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Conversación con Leonardo Valencia

Nuestro Invitado

Por: Lupe Rumazo *

No utilizo el término Carta para responder a Leonardo Valencia en esa vislumbre de mi Carta larga sin final que él con autoridad de remero pulsa hacia su rumbo en vibrante artículo ‘Carta breve con final para Lupe Rumazo’. ¿Cuáles rumbos, el de él o el mío? No vale indagar porque yo ya he dejado de leer el texto de mi Carta, pues sería volver a situarme en esas estancias que si traen algunas nombre, es el grado el que las identifica. Grado transido que se mueve y no se mueve y que al final concluye con la voz que solo la música puede dar, Antífona tras Antífona.

Hasta aquí nada más. Es de usted y su Carta que vamos a hablar. La nombra con un recorte de brevedad y le da un término último, sin que tal sea la necesidad del artículo y sus espacios. No. Es que Leonardo Valencia puede alargar lo suyo y lo hace en su prosa de amplio océano y al contrario continuar y continuar. No se cansa su remo. Aquí, en cambio, se detiene y yo hallo en ello una exhalación de suspiro que me honra. Más aún me dice que al conocerme guardará silencio, a lo que desde ahora no consentiría. Conozco de esos mutismos inexplicables y en todo caso solemnes de término final y tales me desbaratan. Hay un hasta aquí nada más inaceptable.

Entra luego ya en monólogo a excusar la no inclusión de mi libro y su análisis en el libro rebelde El síndrome de Falcón que incluiría un análisis, que ya lo hace, sobre sus virtualidades dentro de la no-ficción. Es una marcación que se da con pulso de metrónomo que maneja ya no solo los tiempos visibles sino los otros que sabemos existen sin necesidad del pedal. Lo hice antes y con denuedo, sin perder armonía. Ahora me detengo relativamente sin dejar de escribir sobre ellos, pero amplío más que con la bios/biografía con la interpretación simbólica que otorgo a la vida. Lo señalo en mis Documentos prescindibles e imprescindibles. Pero tornemos a lo suyo. Me señala un paréntesis largo en el mundo literario ecuatoriano frente a mi obra en esa magnitud de alejamiento y distancia que otros nos dan y que ignoran que también los hay en las partituras del Alma. Y no hay que incitarlos a expresarse si ya brotaran en algún momento. Ejercitan la antimemoria y yo atrapo la memoria.

Benjamín Carrión la tuvo y tan larga, larga que miró hacia muy atrás y hacia adelante, tan lejos que sigue voceando. La suya sabe de esos hontanares, Leonardo, y por eso mismo puede hablar de la literatura inasible que es maravillosa visión. Y en ella me sitúa y yo se lo agradezco. Recuerdo a Broch en La muerte de Virgilio sobre “La necesaria irrealidad de lo real inalterado”. Acierta usted una vez más. Y algo extraño: Es en la página 69 del texto que entregaría de mis Documentos prescindibles e imprescindibles que aparece esa cita. 69 era el número del teléfono de la casa en Ambato 211 y Venezuela de mi abuelita Carmela Donoso de Cobo, la madre de Inés Cobo de Rumazo, a quien va dirigida mi Carta. Y esto me lo confirma Clara, mi prima Marlene Cobo, personaje de Sílabas de la tierra. Lo real y lo inasible a la vez.

Usted me sitúa a la vez en progenituras con Peste blanca peste negra y mi inédita Escalera de piedra de pendón y conquista literarias, pero también de liberación. La libertad con el dolor, mis tópicos mayores, como también lo fueron para Camus. Es su acepción de cultura y tal se refrenda en Le premier homme su último texto. Vuelvo con la espiral que me distingue a final, último. Usted lo ha captado en manejo de artista, porque arte hay en la escritura, la suya, Leonardo. Usted se refiere a mucho más con nacionalismo, identidad. La identidad me identifica y es el hilo que constantemente arrastro, pues no creo en nacionalismos con cercado. Mi próximo libro ya casi terminado trae la palabra Defensa y en la Defensa está la liberación. Ya lo leerá usted, mi muy imprescindible escritor sin término final.

Lupe.
* Escritora

FUENTE: EL UNIVERSO
28 de Septiembre, 2019