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Jorge Núñez Sánchez, in memoriam

Por: Juan Carlos Morales

El fundador de la Academia Nacional de Historia, Federico González Suárez, allá por 1909 –época del denostado “indio” Alfaro, acusado también de masón-, no dudó en señalar al poder clerical, siendo él mismo un religioso (en la colonia los jesuitas tenían 4 grados geográficos de tierras en sus 132 haciendas). Tras Juan de Velasco, del siglo XVIII, a quien le correspondió idear un país donde incluyó dinastías, Gonzáles Suárez sintió la necesidad de ser consecuente con los cambios de su época.

¿Cuál debería ser el papel de un historiador? Esta pregunta queda flotando tras la partida de Jorge Núñez Sánchez, nacido en la provincia de Bolívar en 1947 y fallecido el 1 del 11 mes a las 11h11, como una señal secreta. Quizá su legado esté en lo que postuló Walter Benjamin: “El sujeto de la historia: los oprimidos, no la humanidad. El continuum es el de los opresores. Hacer saltar el presente fuera del continuum de tiempo histórico: tarea del historiador”.

Siguiendo el ejemplo del primer director, Núñez en su medio centenar de libros develó no el oropel de las estatuas sino, por ejemplo, los oligopolios de este país que aún no se percata de las causas de su atraso, donde el control económico inequitativo ha estado en poder de unas élites acomplejadas que siempre han mirado para afuera.

Núñez además abrió las puertas de la centenaria institución para que entraran los representantes de los pueblos originarios y provincianos  –ninguneados por el centralismo y regionalismo-, pero además procuró que otras visiones históricas tuvieran cabida, como la mitología, igual de valiosa según Lévi-Strauss. Fue un ser humano de pasiones y compromisos, amante de la música nuestra, librepensador y cosmopolita, sin olvidar a nuestra América, referente para este Ecuador que anda en tinieblas con un pie en la colonia… Hay que volver al texto Sobremesa de Julio Cortázar para evocar al amigo Jorge: ojalá aquel que ahora nos mira desde lejos nos siga interpelando en la Academia “mientras nace el alba en la profunda selva”, en este país de nubes que nos ha tocado vivir.

Quito, 05 de noviembre de 2020

Ibarra, un campus con historia

Por: Juan Carlos Morales

“Las monjitas carmelitas se fueron a Popayán, a buscar lo que han pedido, debajo de un arrayán”, cantábamos los niños mientras jugábamos al florón. Más temprano, el abuelo Juan José me había llevado hasta el cercano claustro de las carmelitas en Ibarra para -a través del torno- adquirir las aguas medicinales de rosas. En la misa se escuchaban canciones dulcísimas, remembranzas de aquellas que recientemente se acaba de recuperar de la música de los siglos XVII y XVIII, que pertenecieron a las monjas del monasterio de la Limpia Concepción, destruido en el terremoto de 1868.

No fue fácil tampoco antes para las carmelitas, quienes llegaron desde Popayán en 1866 -tras 50 días de infatigable marcha- huyendo de la persecución religiosa emprendida por el presidente Tomás Cipriano Mosquera.

Como la música barroca, el antiguo monasterio de El Carmen -concluido en 1877- permaneció en los últimos años sin destino fijo. Era como si un aparente maleficio desde sus orígenes se cerniera sobre estos edificios que aún nos resultan extraños porque unos pocos -enclaustrados de por vida- piden por la salvación del mundo, como sus antecesores los ermitaños, quienes, inspirados en el profeta Elías, se retiraron al monte Carmelo, en Palestina. Mas, ahora otro claustro -siguiendo la segunda etimología- se abre para Ibarra. La Universidad Técnica del Norte, que cumple 33 años, inaugura un nuevo campus que, junto con el también patrimonial edificio adjunto del antiguo hospital San Vicente de Paúl, revaloriza el patrimonio republicano de la capital de Imbabura. Si antes estuvo dedicado a la fe, ahora el lugar -ya sin torno y sin celdas- se abre a la ciencia. Será un centro multifuncional del conocimiento y un referente de la Zona 1.

El taoísmo señala que la gratitud es la memoria del corazón. Así, en el acto se agradeció al actual rector Marcelo Cevallos por el impulso a la obra, pero también a Miguel Naranjo Toro, exrector y actual vicerrector como artífice de este sueño cumplido, junto con un equipo amante del terruño. Los rezos de las carmelitas dieron sus frutos, más allá del arrayán payanés.

25 de julio de 2019 –