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FLACSO presentará el libro «Los Enlaces Ciudadanos del presidente Rafael Correa»

El martes 31 de mayo, a las 17:30 se realizará en el hemiciclo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) Sede Ecuador, la presentación de libro «Los Enlaces Ciudadanos del presidente Rafael Correa. Entre la exaltación del pueblo y el combate a los medios», de la autoría de Mauro Cerbino e Isabel Ramos, profesores investigadores de FLACSO, y Marcia Maluf, doctoranda de la Universidad Nacional de San Martín de Argentina.

La obra será comentada por Carol Murillo Ruiz y Álvaro Cuadra, docentes de la Facultad de Sociología y de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador, respectivamente. Además, intervendrá Mauro Cerbino, coautor de la publicación, y actuará como moderadora Palmira Chavero, profesora investigadora de FLACSO.

Este libro editado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) Sede Ecuador es el resultado de una investigación realizada durante los años 2012 y 2013.

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Prólogo a la novela Tren a Chuchubamba

Por: Sonia Manzano Vela

La novelística nacional, desde los inicios del siglo pasado, ha reclamado por la obra que aborde un tema de capital significación para la historia de nuestro país: el del ferrocarril Guayaquil-Quito, magna hazaña de ingeniería que se constituyó en la columna vertebral del Ecuador al vincular dos regiones, la costa y la sierra, a través de una línea férrea que tradicionalmente ha sido considerada como «la más difícil del mundo».

TREN A CHUCHUBAMBA, novela de Pedro Reino (como así, con tal membrete debería ser llamado su autor) la que con todo merecimiento obtuvo el Premio Nacional de Literatura Miguel Riofrío, 2014, certamen convocado por la C.C.E. Benjamín Carrión, Núcleo de Loja, llena con plausible calidad el vacío mencionado, al desarrollar una historia que no solo se desplaza desde las estaciones de Duran hasta la de Chimbacalle, atravesando por poblaciones «que viven como fantasmas entre la abertura de la cordillera de los Andes», sino también por un trayecto que carece de final, que no es otro que el de la memoria de nuestro país, la que en la obra que comento evoca con estilo magicista, no exento de una cierta dosis de romanticismo decimonónico, los hechos más significativos que se suscitaron en el Ecuador desde el arribo al poder del Liberalismo, a finales del siglo XIX (Alfaro), no sin antes haber librado una encarnizada batalla con el conservadorismo, a la que después le sucedió, paradójicamente, la que tuvo que librar con una facción de liberales opositores al régimen del «Viejo Luchador», pugna fratricida que derivó en el cruel martirologio al que fue sometido el General Eloy Alfaro, antes de que sus restos terminaran calcinados en una atroz «hoguera bárbara».

TREN A CHUCHUBAMBA, entonces, es la memoria que conserva el país del período anotado, pero también es una suma de historias particulares, cada una de las cuales ocupa un vagón diferente, en un convoy en el que viaja, desdibujada por el tiempo, «gente que todo lo transformaba en palabras y palabras».

La realidad se mezcla con la ficción, la historia con el mito, el reino de los muertos con el de los vivos en esta novela «ferroviaria», dentro de la cual convergen relatos autónomos, tratados con tanto detenimiento y prolijidad de detalles, que bien ciertos capítulos de esta obra podrían ser considerados como virtuales embriones de novelas que piden a su autor ser llevados a su pleno desarrollo.

La atmósfera característica de las estaciones de la vía férrea: pitidos de trenes, vaharadas de vapor, barullos de pasajeros que llegan o que parten, ha sido verbalizada, con notable fidelidad, por Pedro Reino, por lo que, quien se interna en la lectura de TREN A CHUCHUBAMBA, irremediablemente pasa a constituirse en un pasajero más de esos que están plenamente convencidos de que «el paisaje se mueve cuando se viaja tras una ventana».

El escenario central de este abigarrado haz de destinos geográficos por el que nos lleva la pluma del autor, es la población de Chuchubamba, mordida por la niebla andina y asentada «sobre un mar de arena volcánica», locación en la cual se genera un considerable porcentaje de relatos que en sí sobrellevan una ostensible carga poética, la que se hace visible a través de recursos propios de la lírica, tales como símiles, metáforas e imágenes reconociblemente estéticas.

Pero, a más de ser una obra poética, en TREN A CHUCHUBAMBA encontramos la confluencia de dos tipos de realismo: el fotográfico, con un trasfondo político contestatario, y el realismo magicista o maravilloso, con visos entre ruínanos y garciamarquianos, siendo este tipo el que caracteriza a los mejores capítulos concebidos por el narrador, entre los cuales sobresalen, con luz deslumbrante y propia los titulados «La señorita del abanico», «Los recuerdos», «Las tetas de la señorita Cloti», este último una reveladora y deleitosa muestra del talento narrativo que posee Pedro Reino.

La voz discursiva que recorre las páginas de la sugestiva obra que comentamos, no pertenece exclusivamente a la del narrador, ya que con frecuencia se prioriza sobre ésta, la voz del ensayista, con fuertes acentos montalvinos, la que se hace perceptible a través de sendas reflexiones filosóficas cuya intencionalidad de fondo es la de formular enseñanzas de tipo ético, todas ellas dirigidas al establecimiento y fortalecimiento del sentido de dignidad humana.

Y junto a los roles de narrador y ensayista que cumple el sujeto discursivo, se anota uno más: el de escudriñador de «fuentes documentalistas», a las que acude reiterativamente el autor en busca de datos estadísticos, archivos varios, frondosos árboles genealógicos y más material de este mismo carácter, con el cual da credibilidad a ciertas aseveraciones que precisan de un tono «legalista» para dotarlas de verosimilitud. No obstante, el monto considerable de este material, provoca el que ciertas páginas de TREN A CHUCHUBAMBA, se tornen innecesariamente cansinas.

