sus enseñanzas y sabiduría; así como reconocer públicamente su influjo tanto en la fortificación de mi amor por la docencia y por la investigación desde el humanismo como en el compromiso social y los valores éticos; pero, sobre todo, la inmensa suerte de compartir su amistad.

No, no me hace falta esperar tanto tiempo para expresarlo, LO DIGO DESDE YA, muy alto y más claro para que resuene en toda “Nuestra América”. Por ello, me van a permitir el atrevimiento de sugerir, con el mayor de los respetos debidos, que ya va siendo hora, que ya es hora, de que la sociedad, las instituciones, el ministro de Educación y nuestro Presidente, Lenin Moreno, valoren la posibilidad de reconocer la significativa y ejemplar trayectoria a toda una vida de una mujer que tanto ha honrado y prestigiado a este país y a la región Latinoamericana, porque como muy bien dicta la sabiduría popular “de bien nacido es ser bien agradecido” o parafraseando a uno de nuestros más grandes libertadores humanísticos, José Martí, “Honrar, honra”.

Reflexión y comunicación: un acercamiento al conocimiento compartido hacia el buen vivir

Por: José Manuel Castellano Gil
Profesor Titular de la Universidad Nacional de Educación -UNAE-

La capacidad de reflexionar y comunicar son dos rasgos esenciales en los que se han sustentado la civilización humana y las estructuras sociales desde sus orígenes hasta la actualidad. Esos procedimientos han sido utilizados, con demasiada frecuencia, como un medio de control social impositivo de unos pocos sobre la inmensa mayoría en la conformación dominante de ideas y creencias monolíticas. Pero también, en determinadas ocasiones, ha supuesto una herramienta clave en la construcción de sociedades cultas que aspiran a ser libres.

Reprimir la reflexión, el análisis, la crítica, el derecho a opinar y a disentir implica, sin duda alguna, un paso atrás en el progreso social e intelectual. La historia está llenada de esos episodios y, también, de otros que van en la dirección adecuada. Pues, sin los aportes de los “herejes” científicos e intelectuales, sin las enseñanzas de los poetas sociales, sin el sacrificio de los “locos” libertarios, sin la justificadísima reivindicación de la mujer, sin la lucha de los movimientos obreros y sociales, sin la oposición abierta a los sistemas represivos y de desigualdad social (…), evidentemente no hubiera sido posible alcanzar los cambios logrados y los que aún quedan pendientes por venir.

Los que arrastran pobrezas de razones y los desposeídos de conocimientos, con títulos y cargos en ejercicio, suelen usar la fuerza de la sin razón para dominar y subyugar al “otro”, a los demás. Sí, todavía existe un miedo generalizado al conocimiento, un pánico a las libertades y un terror a que éstas puedan ser manifestadas y difundidas abiertamente.

Como individuo, como investigador y, especialmente, como docente universitario intento inculcar y potenciar en mis alumnos la capacidad de reflexión, el ejercicio de la crítica, el arte de comunicar con compromiso, libertad y respeto a la opinión ajena y la capacidad para debatir, rebatir, argumentar y contraargumentar.

Sin embargo, todavía hoy en día pervive ese pesado lastre de la “ausencia de ignorancia”. Sí querido lector, ha leído usted bien, “ausencia de ignorancia”, pues desde mi visión la ignorancia no es más que el primer paso hacia la luz, hacia el conocimiento, el que nos permite preguntarnos, indagar, descubrir, investigar y conocer. Mientras que esa “ausencia de ignorancia” viene a representar desde mi concepción el estadio inferior y más primitivo del ser humano. Decía que esa “falta de ignorancia” está hoy muy extendida en puestos de responsabilidad social. Por tanto, es necesario atajarla, se hace imprescindible que en los procesos de formación de nuestros chicos y jóvenes se rompan definitivamente esas cadenas de esclavitud moral y de miseria intelectual.

Todavía hoy existen docentes indolentes, académicos irresponsables y directivos funestos que imponen sus criterios a través de su desmedida, desproporcionada e insultante “ausencia de ignorancia”, que no dan cabida a otros enfoques, métodos y prácticas ajenos a los suyos, con la finalidad de forzar y forjar creencias, ideas, pensamientos únicos y comportamientos que “corruptean” el crecimiento intelectual y libre de los alumnos y paralizar así el avance social hacia el Buen Vivir.