La ideología liberal a la que está adscrita el hablante narrativo, es fácilmente identificable a través de varios espacios textuales en los que, con prudencia estremecedora, con rabia que gruñe a todo aquello que huele a doctrina conservadora, sienta en el banquillo de los acusados a tiranos y tiranías, a delincuentes de cuello blanco y, en especial, a los autores intelectuales y a los brazos ejecutores de crímenes de lesa patria, como los cometidos en las personas de Eloy Alfaro y Pedro J. Montero, acusaciones que a veces son expresadas por las bocas de las mismas víctimas, como cuando «el Viejo Luchador», desde una estatua de bronce que lo representa, increpa a Leónidas Plaza con estas duras palabras: «¿Estás contento con lo que hiciste primero en Guayaquil con mi general Pedro Montero? ¿Qué placenta podrida tuvo tu pobre madre que te envolvió la vida de pestilencias, paisano mío, indigno manabita?», expresiones que, según Pedro Reino, fueron las que le causaron el infarto que llevó a la muerte a Plaza. La virulencia verbal se entremezcla con un poder sarcástico de la mejor ley en el capítulo «El señor del maletero de cuero», deliberadamente destinado a desprestigiar a la clase política del país, al poner al descubierto los defectos de narcisismo, petulancia y egolatría que caracterizan a algunos representantes de las esferas gobiernistas, quienes se constituyen en los clientes potenciales del «hombre del maletín», por ser susceptibles de comprar honores, reconocimientos e inclusive hasta estatuas sobre pedido, mercancía que vende a alto precio el sujeto en mención.

TREN A CHUCHUBAMBA no es una novela linealmente cronológica, ya que está estructurada sobre alternancia de planos temporales, por ello, va dando saltos del hoy al ayer y del ayer al futuro, con sus respectivos viceversas, giros repentinos del tiempo determinados por la dinámica cambiante de la memoria.

El paso de una topografía a otra, sin previo aviso, también es otro rasgo marcado del estilo de Pedro Reino. Así, los viajeros del tren de esta historia, ven desfilar ante sus ojos paisajes diversos: acuarelas andinas de rica policromía, óleos costeños de verde exuberancia y demás aguafuertes de nuestra geografía, todo lo cual habla del maestro pulso pictográfico que posee Pedro Reino.

Dentro del espeso tejido textual de TREN A CHUCHUBAMBA, al lector no suficientemente inteligenciado en los conocimientos básicos de la Historia Ecuatoriana, es posible que no le resulte fácil detectar el leve hilo conductor que provee de una relativa organicidad a esta obra, el que va paralelo al itinerario vital que cumple un personaje clave llamado Pedro; quien a los catorce años es mandado «a la costa» por su tío, el juez Matías, personaje de fuerte incidencia en la vida del joven, quien retorna a su natal Chuchubamba cuando está cerca de arribar a la treintena, dedicándose a la tarea de dialogar con fantasmas y con seres reales, porque “cuando don Pedro hablaba, siempre regresaba en el tiempo, parecía que volvía a sentarse en el asiento del vagón en el que había regresado a su tierra».

Obra preñada de imágenes sensoriales llamadas a impactar en la sensibilidad lectora del púbico ecuatoriano, TREN A CHUCHUBAMBA es una novela para ser oída, para ser paladeada, e incluso para ser olfateada, ya que bajo ella se cobijan los olores de las naranjillas con los humores rancios del mundo espectral: «Los perfumes son una disculpa de la muerte (…) los perfumes tapan lo que se pudre».

Novela para ser leída con todos los sentidos, ya que solo así es posible filtrarse entre la multitud que espera en «la estación de los escribidores», el arribo de un tren que flota, vuela y circula por la ilimitada extensión de la memoria, «como una culebra macheteada en repetidas convulsiones».

Enero 2015

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Vocabulario de Americanismos de Fray Pedro Simón. 1604

Por: Dr. Pedro Arturo Reino Garcés
Cronista Oficial y Vitalicio de Ambato

Es el año de 1604 en las costas de Cartagena. Qué contraste entre el mar dulce y los indios Caribes que tanto han peleado y resistido. Fray Pedro Simón tiene la luz brillante de sus 25 años en sus ojos curiosos y grandes que le ha regalado San Francisco de Asís. Se saca las sandalias para bajar del barco que llega de España. Pisa la arena mojada de la playa. Una ola llega a morir en sus pies y lava el polvo que España la impregnó desde la infancia. Su hábito seráfico se hincha con el viento. Es otra vela de la carabela que vuela en Tierra Firme. Fue Pedro de Heredia que venció la resistencia de los feroces kalamari y fundó Cartagena en 1533, le comentaron.

Fray Pedro Simón se califica en sus adentros como «chapetón» porque quiere decir que es «lo mismo que bisoño en la guerra. Los chapetones – anota él mismo- son los recién entrados en las Indias y que aún no se les entiende de sus tratos y modos. Llaman chapetones a los que han venido en una flota, hasta que llegan otros en otra, en quien parece se traspasa el nombre».

Sea tu voluntad hermano Francisco, aquí está tu siervo para tratar de endulzar el alma de las fieras que han venido a vivir en estas tierras -piensa Fray Pedro Simón-. Siempre habrá bestias en todo tiempo y en todas partes. Me ocuparé mientras viva de domesticarlas, porque estando en España «yo vi que en las ermitas del célebre convento de San Ginés de la Jara… un padre de mi religión, llamado Fray Alonso Novillo, domesticó dos lagartos que le venían a comer de la mano». Acaso fuiste tu Fray Pedro Simón el que nos acostumbraste a vivir en paz con nuestros lagartos?. ¿Qué hacemos con tanta bestia domesticada?

Fray Pedro Simón camina a Santafé de Bogotá y anota cómo los chibchas llamaban al pan: fun; que el «pan para españoles» se llamaban sufun; y el pan para indios se llamaba yefun. Un día llega por Sorocotá, donde las huestes de Quezada habían descubierto tantos cultivos de «turmas» y anota: «son llamadas así por los españoles por parecerse en su grandeza y color por de fuera a las turmas de tierra que se hallan en España, aunque difieren en mucho; porque de estas, unas son por dentro amarillas, otras moradas, otras blancas y las más arenosas. Siémbrase de semilla que echan, y más de ordinario de las pequeñitas que cogen, se vuelve a resembrar, crecen sus ramas hasta dos tercias más o menos, echan unas flores moradas y blancas, extienden sus raíces, y en ella se van criando estas turmas, de que hay grandes sementeras y cosechas, por ser comida familiar a los indios, y no le saben mal a los españoles, aunque ellas no tienen más gusto de aquello con que la guisan; llámanse en el Perú papas…»

Con el paso de los tiempos, los neochapetones han ido desdibujando las palabras que ellos mismos trajeron y que ya no están en sus diccionarios. Las papas pudieron llamarse turmas de no haber sido por la fuerza del quichua. En Colombia, por algún lado andino todavía se llaman turmas; pero es peligroso decir turmas en otras partes porque a más de ser un insulto, ahora se refieren a los testículos (incluidos los del toro) y también al miembro viril, como está registrado en el Atlas Lingüístico de Colombia. De aquí la anécdota lúdica: cuando un español quería comer de estos guisos, se cogía las turmas. Entonces las indígenas le pasaban papas con cáscara.

Nota del Director: Este relato forma parte de la publicación » HISTORIAS AÚN NO CONTADAS», de la autoría del doctor Pedro Arturo Reino Garcés.

Prólogo a la novela La Ushinga

Por: Dr. Marcelo Robayo Campaña

Cuando las editoriales y la crítica abandonen el complejo de creer que la cultura es un determinismo concentrador y excluyente, que les obliga a ver por encima del hombro a todo lo de provincia, se sorprenderán al saber que, hace mucho tiempo atrás, con la pluma de Pedro Reino, en Tungurahua se generó la nueva expresión literaria que yo, en ocasión anterior, la identifiqué como Historia Novelada, que no es lo mismo que la llamada Novela Histórica que, en los últimos tiempos, ha tenido cierto auge editorial con interesantes obras cuyos autores han exprimido a la Historia para de ella sacar algún relato mediante la evocación, ya certera o ya sesgada, a gusto del cliente.

Pedro Reino en sus producciones no evoca ni recrea, simplemente toma la Historia de cuerpo entero y nos la entrega, con sus personajes, sus características y peripecias, vale decir, con pelos y señales, en los mismos escenarios en los que vivieron y murieron, explotaron o fueron explotados y, entre estas y las otras, hicieron de su estancia en la tierra el mejor pretexto para perennizar virtudes y pecados con los que se argamasa esta Patria que, más que un país, siempre fue un lindísimo paisaje; vale decir, hace Historia pura y de la buena, sin otra intención que no sea la de brindarnos un espejo de cuerpo entero para sincerarnos.

El logro de haber dado inicio a la nueva expresión literaria que queda señalada, se debe a que Pedro Reino, blindando sus amplios conocimientos de Literatura, Historia y Lingüística, suma su extraordinaria vocación de investigador que le ha permitido llegar a lo más profundo de los archivos nacionales e internacionales en los que encuentra empolvada o llena de pátina la verdad de lo que nosotros fuimos, somos y ojalá no seamos; y con la valentía propia de los que nada deben, saca los trapos al sol, una veces con animus jocandi, pero casi siempre con ánimo de joder a nuestra mal formada tradición; de tal suerte que deja muy poco espacio a las fementidas Genealogías, a las ditirámbicas Biografías y a la deslenguada Historia oficial.

La Ushinga es la primera Historia Novelada dentro de la saga que el autor viene impulsando, y que al momento la Componen, Mazorra, El Patrón Virgencito de Cumbijín y el Tren a Chuchubamba, esta última que acaba de obtener un premio nacional.
En la Ushinga, Pedro Reino extrae de los archivos de las escribanías un girón de la vida colonial, desempolva a los personajes, les arregla el libreto y los hace actuar con sistematizada autenticidad que asombra. El telón de fondo es la siempre exitosa prostitución cuyo enclave, para el caso, es la chingana de la Ushinga madre, cartomántica venida de Cartagena, que cambia su oficio e instala su negocio en el que expende la buena fritada y la exquisita cincha, ofreciendo como yapa su cuerpo llameante y llamativo por el furor vaginal que le caracteriza, a la que se suma la competencia de las encumbradas damas que facilitan sus camas y favores a no pocos especímenes de la élite de la época. Luego entra en escena la Ushinga Hija que demostrará con exceso que de tal palo salen las perfeccionadas astillas.

Entre la chingana de fritangas y el competitivo prostíbulo que se ubica cerca y brindan diarias y múltiples soluciones a los mal casados o amancebados, transcurre la vida en la Villa de Hambato, con su apariencia de tranquilo rosario de la aurora, apenas alterado por el frenético deber cumplido del moralista Alguacil Mayor que, a nombre de las buenas costumbres ciudadanas, llena la cárcel con los sorprendidos en camas ajenas y condenados a trabajar en la apertura de la acequia por la que correrá plácida el agua de regadío a las bien servidas propiedades de los hombres de bien, sin que por eso la prostitución deje de prosperar, sea de yapa, buena paga o infidelidad patriótica, pues ella constituye un complejo de situaciones que no siempre se manifiestan con autenticidad debido a la sumatoria del buen nombre de las damas practicantes que se dicen de buena familia; en todo caso, se nota que tiene poder de convocatoria y en ella confluyen las braguetas más ilustres de realistas o chapetones; se deciden los asuntos patrióticos, la designación de autoridades, los avances o retrocesos bélicos de las vanguardias o de las retaguardias o se concretan los amarres y despojos patrimoniales y los desenlaces sentimentales.