Desde esos principios, junto a otros idearios en mi concepción formativa, académica y universitaria, y en compañía de un grupo de inquietos estudiantes de la Universidad Nacional de Educación de Ecuador, hemos iniciado un modesto proyecto de iniciación y formación en redacción (un proceso que encierra lectura, compresión, reflexión, análisis, propuesta y comunicación) con la finalidad de ejercitarlos en esas disciplinas y bajo la idea de fundamentar su crecimiento y que puedan incidir, al menos en su entorno más inmediato, en un intento de cambio social y educativo como base para una nueva sociedad.

Este proyecto nos llevó al descubrimiento de la existencia de un medio modélico, “Ecuador Universitario”, serio, riguroso y comprometido, que desde un primer momento, sin tener contacto con sus responsables o influencia alguna, nos abrió totalmente sus puertas de par en par a la publicación de las colaboraciones de mis discípulos. La primera aportación fue la de un joven prometedor, Ángel Bolívar Fajardo Pucha, que reflexionaba sobre el “¿Por qué ser maestro?”. Una segunda, firmada por Kelly Loaiza que es una de nuestras más brillantes alumnas, abordaba el tema de “La nueva mujer ecuatoriana”. Ambos artículos han sido referenciados en otros medios de comunicación de ámbito internacional, sin duda, un reconocimiento al excelente trabajo realizado por estos jóvenes ecuatorianos que representan el pujante presente y un esperanzador futuro para Ecuador. Mientras que la contribución más reciente corresponde a nuestra alumna Johanna Loja, quien nos comparte su “Microrrelato de una Historia de vida: entre la formación, la educación y la transformación social en ecuador”. Un ejemplo de coraje, perseverancia, superación y compromiso que evidencia a todas luces que el futuro de Ecuador está garantizado porque se encuentra en muy buenas manos con esta generación de jóvenes.

El compromiso que adquirimos es asomarnos semanalmente a través de la ventana de www.ecuadoruniversitario.com y en ese sentido no podemos por menos eludir, en estas líneas finales, nuestro reconocimiento y gratitud a su director, Wilson Zapata, tanto por la oportunidad que nos ha brindado como por su loable labor en esa empresa de construcción de un nuevo Ecuador, a través de este portal dedicado monográficamente a la educación, la formación y la comunicación.

NOTA DEL DIRECTOR

José Manuel Castellano Gil, es Doctor en Historia por la Universidad de La Laguna (España) con la máxima calificación de CUM LAUDE y PREMIO EXTRAORDINARIO DE DOCTORADO. ExDirector de Museo y autor de casi una treintena de libros históricos y más de un centenar de artículos, tanto en revistas especializadas como generalistas, coordinador de diversas publicaciones, ha impartido diversas conferencias, cursos especializados y ha participado en más de una veintena de Congresos de carácter nacional e internacional. Ha obtenido diversos premios de investigación de rango nacional e internacional. Ha sido miembro de diversos proyectos de investigación financiados por el gobierno de la Comunidad Autónoma de Canarias, la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología del gobierno de España y de la Unión Europea. La Asamblea del Poder Popular de la República de Cuba le otorgó la “Distinción por la Cultura Nacional cubana” (2000) por su contribución en temas históricos y culturales. Y ha formado parte del Programa Prometeo como investigador (2013-2014) y la Dirección Provincial de Cultura de El Oro (Ecuador) le concedió la «Presea Filantropía Cultural» en 2015. ExCoordinador de Investigación, Profesor Titular de la Universidad Nacional de Ecuador y miembro de la Academia Nacional de Historia de Ecuador.

Es un altísimo honor para quienes hacemos www.EcuadorUniversitario.Com darle la más cordial bienvenida como nuestro nuevo Columnista y colaborar decididamente con su proyecto educativo que ha emprendido con sus estudiantes de la Universidad Nacional de Educación -UNAE-, institución de educación superior que tiene como misión contribuir a la formación del talento humano del sistema educativo para,la construcción de una sociedad justa, equitativa, libre y democrática generando modelos educativos de excelencia caracterizados por rigor científico, enfoque de derechos y de interculturalidad.

Los artículos periodísticos de José Manuel Castellano Gil y de sus estudiantes serán magníficas contribuciones al desarrollo cultural del país.

!Bienvenido José Manuel!