Entonces, mientras al socaire de la tolerancia y fomento oficial se riegan las chacras, huertos y jardines de las familias importantes, en la chingana de la Ushina y en los nobles lechos se consagra la supremacía de las entrepiernas exitosas en el quehacer político, económicos y social, pese a que no rige la igualdad de género ni las acciones afirmativas que permitan el acceso obligatorio a la palestra eleccionaria o la burocracia cómoda y rendidora. Total que así se teje la urdimbre colonial objeto del relato, en la que los personajes gozan de autonomía ceñidos al libreto que, gracias a los arbitrios técnicos del autor, la coordinación de los roles del investigador con los del narrador, se cambian los planos, pero tiempos y espacios terminan ubicados en los escenarios magníficamente descritos por el autor con elevada vena poética con el empleo de todas las figuras del buen escribir; en lo secuencial brillan las disquisiciones e introspecciones con las que expone particulares existencialidades; despeja las claves secretas del poder, multiplica planos que de improviso los cambia con el fin de imbricar, actantes, significados y significantes; juega libremente con el humor, la sátira o la ironía y coloquialmente devela el misterio de la subyugación de las masas a ritmo de arpa, guitarra v violín, dejando como sabor final en esta historia lineal la certeza de que somos una sociedad no tan dispuesta al cambio.

Si la Historia es la narración fiel de los principales acontecimientos del pasado, convendremos que, apoltronados en butaca de primera, codo a codo con escribanos, alférez, alguaciles mayores, tenientes de gobernación, jueces conservadores de rentas y otras grandes personalidades, con la lectura de La Ushinga, a todo color palpamos la bacinica de plata del cura, la venta de negros e indios como costal de huesos y alma en boca, el inventario kilométrico de alguna herencia, iglesias de primera e iglesias de segunda y hasta el remordimiento de los que esclavizaron su propia sangre; y llegamos en suma a conocer el desnudo pasado que el oficialismo de todos los tiempos nos ha ocultado; y veremos derrumbarse ilustres apellidos, delatarse indignas fortunas forjadas con el sudor, sangres y sufrimiento de los pobres, y queda establecido que la corrupción es la mejor expresión del poder que se disfraza hasta con la clausura de cualquier boliche.

Esperemos que, mientras Pedro Reino persista en los archivos, éstos sigan intactos, bien conservados y no sean eventualmente el blanco de los que ven en ellos sus raíces, la desnudez de sus ancestros y la falacia de su prosapia, lo que puede despertar sus ganas de hacerlos desaparecer; y confiemos en que llegará un día en el que, con valentía y sinceridad, nos decidamos conocer nuestra identidad, sean los archivos los que se conozcan y analicen en escuelas y colegios, y no los libracos que, más allá de sus deficiencias didácticas, nos han hecho víctimas de la farsa o ficción histórica.

Ya verá el lector cómo La Ushinga es un verdadero texto de historia que nos hará amar el pasado como punto de partida de una posible superación que puede salvarnos de las taras que se tararean como grandes virtudes.

Ecuador: Desafíos para el presente y el futuro

Este libro es una contribución de un grupo de investigadores y docentes de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, a la comprensión de los problemas nacionales. Se enmarca en el deber de nuestra comunidad universitaria de mantener vivos la investigación y el debate permanentes sobre la coyuntura de nuestro país en la perspectiva de plantear problemas y proponer soluciones a sus más acuciantes desafíos. El lector encontrará un tratamiento profundo de temas sociales, culturales, ambientales, jurídicos, políticos y económicos desde una perspectiva interdisciplinaria y pluralista, en lo metodológíco, y con el mayor rigor académico. Concebimos así nuestro aporte concreto a la sociedad ecuatoriana y nuestro compromiso con los sectores más vulnerables del país, en el marco de la autonomía de pensamiento que debe encarnar el ejercicio universitario. Esperamos, entonces, que esta obra pueda ser una referencia para una mayor comprensión y reflexión crítica de la coyuntura actual de nuestro país y que concite el más amplio diálogo en la sociedad, la academia y el Estado.

Contenido

. Presentación
. La universidad virtuosa. Por Arturo Villavicencio Vivar
. Educación, cambio institucional y equidad. Por Rosemarie Terán Najas
. La salud en el neoproductivismo con gobernanza (Debilidad de la conciencia crítica). Por Jaime Breilh Paz y Miño
. Extractivismo, soberanía y salud. Por María Fernanda Soliz Torres
. Inequidad social y re distribución del ingreso en el Ecuador. Por Carlos Larrea Maldonado y Natalia Greene López
. ¿Existen alternativas frente al petróleo en la Amazonía centro-sur? Por Carlos Larrea Maldonado
. El Yasuní, los «modelos de desarrollo» y el sumak kawsay desde las mujeres indígenas. Por Ramiro Ávila Santamaría
. Desafíos para los derechos humanos de las mujeres: La tipificación de la violencia contra la mujer. Ecuador 2014. Por Gina
Benavides Llerena
. Políticas públicas y derechos de las mujeres: algunos desafíos. Por Gardenia Chávez Núñez
. Política tributaria, desarrollo y equidad: Régimen tributario a partir de la Ley Reformatoria para la Equidad Tributaria
del Ecuador (2007) y la Corte Constitucional. Por César Montaño Galarza
. Política económica, fiscal y de financiamiento. Por Marco Romero Cevallos
. La pyme y su incidencia en el proceso de desarrollo nacional: Situación actual y desafíos futuros. Por Wilson Araque
Jaramillo
. Aproximación al régimen político ecuatoriano (2007-2014). Por César Montúfar Mancheno
. ¿Interculturalidad? Fantasmas, fantasías y funcionalismos. Por Catherine Walsh
. El relato literario frente a la institucionalidad de hoy. Por Fernando Balseca Franco
. Arte, extractivismo y sociedad. Por Alex Schlenker Galindo
. La maldición de la universidad silenciosa. La educación en el debate de los temas nacionales. Por Enrique Ayala Mora

Los autores

Fernando Balseca Franco es Licenciado en Lengua Española y Literatura por la Universidad Católica Santiago de Guayaquil; MA, por la Emory University, Atlanta; PhD en Hispanic Languages and Literature por la State University of New York, Stony Brook. Actualmente es profesor principal, y director del Programa de Doctorado en Literatura Latinoamericana, en la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, Quito (UASB-E).
Correo electrónico: fernando.balseca@uasb.edu.ec

César Montúfar Mancheno es Licenciado en Sociología por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito (PUCE). Máster y PhD en Ciencias Políticas por la New School for Social Research, Nueva York. Es docente investigador y director del Área de Estudios Sociales Globales de la UASB-E.

Correo electrónico: cesar.montufar@uasb.edu.ec
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Casa editorial: Universidad Andina Simón Bolívar / Ediciones La Tierra
Año: 2015
Número de páginas: 328
Formato: 15 x 21 cm
ISBN: 978-9978-19-715-8

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Reseña

Ciudad, poder y resistencia: modernización urbana de Quito 1895-1932

Se encuentran en circulación el número 183 de la Serie Magíster, colección que reúne las mejores tesis de Maestría de los alumnos de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, coeditada por la UASB y la Corporación Editora Nacional.

Ciudad, poder y resistencia: modernización urbana de Quito 1895-1932 es de la autoría de Carlos Guevara.

El libro muestra una fracción de la élite terrateniene que mantuvo un vínculo orgánico con los procesos de modernización urbana. Desde este punto de vista, la ciudad no solo era destino de la renta extraída en el sistema de la hacienda, sino que tenía importancia como espacio para la representación del poder. Pero ¿cómo ocurre y cómo entender este desplazamiento? Pensamos que introducir el componente espacial en el análisis de las relaciones de poder nos permite evidenciar este proceso. Proceso que en este estudio está delimitado a una noción particular de “espacio público” marcado por el liberalismo y que tiene como correlato la construcción de un tipo ideal de ciudadano.

El autor

Carlos Guevara (Chambo, 1978) es Arquitecto por la Universidad de Cuenca y Magíster en Estudios Latinoamericanos, con mención en Política y Cultura por la Universidad Andina Simón Bolívar.

En 2009 Carlos Guevara fue mejor egresado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Cuenca.

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7 Años en ninguna parte

Es un libro testimonio en el que su autor, Luis Enrique Coloma, nos demuestra que emigrar es cosa de valientes.

En la presentación de su libro, Luis nos dice:

Mientras residí en el Condado de Los Ángeles, Estado de California, U.S.A., observé cosas nunca sospechadas; descubrí casos que en mi imaginario, ni siquiera de pasito, pude haberlos vislumbrado. En estas circunstancias hice el compromiso de no dejar pasar por alto lo vivido, lo experimentado, lo testificado. Era obligatorio dejar testimonio directo de casi todas mis andanzas, mis aventuras, mis vivencias. De casi todas, porque la memoria, con el paso de los años, se nos vuelve ingrata, pasajera, ave viajera. Si hay poco o mucho que contar, eso es lo de menos, si lo hago de buena o mala forma, igual; lo importante es hacerlo, y hacerlo sin temores y sin dudas.

¿Por qué únicamente los escritores pueden elaborar buenos o malos textos? ¿Por qué sólo ellos pueden dar a conocer situaciones que otras personas, por recelo o algún otro motivo, no nos hemos atrevido a hacerlo? Esta fue mi reflexión al momento de empezar a relatar mis testimonios, de disponerme a contar y a denunciar tantas y tantas cosas, sin temores y sin dudas, recalco.

¿Acaso los pajaritos, siendo tan pequeños en relación a lo que es nuestro entorno, con sus alas chiquititas no remontan grandes distancias y conquistan el espacio? ¿Acaso las mariposas, con lo frágiles que son, no han deslumbrado y siguen deslumbrando con sus maravillosos colores a los más excelsos pintores? O las aguas de un pequeño riachuelo ¿no son capaces de abrirse paso a través de los parajes más agrestes, para poco a poco ir creciendo y, convertidas en caudalosos ríos, llegar en gran torrente a ser parte del gigante de las aguas o gran mar?

Algo parecido decidí elaborar: De letra en letra, de sílaba en sílaba, de palabra en palabra, de oración en oración, de párrafo en párrafo; comenzar a construir esta evidencia, este documento en el que declaro, resumidamente, casi todo lo vivido e investigado en ese mi destierro voluntario y obligado a la vez, en esa mi gran cárcel sin barrotes, en esa mi experiencia adolorida. Y yo, que me vi forzado a dejar esta mi patria, sentí que tenía país para regresar y contar a la gente común y corriente y a las autoridades, lo duro que resulta migrar en estos tiempos.

Si algún objetivo tiene este trabajo, es el de alertar a mis compatriotas sobre lo que les espera en esa tan incierta odisea a emprender. Quien lo afirma es alguien que tomó un avión en Quito y voló directamente hasta el aeropuerto de Los Ángeles, y no tuvo que cruzar dolorosamente, pausadamente y valientemente, ese monstruo de mil garras al que llamamos desierto; ese ogro que devora sueños, esa horrible boca que consume tantas vidas.

Ejemplos de tragedias tenemos a montones; no sabemos cuántos coterráneos o no, han perdido la vida tratando de llegar a conseguir lo que no existe, lo que es una quimera, lo que es ese espejismo llamado “Sueño Americano”. Por todo esto y mucho más, emigrar es de valientes.

Las Naciones Unidas, la conciencia planetaria, están en la obligación de luchar con todas las armas a su alcance, por la eliminación definitiva del inmisericorde tráfico de personas. Los países del orbe, especialmente los desarrollados, los ricos a costa de la explotación a las naciones pobres, deben cambiar obligadamente sus políticas respecto a los migrantes.

En nuestro país, hay que decirlo categóricamente, gracias a las políticas implementadas por el proceso político que vivimos, la realidad es diferente. En el Ecuador, a quienes llegan a este territorio, vengan de donde vengan, se les trata como seres humanos, como a individuos con todos sus derechos. En nuestro suelo no existen “ilegales”.

Que alguien haga entender qué ser viviente perteneciente a la única raza que existe en el planeta, la raza humana, y ha entrado clandestinamente en territorios de otras naciones, merece ser llamado “ilegal”. Para mí, los únicos ilegales son aquellos que califican de esa manera a sus congéneres, únicamente porque la inmensa mayoría de esas personas es pobre, económicamente hablando, y son víctimas de las desigualdades producidas por la mala distribución de la riqueza.

Todos tenemos derecho a migrar, pero quienes lo hacen, deben por lo menos saber a qué circunstancias van a enfrentarse. “No todo lo que brilla es oro”.

Esta es mi historia; estas mis historias.

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“Caminante de la noche y una elegía sin tiempo” de Oswaldo Bustos Azuero

Por: Dr. Luis Rivadeneira Játiva

Oswaldo Bustos Azuero es un poeta nacido en Azogues, provincia del Cañar. Cuenta con una dilatada experiencia en obras literarias. Con más de 35 años viviendo en Santo Domingo, es un prominente hombre de letras y de profesión doctor en Jurisprudencia. Actualmente, vive en Quito, pero no se ha alejado de Santo Domingo. Fundador del Taller de Poesía Rastros, docente universitario y autor del Himno a la Provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas. El 18 de noviembre del 2006, se le otorgó el Primer Premio Nacional de Poesía, en el concurso nacional «El Poeta y su Voz», organizado por la CCE Núcleo Manabí (Premio Bianual).

Oswaldo Bustos Azuero, sostiene que la letra del Himno a Santo Domingo de los Tsáchilas es una inspiración de sus vivencias e historias de la región. “¡Salve tierra de cósmicos pueblos, /corazón de la Patria profunda. /Oh, Provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas de amores y paz!”, reza el coro. La letra del Himno, fue escogida oficialmente por el Consejo Provincial en base a un concurso, actualmente se escucha en las diferentes instituciones y eventos sociales. La motivación es existencial. Luego de haber vivido en Santo Domingo se compenetró de su naturaleza histórica, sociológica, su geografía y sus aspiraciones, para escribir un sentimiento que se volvió himno.

Su poesía es eminentemente social. Su público proviene de una ciudad olvidada por los poderes públicos: Santo Domingo. Lograba emocionar a la gente que asistía a sus recitales. Justamente, le conocí en un recital de poesía, en 1983, realizado por las fiestas de la ciudad, junto a los poetas: Violeta Luna, Euler Granda, Rafael Arias y Julio Pazos. Su primera obra: “…Y cicatrices no”, mimeografiada y con su autógrafo, en una época en que todavía no existían imprentas, la tenían sus seguidores, al igual que lo hacían los seguidores del poeta popular Héctor Cisneros, conocido como el poeta de la calle o “lleca”.

Autor de libros como “…Y Cicatrices no”, “Memorial histórico ecuatoriano”, “Cuando va a venir el día”, “Si Febrero Vuelve”, entre otros. Ha participado como columnista de opinión en varios medios escritos de Santo Domingo, tales como la revista cultural del periódico El Occidente, Nuevo Occidente, El Pionero y Diario La Hora.

“Detrás del arcoiris” es una recopilación de sus artículos de opinión publicados en la prensa nacional.

Poseedor de reconocimientos por su trayectoria en el campo cultural. En la actualidad, pertenece al Núcleo Cultural de la Provincia, a la Confederación Nacional de Periodistas, al Círculo de la Prensa del Ecuador. Fue parte de la directiva de la Unión Nacional de Educadores y miembro actual del Frente Amplio de Abogados Progresistas.

Cuando fue condecorado dijo: “Y aquí me quedé y me sigo quedando como detenido en el aire, como sembrado como polen, como feliz como cosecha”. Manifestó también: “Hay que trabajar el destino de los pueblos desde la cultura, porque en ella los esfuerzos son más realidad, los derechos más diáfanos, las obligaciones más prometedoras, los resultados más halagadores, la conciencia más propia y el alma más libre”.

Durante 33 años he seguido su obra, su largo recorrido literario, junto a su formación como poeta social, que tuvo el acompañamiento de sus seguidores a sus recitales y encuentros literarios. Esto me permite ser objetivo en mi análisis porque he tenido la oportunidad de ver la evolución de la misma. Tengo, entonces, autoridad para escribir estas letras que, además, tienen mi acompañamiento a su lectura y el señalamiento de los inicios del poeta hasta llegar a su sitial actual que me enorgullece por ser su amigo.

De las entrañas de la tierra han surgido los árboles milenarios. De las entrañas del pueblo han surgido los poetas sociales. Uno de ellos, que tiene obra perdurable es Oswaldo Bustos Azuero.

Su actual obra, constituye un esfuerzo intelectual del escritor por reescribir su obra inicial: “…Y cicatrices”, dándole un título más real, ya que con el paso del tiempo, ha encontrado que es necesario no solo revisar la misma, sino darle un valor agregado. Algo similar hizo en su obra “El mundo de las evidencias” el poeta cuencano Efraín Jara Idrovo, porque recogió lo que escribió antes, dándole mayor rigor literario, a la vez que cambió el título de su obra primigenia que, posiblemente, tuvo un título inicial, para su época.

Su nueva obra, que incorpora su anterior, se divide en dos partes: la primera, amplia, que tiene el título de: “Caminante de la noche” y, la segunda, corta, que tiene el título de: “Una elegía sin tiempo”. Las dos tienen nueva semántica.

Vamos, entonces, al análisis de estas dos partes de su obra.

Bustos, tuvo heridas abiertas, por lo cual puso un nombre falso a su primera obra, como el mismo lo señala. El cambio de cicatrices por caminante, permite a esta última el ente lírico. La idea de tocar y retocar los textos, de construir y desconstruir, posibilita el enriquecimiento de la poesía, aunque lo que queda es el alma, la soledad humana, el amor y la muerte, junto al dolor.

En mis manos estuvieron las cicatrices y ahora el caminante de la noche y una elegía sin tiempo, me dan el mismo sabor, un recuerdo del poeta joven, que tiene “cicatrices caminando en la noche”, como también el poeta lo señala.

Uno de sus versos de “Confeso”, señala al caminante, al decir: “/mi alma es rota vena/ paralela a la noche. / Así me iré estando/ hasta que caiga el aire/”. Otro, rememora la soledad, al escribir: “/soledad/ firmamento sin sangre y mente/ pendiendo vertical sobre mi alma/ espacio sin medida/ temperatura ausente/ y la intempórae hendidura de la calma/”.Los demás poemas: “Ajenos”, “Equidistantes”, “Retorno”, “El ignorado”, “contraplano” y “Miedo blanco”, son únicos, pero ajenos y distantes, porque rebasan los límites del tiempo y generan, nuevamente, el mundo de la soledad y la muerte no solo del cuerpo sino del alma, algo imposible, pero que se señala a través de la “/nube cóncava/ antípoda del cielo/”, de su poema “Miedo blanco”, el temor de quedarnos sin alma. Recordé mi poema: “Me he quedado sin alma”, de mi obra: “Alimentos para el alma”, (2015), presentada en forma perfecta por el poeta Oswaldo Bustos Azuero. Coincidimos, a través de nuestros poemas, en la idea de quedarnos sin alma.

Una parte de su primer texto, “El Prisma”, alrededor de la madre y ante el padre, constituye una narrativa poética de dimensiones infinitas y de inmensa fortaleza del poeta. Recoge, con sus manos, la ternura, señalando que quisiera ser un solo ser junto a su madre. ¿Qué alegría infinita?, junto a las lágrimas de la madre: su hijo, fundido en ella. Para que exista lo que señala el poeta, debería existir, la resurrección que, en definitiva, da vida eterna a la humanidad. Esta narrativa, junto a: “Padre y tu trasmigración”, constituyen sus poemas mayores escritos en prosa, los cuales señalan la necesidad de retorno de su padre, imposible, pero no sin sentido. Qué humano no sueña volver a ver a su padre. Los poemas son también sueños. “Ya no somos los mismos”, constituye un conjunto de poemas que nos vuelven a la calma, porque renace la alegría, la esperanza y se anuncia el alba, hay un llamado azul hacia el amor, silencio, amor y agua en el desierto. “Calla” lo dice todo, hace valer al silencio, solo se siente los latidos del corazón. “Dentro de ti” es un poema que nos hace sentir inmortales mientras leemos el mismo, al decir: “/esta noche te amé desde esta vida/ para las otras que vendrán contigo/”. Quién no ha soñado volver a amar, a su amada, en otras vidas, a través de la resurrección que, en el infinito universo, puede existir. “Los mismos”, podría llamarse también: Ya no somos los mismos, al señalar: “/Ya no somos los mismos/ Desde antes de nuestras vidas/ donde empezó el olvido/”. “Te alcancé” es un canto al amor, porque llega a decir: “/vida de mi vida. / Punto medio de argentado planeta/ para mi fiel gravedad de ternura/ azul/ roja/ cielo y sangre/”. “Suprema cima” simboliza la primavera, al manifestar en sus versos: “/todo viene en ti en primavera/ como perdón/ como alimento/ como esa palabra dispara al corazón/ como remedio”/. “Así te amo”, constituye un recuerdo del prendedor que llevamos, porque nuestra amada va prendida a nosotros. “Al fin de la distancia”, es poema que se refiere a las aguas de las resacas, a las olas del mar, para llegar a comparar a su amor con una ola: “/mar que retornaba/ solo si tu eres ola/”. “Renacida”, un poema del eterno renacer, de la soledad y del amor: “/ido todo contigo/ nada dejas/ para fuente mi ser con su tiempo/ y sus resquicios/ todo/ todo se va/ porque todo te he dado/”.

La segunda parte de la obra: “Una elegía sin tiempo”, contiene poemas eternos, que tienen un gran portal para el recuerdo. Contiene 14 poemas, dentro de los cuales hay 2 poemas con el título de plegarias que, son las mismas, pero escritas de diferente manera, para el ejercicio mental de los lectores.

Poemario Una elegía sin tiempo, del poeta Oswaldo Bustos Azuero, (2016). Es un librito para el recuerdo. Sugeriría que sea de bolsillo, para llevarlo a todas partes. Se podría guardar el poemario en el alma, porque es tal la calidad del poeta que, considero, no necesita presentación. Su obra tiene un espacio ganado y llegará lejos. Si bien hoy es parte de otro poemario, podría publicarse en forma independiente. Conserva su fragancia original. Hay libros de efímera existencia y otros que cada vez adquieren mayor dimensión. Considero que este libro, como los anteriores del poeta Bustos, ha sido trabajado para resistir el paso del tiempo.

Vuelvo a leer la poesía del vate de Santo Domingo de los Tsáchilas, de corazón, con placer, rápidamente, de principio a fin, sin descansar. La grandeza de poeta consiste en que su voz permanezca en el tiempo por su mensaje perdurable. La poesía auténtica, está escrita con el alma del poeta y se defiende sola.

El poeta sin tiempo, es decir, sin fronteras. Su clamor, protesta, o la denuncia de su alma afligida golpean con fuerza en los tiempos idos. Su voz nunca se extinguirá. El conoce la modulación del espíritu. El poeta Bustos vive, vivirá siempre, porque transmite vida.

Nos habla de una elegía sin tiempo, con el lenguaje del amor, la soledad, el olvido, la desesperanza. Lo hace con recursivas metáforas y fácil entonación. Sus imágenes son fuertes y definidas. Es nítido y expresivo, original como el maíz y el aire que respira. Toma al hombre como lo que es: a veces alegre, a veces desolado. Su canto es, entonces, una Elegía sin tiempo, porque la humanidad conserva los mismos perfiles de las épocas inmemoriales y habrá de prolongarse entre idénticas aflicciones y pasajeros regocijos. Sólo la salva el amor, porque es poesía.

De “Plegaria” señalo una estrofa: “/ ¿A dónde fueron tus aves/ de maíz/ aire y redención/ tomarán sus nidos en las olas del viento?/”, para apreciar su calidad.

Su poema final realmente no tiene fin, porque escribe sobre: “Regreso al círculo”, a las huellas, al decir: “….aunque sepa que en las líneas de tu mano/ esté siguiendo huellas que se me adelantan/ y me siguen/”.

Desearía, entonces, pedir al poeta Bustos, mi amigo y compañero, volver a presentar la segunda parte de este libro: “Una elegía sin tiempo”, en forma separada, como señalé antes: como libro de bolsillo, en pequeño formato.

Ex alumna de FLACSO, Sede Ecuador, recibe premio en Colombia

El libro «Mujer Afroecuatoriana como Sujeto Político: estrategias, resistencias o re-existencias», de la autoría de Francia Jenny Moreno, recibió el Premio Julio González Gómez 2015, otorgado por el Concejo Municipal de Bogotá.

La obra, publicada por editorial Abya Yala, es producto de la investigación realizada por la autora para optar por el título de Maestría en Ciencias Sociales con mención en Género y Desarrollo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) Sede Ecuador.

¡Felicitaciones a la autora de la publicación y a la FLACSO!

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Historias de Tinta y Polvo

Historias de Tinta y Polvo es un trabajo que recoge datos de los archivos notariales coloniales, fundamentalmente, que investigados durante décadas, y organizados cronológicamente, constituyen verdaderos aportes al conocimiento de nuestro pasado. Los hay muy pocos tomados de fuentes bibliogáficas que ilustran criterios diferentes a los aparecidos en publicaciones de difícil alcance.

Historias de Tinta y Polvo ofrece lecturas ligadas a varios sectores de la Patria, y hasta de fuera de ella. Los datos de la historia sectorial de la actual provincia de Tungurahua, redactados con libre creatividad y respetando entrecomilladamente textos de fuente primaria, constituyen aportes para lectores de todo rigor que se involucrarán en nuestra realidad alucinante y verificable.

El autor de la obra: el doctor Pedro Arturo Reino Garcés, es Lingüista con Maestría por el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá. Graduado en Filosofía y Letras por la Universidad Central del Ecuador. Ex profesor universitario en instituciones de educación superior del centro del país. Cronista Oficial y Vitalicio de San Juan de Ambato desde el 2011. Premio Parlamento Latinoamericano Luis Da Cámara Cascudo, Brasil 2004, por su trabajo Los Quejidos del Sol. Mención de Honor en Nicaragua (2012) por su obra poética Cenizologías y Rescoldos. En edición bilingüe Español – Alemán: América: Guitarra de Otros Verbos, con edición crítica y traducción de Erna Pfeiffer (de la Universidad de Graz – Austria).

Ha sido galardonado por la Municipalidad de Ambato con la Distinción “Juan Benigno Vela”; y por la Casa de la Cultura Ecuatoriana, de la cual es Miembro.

Entre sus publicaciones (más del centenar) tenemos: Mazorra, Las voces de mis calaveras (novela histórica). Guitarra Cósmica (poesía) edición bilingüe Español – Alemán. Versos para tus dioses indefensos (poesía). De su investigación histórica de archivos coloniales: Historia Indígena (tomo 1) de Documentos para la Historia Colonial de Tungurahua: El componente Africano Colonial en Tungurahua (tomo 2); El componente Hispano – Tungurahuense (tomo 3, inédito). La Comarca de Capote. Tisaleo Indígena en la Colonia. Quisapinha: El Páramo de las Rebeldías. Memorias de Píllaro Colonial. Patate en el siglo XVIII. Horizontes Históricos de Mocha. Creación de la Villa de San Juan de Hambato. Perfiles Histórico-genealógicos de Santiago de Quero, etc.

Además, publica permanentemente en la revista Spóndylus de Portoviejo bajo al dirección del Cronista de esa ciudad, Ramiro Molina Cedeño.

Colabora desde hace 20 años con la Revista Ambato. Mantiene por décadas su columna editorial histórica en Diario El Heraldo de Ambato.

El escritor argentino Luis Benítez, asesor literario de Editorial Nueva Generación. Buenos Aires, Argentina, al comentar las novelas históricas del doctor Pedro Arturo Reino Garcés, opinó en el 2013: “Se trata de un narrador mucho más que eficiente; los retratos de personajes que realiza son muy ajustados, es como conocerlos personalmente el efecto que logra en el lector. Tiene una capacidad que me gustaría denominar “cinematográfica” – a falta de un término mejor- para introducirnos con toda naturalidad en la psicología y la naturaleza social de cada carácter. Además, su narración es sumamente fluida”.

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